El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

miércoles, 28 de mayo de 2014

Una selva, tantas visiones

Un mar verde. Misterio para unos, fuente de riqueza para otros, el mundo conocido y finito para unos pocos, una zona innota del mapa para la gran mayoría.

Y sin embargo, el país de hoy en día no podría existir sin ella, sin lo que ella esconde bajo el exuberante pero frágil manto vegetal. Para la mayoría de habitantes del país, la amazonía no es más que una mancha uniforme y sin definir en el mapa. Ahí hay indios, de ahí sale petróleo, manado limpiamente como maná caído del cielo para nuestras necesidades. Tan ingenuos como aquel turista estadounidense que, viajando hacia Cuyabeno me preguntó señalando a los tubos de los oleoductos:
-What are these pipes for?
- They carry oil, crude oil.
Me miró extrañado. No era que no entendiese mi mala pronunciación, era simplemente que en su imagen mental de la selva, esa que le habían transmitido desde niño, no había una selva sembrada de oleoductos, campos petroleros, contaminación, bosques devastados por la acción extractora y descuidada del hombre. Cómo lamenté que en la carretera hacía Tarapoa y Cuyabeno no se viesen las marcas patentes de esta actividad durante décadas; mi explicación, ni breve narración de la historia reciente de la amazonía no hizo sino asombrar más que inquietar a mi compañero turista, que prefirió olvidar mi cuento de horror y conservar en su mente esa imagen idílica de la selva, afianzada por su aventura personal durante cuatro días en el Parque Nacional Cuyabeno.

Así, verde y prístina, o verde y hedionda, ven la selva la mayoría de ecuatorianos. Pocos parecen conocer la realidad, a pesar de los miles de personas que se han visto y se siguen viendo forzados a trasladarse e incluso hacer su vida en la llamada región oriental; ni siquiera éstas parecen conocer la selva: a veces tengo la sensación de que la amazonía a penas roza la vida de estas personas que pisan su suelo; para ellas podría ser cualquier otro rincón del país, y cada uno de estos pocos viajeros, tiene una visión completamente distinta, incompleta quizás, incomprendida, seguramente, de esta región del país, que se extiende fuera de las fronteras de aquellos que la quieren hacer exclusivamente suya.

No suelo decir a donde voy ni de donde vengo, pero por mi carnet de extranjero, la pregunta siempre acaba saliendo al aire, y ante mi respuesta, todo es silencio -por desconocimiento geográfico en todas sus ramas- o un "está loco, qué se le habrá perdido allá".
Otras veces, uno se sorprende al encontrarse con otra alma errante del oriente. Basta una simple carrera en taxis por el intrincado tráfico de Quito para conocer a un hombre ya curtido en años, que, cansado de las noches al raso, los carreteros enlodados, las lanzas de los waoranis, y las picaduras de los zancudos, acabó cambiando su tanquero de petróleo por un taxi. Para este hombre la selva es el peor de los infiernos, un agujero verde y fangoso que no está hecho para que viva el ser humano, únicamente esos indios que -para él- de humanos no tienen nada.

En otra ocasión, el compañero es un petrolero, que habla del progreso de la técnica, de la maravilla de poder llegar al corazón mismo de la selva, sacar el petróleo, construir un oleoducto y escapar volando en helicóptero de vuelta a la "civilización", donde un más que generoso sueldo le permite vivir por todo lo alto, en los andes, manteniendo una casa de campo en la selva, hijos de dos o tres mujeres, todos creciendo sanos, y él en medio, narrando a sus amigos y compañeros sus aventuras en la selva, mostrando fotografías de lugares "de película" las fotos de las bestias más feroces en peligro de extinción, consciente, y aceptando la realidad, de que la contaminación y el progreso son males necesarios: él ya tiene en su celular la foto de la pantera y la anaconda ¿para qué más?

Visiones de ciudadanos de a pie, como lo son también la visión del ecologista que mira la selva como un gran zoológico donde el hombre -cualquier hombre- está de más, o del romántico viajero, misionero o aventurero que sigue viendo esa selva de "antes del caucho",  donde los indígenas aún incorruptos vivían en una perfecta simbiosis con un medio ambiente aún no profanado. Visiones también como la de un gobierno-Estado que de pronto salta de un mapa al terreno verde extendiendo sus cálidos brazos de papá estado hacia los desamparados y durante décadas olvidados sin ver realmente a esos desamparados, extendiendo planificaciones económicas y políticas de desarrollo que entierran bajo su progreso la riqueza última y verdadera de estas tierras: su diversidad humana.


