El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

miércoles, 29 de junio de 2016

A una semilla que ha caído en África

A una semilla que ha caído en África
le prometo vientos nuevos, lluvias suaves
y una tierra que fue la primera,
fermento, barro de tierra madre.

Los pies descalzos en su manto
poblarán de nuevo el valle
y con barro formarán el árbol
barro de siglos de caminares.

No llegarán a él peregrinos,
que enamorados por su fruto
partiremos de él para llenar caminos
corazones ardientes, pies desnudos

desde el lugar del primer jardín
donde las huellas, fijadas en cenizas
nos dieron la esperanza y el sufrir
comenzaremos a sembrar vidas

llevando su ejemplo con el vivir
dispuestos y firmes en el luchar
entregados siempre a servir
nuestra única opción amar

hermanaremos la nueva babel
con los de abajo, los se aman
los que no necesitan papel
los que son fieles a su palabra

los que comparten lo poco que tienen
con la mesa y la casa dispuestas
abren la puerta y nunca temen
abrazan la vida con manos abiertas.

Y un día la tierra se quedará pequeña
en el amor unidas las manos,
distintas voces, distintas lenguas,
distintos rostros, todos hermanos.

Una y otra vez

Otro poema más de este mes de tormentas externas e internas que salió canción. Si algo he aprendido estos días es que las palabras guardadas pesan como piedras, así que les doy alas para que vuelen, aunque no reciba respuesta o la respuesta duela.
No tiene música, pues sólo soy poeta. Pónsela tú que me lo arrancaste...

Una y otra vez y otra más
te creo ver al cruzar la calle
busco el aroma de tu esencia en el aire
y en las noches el brillo de tus ojos
y tus maneras sencillas de encandilarme.

Una y otra vez y otra más
pienso por qué me tienes pensando en ti
pienso en las múltiples batallas que perdí
tratando de hacer que me miraras
y que en el baile te abrazaras a mi.

Y es que aún sigo buscando la llave
la palabra mágica con que robarte
un sonrisa, un beso, una canción,
un te quiero, un espacio en tu corazón.

Una y otra vez y otra más
pienso en llamarte, golpear tu puerta,
pero de mi timidez sólo saco poemas
cartas perdidas sin remitente
flores que dejo abiertas en tu vereda.

Y es que aún sigo buscando la llave
la palabra mágica con que robarte
una sonrisa, un beso, una canción
un te quiero, un espacio en tu corazón.

y esta noche
tentaré de nuevo mi suerte
te seguiré en el baile
no me importa perderme
estoy borracho de amor
en tus ojos
volveré otra vez a buscarme
descubriré los detalles
secretos para despertarme
abrazado a tu amor

Y es que aún sigo buscando la llave
la palabra mágica con que robarte
una sonrisa, un beso, una canción
un te quiero, un espacio en tu corazón.

una y otra vez y otra más...

martes, 28 de junio de 2016

Remedio contra la gripe

Un paraguas de colores
de Cherburgo las canciones,
de lluvia dos noches,
y dos ojos como soles
que te miren y den color.
De yerbabuena el olor
y de maracuyá el sabor
intenso como el rubor
que dejan en tus mejillas
diez millones de cosquillas
liberadas entre risas
o caminos de caricias,
diez dedos sobre tu piel
versos para calmar tu sed
dos docenas de rosas también
musgos nuevos entre tus pies
primavera un mes de mayo
licor de arándanos
y con textura suave de helado,
un beso en los labios.

domingo, 26 de junio de 2016

Alenaid

Me escribiste una vez un poema
Alenaid y una flor en el verso
las palabras no las recuerdo
pero sí recuerdo el momento

yo perdido en mi despiste
tu disfrazada de enfado
el poema recogido del suelo
el juego y después el abrazo

Te recuerdo bicho, aquel año
siempre buscando inquieta
el brillo en tus ojos, estrellas
el río, las niñas, tu selva

y yo enredado en tu cabeza
haciendo de psicólogo y maestro
que no entendía el latido
de tu corazón siempre azorado

Recuerdo también los aguaceros
tus huidas siempre a tiempo
el cantar de los insectos, el viento
devolviendo la calma al puerto.

