Fue antes de la crisis
cuando el siglo era joven,
y los jóvenes libres
y todos los grises
se tintaban de vivos colores.
Aprendimos a leer entonces,
enamorados sin decir palabra,
observando el baile de luces,
el cambio frenético de acordes,
del piano el clave de soles... y lunas.
Éramos telépatas insomnes
sentados leyendo el cielo
viviendo sueños y pasiones
en noches de celuloide
y estrellas fugaces.
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