El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

sábado, 25 de noviembre de 2006

Cine de Terror. Segunda Parte

María encendió la linterna. El candado esta echado de nuevo. Los cuatro jóvenes forcejearon la reja, gritando, llamando a ese alguien que había cerrado con llave. No daba resultado. Volvieron al gallinero y se asomaron al patio de butacas, gritando de nuevo. Nada. Nadie parecía oirles.
Desconcertados, se dedicaron a dar vueltas alrededor del gallinero buscando una salida . Al cabo de un rato, se dejaron caer en las butacas, pensativos.
-Tiene que haber otra salida... una salida de emergencia o algo así -dijo Jose
-Alguen nos oirá si seguimos gritando. ¡Eh, eh, aquí arriba!- gritaba Vero mirando de nuevo el patio de butacas.
-Es inutil -dijo Jose- Esto está aislado para no oir el ruido del exterior, y por lo tanto tampoco nos oyen desde la calle a nosotros... tiene que haber alguna manera de salir...
-Podríamos descolgarnos hasa el primer piso... quizá... -Luis miraba a su alrededor buscando algo- esas cortinas...
-Imposible saltar o descolgarnos, está demasiado alto... espera ¿Y si lográsemos alcanzar el primer palco?
-El golpe sería más gordo si resvalas, olvídalo Jose
-Un momento -María interrumpió las divagaciones- ¿No veis? Subimos por la izquierda. Hay otra puerta, la de los pares. Quizá esa no esté cerrada.

No había acabado la frase cuando los cuatro jóvenes se precipitaron hacia la puerta y empezaron a empujar hasta lograr abrirla. Bajaron corriendo la empinada escalera, choncando de lleno contra la reja. Cerrada a cal y canto, igual que la otra.
-Mierda. Es inútil. -Jose se dió media vuelta, desesperado. ¿Dónde...? ¿Dónde está Luis?
-¡Eh tíos! ¡Creo que he encontrado la salida! -La voz de Luis sonaba arriba al comienzo de la escalera.
Subieron rápido. Luis señalaba con la mano a su derecha, a un pasillo oscuro que olía a humedad. -No nos habíamos dado cuenta. El pasillo que da a la calle. Siempre he oído que al gallinero se subía por otra puerta del edificio, no por la entrada principal, sino por un lateral. Separaban así a la gente para que nadie pagase entrada barata y cogiese un sitio de primera. Vamos, María, alumbra ahí.
Se agarraron de la mano y comenzaron a andar lentamente por el oscuro pasillo. Rodeaba el gallinero por detrás, de un extremo a otro, y en medio descendia una escalera muy pendiente. Bajaron con cuidado. Los peldaños estaban muy gastados, olía a humedad y a cerrado.
Al final se encotraron con la puerta. La puerta. Por la calle se veía una vieja puerta de madera, estaban seguros, ahora lo recordaban. Pero no oían la calle, la gente, los coches; no podían siguiera forzar la puerta porque... estaba tapiada.
Golperaron el muro con fuerza, gritando. Nada. Nadie les oía. Ya era muy tarde, poca gente pasaría por ahí a esas horas. Cansados y exhaustos volvieron a subir al gallinero.

- Nos podemos quedar aquí hasta mañana. Alguien vendrá. No hace frío y el sitio es majo -Luis miraba con resignación y ser recostaba con tranquilidad en una butaca ante las miradas asesinas de sus compañeros.
-¿Olvidas a caso que hoy es el día de cierre? Mira que carta más bonita, me la entregaron al entrar hoy. -María leía otra vez la carta de despido por cierre- Nadie vendrá mañana, ni pasado mañana, ni nunca más. Si te quedas aquí, cuando tiren el edificio se encontraran con un tonto momificado con celuloide.
-Ya basta. Voy a saltar hasta el primer palco. Buscaré ayuda o unas llaves y volveré a sacaros -dijo Jose.
-Ten cuidado

Enfocaron con la linterna la pared. Jose se encaramó a la barandilla del gallinero y se agarró a la moldura de la pared, avanzado poco a poco hasta llegar al primer palco y dejarse caer dentro.

