He decidido actualzar un poco el blog. No me refiero a escribir algo nuevo, pues, si me leéis últimamente, veréis que hago los posibles para teneros entretenidos más amenudo. Atrás han quedado de momento esos meses con sólo una entrada, será que estoy inspirado, y sigo, ¿eh?. Estoy ya acabado otra historia y me he puesto en el calendario acabar este verano la del Cine de Terror.
Pero, por otro lado, he decidido dar algo de publicidad a mi blog. No, no voy a poner anuncios de venta de nosequé, me refiero a darlo a concer en el mundo virtual. Me dicen que hay que promocionar el blog de uno para que la gente lo lea y te deje comentarios. Puede ser una experiencia interesante. Yo, la verdad, creé mi blog con motivo del CAP, y, tras cumplir su función inicial (aprovar el CAP) decidí mantenerlo vivo como una ventanta para liberar mis pensamientos internos, me relaja lo de escribir. Nunca pensé en ser leído. Pero, en fin, como parece que la finalidad de estas "bitácoras virtuales" es la de ser leídas por todo el mundo, voy a intentar promocionarlo.
De momento, sigo comentando otros blogs y he cambiado las citas de cabecera por una descripción del blog, que me parece algo más adecuado. Creo que se puede registrar el blog en ciertos buscadores gratuítamente, pero no recuerdo el nombre de ninguno. Si alguien sabe, soy todo oídos (u ojos, más bien)
Post data.: Parece que hoy ya es verano de verdad. Voy a ponerme las chanclas...
Realidad y ficción, una mirada personal al mundo exterior, una puerta de salida para pensamientos atrapados.
El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara
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miércoles, 25 de julio de 2007
Disco Julio 07/ Katell Keineg
Sigo un mes más recomendando algún disco de entre mi ya extensa colección. Y, sigo desempolvando pequeñas joyas que, por alguna razón, nunca han recibido la atención que se merecen.
Fue el año pasado por estas fechas cuando escuché por primera vez la música de Katell Keineg, una artista con un pie en Irlanda y otro en Nueva York que hace una curiosa mezcla de folk y pop. En medio de ambos géneros, está ella con su peculiar estilo, y es que no he oido algo similar por ningún lado, aunque a veces me recuerda a Joni Mitchell, otras a Ani DiFranco, u otras a Natalie Merchant.
Quizá su nombre a primeras no les diga nada a muchos. Digamos que, como curiosidad, Katell Keineg es la chica que hace los coros a Natalie Merchant en aquel éxito de 1995, Carnival. La propia Natalie Merchant grabó uno de los temas de Katell Keineg en su disco en directo de 1999, y fue precisamente esta canción, The Gulf Of Araby, la que me puso tras la pista de la autora de semejante maravilla. Poco después descubrí la figura de Katell Keineg y éste su primer trabajo, O Seasons O Castles (1994) un disco "dificil", de esos que al principo cuesta oir, pero que a la tercera o cuarta vez se quedan atrapados en el oído de uno y ya no le dejan nunca.
La música de Katell Keineg no tiene mucho de comercial. Son texturas y ritmos a los que cuesta hacerse, son letras a veces íntimas, otras veces personales, que requieren escucharlas con atención. Poco a poco uno se queda encantado, como cuando escucha con atención una vieja histoira, una leyenda cuyas raices se remontan a siglos atras pero que siguen trayendonos una y otra vez a la actualidad. Hay, para mí, algo místico y especial en la música de Katell Keineg. Os invito a descubrirla vosotros también.
Página web de Katell Keineg
PD.: Los dos primeros discos de Katell Keineg (O seasons O Castles, 1994, y Jet, 1997) fueron publicados originalmente por Elektra Records. Ahora han sido reeditatos por la propia Katell y están a la venta en CDBaby.
Fue el año pasado por estas fechas cuando escuché por primera vez la música de Katell Keineg, una artista con un pie en Irlanda y otro en Nueva York que hace una curiosa mezcla de folk y pop. En medio de ambos géneros, está ella con su peculiar estilo, y es que no he oido algo similar por ningún lado, aunque a veces me recuerda a Joni Mitchell, otras a Ani DiFranco, u otras a Natalie Merchant.
Quizá su nombre a primeras no les diga nada a muchos. Digamos que, como curiosidad, Katell Keineg es la chica que hace los coros a Natalie Merchant en aquel éxito de 1995, Carnival. La propia Natalie Merchant grabó uno de los temas de Katell Keineg en su disco en directo de 1999, y fue precisamente esta canción, The Gulf Of Araby, la que me puso tras la pista de la autora de semejante maravilla. Poco después descubrí la figura de Katell Keineg y éste su primer trabajo, O Seasons O Castles (1994) un disco "dificil", de esos que al principo cuesta oir, pero que a la tercera o cuarta vez se quedan atrapados en el oído de uno y ya no le dejan nunca.
