El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 3 de septiembre de 2017

Deberías estar satisfecho

Sí, deberías estar satisfecho. Es me repiten una y otra vez, eso me repite una y otra vez la sociedad: tienes un trabajo más o menos estable, un trabajo en el que puede ser creativo y hacer lo que te gusta, estás rodeado de gente que te quiere, vives bien, tienes una posición sólida, cómoda, vas camino del... ¿éxito?

Del éxito o de la mierda, pienso yo para mis adentros, pues no puedo dejar de pensar que quizá tanta satisfacción me acabe convirtiendo en el protagonista de cierta canción de Serrat. Pero lo que más me repatea de esa afirmación -"deberías estar satisfecho"-, es que implícitamente me está diciendo: no te quejes, no sufras por cambiar las cosas, todo está bien ¿no te das cuenta? Tú no vas a arreglar el mundo, no hay nada que arreglar, cada uno con lo suyo y punto. En otras palabras, me están diciendo "no tienes derecho a queja".

¡Acabamos! ¿Cómo, cómo, quiere alguien explicarme cómo puede ser una persona feliz, si no puede quejarse, si no puede trabajar para cambiar las cosas en la dirección que él o ella las considera correctas, si no puede soñar en otras cosas, si no puede sufrir por los demás, por esos demás, que están lejos, que muchos se empeñan en decir que están de más, pero que realmente duelen, aquí, aquí bien adentro? ¿Cómo puede ser uno feliz conformándose con lo que le han escrito en el caparazón de tortuga grande y enorme en el que le metieron sin preguntar después de salir del útero?

No miren no estoy satisfecho. Y no debería estarlo. Y todos aquellos que dicen estarlo, no son más que unos resignados huecos y vacíos por dentro. Resignados ante sus miedos y sobre todo ante aquellos que les crean los miedos. Uno puede aceptar las dificultades y cambios que le trae la vida. Si los acepta, logrará superarlos, logrará sentirse satisfecho de los pasos dados y el camino recorrido ante la adversidad. Aceptar las crisis supone superarlas. Resignarse es todo lo contrario: es condenarse a la mentira, al olvido, a la mediocridad.
Y sobre todo, no me sentiré satisfecho porque en este mundo sentirse satisfecho se ha convertido en sinónimo de persona que ha logrado su bienestar, su posición sólida y cómoda a base de hacer sufrir o condenar al olvido (a su olvido primero, y al olvido generalizado después) a muchos otros iguales (en cuanto a condición humana se refiere) a él.

No puedo estar satisfecho si en mi trabajo se roba, aunque yo no lo haga. No puedo estar satisfecho si mi empresa engañe a la gente con triquiñuelas, aunque yo no sea el último responsable de las mismas. No puedo estar satisfecho colocando más policías en la esquina para evitar robos como tampoco puedo estar satisfecho colocándome unos tapones en los oídos para solucionar el problema del ruido que me causan los vecinos y comercios de enfrente. No puedo estar satisfecho sólo porque tengo una nómina y tengo una novia y tengo amigos con los que compartir cerveza un viernes por la noche; puedo disfrutar de esos momentos, puedo realizarme en mi trabajo, pero no puedo estar satisfecho cerrando los ojos a todo lo incorrecto sólo porque "aparentemente tengo lo mío y debería ser feliz y sentirme satisfecho".

No deberían decir esas palabras a la gente. No deberían. No hacen sino confundir y empequeñecer a la gente a la vez que se empequeñecen ustedes. Bueno, en realidad ustedes se inflan como un globo, un globo al que un día alguien le dirá "Deberías estar satisfecho" y el globo explotará de satisfacción o se le escapará poco a poco todo el helio y quedará convertido en un inservible guiñapo de plástico botado en el suelo. Así que no digan esas palabras a la gente. Díganles por contra "me alegro por ti, ahora trabaja por ti, por los demás, por tu amor propio, por tu afán de superación, por el grupo que que ha situado donde estás. Ahora combate y lucha por acabar con todas esas cosas de las que te quejas y que tragas a ese saco sin fondo pero con gastritis crónica que es tu estómago. Saca tu bilis y empieza a luchar contra viento y marea por cambiar aquello con lo que no estás de acuerdo".

Ejerce tu opinión, tu punto de vista, para poder se realmente parte del grupo, de este todo que nos identifica. Ejércelo. No lo esgrimas, de nada sirve hablar y mostrar pancartas con los brazos alzados sino lo ejercemos. "Tenemos derechos, si", -decía Pete Seeger- "pero tenemos que usarlos para demostrar que los tenemos", añadía después.

Yo seguiré ejerciendo mis derechos, entre ellos mi derecho a queja, a no sentirme satisfecho, a denunciarlo que creo incorrecto y airear los trapos sucios, los míos y los de otros. Seguiré para unos tirando piedras contra mi propio tejado. No me importa, me encanta esa frase, es una de las más bonitas del idioma castellano: "tirar piedras contra su propio tejado" ¿no es un acto de verdadera rebeldía? A veces, muchas veces es necesario deconstruirse, destruirse, para poder asumir la verdad y comenzar a caminar, con seguridad y dignidad. Así la vida quizá comience de nuevo después de haber estado muerto en vida durante muchos años, como en aquella novela.
Sostiene Pereira...

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