-¡Ya estoy dentro! ¡La puerta está abierta! No veo a nadie. Está muy oscuro.
-Sigue el pasillo hasta el hall -dijo María- no tiene pérdida. Una vez allí, vete tanteando la pared a la izquierda de la entrada hasta que des con una pequeña puerta de madera incrustada en el muro. Son los plomos.
-De acuerdo.
La voz de Jose resonó por el edificio mientras desaparecía en la osucridad. Los tres jóvenes se daron a oscuras en el gallinero, esperando.

La espera se hacía eterna. No habían pasado apenas 10 minutos cuando, de pronto, oyeron el ruido del proyector al ponerse en marcha e iluminar la pantalla blanca. Una luz blanquecina inundó el cine y una extraña película en blanco y negro surgió ante sus ojos. Era extaño. No eran capaces de leer los créditos del comienzo. Estaba borrosos, desenfocados,... no. Estaban escritos en algún idioma extraño, con caracteres diferentes al alfabeto latino, o cualquier otro que conociesen.
Las imágenes mostraban a personas vestidas según la moda de 1940 o 1950, riendo, salundándose, charlando amistosamente por el vestíbulo de un gran hotel o una sala de fiestas. Gente vestida de etiqueta, con el rostro moreno, como si acabasen de regresar de un verano en la playa, y aquellos ojos.... oscuros y brillantes, intimidadores, unos ojos que parecían girar para mirar de reojo a la cámara, cruzándo sus miradas con los tres jóvenes espectadores. Causaban terror.
-Esos ojos. Es como si nos mirasen a nosotros -dijo Vero
-Es cierto, extraño. Me resulta familiar. La película. Quizá la he visto. -dijo Luis
-A mi también. He visto la película antes -Maria se pasaba la mano por el pelo, pensativa- Ese lugar, lo conozco.
-¡¡Es el hall del teatro!! -gritaron los tres al unísono.
-No sabía que hubiesen hecho una película aquí. Curioso- dijo Luis.
-Muy bonita, pero ya se acabó la broma. ¡Jose, no se dónde has encontrado eso, pero ya lo estás parando y dando la luz! ¿Me oyes? -gritó Vero.
Vero se levantó y se acercó a la barandilla, mirando el patio de butacas, esperando que su novio se asomase sonriente. De repente, se quedo paralizada. Levantó poco a poco la cabeza, dándose media vuelta para mirar a sus compañeros. Su rostro estaba pálido, sus ojos abiertos como platos, temblaba.
-¿Qué pasa? Estás pálida... -dijo Luis
Vero seguía inmobil, temblando. Levantó lentamente una mano señalando a las butacas.
-¿Qué? -Luis se olía broma -Vamos parad ya. Sientate aquí a mi lado y esperemos a que suba ese capuyo de...
Luis se quedó de piedra. A su lado había un hombre viejo, de cabellos blancos y descuidados, oculto bajo un sombrero de gangster. Su rostro,... su rostro. Era un rostro huesudo, chupado, y sus ojos, oscuros y profundo sy brillantes.
Luis se levantó de un salto y se apoyó contra la barandilla al lado de Vero. Estaban pálidos, no daba crédito. Todo el gallinero esta lleno de personas. Personas pálidas, jóvenes, viejas, niños incluso, pero todas envejecidas como si estuviesen enfermas. Todas vestidas a la moda de 1950, y toas con aquellos ojos profundos y oscuros y brillantes. Permanecían todos quietos, mirando a la pantalla, o a los tre jóvenes.