La música de Katell Keineg no tiene mucho de comercial. Son texturas y ritmos a los que cuesta hacerse, son letras a veces íntimas, otras veces personales, que requieren escucharlas con atención. Poco a poco uno se queda encantado, como cuando escucha con atención una vieja histoira, una leyenda cuyas raices se remontan a siglos atras pero que siguen trayendonos una y otra vez a la actualidad. Hay, para mí, algo místico y especial en la música de Katell Keineg. Os invito a descubrirla vosotros también.
Página web de Katell Keineg
PD.: Los dos primeros discos de Katell Keineg (O seasons O Castles, 1994, y Jet, 1997) fueron publicados originalmente por Elektra Records. Ahora han sido reeditatos por la propia Katell y están a la venta en CDBaby.
sábado, 21 de julio de 2007
Monasterios
En apenas unos días, así sin pensarlo, me he visto buscando información y visitanto algunos monasterios. Todo empezó el miércoles por la tarde, navegando por internet intentando localizar un monasterio en el cual se rodó la mítica película de terror española La noche del terror ciego (1971), de Amando de Ossorio, una película que descubrí por casualidad el año pasado y que me dejó realmente impresionado por su temática y su calidad. El cine de terror no es que abunde mucho en España, y el cine de terror "bueno", "original", es muy pero que muy raro entre las producciones españolas. La noche del terror ciego es una de las escepciones de la regla. Al prinicpio puede parecer un cutre film de terror a lo Jess Franco (lo siento pero el Sr. Franco no acaba de convencerme) pero luego se torna en una inquietante película de terror con buenas dosis de suspense y algún que otro buen susto, además de unos templarios zombies (sic) muy bien realizados. Un film muy original que dió comienzo a una tetralogía completada por El ataque de los muertos sin ojos (1973), El buque maldito (1974), y, La noche de las gaviotas (1975). Por cerrar esta pequeña crítica cinematográfica, la segunda es también muy buena, con más acción y escenas gore que la primera y un maravilloso giño cinéfilo al final. Las otras dos dejan bastante que desear, pero una vez que empieza uno con la saga ¿por qué dejarla a medias?.
Cine de terror a parte, una de las cosas que más inquietan de la película son las ruinas de un monasterio en que se rodó gran parte del largometraje. Realmente inquietantes y sorprendentes por el tamaño y monumentalidad de la edificación. Como licenciado en hisotira, y amante desde niño de las piedras (me encanta visitar castillos, monasterios, iglesias,...) me dije "tengo que ir a ver ese monasterio". Ahí comenzaron mis problemas. La película lo acreditaba como Monasterio o Abadía del Cercón, en Madrid. Busqué en libros, revolví internet... nada. Nada, nigún monasterio o siquiera un pueblo con ese topónimo. En las páginas de cinéfilos (o cinéfagos) locos por el cine de terror de culto, alguno se hacía la misma pregunta que yo: ¿Dónde esta el monasterio, se puede visitar? La pregunta no tenía respuesta o era totalmente peregrina o desorientadora. Pero, como el que busca encuentra, un artículo de El País, del 2004, me reveló el misterio. En cuanto vi aquella foto en blanco y negro de aquel ábisde en ruinas, supe que había dado con el monasterio. Santa María de Valdeiglesias. No he logrado averiguar por qué en la película de Ossorio lo llaman de El Cercón. Ahora sólo me queda hacercarme hasta allí (está en Pelayos de la Presa, Madrid) y visitarlo si es que es posible, porque hasta hace bien poco estaba en manos privadas y cerrado al público.
Después de una tarde de Miércoles excitado por haber localizado el monasterio de El Cercón, me fuí el jueves y viernes de ruta turística primero a Burgos y luego a Zamora. Cerca de burgos pude visitar San Pedro de Cardeña, un monasterio cisterciense también abandonado con la desamortización de Mendizábal pero, en este caso, recuperado y reconstruído por una comunidad de monjes a mediados del s. XX. El claustro es realmente interesante, y si alguien tiene ganas de aislarse de mundo por unos días, la hospedería del monasterio puede ser el lugar perfecto. El enclave en que se encuentra el monasterio es precioso.
Camino de Zamora paré, por segunda vez, en el monasterio de Moreruela, otro monasterio en ruinas, realmente impresionate que siguen restaruando y conservando poco a poco y que os recomiendo no dejéis de visitar si tenéis la ocasión.
(Imágenes del Monasterio de Moreruela)
Cine de terror a parte, una de las cosas que más inquietan de la película son las ruinas de un monasterio en que se rodó gran parte del largometraje. Realmente inquietantes y sorprendentes por el tamaño y monumentalidad de la edificación. Como licenciado en hisotira, y amante desde niño de las piedras (me encanta visitar castillos, monasterios, iglesias,...) me dije "tengo que ir a ver ese monasterio". Ahí comenzaron mis problemas. La película lo acreditaba como Monasterio o Abadía del Cercón, en Madrid. Busqué en libros, revolví internet... nada. Nada, nigún monasterio o siquiera un pueblo con ese topónimo. En las páginas de cinéfilos (o cinéfagos) locos por el cine de terror de culto, alguno se hacía la misma pregunta que yo: ¿Dónde esta el monasterio, se puede visitar? La pregunta no tenía respuesta o era totalmente peregrina o desorientadora. Pero, como el que busca encuentra, un artículo de El País, del 2004, me reveló el misterio. En cuanto vi aquella foto en blanco y negro de aquel ábisde en ruinas, supe que había dado con el monasterio. Santa María de Valdeiglesias. No he logrado averiguar por qué en la película de Ossorio lo llaman de El Cercón. Ahora sólo me queda hacercarme hasta allí (está en Pelayos de la Presa, Madrid) y visitarlo si es que es posible, porque hasta hace bien poco estaba en manos privadas y cerrado al público.
