El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 9 de junio de 2013

Los que se acomodaron

Hablo con la familia estos días, y poco a poco, me van poniendo al día de lo que sucede por el viejo mundo, por la vieja España. Pocas noticias de allá llegan a través de la televisión de acá, y los periódicos españoles siempre me dan la sensación de estar demasiado politizados como para ser imparciales, tanto politizados con partidos, como con posturas políticas generales.
Supongo que encontrar un medio de comunicación totalmente imparcial es poco menos que imposible.

Así que la mejor manera de informarse y de ver cómo respira realmente el país, es conectarse al internet y hablar con familiares y amigos, o ver qué inquietudes ocupan su vida y se reflejan en redes sociales como el facebook. Por desgracia, la sensación que transmiten es un poco desalentadora: muchos de mis conocidos viven encerrados en el todavía seguro caparazón, hablando de cosas banales, al menos dentro de la coyuntura social actual. Lo mismo sucede cuando pregunto sobre la reacción de la gente a las medidas del gobierno español: sólo protestan y marchan por la calle los mismos cuatro de siempre.
No me sorprende, la verdad. Recuerdo cuando estaba en la universidad y protestábamos contra la LOU y el futuro Plan Bolonia: siempre salíamos los mismos a las protestas. El resto, se quedaba en su casa durmiendo. Recuerdo el día que en la asamblea sugerí que la manifestación fuera a las 8 de la tarde después de las clases: miradas asesinas por doquier. Finalmente fue a las 8 de la mañana (para no tener clase) y todo el mundo se quedó en su cama durmiendo, salvo los cuatro comprometidos que nos reunimos -un tanto enfadados con nuestros "cómodos compañeros estudiantes"- para comenzar la triste manifestación.

La gente se ha vuelto muy cómoda y conformista. Mientras no les llegue el agua al cuello no se mueven. Dirán y protestarán y hablarán en la tertulia tomado café o tomando cerveza, pero a la hora de la verdad, preferirán la seguridad -actual y quizá efímera- de su trabajo y de su casa, a los reclamos de un futuro mejor. Se ha llegado hasta el punto de olvidar la más mínima solidaridad con el vecino, que quizá no lo esté pasando tan bien como ellos, y si esta solidaridad se da siempre es en forma de limosnas-migajas, y no en forma de apoyo activo a los problemas y reivindicaciones de nuestros iguales.

Y si la gente está acomodada, también lo están los políticos. El pueblo nunca se va a mover por si sólo, necesita de alguien que le guíe, y claro, con los políticos actuales, carentes de ideología (y por lo tanto de corazón y razón de ser), políticos que se mueven como puras marionetas al ritmo de los intereses económicos de quienes realmente manejan el sistema, políticos que se mueven por las puras (y malsanas) ansias de poder, con esos políticos acomodados, lo que hay es una sociedad acomodada.

Estos días me pregunto dónde se quedaron todos aquellos líderes de los años 60 y 70 del siglo pasado: políticos, líderes sindicales, pensadores, ideólogos, que movieron a la sociedad e hicieron temblar siquiera un poco -pero por lo menos suficiente- al sistema acomodado de entonces. No hace falta buscar mucho: aquellos líderes del mayo del 68, de la transición española, son las personas que en gran parte siguen hoy en el poder y que justifican los atentados contra la dignidad pública a la que los actuales gobiernos someten a los ciudadanos ¿Cómo ha podido suceder esto? ¿Dónde quedaron el compromiso, la dignidad? Una persona que cambia totalmente de postura y que lo hace por intereses puramente egoístas o corporativos es una persona que pierde toda confianza que otros pudieran tener en ella.
Eso es lo que pasa con los políticos actualmente. Se han vendido a los bancos, se han acomodado, han olvidado, borrado, eliminado aquel espíritu soñador que les movía entonces y lo han cambiado por la seguridad de sus cuentas corrientes. Y otros, que vieron a tiempo como llegaban los banqueros con la droga lista para inyectarles, se apartaron del juego político, regresando a las universidades, a los libros, olvidando las calles; siguieron y siguen con sus discursos y escritos alentadores, pero ahora son discursos estáticos, enclaustrados: ya no viven y respiran y crecen en el asfalto.

Me da una pena terrible toda esta situación actual. Pena por los políticos y pensadores que se acomodaron, pena por mis compañeros ciudadanos que no son capaces de ver más allá de su pantalla plana, pena por mis compañeros ciudadanos que se ven abandonados por una sociedad conformista. Pena al verme solo en la calle, pena porque no haya ninguna voz ni espíritu crítico que mueva a las nuevas generaciones y les arrastre a las calles para reclamar una herencia mejor a sus "acomodados" mayores.

Habrá pues, que seguir desfilando por el asfalto, cantando hasta que llueva.

Ellos seguirán dormidos
en sus cuentas corrientes
de seguridad.
Planearán vender la vida
y la muerte y la paz
¿Le pongo diez metros
en cómodos plazos de felicidad?

Pero tú y yo sabemos
que hay señales que anuncian
que la siesta se acaba,
y que una lluvia fuerte
sin bioenzimas, claro
limpiará nuestra casa.
Hay que doler de la vida
hasta creer
que tiene que llover
a cántaros.
- A cántaros (Pablo Guerrero)

1 comentario:

Eloy dijo...

Muy bueno, Alvaro