Y el tiempo que pasó raudo
y las niñas creciendo de un salto
y tus ojos abiertos soñando
y tus ojos siempre buscando.

Recuerdos vivos de un año
versos de temblorosas manos
papeles de tus recuerdos,
emociones que vivo de nuevo,
te quiero bicho, un beso, un abrazo.

miércoles, 22 de junio de 2016

Alas

En ese papel en blanco que me regalas
hay escritas con pétalos dos alas
no las escribí yo, fuiste tú mi hada,
las dejaste en alfeizar de mi ventana
una noche de lluvia, de madrugada.

Yo las recogí bajo el rocío de la mañana
y las guardé como tesoros de fina plata
bajo las nubes suaves de mi almohada.
Ahí tejen con polvo de estrellas palabras
versos nuevos para llenar tus páginas.

Páginas que se tornarán en alas
alas nuevas, alas frescas, tenues alas,
alas que volarán de ti a mi ventana
para tornarse de nuevo en palabras:
versos míos, versos tuyos, mi hada.

domingo, 19 de junio de 2016

Tienen magia en las piernas

Tienen magia en las piernas
tienen arte en los pies
en movimientos de cadera
olvidan todas sus penas
son fichas de ajedrez.

que se mueven en la pista
entregando su querer
al los ritmos del artista
quemando la noche brillan
y nunca dejan de arder

como la luz de sus ojos
farolillos de papel
luciérnagas en la noche
de cadencias y derroches
compás, latido bajo la piel,

van marcando la frontera
separándose y mezclándose
aquí no manda la luna llena
aquí la música es la reina
que da magia a sus pies

hasta que los sones cesan
hasta que sienten su pecho arder
hasta que su fénix se renueva
y con una reverencia, dicen:
"otra noche, otro baile, volveré"

Mándame tus flores

Tanto escuchar rumbas estos días, creo que este poema salió canción. Si alguien se atreve, que le ponga música.

Mándame tus flores
mándame tus flores y cariños
pinta con colores
mi vida cariño

Dime que me quieres
necesito oírlo
ay dime que me quieres
tan sólo un poquito

que si no lo dices
pierdo el equilibro
que si no me besas
se me seca el río.

Perfuma mis noches
con jazmín y lirios
y llena con tus soles
mi corazón vacío.

ay, mándame tus flores
mándame tus flores y cariños
pinta con colores
mi vida cariño,
y dime que me quieres
sí, dime que me quieres
tan sólo un poquito.

domingo, 12 de junio de 2016

Dama con sombrilla

Escondida en tu sombrilla
guiñándole un ojo al sol
así te miro, amiga
así te miro yo.

Miro a esos ojos que brillan
pues la vida es emoción
y tú no la escondes amiga,
tampoco la escondo yo.

Tú estudias mi mirada
y en mi rostro el color
que han pintado tus palabras
o las mías con tu sol.

y llenas la tarde vacía,
haces sitio para dos
compartiendo una sombrilla
una tarde, bajo el sol.

Acróstico n° 2

Diez mil vidas tendré que vivir
aún así no podré olvidarte,
naceré de nuevo en ti,
inquieta te veré acercarte
envuelta en pasiones sin fin,
luchas y anhelos que compartir
amiga eterna y eterna amante.

sábado, 11 de junio de 2016

Acróstico n° 1

Vienes como la lluvia fresca,
andas veloz entre palabras,
no se si te quedarás mañana,
en el aire dejarás la respuesta:
si la atrapo sabré que te has ido,
si se escapa sin ser descifrada
algún día llamarás a mi puerta.

Quito

Me pierdo en tus calles
busco historias por las esquinas
me embriago en detalles
luces y sombras, trazos de vidas
quiero ser parte del mestizaje
beber el agua de tus orillas.

Soy un extraño, un transeúnte
mezclado en humo atrapado en prisas
rituales mágicos para soñarte
entre carros y buses danzas oníricas
perdido en mi mismo quiero tocarte
llorar tus soles y tus desdichas.

Falto de oxígeno, quiero mirarte
subo a los cerros donde habitan
dormidos, silentes tus dioses gigantes.
Guardándote eternos ellos suspiran
tiemblo al verlos, por un instante
principio y fin allí se combinan.

