María encendió la linterna. El candado esta echado de nuevo. Los cuatro jóvenes forcejearon la reja, gritando, llamando a ese alguien que había cerrado con llave. No daba resultado. Volvieron al gallinero y se asomaron al patio de butacas, gritando de nuevo. Nada. Nadie parecía oirles.
Desconcertados, se dedicaron a dar vueltas alrededor del gallinero buscando una salida . Al cabo de un rato, se dejaron caer en las butacas, pensativos.
-Tiene que haber otra salida... una salida de emergencia o algo así -dijo Jose
-Alguen nos oirá si seguimos gritando. ¡Eh, eh, aquí arriba!- gritaba Vero mirando de nuevo el patio de butacas.
-Es inutil -dijo Jose- Esto está aislado para no oir el ruido del exterior, y por lo tanto tampoco nos oyen desde la calle a nosotros... tiene que haber alguna manera de salir...
-Podríamos descolgarnos hasa el primer piso... quizá... -Luis miraba a su alrededor buscando algo- esas cortinas...
-Imposible saltar o descolgarnos, está demasiado alto... espera ¿Y si lográsemos alcanzar el primer palco?
-El golpe sería más gordo si resvalas, olvídalo Jose
-Un momento -María interrumpió las divagaciones- ¿No veis? Subimos por la izquierda. Hay otra puerta, la de los pares. Quizá esa no esté cerrada.
No había acabado la frase cuando los cuatro jóvenes se precipitaron hacia la puerta y empezaron a empujar hasta lograr abrirla. Bajaron corriendo la empinada escalera, choncando de lleno contra la reja. Cerrada a cal y canto, igual que la otra.
-Mierda. Es inútil. -Jose se dió media vuelta, desesperado. ¿Dónde...? ¿Dónde está Luis?
-¡Eh tíos! ¡Creo que he encontrado la salida! -La voz de Luis sonaba arriba al comienzo de la escalera.
Subieron rápido. Luis señalaba con la mano a su derecha, a un pasillo oscuro que olía a humedad. -No nos habíamos dado cuenta. El pasillo que da a la calle. Siempre he oído que al gallinero se subía por otra puerta del edificio, no por la entrada principal, sino por un lateral. Separaban así a la gente para que nadie pagase entrada barata y cogiese un sitio de primera. Vamos, María, alumbra ahí.
Se agarraron de la mano y comenzaron a andar lentamente por el oscuro pasillo. Rodeaba el gallinero por detrás, de un extremo a otro, y en medio descendia una escalera muy pendiente. Bajaron con cuidado. Los peldaños estaban muy gastados, olía a humedad y a cerrado.
Al final se encotraron con la puerta. La puerta. Por la calle se veía una vieja puerta de madera, estaban seguros, ahora lo recordaban. Pero no oían la calle, la gente, los coches; no podían siguiera forzar la puerta porque... estaba tapiada.
Golperaron el muro con fuerza, gritando. Nada. Nadie les oía. Ya era muy tarde, poca gente pasaría por ahí a esas horas. Cansados y exhaustos volvieron a subir al gallinero.
- Nos podemos quedar aquí hasta mañana. Alguien vendrá. No hace frío y el sitio es majo -Luis miraba con resignación y ser recostaba con tranquilidad en una butaca ante las miradas asesinas de sus compañeros.
-¿Olvidas a caso que hoy es el día de cierre? Mira que carta más bonita, me la entregaron al entrar hoy. -María leía otra vez la carta de despido por cierre- Nadie vendrá mañana, ni pasado mañana, ni nunca más. Si te quedas aquí, cuando tiren el edificio se encontraran con un tonto momificado con celuloide.
-Ya basta. Voy a saltar hasta el primer palco. Buscaré ayuda o unas llaves y volveré a sacaros -dijo Jose.
-Ten cuidado
Enfocaron con la linterna la pared. Jose se encaramó a la barandilla del gallinero y se agarró a la moldura de la pared, avanzado poco a poco hasta llegar al primer palco y dejarse caer dentro.
-¡Ya estoy dentro! ¡La puerta está abierta! No veo a nadie. Está muy oscuro.
-Sigue el pasillo hasta el hall -dijo María- no tiene pérdida. Una vez allí, vete tanteando la pared a la izquierda de la entrada hasta que des con una pequeña puerta de madera incrustada en el muro. Son los plomos.
-De acuerdo.
La voz de Jose resonó por el edificio mientras desaparecía en la osucridad. Los tres jóvenes se daron a oscuras en el gallinero, esperando.
