Bailando en una baldosa,
la casa una caracola,
donde se escuchan los sueños
a la orilla del mar.
El abrazo y esos besos,
castillos en el aire para soñar,
una ciudad sin murallas
y un futuro sin dueños.
Que nada tengo,
sólo estas manos,
nada de puedo dar,
solo este beso.
Y en la pobreza alegre mi camino,
doy sin nada que dar.
Recibo un mundo:
es fin, y es principio.
Realidad y ficción, una mirada personal al mundo exterior, una puerta de salida para pensamientos atrapados.
El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara
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domingo, 25 de agosto de 2024
Bailando en la baldosa
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