Después de una tarde de Miércoles excitado por haber localizado el monasterio de El Cercón, me fuí el jueves y viernes de ruta turística primero a Burgos y luego a Zamora. Cerca de burgos pude visitar San Pedro de Cardeña, un monasterio cisterciense también abandonado con la desamortización de Mendizábal pero, en este caso, recuperado y reconstruído por una comunidad de monjes a mediados del s. XX. El claustro es realmente interesante, y si alguien tiene ganas de aislarse de mundo por unos días, la hospedería del monasterio puede ser el lugar perfecto. El enclave en que se encuentra el monasterio es precioso.
Camino de Zamora paré, por segunda vez, en el monasterio de Moreruela, otro monasterio en ruinas, realmente impresionate que siguen restaruando y conservando poco a poco y que os recomiendo no dejéis de visitar si tenéis la ocasión.
(Imágenes del Monasterio de Moreruela)
Polvo eres
Hacía ya bastantes años que tenía ganas de conocer Quintanilla de los Oteros, el pueblo de uno de mis abuelos. Por fin, este jueves tuve la oportunidad de parar a concerlo, o al menos lo que queda de él. Por que, la principal razón por la cual no habíamos parado antes en Quintanilla es que "ahí ya no hay nada".
Mejor dicho nadie. No manejo fechas, pero hace ya por lo menos 20 años (o más) que no hay ningún vecino en el pueblo, apenas el pastor, que aguanta allí, en medio de la nada, rodeado que casas de barro huecas y vacías, invierno tras invierno. El pueblo es hoy día un cementerio sin almas, un montón de casas cerradas, derruidas; apenas alguna se mantiene en pié y arreglada gracias a algún niño ya adulto al quien la nostalgia le ha devuelto a su pueblo.
Porque, de Quintanilla, como de otros tantos pueblos agrícolas, la gente se fue marchando, a buscar fortuna en tierras lejanas o la comodidad de ciudades o pueblos próximos más grandes. Y cuando el hambre de tierras pasó, estas quedaron yermas, olivdadas junto al trillo y la vieja casa de labradores.
Tras años de escuchar relatos, de mi abuela, de algunos de mis tíos, que iban allí de críos a pasar los veranos, relatos cálidos y llenos de ternura sobre cálidos días trillando, sobre los juegos en el frontón (del que ya no queda ni un solo adobe) a la salida de la iglesia,... me he quedado un poco perplejo al comprobar como el tiempo ha hecho que el pueblo parezca aún más pequeño de lo que alguna vez fue, y ha vuelto a convertir en polvo aquel barro que un día unas manos convirtieron en adobes y tapiales de casas. Según paseo por las calles aún de tierra vienen a mi mente imágenes de polvorientos pueblos del tercer mundo, con casas semiderruídas, y según pienso en el pasado de este pueblo, no puedo sino recordar aquella triste canción de Serrat... Colgado de un barranco, duerme mi pueblo blanco...
Mejor dicho nadie. No manejo fechas, pero hace ya por lo menos 20 años (o más) que no hay ningún vecino en el pueblo, apenas el pastor, que aguanta allí, en medio de la nada, rodeado que casas de barro huecas y vacías, invierno tras invierno. El pueblo es hoy día un cementerio sin almas, un montón de casas cerradas, derruidas; apenas alguna se mantiene en pié y arreglada gracias a algún niño ya adulto al quien la nostalgia le ha devuelto a su pueblo.
Porque, de Quintanilla, como de otros tantos pueblos agrícolas, la gente se fue marchando, a buscar fortuna en tierras lejanas o la comodidad de ciudades o pueblos próximos más grandes. Y cuando el hambre de tierras pasó, estas quedaron yermas, olivdadas junto al trillo y la vieja casa de labradores.
Tras años de escuchar relatos, de mi abuela, de algunos de mis tíos, que iban allí de críos a pasar los veranos, relatos cálidos y llenos de ternura sobre cálidos días trillando, sobre los juegos en el frontón (del que ya no queda ni un solo adobe) a la salida de la iglesia,... me he quedado un poco perplejo al comprobar como el tiempo ha hecho que el pueblo parezca aún más pequeño de lo que alguna vez fue, y ha vuelto a convertir en polvo aquel barro que un día unas manos convirtieron en adobes y tapiales de casas. Según paseo por las calles aún de tierra vienen a mi mente imágenes de polvorientos pueblos del tercer mundo, con casas semiderruídas, y según pienso en el pasado de este pueblo, no puedo sino recordar aquella triste canción de Serrat... Colgado de un barranco, duerme mi pueblo blanco...
lunes, 16 de julio de 2007
La camisa de rayas
-¿Hace calor ya, eh? -dijo Miguel.
