No recuerdo bien cuando fue la última vez que escribí algo para este blog-diario de mis andanzas más allá del mar.
Dejándome de florituras, hoy es domingo 5 de abril y los chicos salieron esta mañana para sus comunas, un tanto mojados esta vez. Anoche estuvo lloviendo torrencialmente sin parar, con viendo y unos truenos y relámpagos que hacían que pareciese un auténtico bombardeo. El resultado es el que se puede ver en la foto. Cuando esta mañana me dijo la hermana por el teléfono interno de las residencias que avisase a los estudiantes que fueran en pantaloneta a desayunar al comedor porque el río se había desbordado y el agua llegaba a las rodillas pensé que era una exageración. Ya se había desbordado antes, y con unas buenas botas de goma se pasaba perfectamente, pues el agua apenas llegaba a los tobillos. Esta vez resultó no ser así. Yo salí contento, algo cansado, caminando con mis botas de goma negra y me encontré con un panorama de esos que uno sólo había visto en la tele: empecé a cruzar las aguas y comprobé como me hundía poco a poco, mis botas se llenaban de agua, y, efectivamente ésta me llegaba hasta algo más por encima de las rodillas. Y yo mido más o menos 1,90. Al resto del personal el agua les llegaba más o menos por la cintura.
No sólo se desbordó el rio en el colegio, sino en el camino que lleva a Lago, así que ni bus ni nada durante más o menos un kilómetro. Pobres estudiantes. Aunque la verdad es que ya están acostumbrados porque en sus comunas pasa algo similar bastante a menudo; somos nosotros, los foráneos, los que nos quedamos boquiabiertos. También hay que decir que, en boca de los lugareños, es la primera vez en unos 20 años que es pequeño río se desborda así (antes se desbordaba incluso más, dicen)
Al margen de la aventura acuática de esta mañana, estoy –acaso no se nota- de descanso. Esta última veintena de marzo me ha dejado cansadísimo. Creo que no he tenido apenas un rato libre: atender a los chicos en el internado, que también ya estaban cansadísimos esta semana y eso quiere decir que se subían por las paredes, preparar clases, pues di la materia más rápido de lo proyectado y me tocó preparar más, y también colaborar con una exposición sobre la nacionalidad cofán en el centro cultural. Como podéis ver mi agenda sigue repleta. Apenas tengo un rato para descansar y escribir con calma, así que aprovecho el bienvenido sol de esta tarde para relajarme un poco tecleando.
Estoy ya en la recta final de esta experiencia y ya empiezo a pensar en todo lo que no he hecho y cómo hacerlo en los tres meses que me quedan y también en qué voy a hacer cuando toque hacer las maletas y volver a fijar rumbo en otro sitio. No veo cómo colocar tantas cosas en los días libres de mi calendario. De momento, voy a provechar estos días para trabajar y preparar lo que me queda de curso escolar –algo que llevo intentando hacer desde septiembre- y también aprovechar para visitar alguna comuna. Ya contaré que sale.
Respecto a mi vida después de, la cosa sigue en el aire. Por aquí siguen haciendo propaganda para que me quede más tiempo, pero a mí, por un lado, me inquieta el conocer otras cosas y no permanecer cómodo en un mismo sito, al menos no ahora, y por otro, siento que aquí les toca definir bien el perfil del voluntario: ¿somos voluntarios para todo? ¿profesionales – profesores? ¿personas dedicadas a la vida pastoral a través de nuestras otras dedicaciones? Creo que tienen cierta confusión aquí entre lo que desearían y lo que la situación les obliga a aceptar. Supongo que igual sucede en otras partes.
Sea como sea, los planes futuros vendrán. Me he decidido a seguir lo que me depare la vida sin pensar mucho en qué elegir dentro de no sé cuánto tiempo. De momento, Chile está en el horizonte y creo que ya es seguro. Visitaré esa tierra en verano.
De todos modos, al final me lanzaré o lanzaré los dados del destino.
Alea jacta est.
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