El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

martes, 23 de noviembre de 2010

500 años


500 años atrás, unos aguerridos hombres hispanos, transitaban por esta verde selva, iban buscando el país de la canela, Eldorado, intentaban satisfacer sus sueños y ambiciones en una tierra que no entendía, que les asustaba, cuyas gentes y paisajes intentaron cambiar para no sucumbir a ellas. Muchos quedaron para siempre atrapados entre el verde de la selva. Sus armaduras se oxidaron en la humedad eterna y sus cuerpos sucumbieron ante el calor y los mosquitos.
No encontraron riquezas, no encontraron paraísos. ¿Nada? Sí, nada. Estaban tan ciegos, que no supieron ver la belleza ante sus ojos, la destruyeron a golpe de espada y de cruz, temerosos de ser quemados por su pureza. Ciegos en su propio credo, no supieron ver la luz en los ojos de aquellos que les observaban con curiosidad primero y con miedo después, ocultos en la verde selva.
Mas su arrojo y testarudez no les detuvo, y poco a poco fueron cambiando la faz de esta parte de la tierra, y la mente y la apariencia de las personas que aquí encontraron. Trajeron la civilización, el progreso, la verdad. Su verdad. Una verdad construida con los golpes de un martillo ensordecedor, que clavaba mentiras, pues no permitía escuchar con atención otros repliques, tan válidos y verdaderos como el suyo.

Hoy han regresado esos hombres. Han pasado 500 años, pero no puedo evitar la comparación, con sus botas, sus cruces y sus espadas, me recuerda a Aguirre navegando por estas selvas, loco en su ambición. Da la sensación de que vienen dispuestos a encontrar el santo grial en algún lugar recóndito de una selva que ya no es virgen, a convertir llevar almas hacia una salvación, que, en 500 años, se ha tornado más en pecado y condena que en gracia del creador.
En 500 años de penurias, de atropellos, habíamos empezado a escuchar. En esta selva hay voces, unas voces que nos hablan desde lo más profundo del ser y las entrañas de esta tierra, unas voces que no han callado su voz a pesar de las mordazas, voces amables que nos hablan con labios suaves y voz de maestro, de sabio, invitándonos a entender. Y nosotros habíamos empezado a escuchar y a transmitir el mensaje, pero algunos han decidió volver a cubrirse –y cubrirnos- los oídos.
Las voces, no obstante, siguen hablando. Lenta, suavemente, como el fluir de estos ríos, el canto de los insectos o el rumor de la lluvia en la selva. Ojalá nuestros nuevos vecinos sepan escuchar, y poco a poco, se despojen de ropajes, y, descalzos, con nosotros, se sienten a escuchar y aprender.

La buena nueva está aquí. Desde tiempos inmemoriales, siempre ha estado.
Escuchemos.

1 comentario:

Mario dijo...

Te ha quedado muy bonito. Mañana estrenan aquí en España la nueva película de Icíar Bollaín, "Y también la lluvia", que será candidata al Oscar y que refleja desde el mismo lugar en Bolivia la misma historia, la conquista de los españoles en busca de oro y la de las multinacionales que quieren privatizar hasta el agua de la lluvia. Tu escrito me ha hecho recordarlo.