-Sí -Contesto Sofía. -Y tú con esa camisa oscura de manga larga. No se como aguantas.
-Supongo que por pura pereza. Siempre digo que tengo que ir a comprar alguna camisa fresca, de verano, pero por pura pereza... Ya me conoces, qué te voy a contar.
-Ya, ya, el mismo cuento de siempre, no se a que esperas...
-A oirte decir eso mismo con ese tono de voz y ese semblante de resignación -contestó Miguel sonriendo- Anda, vamos, seguro que contigo como consejera encuetro la mejor camisa del mundo.
-Bobo.
Sofía arrastró a Miguel por mil y una tiendas (o al menos eso le parecía a él), probando, mirando, revolviendo. Camisas y más camisas. Esta es muy secilla, esta demasido moderan. Esta, ni se te ocurra, parece un cura... esta es muy grande... camisas, camisas. Agotado, mareado, seguían probando camisas.
-Mira esta ¿Que te parece? Tiene un diseño a rayas muy original. Parecen serpientes, o cuerdas sinuosas...
-Sí... creo que no he visto ninguna así... aunque no me atrevo a asegurarlo, tengo un colocón de camisas...
-¡Anda!, calla y pruébatela- Sofía empujó a Miguel hacia el probador.
-Parece que me sienta bien, ¿no?
-Sí, sí, me gusta
-¿Yo o la camisa?
Caminaron hacia la caja
-Me llevo esta -dijo Miguel al dependiente
-Son 25,90- Esta es de las de diseño exclusivo. No verás muchas como esta, y ahora de rebajas, un auténtico chollo
Lo mejor de la tarde de compras fue sentarse en una terraza después del mareo de las tiendas y tomarse una buena cerveza, entonces, era realmente refrescante. El sol, se resistía a decir "buenas noches" y calentaba con fuerza sobre las mesas.
-Vaya calor- Miguel resoplaba, cerveza en mano, mientras se dejaba escurrir por la silla.
-Claro, sigues con tu camisa de invierno abotonada hasta arriva...
-Me daba no sé qué decir que me la llevaba puesta.
-Pues póntela ahora.
-¿Aquí? ¿En medio de la calle?
-Uy, alomejor de detienen por exibicionista -dijo Sofía riendo.
Miguel se cambió de camisa mientras miraba de reojo hacia la calle. -Sí, sí que me queda bien ¿eh?
-Ahora cuidado no la bautices con cerveza.
Pagaron la cuenta y caminaron tranquilamente de regreso a casa. Mientras se despedían en el portal de Sofía, un vecino salió con una camisa idéntica a la de Miguel.
-¡Ala! ¿Has visto? Se suponía que era única- dijo Miguel.
-Dijo diseño exclusivo. No pensarás que la han hecho para tí. Habrá 100 mas o menos como la tuya, y repartidas por todo varios países, poca cosa. Sí que es curiosa la coincidencia, no te lo niego.
Miguel caminó tranquilamente, disfrutando de la tarde de verano, que ya empezaba a refrescar. De pronto, en la terraza de un bar, le pareció ver a un hombre con una camisa como la suya. "Ya van dos, menudo diseño exclusivo."
A la mañana siguiente Miguel se levantó perezoso. Tenía que mandar unos paquetes por correo, luego arreglar unos papeles en la oficina del paro,... menuda mañana. Se duchó y desayunó y aún tenía legañas en los ojos, diciéndole, venga hombre, túmbate en la cama y dejemos que el relój de las 12 del mediodía. Odiaba el calor del més de Julio. Era axfisiante y pegajoso. Ni siquiera en la playa podía uno refrescarse. Entró en la habitación a por una camiseta, allí en el respaldo de la silla, estaba su nueva camisa blanca de sinuosas rayas de colores que parecían bailar como serpientes encantadas. Dudo unos instantes, "¿No la colgué en el armario anoche? No, se ve que no". Cogió su nueva camisa y se la puso.
-¿Sí que me sienta bien, eh?- dijo mientras se miraba al espejo.
Cogió todos los sobres, la carpeta con los papeles, las llaves de casa y se lanzó escalera abajo.
-Hola-. Era el vecino del quinto, que volvía con la compra. Miguel se giró en la escalera y le obsevó subir. "Ala, otra camisa como la mía. Maldita moda y maldito diseño exclusivo".
Mientras caminaba hacia la oficina de correos, se fue fijando en la gente. Gente normal, gente corriente, inmersa en su quehaceres diarios, agena los unos a los otros. Vestían normal, con frescos vestidos de verano, con pantalones cortos y camisetas, y entre, todos, de vez en cuando, alguna camisa blanca con serpenteantes rayas.
-No, si al final toda la ciudad ha ido a comprar al mismo sitio...-dijo Miguel entre dientes.