Fue un mes de julio, reconocerte,
descubrir el secreto de tu sonrisa
bajo tu asfalto tu dios silente
ruido de ancestros cargado de prisas.
Mis ojos se nublan, siento perderte,
encontrarte el día de despedida.

Ciudad colgada entre los andes
dama antigua de sueños incas
que es lo que escondes
con qué misterio a recorrerte me incitas,

vuelvo a tu seno, como el amante.
Bajo tu frío mi ser se agita
y escribe versos para tenerte
siempre a la vista.

viernes, 10 de junio de 2016

Telegrama

Dicen que me buscas, ¿es cierto?
¿o son rumores que el viento
pone en bocas de amigos,
o la verdad punzante
que siento ahora en mi pecho?

Perdona si soy tan directo
si mi vida siempre ha sido
ese telegrama inconexo
señales en código morse
descifradas a destiempo.

Perdona también mi silencio
perdona los derroteros
por los que se van mis palabras
cuando te dejo escapar sin mirarte,
cada vez que te encuentro.

Esta noche se lo que quiero:
la oportunidad de explicarte
que mi vida es un verso,
que debes guiarme con tu mano
para escribirme en tu cuerpo.

martes, 7 de junio de 2016

Ángeles

Sábado. Era sábado. No se bien cómo comenzó el día. Todo es como niebla en mi cabeza hasta la hora del despertar de la siesta. Quizá fuese culpa de mi catarro, quizá mi apoltronamiento genético, ese que me hace pegarme al sofá, sin hacer nada, sin hablar, sin leer, "pensando en quién sabe qué, sin enloquecer", como dice Makaroff en una de sus canciones, hasta que alguien perturba mi desconexión y me sacude el polvo y me devuelve a la vida.

El caso es que el sábado, una vez más, empezaron a sonar las campanas de mis ángeles, una vez más. Fueran mensajes en el celular, golpes en la puerta o quizá llamadas anónimas, todas acaban siendo ángeles cruzados en mi camino hacerme dudar y echar a caminar.

De la siesta me sacó el primero, cargando su mochila de misionero, con hambre de compartir las desdichas de la semana y sed de un café, que me recordó que yo había dejado un café en deuda la noche pasada. Dos mensajes de texto después, despedía a mi Ángel mochilero, me cambiaba de camisa y caminaba por las por alguna razón festivas calles de la ciudad a pagar mi deuda en forma de café, cerveza, o simple compañía. Nunca se sabe. No si por medio está mi amiga Vanessa. Lo más fácil es que te la encuentres en un banco sentada golpeando la pantalla de su celular, y luego te arrastre en un mar de conversaciones hasta llegar al parque donde, como no podía ser en una ciudad tropical como esta, se cierra un festiva gastronómico con salsa en voz de un tipo con terno y camisa horrorosa y aprendiz de bailarina como acompañante.

El paso por el parque era para recoger a otra amiga (o rescatarla de la terrible fiesta) y ver que hacer en su lugar. Lo mejor en estos casos es agarrarse una cerveza, pero en estas ciudades tan puritanas donde un cantante cuarentón tiene como bailarinas a niñas de colegio, no se puede tomar en la calle, ni abren los bares antes de las 7 de la tarde, la gente normal como cierto trío de amigos intentando sacarle partido a una tarde de sábado no encuentra otra cosa que hacer que deambular bajo el sol de la ciudad para acabar comprando un Six-pack en la tienda del chino y acabar bebiendo cerveza y conversando de la vida en casa de alguien, mientras pasan las horas baja el calor de la tarde y el teléfono suena. "¿Con quién tengo el gusto?" "No se si es gusto pero soy Lissandro".

Lissandro. De pronto recuerdas que alguien te dijo en algún día pasado que el Lissan estaba de vuelta o de paso por el país. El Lissan, ese que aparece y desaparece, montando en bicicleta, dejando notas de despedida debajo de una piedra y que de pronto llama, después de ¿cuanto? ¿3 años? y te saluda como si fuese ayer la última vez que le viste y tú de pronto le contestas con la misma naturalidad y despides a tus dos amigas con un beso, las dejas compuestas -no sabes si con novio o no- y olvidas todos los otros planes y acabas en una parrillada con el Lissan y amigos, conversando como si el tiempo no hubiese pasado nunca. No sabes cómo has llegado hasta la parrillada, ni siquiera de dónde salieron el otro resto de amigos que te miran extrañados, al ver la sencillez y despreocupación de la conversación, pues parece el encuentro de cualquier sábado por la noche y no el de dos amigos que no se ven desde hace fu.

