El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 27 de julio de 2014

La tierra prometida

La sangre que salpicaba ayer la pantalla de mi televisor, las ciudades convertidas en escombros, los hijos de padres asesinados, la estrella azul de cinco puntas cortantes e hirientes, la rabia la impotencia interior.

La explicación, justificación histórica o religiosa. ¿Pero es que puede haber justificación alguna? Lloro en mi interior todos los días por el Holocausto y pido que nunca más se vuelva a cometer tal barbarie, y compadezco a los que lo padecieron en carne propia y genética, y luego me seco mis lágrimas con rabia al darme cuenta de que ¡ellos mismos, que condenan, que sufrieron en carne propia el exterminio, el asesinato en masa sin justificación alguna, ellos mismos hacen de esa práctica su día a día!.

¿Qué tiene ese pedazo de tierra de 22.000 km2 que tanto atrae, que tanto anhelo, pasión, lucha hasta la muerte despierta en tanta gente? Por alguna razón nunca entenderé eso, en algún sitio dejé el hatillo, las llaves de casa, y manché mis pies de tantos barros que ya no me conformo con uno solo y mis pies no saben estar parados. Pero, pensando en ello, en esa tierra prometida y en esa terrible diáspora, señores, creo que encontré la solución a su problema:

HAGAN LAS MALETAS. Salgan todos ustedes, hijos e hijas de Abraham, de Asia, de América, de Europa y África, de las islas del pacífico y el índico, y regresen a su tierra prometida. Se la dejamos toda para ustedes sólos. Váyanse y no jodan más. Nosotros, los que aún nos reconocemos los unos a los otros como hermanos a pesar de pensar, de creer diferente, a pesar de nuestro diferente color piel, de nuestros diferentes idiomas, nosotros, que aún sabemos el verdadero significado de la palabra amor y de la palabra prójimo, nosotros, compartiremos el resto de este mundo.

No vamos a pelear más. Si por mandato divino creen que no deben amar, que no deben compartir, que deben condenarse a sí mismos al ostracismo, encerrándose en 20.000 kilómetros cuadrados de puro desierto rodeados de fríos y yermos muros de hormigón armado, sigan su mandato divino, háganlo. En su encierro de soledad, el verdadero dios, no ese que ustedes se han inventado, les dirá qué sólos están, qué ciegos están; y quizá entonces recordarán que una vez fuero repudiados, sí, que una vez fueron expulsados, sí, que una vez fueron perseguidos, sí; pero también una vez fueron acogidos, fueron consolados, fueron socorridos, fueron amados por personas que como ustedes también fueron en algún momento repudiados, excluidos, perseguidos, asesinados.

Nadie tiene las manos limpias de sangre en esta tierra, y ninguna mancha de sangre está justificada. La sangre no germinará el desierto, no tornará realidades deseos y promesas, no calmará la sed de ningún dios. Sólo dejará esta tierra yerma y vacía.

sábado, 26 de julio de 2014

Al borde del precipicio

Es como uno de esos sueños extraños que uno pudiese tener cualquier noche: la imagen de los 7.000.000.000 de habitantes de este planeta apretujados al filo de un gran precipicio, viviendo indiferentes, metidos en estúpidas rencillas o ensimismados en estúpidas comodidades sin darse cuenta de que el suelo a su alrededor cada vez se hace más pequeño y el día menos pensado se va a ir todos a un enorme abismo negro sin fondo.

Lo curioso de este sueño es que no me asusta el abismo negro, sino la indiferencia de las personas que, de manera increíble, toman el camino que va directo y al a velocidad del rayo al abismo. ¿Como pueden ser tan estúpidos? Está ahí, solo tiene que mirar a un lado para verlo, y sin embargo continúan avanzando hacia él. A veces creo que piensan "Aún falta mucho" o "Tonterías, eso nunca va a pasar" o en muchos casos "yo no me voy a caer, se caerá el vecino, pero yo no".

El abismo, ese terrible abismo, no es el producto del crecimiento descontrolado de la población mundial. No es un abismo "maltusiano". El abismo es el producto del egoísmo y la avaricia de muchos y del quemimportismo de otros tantos. Es resultado de todos aquellos que sólo piensan en su yo presente, en sus necesidades actuales, en lo que les pide el cuerpo y la mente en la actual fracción de segundo; y de esos otros, que conscientes de los actos egoístas (y por lo tanto excluyentes) de los primeros, dicen un "bah, no importa, yo ya tengo lo mío", y miran para otro lado.
El resto de actores de este drama, no importan, no cuenta, no tienen voz ni voto, porque nunca se les ha dado, o porque se les han engañado haciéndoles creer que se les ha dado cuando en realidad no ha sido así.

Y así el mundo sigue, y día tras día las compañías y bancos se fusionan, crean enormes monopolios (u oligopolios, término que acaba siendo en el fondo un eufemismo de monopolio) despiden miles de trabajadores y aumentan su poder y riqueza mientras que otros ven mermados (o incluso totalmente liquidados) su poder adquisitivo. Estos últimos no protestarán, convencidos (triste realidad) de que, o bien la empresa tenía razón o bien "el sistema me amparará".

La realidad es que la empresa no tiene razón, porque lo que ha hecho ha sido crear verdades a partir de mentiras, y el sistema nunca les amparará porque el sistema entendido como superestructura ya no piensa en la totalidad de los individuos, sino en unos pocos que lo justifican; y el sistema entendido como solidaridad y familia "humana" ya no existe por que la egoísta práctica empresarial se ha encargado de preocupar tanto a cada uno de sí mismo que ya no queda sitio para preocuparse de los demás.

Día tras día el mundo crece, y crece al día. Hoy a subido la bolsa, hoy alguien a aumentado sus dividendos, su poder económico, político y social, hoy alguien ha llegado a casa satisfecho de tener un trabajo de 8 horas bien o mal pagado, hoy alguien ha conseguido pagar el alquiler, dar de comer al los niños o al perro, ha podido comprarse una camisa que sólo le durará hoy. Hoy el día acaba. Mañana volverá a ser hoy.

Bajo sus pies, el abismo cada día se hace más grande. Cada vez hay más tierra vacía y más recursos, cada vez hay menos oportunidades, menos perspectiva de futuro.
¿Futuro? ¿Qué ese eso? Ah, sí, una palabra que borraron hoy del diccionario.