María se había unido a sus dos compañeros y contemplaba el espectáculo.
-Es un holograma -dijo Luis- lo he visto más veces. Lo hacen con lentes y espejos. No son de verdad. Jose se va a acordar de mi. Solo le falta decir Julia por megafonía y de verdad que salto ahí abajo y le...
-Abajo tambíen hay personas, las he visto. -dijo Vero.
-Son hologramas. Seguro que hay espejos por todo el teatro. Intenta tocarles y verás como das con la butaca. María enfócsales con la linterna, verás como la luz pasa a través.
María enfocó con la linterna al viejo. El hombre miró de repente a los tres jóvenes. Ese rostro, eso dientes... no era ningún holograma. Empezó a levantarse lentamente, caminado hacia los jóvenes y con él, el resto del curioso público del gallinero.
Inmóvilesm los tres jóvenes se aferraban con fuerza a la barandilla. Cada vez estaban más cerca.
-¡Ahh!
Un niño mordía a Luis en al mano arrancándole tres dedos. Con fuerza le apartó con al otra mano, mientras una señora mayor se abalanzaba sobre el. En el forcejeo, ambos se precipitaron al primer piso.
En un estallido de adrenalina, María y Vero empezaron a abrirse paso a golpes entre esas personas, dirigiéndose hacia la puerta, buscando una salida.
-¡Espera! -dijo María- No podemos. La reja está cerrada. -Estaban en la puerta del gallinero- Por el palco, vamos, está vacío, ya.
-No llegaremos.
-¿Prefieres que te coman a mordiscos? Vamos
Consiguieron encaramarse a la moldura. Alguien agarró la pierna de Vero desgarrándole la piel. Estaban encima de ellas. Al fin, consiguieron saltar dentro del palco.

continuará

viernes, 24 de noviembre de 2006

Give My Love To Marie

Llevo toda la semana con esta canción en la cabeza. Es de James Talley, un músco estodounidense desconocido para mi hasta hace una semana. Gene Clark la grabó y gracias a él, yo acabo de descubrir a otro magnífico artista.

GIVE MY LOVE TO MARIE (Entrega mi amor a Marie)
James Talley, 1976

Soy un Minero de Pulmón Negro de Tennesee Este
He criado a mi familia con polvo frío y alubias
El viejo Pulmón Negro me ha atrapado
No queda vida en mi

Cuelga el candil en la ventana
Entrega mi amor a Marie

Durante veinticinco años he trabajado en la mina,
Donde la tierra es negra como una fría noche de invierno
Hay millones enterrados en el suelo
Pero ni un sólo céntimo para mi

Cuelga el candil en la ventana
Entrega mi amor a Marie

He amado a todos hijos, seis chicos tengo
Rezo para que nunca tengan que trabajar en la mina
Por que el Pulmón Negro les atraparía
Morirían igual que yo

Cuelga el candil en la ventana
Entrega mi amor a Marie

El suelo está helado, hay hielo en los árboles
El aire es tan pesado que a penas puedo respirar
Oh, el Pulmón Negro me ha atrapado
Y pronto seré libre

Cuelga el candil en la ventana
Entrega mi amor a Marie

La letra original en inglés aquí.

Que alguien lo reedite, por favor

En 1977 Gene Clark publicó un disco en el sello RSO titulado Two Sides To Every Story. Como sucediese con los anteriores trabajos del artista, el disco no vendió gran cosa, a pesar de que esta vez Gene Clark se embarcar por fin en una gira internacional para promocionarlo. Además, el disco recibió unos críticas pobres, que realmente creo no le hacían justicia. Hoy día aún sigue siendo considerado un album "flojo" sólo recomendable para los fans acérrimos de Gene Clark.
Creo que los críticos, fans, curiosos, público en general, deberían sentarse tranquilamente y escuchar este disco otra vez, ahora sin prejucios, sin comparaciones con otros trabajos de Gene Clark; eso sí, si es que consiguen encontrar una copia del disco, porque es prácticamente imposible hacerse con una, tanto de la edición original en vinilo como de la reedición (aún mas rara) que Polydor publicó en los 80.
Recientemente he tenido la suerte de conseguir una copia en excelente estado de este olvidado vinilo. Como fan de Gene Clark voy completando su discografía poco a poco, y, después de oir tres temas de este disco en el recopilatorio Flying High (A&M, 1997) decidí que necesitaba oir el disco entero. No ha sido facil, pero por fin he conseguido encontrarlo.
Two Sides To Every Story es un disco sencillo. Nos muestra a un Gene Clark más pretensiones que la de regalarnos 10 canciones compuestas y grabadas con sentimiento. No hay experimentos o intentos de romper moldes y hacer algo nuevo como en White Light o No Other. Pero esto no lo convierte en un disco inferior, es verdad que no es una obra maestra como sus 2 o 2 trabajos anteriores, pero tampoco es un disco malo o "flojo". Supongo que Gene Clark simplemente se cansó de que le cerrasen la puerta cuando llegaba a la compañía discográfica con cosas como No Other y decidó hacer algo más sencillo e íntimo.
Una de las cosas que más me llama la atención de este LP es que no suena a ese country-rock comercial de finales de los 70. No. Gene Clark se va a la base, a la raiz de sondio. No hay tintes comericales, sencillo y agradable, que, personalmente me engancha y hace que de vuelta una y otra vez al viejo vinilo. Los últimos tres temas son, a mi parecer, de lo mejor que Gene Clark hizo alguna vez, sin olvidarnos de un tema country precioso, "Lonely Saturday" o de otro que me emociona cada vez que lo oigo, "Give My Love To Marie", que nos demuestar que, a parte de ser un gran compositor, Gene Clark era también un intérprete y arreglista magnífico.

