Cientos de objetos se van acumulando en nuestras casas. Cosas con utilidad o sin ella, pero que en algún determinado momento, por alguna razón que ya hemos olvidado, nos parecieron útiles o atractivos. A veces son los típicos trastos que alguien nos regaló y que nosotros recibimos con una hermosa sonrisa falsa mientras pensábamos “otro chisme que va a coger polvo en el desván?”. Estos son quizá los objetos más excusables de ocupar sitio en nuestros hogares, pues nos recuerda a cierta persona, o cierto lugar o momento, aunque nos parezcan el trasto más inútil que hemos visto, el libro mas insoportable o la camisa más hortera del mundo que nunca nos pondríamos. Lo peor, lo peor, creedme, no son estos regalos. Lo peor son la cantidad de trastos que ha comprado uno mismo. Esa colección de libros: Las 100 mejores novelas del siglo 20. El volumen 100 debería ser Cómo matar al tipo que selección 100 libros insoportables, claro que este ejemplar nunca viene. O esas figuritas horribles que colocamos en el mueble del salón, ¡Con razón nos daban miedo de niños!. Y qué tantos y tantos objetos más acumulados a lo largo de años y años de compras compulsivas de caprichos de sábado por la tarde en centro comercial o de suscripciones no realmente no deseadas al más peregrino de los coleccionables de quiosco.
Uno no se da cuenta de que llena la casa de trastos. Da igual que la casa sea grande y podamos colocar más y más estanterías, o que sea pequeña y tengamos que idear las mil y un maneras de colocar las cosas de manera que quepan más. Vamos acumulando cosas y no nos damos cuenta de que la casa cada vez está más y mas llena de cosas. Es como si el edificio creciese por dentro para albergar cada vez a más y más inquilinos. Hasta que un día, tienes te toca mudarte de casa.
No, no suele ser que se haya quedado pequeña la actual a base de acumular cosas, es simplemente, que uno se ve obligado a mudarse por cuestiones de trabajo, familiares, etc. Y entonces, como el caracol, intentas llevarte la casa a cuestas. Llamas al de la mudanza para que cargue muebles, metes toda tu ropa en maletas, y empiezas a empaquetar mil un chismes. Las cajas se van llenado, necesitas más cajas, el tipo del super empieza a mirarte raro cada vez que vuelves por más cajas vacías como pensando “chico, ¿te dedicas al contrabando o algo así?” y mientras empaquetas vas pensando “y esto para que lo quiero, de donde salió esta cosa,...”
El resultado es un montón en el suelo de cosas que no quieres y que esperas colocar a algún pardillo. No quieres dinero, no, sólo deshacerte de esas cosas que de repente ya no caben en ningún sitio. Llamas a los amigos, a los familiares, al tipo raro que pasa por la calle y se queda mirando los muebles viejos apilados en la acera y les ofreces tesoros salidos de ese enorme cofre del tesoro kitch que ese tu casa, y ellos se llevan alguna cosa, pero sigues teniendo trastos. Es increíble, realmente increíble. Cuántos trastos.
De todos modos, uno no pierde la esperanza. Esta cosa llamada internet tiene un montón de opciones, entre ellas la de ayudarte de librarte de cosas que no quieres. Creo que voy a abrir una tienda en Ebay o Todocoleccion. Y si no tengo clientes, siempre quedará el Punto Limpio...
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