En la oficina de correos había una cola inmensa, como siempre. Miró su número. 0235. El panel luminoso anunciaba el 0198, tenía para unos buenos veinte minutos. Se dejó apoyar contra una columna en el inmenso local de correos. Al fondo, un hombre de mediana edad rellenaba nerviosamente unos impresos, llevaba, como a parecer media ciudad, la misma camisa blanca de rayas sinuosas como serpientes. Miguel le miraba de reojo. No era capaz de quitarle la vista de encima. Dos o tres veces, el hombre levantó la vista y miró inquisidoramente a Miguel. Intentó olvidarse de aquel hombre y levantó la vista al frente, fijándola en el letrero luminoso que daba los turnos, le sudaban las manos, de pronto, un pitido, su turno. Miguel volvió al mundo real y avanzó rápidamente hacia el mostrador.
-Hola. Quería mandar estos paquetes. -Se quedó helado. El empleado de correos llevaba una camisa blanca de rayas como la suya.
-¿Certificado o ordinario?
Miguel pestañeó dos veces. No podía ser. Los empelados van uniformados, con su camisa amarilla. No. El empelado de correos se impacientaba
-Perdone, ¿Como lo envío, certificado u ordinario?
-¿Eh? Ah, lo siento. Ordinario, ordinario.- Miguel miró a su alrededor. Todos los empleados llevaban camisas blancas con serpenteantes rallas de colores. -Oiga, perdone, ¿Han cambiado de uniforme últimante?
-No. Son 6,70. Gracias
Miguel caminó afuera del edificio algo aturdido. ¿Que pasaba? La semana pasada iban todos de amrillo chillón. Despistado, chocó con un hombre cargado con bolsas.
-¡Cuidado, idiota, mira por donde vas!
Llevaba otra camisa idéntica. Afuera, por el parque pudo ver a varias personas, ocupadas en sus menesteres, todas con camisas blancas con rayas serpenteantes. Comenzó a caminar lo más deprisa que pudo, rápido, más rápido. Llegó a la herboristería en que trabajaba Sofía y se avalanzó sobre el mostrador.
-¡No te lo vas a creer!- exclamó Miguel excitado- ¡Media ciudad lleva camisas como la que compramos ayer, blancas y con rayas como... -Sofía llevaba una camisa exáctamente igula. Miguel empezó a retroceder asustado. Se miró a si mismo, miro a Sofía.
-Oye -dijo Sofía- ¿Te encuentras bien? Te has puesto pálido de pronto...
-Cuando, ¿Cuando compraste esa camisa?- pregunto Miguel tartamudeando.
-¿Esta? ¡Anda que no tiene tiempo! Me la habrás visto cientos de veces!
-¡Pero si es igual que la mía!
-¿Que?- Sofía se miró a si misma. Vio su camisa azul lisa y miró Miguel extrañada- ¿Es una broma? Mira que me voy a enfadar y verás.
-No es ninguna broma. Tú y media ciudad lleváis camisas como esta que...
-Perdone ¿Cuanto valen las salchichas de soja?- Una mujer gorda acababa de entrar. Llevaba otra camisa blanca con rayas de forma serpenteante. Miguel la miró y salió de la tienda rápidamente.
Se paró en la acera unos segundos, intentando repuerar el aliento y tranquilizarse. De repente, todos los transeuntes llevaban camisas como la suya. Corrió calle a través, un coche frenó de repente, el de atrás chocó y el conductor salió corriendo amenazando a Miguel. También él llevaba una camisa de rayas. Alguién agarró al Miguel del brazó.
-Tranquilo muchacho, ¿te encuentras bien? -Era un policía. Con su porra, su gorra,.. y una camisa blanca con rayas serpenteantes.
Miguel se liberó y echó a correr calle abajo. Todas y cada una de las personas con las que se cruzó llevaban camisas idénticas a la suya. Despavorido, corrió a casa, según se acercaba, se quitó la camisa y la arrojó al suelo. Subió los escalones de dos en dos. En casa no había nadie. Bebió un buen trago de agua y se miró al espejo. Se arreó un buen bofetón. Sí, esaba despierto. Se puso su vieja camiseta de estar por casa. Daba gusto mirarse y no ver esa maldita camisa blanca a rayas. De pronto, le asaltó una duda, raudo, se asomó por la ventana. Abajo en la calle, todo el mundo vestía normal. Nada de camisas blancas con rayas serpenteantes. "¡Buff, que alivio!" pensó y se dejó caer en el sofá.
-¿Miguel?, Miguel, hijo, despierta- Era su madre. Se había quedado dormido.
-¿Como se te ocurre dormirte a estas horas? ¡Es casi la hora de comer! -Su madre le miraba extrañada- A por cierto, encontré abajo tu camisa nueva, la deviste sacar a la ventana para airear y se cayó. Cuándo serás más cuidadoso. La he colgado en tu armario.
Miguel se levandó de repente, corrió a su habitación y abrió el armario de par en par. Allí, en fomación, descansaba colago todo un ejército de camisas blancas con rayas serpenteates, todas idénticas, todas brillantes e implutas, todas iguales.