Y frente a todas estas visiones, la de ese indígena, ese que parió la selva, cuyo mundo llegaba donde las nieblas que se agarraban al atardecer o al amanecer al cauce de los grandes ríos y las estribaciones de las ocultas cordilleras marcaban el fin del mundo, un mundo finito, rodeado de grandes abismos, de grandes peligros en los que era mejor no aventurarse. Qué poco sabía él que esos peligros innotos, narrados sabiamente el mitos, iban un día a dar el salto apoderándose de su frágil mundo.

Una selva. Un verde misterioso que palidece cada día ante nuestras miradas, recordándonos nuestra propia fragilidad como especie humana, nuestra propia ignorancia no reconocida, queriendo explicar el porqué y la razón de la existencia este mundo, siempre sometiéndolo bajo el prisma de nuestras necesidades personales como caprichosos dioses del Olimpo, inconscientes de nuestra humanidad y de nuestra dependencia de la razón última de toda esa creación, ésa que dejamos en el olvido, condenándonos nosotros mismos al olvido como aquellos dioses griegos de los que hoy día sólo quedan ruinas.

lunes, 26 de mayo de 2014

Europedos

¿Victoria de los ciudadanos, despertar de la izquierda, resurgir fascista, fin del bipartidismo, continuismo? Todas esas palabras pueblan los titulares de prensa desde ayer a la tarde-noche, y pululan en las elucubraciones de los distintos analistas políticos en los distintos canales de televisión.
¿Tiembla Europa?

Para mí la cosa es bastante más sencilla: la gente se ha hartado de unos políticos que ya no gobiernan pensando en los ciudadanos a los que representan, si no que lo hacen para las corporaciones, para la banca internacional, que vendían el país según marcaban intereses internacionales (europeos o mundiales). ¿La solución? Votar a aquel que te promete gobernar para ti, para el pueblo, para los ciudadanos de a pié. Ese es el discurso que ha triunfado en estas elecciones: Francia para los franceses, Cataluña para los catalanes, un gobierno de y para los españoles; dejemos de vender nuestro país a la banca internacional, dejemos de orientar nuestra economía de acuerdo a unas directrices "supranacionales" que no nos benefician.

Es el triunfo del nacionalismo, pero no el del nacionalismo al uso que venimos conociendo, sino el nacionalismo de esos ciudadanos que, patriotas o no, están cansados de ver como su país se vende, se humilla ante un sistema político-económico mundial en el que no sen ven representados, que no les beneficia y que además les hace responsables de todos los problemas que él mismo ha causado.

Pero, y aquí está lo preocupante, tampoco es un resurgir de las ideologías de un signo u otro. La gente no ha votado a las izquierdas convencida de seguir un modelo socialista o comunista, la gente no ha votado a la ultraderecha convencida del discurso fascista y xenófobo de estos, no. La gente ha votado a la opción que decía lo que ellos querían oír: "Nosotros vamos a gobernar por la gente de nuestro país y para la gente de nuestro país." Este ha sido el discurso triunfador, el discurso de la izquierda en España, en Grecia, de los nacionalistas catalanes o de la utraderecha francesa. la ideología de un partido u otro a quedado en un segundo plano, tanto en la boca de aquellos que esgrimían el discurso como en el pensamiento de los ciudadanos que les han votado: que sea un fascista, es algo secundario un mal menor, siempre y cuando gobierne para nosotros.

¿Pensamiento infantil, iluso? ¿Engaño en el discurso político? No, nada de eso. Simple y llana comodidad. Buscamos nuestra propia comodidad, y no la vamos a arriesgar comprometiéndonos con una ideología, sea ésta del signo que sea. Votamos a aquel que promete satisfacer nuestras necesidades inmediatas, lo que venga después será para el que venga después.

Duele decirlo, pero las masas siguen dormidas en su conformismo, en su comodidad y egoísmo más rancio. ¿Comprometerse? No mejor, no. ¿Hacer por los demás? No, ya tengo bastante con lo mío.

