El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

viernes, 21 de agosto de 2009

Desconectado

- Sr. Fernández Santana, Roberto.
- Sí.
- Un cuadro médico interesante, ya se ven pocos así, pero tranquilo, no es nada fuera de lo común. Sólo está un tanto desviado. Por lo que leo en el informe médico-policial, le gusta leer, conversar en los almuerzos, pasear con su mujer e hijos, vacaciones y fines de semana en “familia”…. No tiene activo ningún tipo de mensajería electrónica, no consume publicaciones digitales, no conoce redes online. Se muestra agresivo con los demás y les critica indiscriminadamente su forma de actuar abiertamente y en público.
- Sí, todo eso es cierto. No lo niego, y no veo dónde está el problema.
El psicólogo sonrió levemente y se recostó en su sillón mirando al paciente.
- Sr. Fernández, dígame ¿Cuáles son los hábitos diarios de sus hijos, de su mujer? Descríbamelos. Ya que conocemos los suyos, sería interesante ver los de su familia.
- Sencillo. Mis hijos pasan el día encerrados en su cuarto conectados a Internet. Ahora que apenas hay clases presenciales, eso les ocupa casi todo el día. Cuando no están recibiendo la docencia online, están chateando con gente o intercambiado qué se yo a través de alguna comunidad. Incluso en los almuerzos, se conecta con su portátil a través de la wifi y hablan por Internet mientras comen. Así no es posible mantener una conversación tranquila, en familia, compartir algo juntos, pues para eso somos una familia. Y no les invite a salir: no quieren. Yo creo que incluso tienen miedo a salir al exterior. Sólo lo hacen cuando van al Centro y se enganchan a esas máquinas, esos simuladores. Y temo también que forman parte de alguna de esas nuevas pandillas que se dedican ha cometer actos vandálicos a altas horas de la noche. Les he visto entrar tarde en casa, pero no les he conseguido sonsacar nada, para ellos es normal esa forma de actuar. Claro, al final, no pueden soportar su encierro virtual y de algún modo tienen que explotar y recurrir al contacto cara a cara con la gente, aunque sea violento y superficial.
- ¿Y su esposa?
- ¿Mi esposa? Buena pregunta. Creo que casi he olvidado que tengo una. Trabaja todo el día fuera de casa. Normalmente no está a almorzar, si acaso a cenar, y madruga tanto que tampoco la veo por la mañana. Cuando llega del trabajo, se conecta y es como si no existiese, como si fuese una planta más en el salón de estar. Apenas la veo en su tiempo libre, ella se va al Centro…
- ¿Tiene usted plantas en el salón?
- No, ya no. No había luz natural suficiente y las de plástico no le me gustan.
- Y tampoco le gusta ir al centro, claro.
- No, no me gusta. Toda esa gente, conectada a diferentes computadoras, solas, incapaces de intercambiar una palabra si no es a través de una máquina… Eso no son relaciones sociales, eso es…
- ¿Qué, que diría usted que es? No, no responda, yo se lo diré. Eso son precisamente relaciones sociales. Las personas van al centro, o se quedan en su casa cuando no les apetece, y se conectan a la red, y se relacionan con las personas. Ahí está su problema. Usted se ha quedado fuera de toda red social, y por eso se ha vuelto apático, se deprime y se muestra violento. Debe usted buscar una red social. Conéctese, déjese llevar por la marea, abra su vida a nuevos caminos y experiencias. Es usted una persona reacia al cambio. ¿En qué año estamos? ¡Mire el calendario! Mentalmente vive usted en la edad de piedra, mientras el mundo gira a la velocidad de la luz.
- Pero doctor, usted... usted lo sabe. Sabe que no está bien. Que esas no son formas de vivir en sociedad. Miles de seres humanos que apenas se miran a la cara, que necesitan de una máquina y unas redes virtuales para poder comunicarse y desarrollar sus habilidades sociales. No hay contacto físico, directo. Usted me entiende. Nadie habla cara a cara, como hacemos usted y yo en estos momentos.
- Oh, pero esto no es comunicación verbal. Es terapia. Medicina. A veces, los profesionales de mi campo tenemos que recurrir a estas formas de comunicación para ayudar a personas como usted. Usted es el típico caso de desconectado. Hay algunos pocos, no nos importan, salvo cuando se vuelven críticos y violentos y amenazan la armonía de los demás. Por eso está usted aquí. Le ayudaremos a volver a conectarse, y verá como dentro de unas pocas sesiones, ya no es necesario que se desplace usted hasta aquí. La ayuda médica a través de la red es mucho más rápida y cómoda.
- Rápida y cómoda sí, pero, fría y vacía también. Por Dios, doctor, cómo puede decirme que una charla virtual es mejor que el contacto humano. No y mil veces no. Las máquinas no hacen sino limitar nuestras capacidades humanas. Ya no necesitamos aprender a desenvolvernos en situaciones sociales, aprender a enfrentar miedos,… si algo nos resulta incómodo cerramos la sesión y punto. Apagamos la máquina. O nos escondemos a través de alguna artimaña virtual. Somos meros extensiones de nuestras computadoras, somos máquinas, ya no somos seres humanos autónomos, dependemos de la tecnología para poder vivir, para poder satisfacer todas nuestras necesidades.

