El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 12 de abril de 2020

Desconectados

Escribo este pequeño artículo desde mi computador, en casa, tranquilo, mientras afuera llueve y la calle está desierta no por la lluvia de este domingo amazónico, sino por la pandemia que tiene en vilo al mundo.
"Ojalá fuese sólo la pandemia", pienso. La pandemia, y la contaminación (recientemente hubo un nuevo derrame de petróleo en la cuenca de río Napo, aquí en la amazonía ecuatoriana), también el dengue, la violencia doméstica, y sobre todo, LA POBREZA.

Si, LA POBREZA MAL REPARTIDA. Y es que si algo nos acaba matando es eso: el ansia de unos a acumular riqueza sin darse cuenta de que de nada sirve eso. Es como un placebo, el error que muchos comenten de automedicarse para esconder la enfermedad suponiendo que así se van a curar, ellos solos, sin ayuda de nadie más. Placebos y automedicación como las que receta ahora el gobierno, que esconde el bulto ofreciendo "supuestas ayudas de compensación para salir de la pandemia". Todo está preparado, a salvo en casa, y conectado para que todos, en nuestro aislamiento, nos ayudemos y salgamos todos juntos de esta pandemia. Pero, ¿y qué  pasa, digo yo, con todos los desconectados?

¿Quienes? Me podrían estar ustedes preguntando. Pues los "desconectados" aquellos que, elijan ustedes, no pueden o no disponen o no pueden aspirar a conseguir, los medios, las herramientas, las redes para estar conectados ser beneficiarios de las medidas, de las alternativas en confinamiento. Me explico. Se habla de educación a distancia, de los profesores dictando clases a través de internet, de dejarles tareas en plataformas virtuales. Se habla de teletrabajo: videoconferencias, videomeeting, plataformas virtuales de trabajo, chat, correo electrónico. Se habla de telemedicina, de mensajes de texto o de whatsapp. Se habla de aplicaciones para celular, de banca online, para pago de servicios y otras prestaciones del sector financiero. Se habla de información al instante a través del twitter, de comunicaciones oficiales por canales streaming. Se habla de cultura online, de ebooks, de películas liberadas en plataformas de video. Se predican incluso misas a través de internet, de la televisión. Todo esta orquestado para poder seguir funcionando desde la comodidad y seguridad de nuestra casa, todo, para todos aquellos conectados a "la red" pero, ¿y para todos aquellos que no tienen acceso a ella?

En Ecuador el 40% de los estudiantes no tienen acceso a internet. Esto quiere decir que no tienen computadora, o celular o tablet, o que en su casa no hay conexión de internet, tampoco datos en sus celulares. Muchas familias no tienen el dinero -ni el crédito- para comprar estos aparatos, otras no pueden costearse el pago mensual del internet o del plan de datos; pero también hay quienes ni siquiera tienen luz eléctrica en casa; de poco les puede servir a ellos el internet. Peor aún, hay sectores, regiones, parroquias, cantones en el país en los cuales no existen estos servicios: tendido eléctrico, internet o redes de telefonía móvil. ¿cómo va a hacer un niño en el suburbio en Guayaquil, o en algún barrio de muerte en Quito para acabar sus clases online si en su casa con suerte hay -si es que la hay- luz eléctrica? ¿Como lo van a hacer en tantas comunidades campesinas e indígenas en la región amazónica, por ejemplo, donde no llega ni siquiera la señal de celular y para mandar un mensaje o hacer una breve llamada hay que caminar y subirse a una colina donde con suerte llega a la señal?

Muchos me llamaran exagerado. Dirán que me voy a los extremos, que extremos, que pobreza extrema siempre habrá. Puede que siempre haya, sí, y ojalá deje de haberla algún día pero, el problema es que ese "extremo" del que dicen que hablo representa el 40% de la población del país, si no incluso algo más. Ahora ya no me llaman exagerado, ¿vedad? Ahora son ustedes los que esconden la cabeza bajo la tierra como avestruces, son ustedes los que miran incómodos a otro lado. Bien, pues alcen la cabeza y miren a realidad cara a cara. Mírenla. Sí, ¿les asusta, verdad? Sí, no escondan el rostro. Les asusta porque representa la muerte. La muerte de esas personas, y la muerte de ustedes mismos. De pronto, aquello que estaba lejos, que no importaba, se ha convertido en algo que les puede costar al vida a ustedes mismos, así, sin hacer nada, sin siquiera tocarles, sin robos, sin asaltos. La muerte llegando a la puerta de sus casas, entrando sin violentar a ninguna persona, sin romper ninguna puerta. Hoy están viendo una película en 4K y mañana ya no respiran.

Y todo por no hacer nada, por mirar con vergüenza hacia otro lado, por escatimar en recursos y medios, por pensar que la política no sirve, que de nada sirve votar, que todos los políticos son iguales, que hagan lo que quieran... ¿incluso prepara su propio funeral, el de ellos y de ustedes? Ah. De repente si empezó a tener importancia la política. Vea, ahora el no votar si les está pasando factura. Qué a gusto estaban ustedes en casa, y yo calladito, hasta que las cosas empezaron a quebrarse. Ustedes, que protestaron contra el gasto público, ustedes que criticaron hasta la saciedad un sistema educativo que nunca han usado, ustedes que criticaron hasta la saciedad a un sistema sanitario que nunca han usado, ustedes, que buscaron (cómplices de la corrupción y los sobornos) como pagar menos impuestos legalmente, claro; ustedes que siempre prefirieron cualquier producto hecho en Europa o Estados Unidos, a cualquiera producido en Ecuador, ustedes que manejan la trageta de crédito diestramente para comprar online, ustedes que siempre regresan del extranjero con las maletas repletas de mil y un artículos para no pagar aranceles, ustedes que pensaron que esa forma de vida les salvaba y les garantiza un bienestar y un porvenir, se quedan ahora temblando, lamentando no haber hecho el qué (no lo saben o no lo quieren reconocer)

Y mientras tiemblan e intentan escapar del mea culpa, las noticias siguen, y el gobierno recorta el presupuesto de la sanidad pública, y donde había 3 para 100 personas ahora hay 2 médicos para 100 personas; y el gobierno recorta la educación pública, y vuelve a meter a los niños y niñas en cuchitriles escuelas unidocentes, sin luz y sin internet; y el gobierno apaga y desmantela los infocentros, "desconectando" a unos cuantos más, y el estado elimina bonos, y subsidios básicos, y elimina aranceles a las importaciones mientras deja de fomentar la producción local. Y el estado crea, con la venia de todos ustedes, cómodamente en sus casas, más y más desconectados.

No me pregunto cuántos de ustedes seguirán teniendo internet mañana, no, sino cuántos lo podrán seguir usando: unas computadoras perfectas, ceros y unos ordenándose creando imágenes fantásticas, para unas personas que dejaron de respirar, que se fueron. Casas automáticas, ausentes de sus dueños, ya no "desconectados" sino apagados sin remedios, sólo por no querer compartir la pobreza. Sí, la pobreza de muchos otros.

Mañana vendrán lluvias suaves*. Espero que no sea como las de aquel futuro que escribió Ray Bradbury.

*Cf. Vendrán lluvias suaves, en Crónicas marcianas (1950) de Ray Bradbury

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