-Sí -Contesto Sofía. -Y tú con esa camisa oscura de manga larga. No se como aguantas.
-Supongo que por pura pereza. Siempre digo que tengo que ir a comprar alguna camisa fresca, de verano, pero por pura pereza... Ya me conoces, qué te voy a contar.
-Ya, ya, el mismo cuento de siempre, no se a que esperas...
-A oirte decir eso mismo con ese tono de voz y ese semblante de resignación -contestó Miguel sonriendo- Anda, vamos, seguro que contigo como consejera encuetro la mejor camisa del mundo.
-Bobo.
Sofía arrastró a Miguel por mil y una tiendas (o al menos eso le parecía a él), probando, mirando, revolviendo. Camisas y más camisas. Esta es muy secilla, esta demasido moderan. Esta, ni se te ocurra, parece un cura... esta es muy grande... camisas, camisas. Agotado, mareado, seguían probando camisas.
-Mira esta ¿Que te parece? Tiene un diseño a rayas muy original. Parecen serpientes, o cuerdas sinuosas...
-Sí... creo que no he visto ninguna así... aunque no me atrevo a asegurarlo, tengo un colocón de camisas...
-¡Anda!, calla y pruébatela- Sofía empujó a Miguel hacia el probador.
-Parece que me sienta bien, ¿no?
-Sí, sí, me gusta
-¿Yo o la camisa?
Caminaron hacia la caja
-Me llevo esta -dijo Miguel al dependiente
-Son 25,90- Esta es de las de diseño exclusivo. No verás muchas como esta, y ahora de rebajas, un auténtico chollo
Lo mejor de la tarde de compras fue sentarse en una terraza después del mareo de las tiendas y tomarse una buena cerveza, entonces, era realmente refrescante. El sol, se resistía a decir "buenas noches" y calentaba con fuerza sobre las mesas.
-Vaya calor- Miguel resoplaba, cerveza en mano, mientras se dejaba escurrir por la silla.
-Claro, sigues con tu camisa de invierno abotonada hasta arriva...
-Me daba no sé qué decir que me la llevaba puesta.
-Pues póntela ahora.
-¿Aquí? ¿En medio de la calle?
-Uy, alomejor de detienen por exibicionista -dijo Sofía riendo.
Miguel se cambió de camisa mientras miraba de reojo hacia la calle. -Sí, sí que me queda bien ¿eh?
-Ahora cuidado no la bautices con cerveza.
Pagaron la cuenta y caminaron tranquilamente de regreso a casa. Mientras se despedían en el portal de Sofía, un vecino salió con una camisa idéntica a la de Miguel.
-¡Ala! ¿Has visto? Se suponía que era única- dijo Miguel.
-Dijo diseño exclusivo. No pensarás que la han hecho para tí. Habrá 100 mas o menos como la tuya, y repartidas por todo varios países, poca cosa. Sí que es curiosa la coincidencia, no te lo niego.
Miguel caminó tranquilamente, disfrutando de la tarde de verano, que ya empezaba a refrescar. De pronto, en la terraza de un bar, le pareció ver a un hombre con una camisa como la suya. "Ya van dos, menudo diseño exclusivo."
A la mañana siguiente Miguel se levantó perezoso. Tenía que mandar unos paquetes por correo, luego arreglar unos papeles en la oficina del paro,... menuda mañana. Se duchó y desayunó y aún tenía legañas en los ojos, diciéndole, venga hombre, túmbate en la cama y dejemos que el relój de las 12 del mediodía. Odiaba el calor del més de Julio. Era axfisiante y pegajoso. Ni siquiera en la playa podía uno refrescarse. Entró en la habitación a por una camiseta, allí en el respaldo de la silla, estaba su nueva camisa blanca de sinuosas rayas de colores que parecían bailar como serpientes encantadas. Dudo unos instantes, "¿No la colgué en el armario anoche? No, se ve que no". Cogió su nueva camisa y se la puso.
-¿Sí que me sienta bien, eh?- dijo mientras se miraba al espejo.
Cogió todos los sobres, la carpeta con los papeles, las llaves de casa y se lanzó escalera abajo.
-Hola-. Era el vecino del quinto, que volvía con la compra. Miguel se giró en la escalera y le obsevó subir. "Ala, otra camisa como la mía. Maldita moda y maldito diseño exclusivo".
Mientras caminaba hacia la oficina de correos, se fue fijando en la gente. Gente normal, gente corriente, inmersa en su quehaceres diarios, agena los unos a los otros. Vestían normal, con frescos vestidos de verano, con pantalones cortos y camisetas, y entre, todos, de vez en cuando, alguna camisa blanca con serpenteantes rayas.
-No, si al final toda la ciudad ha ido a comprar al mismo sitio...-dijo Miguel entre dientes.
