El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

sábado, 14 de julio de 2018

Generaciones de Star Trek

Generaciones, sí. No es la última serie de la franquicia. Es una expresión: son ya muchas las generaciones que hemos crecido o que nos hemos encontrado con Star  Trek en algún momento. Cada una guardamos nuestro recuerdo de infancia, adolescencia, o de algún momento de nuestra vida adulta: nuestra serie, nuestra película, aquel actor, aquella escena. Cuando volvemos la vista atrás sonreímos con nostalgia, cuando nos centramos en el presente descubrimos ese mundo aún vivo, aún creciendo, escribiendo nuevos futuros tallados en nuestros huesos; cuando soñamos el futuro, lo vivimos.

Mis primeros paseos por ese futuro en el que "viajaría a donde ningún hombre ha llegado antes" tuvieron lugar en mi infancia, allá en a década de 1980, cuando unos actores ya curtidos decidieron volver a subirse a una nave llamada Enterprise y surcar una pantalla algo más grande que la de aquellos televisores de los años 60 del siglo XX. De niño disfrute con las aventuras, y de adolescente y adulto empecé a quedarme boquiabierto con la profundidad que había en aquellos guiones de televisivos o cinematográficos de una producción de ciencia-ficción.

En un mundo, en una época en que la ciencia ficción se nos vendía como puro entretenimiento, aventura y fantasía pulp, extaterrestres invasores y mundos imposibles, o quizá como un tediosos tratado de ciencia y filosofía para bichos raros que fantaseaban con leyes físicas todavía imposibles, Star Trek venía a hacernos aterrizar en la tierra, a plantarnos cara a cara con nuestros miedos, con nuestros retos diarios, con los dilemas y decisiones sociales, políticas, humanas que, como seres humanos, debemos enfrentar día a día. Envuelto en ese papel de celofán de cables y luces de colores, de un futuro donde todo es posible (porque en el futuro caben siempre todas las posibilidades) los guionistas de Star Trek encontraron un modo de topar temas que en otro contexto hubieran sido incómodos, "políticamente incorrectos" o aburridos. De algún modo, con la habilidad y sabiduría de buenos tejedores construyeron un universo lleno de historias tan humanas y tan cercanas a nosotros mismos que parecieran fragmentos de nuestra vida, colocados por arte de magia, o deberíamos decir "arte de ciencia" en un lugar y un tiempo donde todas las opciones podían ser consideradas y todas las decisiones podían ser tomadas. Durante interminables minutos nos mantuvieron pegados al televisor pendientes de la intriga o la acción más trepidante para luego mandarnos a la cama con una sonrisa y un pensamiento reflexivo en nuestra mente. Estoy seguro de que a más de uno se le abrieron los ojos y en la oscuridad del cuarto, tendidos boca arriba en la cama, las estrellas y el futuro posible se perfilaron sobre el techo de la habitación, hablando con claridad y sinceridad de lo que somos, de lo que podríamos y podemos ser.

Le dí al play de Star Trek: La nueva generación como un fan más que quería desconectar de la rutina diaria al menos durante 45 minutos al día. Después de tres o cuatro episodios, boquiabierto, quería seguir viendo la serie, más y más, como uno de esos libros mágicos que uno devora página tras página hasta al final, a veces esperando al día siguiente, leyendo con calma, releyendo cada página, saboreando la poesía lentamente para que el libro dure más, reposando los posos en el interior cada noche después de una ávida y placentera lectura. Y no podía, no, no podía dejar de sorprenderme de la libertad y la fuerza con que todas esas historias hablaban de mi mismo, de mi vida, de los problemas y las soluciones de este mundo nuestro, de las relaciones humanas, de los desafíos de la tecnología, del coraje de estar solos en nuestro mundo y de aventurarnos y atrevernos a averiguar que realmente no lo estamos.

Ahora, 7 meses después, he terminado el libro y quiero volver atrás las páginas, buscando éste o aquel pasaje en algún capítulo, y lo atesoro como un buen libro que algún día volveré a leer, seguro. 7 meses después, terminada la serie también sé que no voy a vestirme con trajes futuristas y comprar un pin con la insignia de la serie, que no voy a saludar a nadie en Vulcano ni voy a estudiar klingon. Eso es sólo el barniz que cubre la superficie. Pero si le voy a decir a más de uno: mira Star Trek, sácate tus prejuicios a cerca de la validez o calidad de la ciencia ficción, de la fantasía, colocate esos lentes tuyos que usas cuando quieres ver bien y no perder detalle, y déjate llevar, hacia el espacio, hacia lo que somos y podríamos ser, y seremos, sí, seremos.

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