El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 22 de enero de 2017

Entre las paredes de un museo

Llegué después de la guerra.
Tú no estabas.
De la casa vacía
llena de extraños
poblando la estancia
sin luz al medio día,
sólo guardo un recuerdo:
el de la vez primera,
el del sueño sencillo
pintado en la pared
con letras de escuela
con esa inocencia
y la rebeldía congénita
de los veinte años
y los veinte anhelos,
flores que no se doblan
bajo el duro aguacero
y ahora parece haber arrancado
de nuevo la guerra.

Me siento como el amado
releyendo las cartas
escritas entre trincheras,
mas soy sino un soldado
que desertó de la guerra
y en su exilio inventado
dijo que estaba cerca,
a tu lado bajo el fragor,
cauto mirando de lejos
cómo caían piedras
cómo rompían sueños
cómo borraban letras.

Hoy barro la casa
de rostros vacíos sin habla
sin patrón, sin rey ni reina,
pues en la guerra nadie gana.
Sólo quedan casas desiertas
esperando que alguien las barra,
coloque flores en sus ventanas
y niños jugando en sus puertas.

Volveré a pintar los cuadros,
volveré a leer poemas;
he escrito otra vez el sueño:
el de la casa, el arte
sin dueños
sólo amantes
sólo danzantes
sólo niños despiertos.
Con ellos llenaré la casa,
con ellos, y tu recuerdo
y tu ausencia luego,
esa que me dice que he vuelto,
esa que me dice que es cierto:
que la guerra destroza casas
pero no puede borrar sueños:
los sueños no tienen dueños
no son míos ni tuyos,
los sueños son del viento
son el sentir humano
crecen salvajes en campos
como crecieron tu inocencia
y tu desparpajo
antes de la guerra, y después de ella.

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