El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 12 de octubre de 2014

La parte contratante de la primera parte

Otra vez vuelta a empezar. Y esta vez ¿me vuelvo capitalista? Dios me libre del mal, del capital. Y es que tengo la sensación de ser el último mono que no se deja guiar por el dinero. Hago mi lista y al final me digo: a sí, esto también, pero bien abajo en la lista de prioridades. Es entonces cuando me miran raro diciendo como diciendo "no entiendo". Y yo tampoco, me dan ganas de contestar.

El ser humano se equivocó cuando lo inventó. O a lo mejor no lo inventó y es el fiel reflejo del fruto prohibido del paraíso, la razón última de nuestra desgracia: el dinero tiene un tacto suave, un tintineo atrayente, pero ya puedes lavarte rápido las manos después de tocarlo, o caerás envenenado. A menudo, después de contar billetes tengo la sensación de ser el escribano de turno de aquella biblioteca de El nombre de la rosa.
El demonio vive en las ramas del árbol del fruto prohibido, que está en el patio perfecto de una lujosa y perfecta mansión, y de las ramas de este árbol plantado por un diablo cuyo tridente acaba en símbolo de dólar, cuelgan tentadores billetes verdes, brillantes tarjetas de crédito y monedas de plata. Atraen ciegamente a propios y extraños de ambos sexos. Que nadie meta por medio a la mujer, que nadie la culpe. Estoy seguro de que hubiésemos mordido nosotros mismos el fruto sin necesidad de intermediarios ni invitaciones. Es más, seguro que mordimos nosotros mismos la manzana, y en uno de esos -tan habituales- momentos en que la sangre no nos fluye más allá de la cintura, la violamos y la contagiamos alguna enfermedad venérea que nos puso a los dos en cuarentena por los siglos de los siglos.

Esta versión del génesis me encaja mucho mejor con la realidad, sí.

Pero dejemos a Adán y Eva en paz. El caso es que después de conversaciones y reuniones, y vueltas más vueltas a convenios con múltiples partes, comienzo, o quiero comenzar, una nueva etapa ¿otra? en mi vida, laboral, profesional, y espero que no de cabrón gilipollas capitalista neoliberal (cuatro sinónimos, uno detrás de otro)
Y es que cuando en un trabajo me empiezan diciendo "te pagaremos tanto", yo contesto con un "ya veremos" que deja a todo el mundo helado.

El día que el dinero sea considerado como un mal a erradicar, todos viviremos felices. Ese será el día en que realmente confiemos los unos en los otros y nadie de modelos y sistemas económico sociales que sólo sirven para perder el tiempo (en otras palabras, no sirven para nada) Mientras tanto, seguiré siendo el loco que tira piedras contra su propio tejado, que no acepta limosna, que rechaza altos cargos con altos sueldos, vive con lo puesto, que no necesita nadie que le planche y le lave, que disfruta limpiándose su propia mierda. Aquel que no calla y le regaña al amigo del alma cuando cree que se equivoca, aquel que siempre pensará en los demás primero para poder después pensar correctamente en sí mismo.
Aquel que vive el presente, sembrando y pensando en el futuro, un futuro que construye para sí mismo, consciente de que sí mismo son los que vendrán.

Que sigo soñando, que sigo buscando mi sitio. Que sigo haciendo chiste de cosas serias porque las cosas que nos venden hoy como serias son absurdas tonterías. La seriedad está en la belleza de las cosas que crecen solas, como las flores de mi jardín.

Aquí sigo y seguiré, desvelando el velo con el que otros cubren la belleza.
Préstame tus ojos, que yo te presto los mios.

2 comentarios:

Kiko dijo...

No lo dudo. Si alguien alguna vez antepuso el ayudar a los demás a su riqueza y bienestar, si alguien dejó en segundo plano su propio futuro por el ajeno, si alguien no fue más amigo del dinero que del suficiente para subsistir y darse algún pequeño capricho, ese fuiste tú.
Estoy seguro de que con un plato de lentejas diario y alguna moneda para mantener caliente de algún disco nuevo tu fonógrafo te basta; no necesitas mucho más para ser feliz y eso es digno de envidiar. Ojalá aprendan muchos abanderados del anticapitalismo, ojalá aprendamos todos.

Álvaro Gundín dijo...

Gracias! :)