Un LP que merece volver a ser escuchado. Ojalá lo reediten, pronto.

¿Feria del disco?

Todavía no se muy bien que pasó este miércoles. Creo que fue algo así como el día de la música. El caso es que en frente del Palacio de Botines aquí en León aparecieron un par de puestos con discos (LPs, CDs y Cassettes) usados. Como si fuese una feria del disco en miatura.
Fue maravilloso llegar a tiempo y poder revolver un rato, ojear esos gloriosos vinilos de 12" x 12" y rebuscar entre esas joyas añejas ese disco especial que anda uno buscando pero que por desgracia está descatalogado o no se publica actualmente en nuestro país, pero que alguna vez, en un tiempo en que era la música y no el marketing lo que importaba, ocupó los estantes de alguna tienda de discos.
Si dieron publiciad a este curioso suceso de Miércoles, no fue mucha, yo mismo me enteré gracias a un amigo que pasó por casualidad por ahí. Es una pena que no se organicen ferias del disco, como se hace con el libro, el libro antiguo, cerámica y otro tipo de ferias que de vez en cuando ocupan por unos días plazas o calles de nuestra ciudad. Un día supo a poco, si al menos hubiese durado el fin de semana...
En una ciduad como León, en la que en 5 años han desaparecido casi todas las tiendas de discos, y en las que quedan es dificil encontrar un disco que no sea de "lo último", eventos como este mercen la pena. A ver si se repite y que dure más la próxima vez.
Menos mal que siempre nos quedará ese maravilloso puesto en el rastro (próximo a la plaza de toros)... y el amigo internet.

viernes, 10 de noviembre de 2006

Música recién horneada

Ayer tuve la suerte de asistir a un concierto de esos que no se olvidan. Ayer, la cafetería de la Universidad de León se llenó con los sonidos cálidos y desgarrados a veces de Dayna Kurtz, una de esas nuevas voces de la música norteamericana que me dejó con los pelos de punta y con una sonrisa de satisfacción cuando terminó el concierto. Y es que no es para menos. No la conocía, no la había oído nunca, salvo una pequeña referencia en el programa Toma 1 de Radio 3, y, rapidamente, ayer, me sentía como en casa. Una guitarra slide, un voz clara, limpia, potente, de esas que salen del pecho, del corazón, con canciones sencillas y ricas en contenido. Maravilloso
En estos momentos, en los que están de moda esos cantantes que cantan con la nariz, que basan toda su actuación en coreografías y en escenarios y vestuario espectaculares, tener la oportunidad de oir a gente que hace música de verdad, con el corazón, como la de Dayna Kurtz, es un honor.
Si os la perdistéis ayer, haced las maletas y aprovechar este fin de semana para verla en alguna de las ciudades españolas por las que sigue su gira. Más informción en su página web www.daynakurtz.com
(La foto corresponde a la portada de su último trabajo Another Black Feather, 2006)

