El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

sábado, 28 de enero de 2017

Tras puertas cerradas

Cerradura de seguridad, doble seguro, rejas en la puerta y en las ventanas, vaya electrificada, perro guardián, seguridad privada, ciudadela cerrada, circuito cerrado de televisión... Nadie puede entrar ¿nadie? ¿y salir?

Ésta es la imagen de las casa de los ricos y de los no tan ricos, la imagen cada vez más extendida por barrios de clase media, y clase media baja, donde las macetas en los alféizares de las ventanas desaparecen para dejar sitio a unos barrotes tras los que ya sólo se asoma el gato, donde las puertas se cierran y la brisa fresca de la tarde es sustituida por una segura corriente de aire acondicionado, donde los niños juegan dentro de casa con las puertas cerrada con llave, mientras papá o mamá se encierran en su tablet o su tv de plasma ajenos todos a una calle de desiertos adoquines por donde de cuando en cuando pasa algún auto a gran velocidad, buscando quizá el refugio de otro castillo amurallado por hierros y cables y tecnología; una calle por la que también transita de cuando en cuando algún peatón al que todos miran tras los barrotes con desconfianza mientras un perro comienza a rugir y luego a ladrar defendiendo no sabe bien si a su amo, su casa o su miedo.

Es el modelo de la libertad. Donde el individuo tiene derecho a elegir su lugar en la sociedad, a procurarse sus bienes personales, su familia, su trabajo, su dinero, su descanso, su buena vida. Donde las normas no le hacen esclavo y donde el dinero se intercambia por cada vez más libertad. Un modelo de libertad donde aquellos que atentan contra esta son reprimidos por las fuerzas del orden, golpeados, arrastrados a furgones policiales con rejas en las ventanas, con blindaje anti balas, con doble seguridad en las puertas, y conducidos a edificios asépticos, modernos, rodados de altos muros, con vallas electrificadas, con vigilancia 24 horas mediante cámaras de vídeo y circuitos cerrados de televisión, con barrotes en las ventanas y en las puertas con llave y cierre magnético, vigilados por serios vigilantes de seguridad que velan porque nadie entre ni salga sin permiso de esta ciudadela de hombres que "han perturbado la libertad de otros y ya no son libres". Dentro de unos años habrán pagado su condena y libres, volverán quizá a alguna de esas otras casas con rejas en las puertas, con rejas en las ventanas, con doble cerradura en las puertas. Tendrán la llave esta vez, sí, ah, la llave ¿servirá de algo?

Al acabar el día, un día más, de un mes cualquiera en una ciudad cualquiera, un libre y seguro hombre, con mano decidida cierra la puerta con llave por dentro y la empuja para asegurarse de que está bien cerrada. Está seguro, otra noche más a salvo en casa. Y sin embargo, no duerme. Le sobresaltan ciertos miedos ¿será el trabajo, la incertidumbre de la crisis, los problemas domésticos? No. Él vive una vida tranquila, por lo menos por ahora. Lo que le ha sobresaltado ha sido algún ruido afuera. ¿Gatos? Ya ni los gatos pueden salir a la calle. No. Es alguien que ha pasado por la calle. Puede ver su sombra alejarse bajo la mortecina luz de las farolas a las 3 de la madrugada. Ahora le ve detenerse en la esquina. ¿Sale a ver quién es? Sí, quizá, porqué no. Inconscientemente busca las llaves y se abotona la camisa del pijama. En la puerta, se detiene de nuevo indeciso. ¿Abrirla? Da un paso atrás y vuelve a mirar por la ventana. Se oye un motor. El individuo acaba de tomar un taxi y se aleja velozmente por la avenida. Adentro, él respira aliviado. Deja las llaves encima de la mesa y regresa tranquilo a la cama. Su casa es segura ¿por qué se puso así de nervioso? Qué tontería. Se da media vuelta para volver a dormirse.Un segundo: ¿no llegó a descorrer la llave en la puerta, verdad? ¿o sí? ¡Maldita incertidumbre! Maldice varias veces y finalmente se aferra a la cama y el cansancio le duerme.

El miedo sigue flotando en el ambiente, ese miedo que nos mantiene en la cárcel o en nuestras nuevas casas cárceles hechas por y para hombres libres que tienen miedo de perder su libertad, ausentes al hecho de que por temer perderla ya la han perdido. ¿Hay alguien, me pregunto yo, que no tenga miedo? ¿ni siquiera un poco? Y además, ¿Quién será que alguien siembra los miedos? ¿O los sembramos nosotros mismos?

He abierto la puerta de la casa mientras tecleo estas líneas y me he sentado en el porche disfrutando de la fresca brisa del atardecer, afuera se escucha la música de un bar y por la calle sin personas pasan cada ciertos minutos algunos autos. Seguramente cerraré con llave la puerta cuando me vaya a dormir, pero no quiero sentirme encerrado ahora. Si soy libre, quiero demostrar que tengo derecho a ser libre, y la única manera de demostrarlo es ejerciendo ese derecho. Esconderse tras la puerta es todo lo contrario. Y sí, se que afuera hay locos, maniacos, personas depravadas y trastornadas  que podrían intentar saltar los muros de mi casa. Siempre han existidos estas personas en la sociedad. Y siempre han existido muros, no para protegerse de ellas, sino para poder tener algo de intimidad, pues la intimidad sí es parte del derecho a ser libres.

Me asalta una duda, no obstante ¿Y que es de todos esos otros que con seguridad no son ni locos, ni maniacos, ni depravados pero que también se dedican a romper puertas y saltar muros y asustar y robar al prójimo? ¿Cómo llegaron a desarrollar esas actitudes? Si en el fondo se parecen tanto a mi... ¿Será, quizá que perdieron algo? ¿Que nacieron al otro lado de las vías del tren en un barrio donde no había las mismas oportunidades que había en el mío? ¿Será que nunca pudieron leer, que nunca nadie les felicitó, que vivieron siempre bajo regaños? ¿Será que alguien les echó de algún lugar por su raza, clase social o por la forma en que vestían o se expresaban? ¿Será que hemos sembrado en ellos el odio y la desesperanza y ellos nos lo devuelven con miedo?

¿Será, en resumidas cuentas, que esa libertad de la que nos hablan es falsa, que es simplemente negada a unos o brindada a otros, comprada y vendida, cambiada por falsos billetes de papel, convertida en opio para dominar al pueblo?

¿Libres? ¿Sin dueños? ¿Sin miedos?

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