Compañeras de lucha, en este día
de la mujer trabajadora,
con cariño.
Se llamaba Elizabeth
y era pirata en sin patria ni ley
surcando los mares
del caribe del sur
En el espejo Anouk
se pintaba para un hombre
tarde, en un café de París
fin de siglo, buscando libertad.
Y en las noches de Marrakech
cantando a la luna Fátima
sensual cimitarra sin miedo
escapaba liderando el harén.
Mientras Soledad leía los libros
prohibidos al sexo femenino
viajando a bordo de un tren
más cerca de la vida, más lejos de
él.
En una calle en Nueva York
dos niños decían adiós a Edith
un silbido de factoría textil
tejiendo sueños, un nuevo vivir.
Cien policías de rostro tapado
calles con humo y barricadas
rostros llorando, hambrientos
Rosa, impasible, firme, sin miedo.
Pasa la página, la de muñecas,
la de la plancha y la rueca,
y la del príncipe azul, y
Sara abre los ojos y sueña:
hoy tiene por heroína a su maestra,
una sindicalista es su princesa
quiere dar nueva forma al mundo
quiere ser pirata, de sí misma dueña.
Diferentes y por eso iguales,
me veo yo también reflejado en
ellas
comparto sus luchas y lágrimas
las reivindico en estas letras.
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