Otras que me siguen dejando perplejo son las Indigo Girls. La verdad, no me esperaba disco nuevo de ellas este año. El 2005 nos dejó un magnífic
o disco de Amy Ray en solitario y también un recopilatorio con rarezas de las Indigo Girls que el duo lanzó para finalizar su contrato con Epic/Sony. Este nuevo disco, grabado este mismo verano, es toda una sorpresa... y una maravilla también. Puede que sea el cambio de sello discográfico, o quizá simplemente el enorme talento de estas chicas, pero este disco no es uno más en su catálogo. Despite Our Differences suena a las Indigo Girls de siempre pero tiene también algo nuevo, algo diferente. No es un disco comercial, no tiene ninguna canción que destaque sobremanera y pida a gritos ser un éxito, tiene un aire especial a lo largo de sus 13 temas que hace que uno escuche el CD una y otra vez y lo saboree en su conjunto. Letras intimistas, sonido acústico, sencillez. Recuerda a aquella músca que salía de Laurel Canyon, California, en los 70.
El disco ha sido publicado en Hollywood Records. Si adquirís la edicón espcial encotraéis un segundo cd con mas sorpresas... y visitad la página web de las Indigo Girls, renovada y con videos de las sesiones de grabación entre otras cosas.

Por último, otra dama que me sigue robando el corazón cada vez que lanza disco. Shawn Colvin. 5 años han pasado desde su último disco, cinco años sin casi noticias de la artista salvo un recopilatorio de grandes éxitos con un tema nuevo. Así, These Four Walls, su nuevo disco, es algo que llevaba esperando mucho tiempo. David Crosby dice que Shawn Colvin es la mejor compositora después de Joni Mitchell, y no es por que lo diga él, pero razón lleva. Este nuevo trabajo, en el que Shawn Colvin vuelve a colaborar con el magnífico John Leventhal una vez más, ofrece 11 pruebas de su gran talento como compositora. Los ot
ros dos cortes son versiones, porque, además, Shawn Colvin es una intérprete de primer orden. Su voz, inconfundible, sigue brillando en este nuevo disco. Gracias.
Gracias a Shawn Colvin, a las Indigo Girls, Dayna Kurtz y muchos otros artistas por seguir haciendo música de verdad. (These Four Walls de Shawn Colvin ha sido publicado por Nonesuch)

jueves, 2 de noviembre de 2006

Cine de terror

Aquí teneis una nueva historia. No me he olvidado de los chicos de aquel curioso pueblo, no. Prometo esprimir mi cerebro y acabar aquella historia pronto. Los últimos acontecimientos me han inspirado esta otra. Hasta otro rato...

Eran cerca de las ocho de la tarde de un día de otoño. Ya había oscurecido y la niebla había comenzado a ocupar las calles de la ciudad, dando un aire misterioso e inquietante a las luces de las farolas, humedeciendo suavemente los coches aparcados en las calles y el pelo y la ropa de los viandantes. Unos jóvenes caminaban apresuradamente por las calles empedradas de la ciudad.
-¡Date prisa!
-Ya, ya. Tranquilo. Vamos a resbalar en este maldito empedrado y entonces si que no llegamos. Calma.
-Nos vamos a perder el comienzo de la película. O nos quedaremos el sitio bueno. Camina un poco mas rápido.
-Tranquilo... Llegamos de sobra, hombre. Además mi novia nos guarda sitio. Salía de trabajar e iba directa. Seguro que ya está allí.
-¡Es que es el último día, la última oportunidad!

El edificio del viejo teatro se alzaba silencioso entre la niebla y las luces de la calle principal, como un mausoleo, guardando misteriosos enigmas en su interior. Había una o dos personas en la entrada esperando a alguien, seguramente. Ya estaba abierto. En la puerta el viejo acomodador, estaba quieto, con la mirada perdida en algún lugar.
-Buenas tardes
-Buenas tardes. Pasad. Pasad.
Un aire melancólico le envolvía. Hoy era el último día. Cerraban el viejo teatro. Los grandes centros comerciales con sus multicines antisépticos y fríos habían ganado la batalla. El teatro no podía competir, sus paredes forradas de terciopelo con molduras doradas, su suelo entarimado, sus sillas labradas,... todo reflejaba una época en la que la gente venía al teatro, al cine, no sólo a ver la película, sino a contarle historias a los muros del edificio, a fundirse entre las butacas y sentir el espíritu que habitaba entre las paredes del viejo teatro. Un espíritu alimentado las luces y sonidos de un millón de personas que a lo largo de 100 años se había asomado al escenario, habían brillado a través del celuloide o se habían escondido tras las butacas compartiendo el sabor de un beso con el protagonista de la película.