En la oficina de correos había una cola inmensa, como siempre. Miró su número. 0235. El panel luminoso anunciaba el 0198, tenía para unos buenos veinte minutos. Se dejó apoyar contra una columna en el inmenso local de correos. Al fondo, un hombre de mediana edad rellenaba nerviosamente unos impresos, llevaba, como a parecer media ciudad, la misma camisa blanca de rayas sinuosas como serpientes. Miguel le miraba de reojo. No era capaz de quitarle la vista de encima. Dos o tres veces, el hombre levantó la vista y miró inquisidoramente a Miguel. Intentó olvidarse de aquel hombre y levantó la vista al frente, fijándola en el letrero luminoso que daba los turnos, le sudaban las manos, de pronto, un pitido, su turno. Miguel volvió al mundo real y avanzó rápidamente hacia el mostrador.
-Hola. Quería mandar estos paquetes. -Se quedó helado. El empleado de correos llevaba una camisa blanca de rayas como la suya.
-¿Certificado o ordinario?
Miguel pestañeó dos veces. No podía ser. Los empelados van uniformados, con su camisa amarilla. No. El empelado de correos se impacientaba
-Perdone, ¿Como lo envío, certificado u ordinario?
-¿Eh? Ah, lo siento. Ordinario, ordinario.- Miguel miró a su alrededor. Todos los empleados llevaban camisas blancas con serpenteantes rallas de colores. -Oiga, perdone, ¿Han cambiado de uniforme últimante?
-No. Son 6,70. Gracias
Miguel caminó afuera del edificio algo aturdido. ¿Que pasaba? La semana pasada iban todos de amrillo chillón. Despistado, chocó con un hombre cargado con bolsas.
-¡Cuidado, idiota, mira por donde vas!
Llevaba otra camisa idéntica. Afuera, por el parque pudo ver a varias personas, ocupadas en sus menesteres, todas con camisas blancas con rayas serpenteantes. Comenzó a caminar lo más deprisa que pudo, rápido, más rápido. Llegó a la herboristería en que trabajaba Sofía y se avalanzó sobre el mostrador.
-¡No te lo vas a creer!- exclamó Miguel excitado- ¡Media ciudad lleva camisas como la que compramos ayer, blancas y con rayas como... -Sofía llevaba una camisa exáctamente igula. Miguel empezó a retroceder asustado. Se miró a si mismo, miro a Sofía.
-Oye -dijo Sofía- ¿Te encuentras bien? Te has puesto pálido de pronto...
-Cuando, ¿Cuando compraste esa camisa?- pregunto Miguel tartamudeando.
-¿Esta? ¡Anda que no tiene tiempo! Me la habrás visto cientos de veces!
-¡Pero si es igual que la mía!
-¿Que?- Sofía se miró a si misma. Vio su camisa azul lisa y miró Miguel extrañada- ¿Es una broma? Mira que me voy a enfadar y verás.
-No es ninguna broma. Tú y media ciudad lleváis camisas como esta que...
-Perdone ¿Cuanto valen las salchichas de soja?- Una mujer gorda acababa de entrar. Llevaba otra camisa blanca con rayas de forma serpenteante. Miguel la miró y salió de la tienda rápidamente.
Se paró en la acera unos segundos, intentando repuerar el aliento y tranquilizarse. De repente, todos los transeuntes llevaban camisas como la suya. Corrió calle a través, un coche frenó de repente, el de atrás chocó y el conductor salió corriendo amenazando a Miguel. También él llevaba una camisa de rayas. Alguién agarró al Miguel del brazó.
-Tranquilo muchacho, ¿te encuentras bien? -Era un policía. Con su porra, su gorra,.. y una camisa blanca con rayas serpenteantes.
Miguel se liberó y echó a correr calle abajo. Todas y cada una de las personas con las que se cruzó llevaban camisas idénticas a la suya. Despavorido, corrió a casa, según se acercaba, se quitó la camisa y la arrojó al suelo. Subió los escalones de dos en dos. En casa no había nadie. Bebió un buen trago de agua y se miró al espejo. Se arreó un buen bofetón. Sí, esaba despierto. Se puso su vieja camiseta de estar por casa. Daba gusto mirarse y no ver esa maldita camisa blanca a rayas. De pronto, le asaltó una duda, raudo, se asomó por la ventana. Abajo en la calle, todo el mundo vestía normal. Nada de camisas blancas con rayas serpenteantes. "¡Buff, que alivio!" pensó y se dejó caer en el sofá.
-¿Miguel?, Miguel, hijo, despierta- Era su madre. Se había quedado dormido.
-¿Como se te ocurre dormirte a estas horas? ¡Es casi la hora de comer! -Su madre le miraba extrañada- A por cierto, encontré abajo tu camisa nueva, la deviste sacar a la ventana para airear y se cayó. Cuándo serás más cuidadoso. La he colgado en tu armario.
Miguel se levandó de repente, corrió a su habitación y abrió el armario de par en par. Allí, en fomación, descansaba colago todo un ejército de camisas blancas con rayas serpenteates, todas idénticas, todas brillantes e implutas, todas iguales.
viernes, 13 de julio de 2007
La guerra tal cual
El año pasado, Clint Eastwood, un cineasta que no deja de sorprenderme ultimamente, realizó dos películas simultáneas sobre la batalla de Iwo Jima, una de las más famosas de la Segunda Guerra Mundial.