Nadie sale a comprar. Las compras son online y una máquina te deposita en el buzón de bienes materiales aquellos productos que no se pueden recibir digitalmente. No hay vacaciones, salvo las virtuales, que son más seguras, que salir afuera y ver el mundo con nuestros propios ojos. Nuestra familias son algo muerto, ficticio que no se merece ese nombre: no hay relaciones familiares, es simplemente un núcleo económico creado para mantener a los hijos hasta que sean mayores y autónomos económicamente; y los hijos son un mero producto económico, un bien más, necesario para mantener la raza humana. Mi mujer y yo decidimos concebir naturalmente en lugar de hacerlo invitro. Creí que así sería mejor, ayudaría a afianzar la familia. No quería unos hijos prediseñados en laboratorio… Y ahora que ya tenemos nuestros hijos, la vida en común en familia, ya no tiene sentido. En pocos años serán profesionales independientes.
No. Por más que me lo diga, eso no son relaciones sociales. No lo acepto. Es una realidad falsa, inventada a golpe de ceros y unos. No. No funciona. ¿Qué me dice de toda es violencia nocturna, de los asesinatos con rituales cada vez más raros, de los muertos online… de todo eso de lo que casi nadie habla pero que está ahí? ¿Qué cree usted que lo produce si no lo hace esta sociedad deshumanizada?

- Sr. Fernández. No se altere. No existe tal sociedad deshumanizada. Las relaciones han cambiado pero por alguna razón usted se ancla al pasado. Leo aquí que era usted maestro de las antiguas escuelas, y que dejó su oficio al poco del comienzo de la docencia virtual. Especialista en Historia, Humanidades. Quizá ahí está su problema. Se encariñó demasiado con alguna época pasada. Debe volver al presente.
Mire. Míreme a mí. Tengo a mi familia. Mis hijos y mi mujer con los que me relaciono a través de Internet todo el tiempo. Mi mujer y yo cumplimos con nuestra función económico social para con nuestros hijos, que fueron diseñados genéticamente para evitar problemas en su desarrollo físico y social, y estaré muy orgulloso cuando sean autosuficientes y puedan dejar el núcleo familiar.
Trabajo desde mi oficina, conectado a la red, lo cual abre mis posibilidades de comunicación, salvo cuando tengo que encargarme de casos como el suyo, claro está. Cuando no estoy trabajando, disfruto de viajes virtuales con mi familia o acudo al Centro, donde me relaciono con el resto de personas, me relajo, entro en nuevas redes sociales. Y sí, lo reconozco, participo de cierta de esa violencia que usted comenta. Es… un mal menor, podríamos decir. Todo sistema social tiene su pequeña falla, pero forma parte de un margen de error tolerable. Es como una válvula de escape. Le confieso que alguna noche salgo, y libero mi instinto, mis pulsiones más internas. Todos lo hacemos alguna vez. No le voy a decir en qué exactamente.
Unos destrozan bienes materiales, cometen algún tipo de atrocidad animal… Incluso comenten ataques por la red no permitidos… pero para eso están los mecanismos de control, la policía de sus añorados siglos pasados. Son necesarios, ninguna sociedad es “perfecta”

- ¿Yo, yo qué soy, parte de se mal menor? ¿Por eso me han detenido? ¿Temen que acabe desatando mi violencia contra mi mujer y mis hijos?
El señor Fernández rió con sorna.

- No usted no es parte del mal menor. No se preocupe. Lo arreglaremos. Se ha terminado el tiempo de esta sesión. Regrese a casa y descanse. Mi consejo es que pruebe a conectarse un rato y se una a sus hijos, sus conocidos, diviértase con ellos, déjese llevar por ellos. Recibirá un correo con la fecha de su próxima sesión.

***
- Aquí tiene el informe del sujeto 0885127F. Un pobre diablo más… O menor dicho, menos.
- Código rojo – Eliminación inmediata. Hacía tiempo que no teníamos ninguno. Es una lástima. ¿No se pudo hacer nada?
- No. Está desconectado del todo. Empieza a ser un peligro socioestructural. Sin camino de retorno.
- Bien. Gracias doctor. Procedo a tramitar la orden de eliminación al Departamento Final.

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