-Le dije a mi novia que nos cogiera sitio en el primer piso, cerca de la escalera. Así podemos estirar las piernas... y tú tener más cera a tu chica de las palomitas.
- Bueno, bueno. Ya...
-Sí, sí. No lo niegues. Miras más para ella que para la película. A ver que haces ¿eh? Hoy es tu última oportunidad.
-No veo a tu novia. Y esto está a tope, tío. ¡Te dije que teníamos que venir más pronto!
-Se habrá retrasado por algo...
-Hola locos. Siento llegar tarde. Mi jefe nos lió a ultima hora. Besó a Jose y echó una ojeada al patio de butacas del primer piso. –Parece que esto está a tope. Nos vamos a tener que perder la doble sesión esta de terror... aún no se como me habéis convencido para venir.
-Ni hablar. Vosotros dos podéis iros al guardarropa juntitos, pero yo no me pierdo las pelis. La Invasión de los Zombies Tóxicos y La Casa. ¡Llevo toda mi vida queriendo verlas!. Luis estaba nervioso mirando aquí y allá, buscando un rincón, pero... nada. Todo lleno
-No te sulfures, hombre. Mira allí.... vaya, sólo hay un sitio. ¿Oye, y si nos metemos en un palco?
-No se puede. Nos verán y nos largan y entonces si que nos perdemos las pelis
-Va, seguro que si se lo dices a tu chica de las palomitas, nos dejan, ja ja ja.. Mira, vamos a ese del segundo piso. Así no nos verán.
-Que no tío, que nos la cargamos y...
-Va pamplinas, venga.

El pasillo de los palcos estaba a oscuras. A mano izquierda, una luz salía de la cabina de proyección.
-Como mola. Mira. Con puerta y sillas buenas. Vamos a ver las pelis como reyes. Elige uno princesa.
-El primero, que no quiero comerme la pantalla.
-En ese nos ven fijo –Luis estaba nervioso, mirando aquí y allá.
-Vaya cobardica. ¿Y este es tu colega el que ve pelis de terror? Pues sique.
-No es miedo, es que no quiero que nos echen.
-¡Eh! Luís, Vero, venid al final del pasillo. Es la escalera al gallinero
-Eso, tu grita más y veras como nos largan. Va ha empezar la peli.
-Tiene una reja. Cerrada. Que pena. No espera...
-Oye para de hacer idiota. Empiezo a estar de parte de Luís. Vamos al palco, venga.
-Está abierta, mra...
-¿Qué demonios hacéis aquí?
-¡¡¡Ostia!!!
-¡La chica de las palomitas! Que susto.
-María, si no te importa. No se puede entrar a los palcos. Y ahí arriba no hay nada. Esta cerrado. -Hoy no.
Jose se apartó. La reja se abrió lentamente con un chirrido. Un aire especial salió de la angosta escalera. No se veía nada adentro.
-Me la voy a cargar –dijo María- Venga, largos. A las butacas como todo el mundo o a la calle, una de dos.
-No seas aguafiestas. Que te van a hacer, ¿echarte? ¡Pero si es el último día! Mañana estás en el paro de todos modos. Vamos vero.
Jose empezó a subir con su novia de la mano, usando el movil como linterna.
-¡Espera!-María, la chica de las palomitas, sacó una linterna del bolsillo y agarró al Luis- Vamos. Todos o nadie.
-Al final, te cazó a ti tu chica de las palomitas... rió Jose.
-Cállate. Nos perdemos la peli.
La escalera era bastante empinada, los peldaños se notaban gastados. Al final, dieron con una puerta de madera. Estaba cerrada. No cedía.
-¿No tendrás llave?
-No, solo llevo trabajando aquí un año y eso lleva cerrado 20 o 30. A ver, los machos, que le den un empujón.