Como suele pasar con todas las películas que no tienen un estricto aire comercial, aquí en León apenas pudimos ver la primera de ellas, Banderas de nuestros padres, la segunda, Cartas desde Iwo Jima, ni siquiera llegó a los cines leoneses. Así que me tocó esperar a que saliesen en DVD para poder verlas.
Por azares, he visto curiosamente primero Cartas de Iwo Jima y luego Banderas de nuestros padres. Aunque son dos películas rodadas simultáneamente, en las que ninguna es continuación de la otra, y por lo tanto no importa el orden, creo que el inverso al programado en los estrenos es el más adecuado, primero la visión japonesa y luego la americana, en este orden se obtiene un cuadro de la guerra mucho más completo e intersante.
Porque eso es lo que describen las dos películas de Eastwood. La Segunda Guerra Mundial. En todos sus aspectos: militar, político, social... y lo que es aún mejor, sin ponerse del lado de ninguna postura. Es la primera vez que veo una película bélica como estas. No tiene nada que ver con las películas de acción a las que estamos acostumbrados, no persigue fines patrióticos, a lo Salvar el Soldado Ryan, como quizá muchos esperasen, ni siquiera es un alegato pacifista ni intenta almenos ponernos de parte de alguno de los bandos. Es sencillamente la guerra, para bien o para mal. Sólomente los hechos. Los que siempre se han contado y aquellos que permanecen olvidados deliveradamente o no. Al final le toca al espectador emitir su propio jucio.
Simplemente genial. Se hacen pocas películas así, ahora o en cualquier otra época. La única película que me viene a la mente que se acerca un poco al planteamiento de Eastwood Cartas desde Iwo Jima y Banderas de nuestros padres es aquella maravillosa Rapsodia de Agosto de Akira Kurosawa, aunque tampoco es la misma cosa exactamente.
Os animo a que las veáis ya. No tienen despedicio. Y os recomiendo que veáis primero Cartas... y luego Banderas... Me parece mejor orden. Cuando acabe la batalla, que cada uno saque sus propias conclusiones y juicios personales. Yo, después de ver las películas me acordé al instante de esta cita que leí ya hace tiempo en algún libro:
"La guerra es una estafa. Siempre lo ha sido. La mejor manera de describir una estafa es como algo que no es lo que aparenta ante la mayoría de la gente. Sólo un pequeño grupo dentro de ella sabe lo que realmente es. Está dirigida hacia el beneficio de unos pocos, a expensas de la mayoría."
-General Smedly Butler, 1933 (Marine de los EE.UU. durante 33 años)
Como suele pasar con todas las películas que no tienen un estricto aire comercial, aquí en León apenas pudimos ver la primera de ellas, Banderas de nuestros padres, la segunda, Cartas desde Iwo Jima, ni siquiera llegó a los cines leoneses. Así que me tocó esperar a que saliesen en DVD para poder verlas.
Por azares, he visto curiosamente primero Cartas de Iwo Jima y luego Banderas de nuestros padres. Aunque son dos películas rodadas simultáneamente, en las que ninguna es continuación de la otra, y por lo tanto no importa el orden, creo que el inverso al programado en los estrenos es el más adecuado, primero la visión japonesa y luego la americana, en este orden se obtiene un cuadro de la guerra mucho más completo e intersante.
Porque eso es lo que describen las dos películas de Eastwood. La Segunda Guerra Mundial. En todos sus aspectos: militar, político, social... y lo que es aún mejor, sin ponerse del lado de ninguna postura. Es la primera vez que veo una película bélica como estas. No tiene nada que ver con las películas de acción a las que estamos acostumbrados, no persigue fines patrióticos, a lo Salvar el Soldado Ryan, como quizá muchos esperasen, ni siquiera es un alegato pacifista ni intenta almenos ponernos de parte de alguno de los bandos. Es sencillamente la guerra, para bien o para mal. Sólomente los hechos. Los que siempre se han contado y aquellos que permanecen olvidados deliveradamente o no. Al final le toca al espectador emitir su propio jucio.
Simplemente genial. Se hacen pocas películas así, ahora o en cualquier otra época. La única película que me viene a la mente que se acerca un poco al planteamiento de Eastwood Cartas desde Iwo Jima y Banderas de nuestros padres es aquella maravillosa Rapsodia de Agosto de Akira Kurosawa, aunque tampoco es la misma cosa exactamente.
Os animo a que las veáis ya. No tienen despedicio. Y os recomiendo que veáis primero Cartas... y luego Banderas... Me parece mejor orden. Cuando acabe la batalla, que cada uno saque sus propias conclusiones y juicios personales. Yo, después de ver las películas me acordé al instante de esta cita que leí ya hace tiempo en algún libro:
"La guerra es una estafa. Siempre lo ha sido. La mejor manera de describir una estafa es como algo que no es lo que aparenta ante la mayoría de la gente. Sólo un pequeño grupo dentro de ella sabe lo que realmente es. Está dirigida hacia el beneficio de unos pocos, a expensas de la mayoría."
-General Smedly Butler, 1933 (Marine de los EE.UU. durante 33 años)
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