Hay un muchacho en una tierra verde. Hay un árbol alto, infinito y verde, hay unos ojos verdes que brilla, que observan las estrellas en la noche llena de cantos, no sé bien si tristes o alegres.
¿Se vestirá el día de mañana de verde esperanza, o se teñirá de negro como una noche sin luna, triste, muerta, callada?
¿Será ésta la tierra verde esperanza, tierra de hombres y mujeres verdes, de ríos verdes, de verde vegetación de sonrisas, de ojos verdes, puros, llenos de amor para enseñarnos a compartir el mañana?
¿O será ésta la tierra de hombres grises, vestidos de falso verde para ocultar su codicia y arrogancia, que marchitan la tierra extrayendo la sangre negra de sus entrañas, que siembran progreso y recogen muerte y desesperación, que quieren comprar con dinero de falso verde el mañana?
La codicia es desde siempre enemiga de la esperanza. El dinero no repara, no sustituye, no nos devuelve la fe en el mañana. Son los árboles y las plantas verdes, y las limpias y cristalinas aguas, son las criaturas que cantan, que observan calladas, son los hombres y mujeres de rostro sereno, sin ropas ni equipaje a sus espaldas, los que siembran la esperanza en el mañana.
Guárdate del oro y la plata, de la opulencia y el poder, no sueñes con objetos inertes, no arrastres contigo acuestas tu casa, el falso verde del dinero no puede vestir de verde eterno y puro tu alma.
Camina libre, sin peso dentro y fuera, sin dirección pero decidido, con una sonrisa siempre dispuesta y el corazón siempre abierto. De ti depende: un mañana negro o verde esperanza.
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