La puerta se abrió con un crujido que resonó por todo el edificio. Ante ellos, apareció el gallinero. En penumbra, iluminado sólo por la luz del proyector, unos metros más abajo, tenía un aire fantasmagórico.
-Como mola.
-Vaya vaya, mira a mi amigo el miedica. ¿Podías darme las gracias al menos no?
-Vamos a sentarnos que ya está empezando, vega.
Los cuatro jóvenes se sentaron en primera fila, con sus miradas casi más pendientes de las paredes del gallinero que de la película que se proyectaba ante ellos. Los zombies atómicos empezaron a desfilar por la pantalla, sustos, tripas, imágenes espeluznantes. Al otro lado, espectadores pálidos, gritos, jóvenes que se abrazan y apartan la mirada, con el pulso a cien, con cara de susto y satisfacción a la vez..

Una hora y veinticinco minutos más tarde, los zombies se habían adueñado del planeta Tierra y se despedían dejando a los espectadores con una extraña sensación... y con el estómago algo revuelto. Había un descanso de media hora antes de que el proyector volviese a dar vueltas e introdujese al público por los inquietantes pasillos y oscuros secretos de La Casa, una desconocida película de terror de los años 20. La que dicen que fue la primera película sonora de terror de la historia, una espeluznante producción de la UFA censurada en su día y perdida en algún sótano o desván hasta que alguien la encontrase hacía sólo 2 años. Habían pasado 80 años desde su estreno y volvía a causar sensación (y según decían, paros cardiacos también)
María había bajado corriendo a atender su puesto de palomitas. Luis con ella, mientras Jose y Vero se quedaban en el gallinero, dando vueltas, observando la decoración de las paredes y sacando fotos con el móvil aquí y allá, sin asomarse mucho al patio de butacas, temiendo que Julián, el viejo acomodador, u otros trabajadores del cine les descubriesen.
Unas risas de complicidad anunciaron el regreso de María y Luis, cargados de palomitas y refrescos. Sonó la campanilla. Las luces se apagaron. Y comenzó el viaje más espeluznante de sus vidas. La película era un bombardeo constante de imágenes impactantes, demasiado reales, con una música hipnótica y un ritmo frenético manteniendo la tensión sin descanso. A la mitad de la película, ya no se oían gritos, ni comentarios entre el público, las palomitas habían caído al suelo, regadas por refrescos que siguieron el mismo camino. El público estaba inmóvil, sin pestañear, rostros pálidos, serios, desencajados. Vero se había abrazado a Jose, con la cara contra su pecho para no ver más, Jose, inerte no parecía sentir nada. María y Luis, se habían agarrado de la mano con fuerza, pero ya no había rubor en las caras de dos personas que temen mirarse a las caras y descubrir que se miran el uno al otro, ahora estaban pálidos y algo en aquella pantalla les mantenía atrapados.
Fundido en negro. Fin. La película había acabado. Nadie se movía. Todos seguían en tensión en sus asientos. El teatro seguía oscuras, por fin el acomodador despertó de la pesadilla y encendió las luces de la sala. Poco a poco la gente empezó a levantarse y marchar, sin una palabra, sin un comentario. Solo se oía el crujir de las butacas, como si por fin descansasen del peso y tensión que habían soportado durante casi dos horas.
Los cuatro jóvenes permanecían quietos, mirando a la pantalla como si la película aún no hubiese concluido. Luis fue el primero en apartar la vista. Miró a los demás, sus ojos recorrieron sus rostros, el gallinero, el suelo con las palomitas caídas, hasta posarse en María y que reaccionó de pronto soltándole la mano y comenzando a recoger las palomitas y los refrescos. Los demás reaccionaron y empezaron a ayudarla, sin decir una sola palabra, sin emitir un solo sonido.
Ya estaba todo recogido. Los cuatro jóvenes, mas relajados, echaron un último vistazo al teatro, como si fuera una despedida solemne, un último adiós a un amigo que se ha ido. De pronto se oyó un golpe metálico. Un instante después el cine quedó a oscuras. Los cuatro jóvenes se precipitaron escaleras abajo... la reja, sí, estaba cerrada.
Coninuará...