El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

sábado, 16 de mayo de 2009

¿Humanos o máquinas biológicas huecas?

Estaba yo buscando material por internet para preparar mis clases y me econtre con este poema de Bradbury que alguien se tomó la molestia de digitalizar. ¿Seguimos siendo humanos? ¿O nos hemos vaciado ya del todo?
Cada vez estoy más convencido de que hay que volver a la sencillez interior de estos aborígenes que me he encontrado por acá y que, desde su sencillez y humildad, intentan comprender este mundo siempre vacío y siempre voraz que poco a poco les va absorbiendo.

Qué razón tiene Mr. Bradbury (otra vez)

El Ordenador Encantado y el Papa Androide
(Ray Bradbury)

Ordenador encantado, Papa Androide,
dato almacenado, esperanza eslizoide.
Necesidad humana, sueños de horror,
alimento nocturno para el ordenador
que así cosecha ceros y suma y crece,
derriba lo perverso donde aparece
y pone de rodillas al mal osado
con un cuchillo eléctrico mal entintado.
El Papa Androide, mientras, se alza del suelo
para ir con los físicos a medio vuelo,

donde su mente eléctrica privilegiada
llama, en país de ciegos, a la cruzada,
y la fe crece, y crecen gravedad y masa,

–Andrómeda centrifuga, que luce y pasa–;
como una mosca mengua lo material
cuando el Androide sirve un té papal
al Santo de las dudas, Tomas, y a mí,
y a ti, lo tuyo, repito, lo tuyo a ti,
y monta últimas cenas con elegidos
donde los grandes físicos vuelan perdidos
y el hombre sorprendido, que no ve nada,
duda entre magnitudes, voluntad helada.
Aquí, al momento, llega, ¡hosanna!, el Papa
Ordenador y Eléctrico, Señor de un mapa
donde todo se rinde, ya sin camino,
y un gran vacío llena el hueco divino,
sin misterio, ni emblema, ni luz, ni guía,
con velos y arrogancias de nieve fría
que Dios sirve en raciones, ¡tomad, hermanos!,
en años luz de mares, lagos, pantanos,
aguas donde se ahoga, en lo mas profundo,
la mente ordenadora que escruta el mundo
sin hallar la respuesta al afán certero
del huevo o la gallina: ¿qué fue primero?
La respuesta se esconde en el ancho cielo
donde los astronautas, inútil vuelo,
suben con sus cohetes, y de esperanza
el Papa un gran castillo de fuegos lanza,
con cintas en la tripa, corriente alterna,
Galilea en metáforas, pólvora eterna,
y amasa un pan que crece y sirve un vino
que es sangre para el alma, sacro destino,
y, con palabras huecas, llena vacíos,
como un vuelo de pájaros de fuegos píos
que se agitan y funden, mensaje alado,
y así, el hombre sediento, se halla saciado.
Pero el misterio queda y al hombre sigue
una lluvia fantasma que le persigue.
Con máquinas–fábrica para artilugios,
a medias satisfecho con sus refugios
donde al doble misterio, dan voz y eco
un ordenador Mago y un Papa Hueco.

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