La espera se hacía eterna. No habían pasado apenas 10 minutos cuando, de pronto, oyeron el ruido del proyector al ponerse en marcha e iluminar la pantalla blanca. Una luz blanquecina inundó el cine y una extraña película en blanco y negro surgió ante sus ojos. Era extaño. No eran capaces de leer los créditos del comienzo. Estaba borrosos, desenfocados,... no. Estaban escritos en algún idioma extraño, con caracteres diferentes al alfabeto latino, o cualquier otro que conociesen.
Las imágenes mostraban a personas vestidas según la moda de 1940 o 1950, riendo, salundándose, charlando amistosamente por el vestíbulo de un gran hotel o una sala de fiestas. Gente vestida de etiqueta, con el rostro moreno, como si acabasen de regresar de un verano en la playa, y aquellos ojos.... oscuros y brillantes, intimidadores, unos ojos que parecían girar para mirar de reojo a la cámara, cruzándo sus miradas con los tres jóvenes espectadores. Causaban terror.
-Esos ojos. Es como si nos mirasen a nosotros -dijo Vero
-Es cierto, extraño. Me resulta familiar. La película. Quizá la he visto. -dijo Luis
-A mi también. He visto la película antes -Maria se pasaba la mano por el pelo, pensativa- Ese lugar, lo conozco.
-¡¡Es el hall del teatro!! -gritaron los tres al unísono.
-No sabía que hubiesen hecho una película aquí. Curioso- dijo Luis.
-Muy bonita, pero ya se acabó la broma. ¡Jose, no se dónde has encontrado eso, pero ya lo estás parando y dando la luz! ¿Me oyes? -gritó Vero.
Vero se levantó y se acercó a la barandilla, mirando el patio de butacas, esperando que su novio se asomase sonriente. De repente, se quedo paralizada. Levantó poco a poco la cabeza, dándose media vuelta para mirar a sus compañeros. Su rostro estaba pálido, sus ojos abiertos como platos, temblaba.
-¿Qué pasa? Estás pálida... -dijo Luis
Vero seguía inmobil, temblando. Levantó lentamente una mano señalando a las butacas.
-¿Qué? -Luis se olía broma -Vamos parad ya. Sientate aquí a mi lado y esperemos a que suba ese capuyo de...
Luis se quedó de piedra. A su lado había un hombre viejo, de cabellos blancos y descuidados, oculto bajo un sombrero de gangster. Su rostro,... su rostro. Era un rostro huesudo, chupado, y sus ojos, oscuros y profundo sy brillantes.
Luis se levantó de un salto y se apoyó contra la barandilla al lado de Vero. Estaban pálidos, no daba crédito. Todo el gallinero esta lleno de personas. Personas pálidas, jóvenes, viejas, niños incluso, pero todas envejecidas como si estuviesen enfermas. Todas vestidas a la moda de 1950, y toas con aquellos ojos profundos y oscuros y brillantes. Permanecían todos quietos, mirando a la pantalla, o a los tre jóvenes.
María se había unido a sus dos compañeros y contemplaba el espectáculo.
-Es un holograma -dijo Luis- lo he visto más veces. Lo hacen con lentes y espejos. No son de verdad. Jose se va a acordar de mi. Solo le falta decir Julia por megafonía y de verdad que salto ahí abajo y le...
-Abajo tambíen hay personas, las he visto. -dijo Vero.
-Son hologramas. Seguro que hay espejos por todo el teatro. Intenta tocarles y verás como das con la butaca. María enfócsales con la linterna, verás como la luz pasa a través.
María enfocó con la linterna al viejo. El hombre miró de repente a los tres jóvenes. Ese rostro, eso dientes... no era ningún holograma. Empezó a levantarse lentamente, caminado hacia los jóvenes y con él, el resto del curioso público del gallinero.
Inmóvilesm los tres jóvenes se aferraban con fuerza a la barandilla. Cada vez estaban más cerca.
-¡Ahh!
Un niño mordía a Luis en al mano arrancándole tres dedos. Con fuerza le apartó con al otra mano, mientras una señora mayor se abalanzaba sobre el. En el forcejeo, ambos se precipitaron al primer piso.
En un estallido de adrenalina, María y Vero empezaron a abrirse paso a golpes entre esas personas, dirigiéndose hacia la puerta, buscando una salida.
-¡Espera! -dijo María- No podemos. La reja está cerrada. -Estaban en la puerta del gallinero- Por el palco, vamos, está vacío, ya.
-No llegaremos.
-¿Prefieres que te coman a mordiscos? Vamos
Consiguieron encaramarse a la moldura. Alguien agarró la pierna de Vero desgarrándole la piel. Estaban encima de ellas. Al fin, consiguieron saltar dentro del palco.
continuará
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