A veces me pregundo para qué estoy aquí.
Al final del día, con los pies cansados,
con el cuerpo inerte, cierro los ojos, y
con la cabeza echada, intento ver qué se ha logrado,
que se ha hecho hoy.
Y veo algo de trabajo hecho,
y el desastre que aún queda para mañana.
Como una madeja interminable,
como la selva impenetrable,
que intento cruzar sin conseguir
estar seguro de por donde voy.
Entonces pienso que sería mejor tiarar la toalla
sobre la arena, y vvir arrullado por el murmullo de las olas.
Vivir ausente del mundo más allá del confín del mar,
vivir sin preocuparme del mañana,
del ayer o del hoy.
Vivir como en un sueño, como naúfrago satisfecho,
abandonado en una tierra de leche y miel,
donde todo el mundo come y ríe y no pelea
-lo tuyo es tuyo, lo mio mio-,
ni rey ni mendigo, eso no importa,
soy lo que soy.
Y como es sueño, de sueños vivo,
mas con sueños no me comformo:
trabajo duro para darles forma
de barca y remos, de vela mayor y furetes vientos,
que habré de domar para cruzar el mar
y llegar al puerto
que sueño hoy.
Pue se que allí, allí donde el mar parece infinito,
está esa tierra que no aparece en los mapas,
la tierra para la que no hay camino,
pues como todo lo futuro, aún no ha sido,
como todo sueño, debe ser construído
con fe y entrga, con barro de sueños vivos
que dicen que estoy aquí
y se quien soy.
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