Y la cena se alarga y la noche pasa. Te acuerdas de pronto de la promesa de las caiprinhas y las cervezas after-hours pero las cambias por unas horas de sueño y la madrugada del domingo, que comenzará sin rumbo entre el museo y el zoológico y un plato típico y un paseo por el río y una sesión de plantas medicinales autóctonas con limpia y foto turística incorporada (tienes que pedirle a Lissan que destruya esa foto, no te olvides) y mientras recuerdas viejas anécdotas y ríes y construyes otras nuevas, pasa el día y el Lissan y los amigos se suben al carro y se despiden, sin reverencias, si adioses, sin saludos al viento. "Hasta luego. En cualquier rato volverá a sonar el teléfono".

El sol cae entre los árboles y da color a mi rostro que de pronto a cobrado vida y a recuperado la paz y la armonía. "Vamos por un helado".

Mi último ángel. Llevo todo el día molestándola como si fuera un colegial y ella a mí. Le miro a la cara. Me sonríe despreocupada. "¿O prefieres coca-cola?" "Las dos cosas", le digo, y nos sentamos en la vereda, a la sombra de algún árbol, tomando cola hablando de la vida hasta que el sol baja y yo le cierro la sombrilla y ella me empuja a la calle y nos perdemos por la ciudad, buscando un helado, un banco en un parque, una conversación, un abrazo.
"Gracias por la tarde, por el helado, por el domingo, por..." Por estar. Sí, por estar, aquí, ahora. Lo pienso pero no lo digo. Cada uno lanza sus últimos dardos cariñosos, dejando la partida preparada para otro día.

La noche es cálida. Serena. Se cierran los últimos comercios. No es tarde pero mañana es lunes. No busco la luna, sé bien que tampoco va a llover. Y en casa, no espero más que tumbarme en la cama y mirar al techo, ese en el que se dibujan todos los ángeles y decirle: gracias.

viernes, 3 de junio de 2016

Los perros

Un viento recorrió las calles de la ciudad. Barrió a los vendedores ambulantes, apagó los hornillos de los puestos de comidas rápidas, cerró las persianas de los comercios y empujó lejos las pelotas y las cometas de los últimos niños que jugaran alguna vez en calles y veredas. Los autos cubiertos del polvo se fueron desvaneciendo en el tiempo, dejando sólo las tenues huellas de serpiente sobre el polvo de los adoquines y el asfalto.

La ciudad. Un escenario vacío.
Nada se mueve tras las cortinas. Ningún reloj da ya las horas. En la quietud de la noche, tras el viento, descansa un perro triste, aletargado, soñando la luna. Buscando entre los cubos de basura los restos de la última cena hay otro perro. Y allá, al pie de la persiana metálica del vacío comedor espera otro.
Parecen perdidos, ausentes aun tiempo que ya no es lo que fue. Y su mirada lánguida y sus desalmados aullidos no consiguen traer de vuelta el tiempo.
Recorren la noche. Dos, tres perros. Dos docenas de cánidas criaturas corren por la ciudad, buscando, oliendo, husmeando. No queda ningún rastro que seguir. Lo que un tiempo fuese, se lo llevó el viento.
Cabizbajos, ya no otean el horizonte, ya no corren persiguiendo gatos. Se tumban perezosamente en medio de la calle, bajo el calor del verano extremo y la luz diáfana de los soles nocturnos de la ciudad y espera: un ruido, un auto, una voz. Viejos o jóvenes huesos tirados en el polvo en medio del cruce en un acto de voluntario suicidio. El último rasgo de la sociedad humana abandonado a la incertidumbre de convertirse en polvo yacente en una espera inútil o abandonar la humanidad, seguir el camino de los propios humanos, de vuelta al mundo salvaje, al instinto modificado de su propia extinción.