El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 8 de julio de 2012

En la cima

Si pudiese, arrancaría del diccionario la palabra "competencia" o la haría simónimo de estupidez o destino fatal del ser humano.

Todo el mundo, en este país, en este triste mundo, quiere ser el primero, quiere estar arriba. Y si resulta que, sin quererlo, llegaste a ser uno de esos que siempre están arriba, tienes que sentarte bien arriba.
Yo no acabo de entenderlo. Debe ser que soy muy obtuso, o que mi cerebro funciona de una manera totalmente distinta a la del resto del mundo y proceso la información al revés, pero lo de estar arriba no lo entiendo. No tengo miedo a las alturas, no tengo pánico escénico, si me toca ser el jefe, soy el jefe, pero no entiendo porqué eso tiene que implicar sentarse más alto que los demás, vestir más elegante que los demás, hablar más alto que los demás.

Llevo un año, por azar, de rector (encargado) del colegio donde trabajo. Resulta que el rector encargado tiene que vestir de uniforme, tiene que tener la oficina impoluta, tiene que estar serio, no puede jugar con los estudiantes por el camino gastando bromas, tiene que poner cara de fiero ante los profesores y demás compañeros, tiene que presidir todo tipo de actos, tiene que sentarse siempre en lo alto del estrado con las demás autoridades, tiene que comer aparte, tiene que entregar presentes y dar apretones de mano...
Y todo porque "es el jefe".
Qué curioso. Recioén me entero que "ser jefe" implica ser hipócrita, demagogo, creído y egoista. Eso si que es cambiar y alterar el diccionario. Sinceramente, creo que este mundo, este país, necesita muestras de humildad, necesita líderes humildes, que se bajen de las alturas, que compartan su mesa, su plato, su conversación con la gente del montón, que bailen en el escenario y que cuenten chistes, que se saquen la corbata y la camisa cuando haga calor, y que de vez en cuanto, se sienten entre el público y dejen a otro ser el maestro de ceremonias.

No se es diferente por ser el director, el presidente o el ministro. Simplemente, se tienen deberes y responsabilidades diferentes, y la obligación de cumplir todas ellas, igual que cualquier persona. Si no las cumple, habrá que tirarle de las orejas, sancionarle, y si las cumple, dejarle seguir. Pero, ¿sentarle ahí arriba y pagarle tributo porque "es el jefe"? ¿Por qué? No tiene sentido, al menos para mí, aunque yo parezco ser el único mono humilde y sensato.
El resto, son unos trepas que no quieren más que subir y desbancar al jefe de turno para hacer su voluntad a diestro y siniestro y sentir ciertos aires de grandeza que no comparto. Durante este año, sirva de ejemplo, la gente me miraba, me felicitaba, como diciendo "lo lograste, quién puiera estar ahí". Agachaban la cabeza cuando les hablaba, y se enfadaban conmigo cuando no actuaba como se suponía que debía actuar por mi posición "de altura".

Creanme, no tiene nada de divertido estar ahí arriba. Al menos si lo comparamos con compartir con los de abajo. Ahí arriba hace frío, falta oxígeno. Esa debe ser la razón por la cual los políticos y banqueros y algún que otro jefe de otros sectores dicen y hacen tantas estupideces: falta de oxígeno, de vida, de compañía, de humildad y sencillez.
Mi consjeo es que no sigáis por esa senda. No corráis, igual da llegar primero que último, lo que importa es llegar con humildad y honradez. Lo importante no es estar arriba o abajo, sino estar con la gente. Si no podéis bajar del estrado, subid a la gente a él. Sed humildes.
Yo compito en ninguan carrera. No me gusta el "juego de la escalera". No aspiro a ser el primero, sino a ser yo mismo. A ayudar a la gente, de jefe, de copiloto o de peón. Igual me da, siempre que sea con la gente, al lado de ella.

Una vez dije que si algún día me caso, lo haré con pantalón vaquero y camisa de cuadros. Sigo dispuesto a seguir rompiendo el protocolo. Soy persona cuerda, y no aspiro a Protocolos para proto-locos. En este mundo de trepas y egoístas egocéntricos que me exasperan, seguiré poniéndome sandalias o botas de goma con el uniforme, seguiré sin cortarme el pelo, leyendo poémas en lugar de soltando discursos, sentándome del lado de la mesa del que sientan las vistas, aunque yo sea el jefe, atendiendo a la gente en el banco de la entrada o paseando por el parque, dialogando sin gritos, escapándome de tribunas para ver el desfile desde las barreras con el resto del pueblo, jugando y bromeando con los niños. Esté donde esté, arriba o abajo, porque la altura no tiene sentido y los protocólos son invenciones egoistas de aquellos que aspiran a ser más y llegar más altos. Algún día se quemarán con el sol y se sentirán sólos.

Si al final no somos más que polvo y huesos ¿merecen la pena esos minutos de supuesta gloría? ¿Merece la pena perderse el baile, el beso, el calor del sol, por estar ahí arriba? Si no puedo bailar y sacarme la ropa arriba, entonces lo haré abajo, con la gente, con el pueblo, donde realmente hay vida, donde hay oxígeno, sabiduría, cordura, amor, compañía, compartir.

1 comentario:

Eloy dijo...

Tienes toda la razon, pero la vida hoy por hoy es asi, cambiarla es un sueño que ojala algun dia se haga realidad, tu sigue a lo tuyo, la sociedad que se vaya al carajo, lo mas importante es sentirse satisfecho con el deber cumplido.
Un fuerte abrazo.
Eloy