PD: Gracias  a J. Cifuentes por el título de la entrada.

sábado, 17 de mayo de 2014

Comer por dos

- Oye, ¿qué sabes de ella, sigue por acá, finalmente se fue afuera a trabajar?
- No, no. ¿No te enteraste? Se quedó embaraza y... Bueno, ya sabes.
- ¿Embarazada? ¿Pero cómo?
- Pues supongo que algún encuentro cariñoso con su novio, yo qué sé. Esas cosas son así.
- ¡¡Pero por qué narices en este país no usan condón!!

La última palabra de este diálogo es todavía un tabú en la sociedad ecuatoriana. Si uno la suelta en cualquier conversación, así, de forma natural, lo más seguro es que todos los presentes se pongan colorados, bajen la mirada, o les de la risa tonta.

Aún no se bien porqué existe ese pudor tan grande a hablar de sexo en público, incluso entre personas del mismo círculo social y de edad, es un tema que no se habla. Las groserías y chistes machistas al uso existe aquí como en cualquier país, como ejemplo terrible de lo que muchos entiende todavía como sexo, sin entender, tristemente, ni un ápice del asunto.

¿Es algo cultural, que atañe quizá a esa presencia indígena no reconocida en el adn y el subconsciente de la población? La verdad, a diferencia de en otras culturas, donde las relaciones sexuales están bien diferenciadas del acto de procrear para mantener la tribu, y bien reguladas; en lo que es el mundo andino, no he encontrado todavía nada al respecto. Seguramente no sea más que mi ignorancia y falta de información. ¿Será entonces la presencia de cinco siglos de colonia, entendidos como cinco siglos de catolicismo, o será la influencia también muy presente de las diversas iglesias evangélicas? La religiosidad popular está mucho más presente aquí que en España, ese país "Romano, Católico y Apostólico" donde me críe y donde una Iglesia anquilosada trata de defender un modelo familiar producto de la Revolución Industrial y el Fordismo presentándolo como el modelo familiar "de Adán y Eva", país donde me críe y donde doy fe no existe un tabú en torno al sexo y la sexualidad tan fuerte como el presente en esta sociedad ecuatoriana en la que vivo hoy día.

Intento estos días hacer por enésima vez un análisis de esa situación: ¿por qué ese pudor en torno a las relaciones sexuales? ¿Por qué esa incapacidad de separar el placer de otros conceptos como el amor familiar y maternal? ¿Por qué esa demonización de cualquier acto que nos produzca placer, sobre todo del placer "carnal"? ¿Por qué toda es demonización de los métodos anticoneptivos como métodos antinatura? ¿Por qué esa sumisión de la mujer al hombre, como mero instrumento para la procreación y prolongación de la especie? ¿Es algo intrínseco al ser humano como tal?

La respuesta se me antoja como un no rotundo que nadie quiere escuchar, todos temerosos de un castigo que está por venir, cuando llega ese juicio y final para unos, o ese mesías para otros. Y es que todo creo que se reduce a esas raíces patriarcales y terriblemente machistas de la religión judaica de la que somos herederos directos todos los cristianos. Una vez hubo un judío que quiso cambiar las cosas, y dar dignidad y lugar a todas las personas independientemente de su género o condición, pero lo acabaron clavando en una cruz para callarlo primero, y para divinizarlo después y arrancar de su discurso todas aquellas páginas que no convenían a la élite de herencia judaica que se justificó en torno a él.

Los judíos acabaron con todos sus mitos y los convirtieron en ley-torá, una ley masculina y por ende machista, que otros tomarían más tarde por Palabra y Biblia, y donde no quedó a penas rastro de una mitología seguramente dual y donde lo masculino y lo femenino se mezclaban en contextos e historias "de cuestionable moral sexual" para la mente de esa dominante cultura patriarcal.
Entre prácticamente todas las culturas sobre las que voy leyendo la vida sexual entendida como placer, estaba perfectamente aceptada y regulada, como estaban también las relaciones sociales, la familia, el matrimonio, sin que una cosa interfiriera con la otra. Los egipcios y los romanos utilizaban de manera habitual distintos métodos anticonceptivos ¡Cuántas veces nos miramos en ese mundo romano-clásico, del que hemos adoptado tantas cosas, desde el Derecho, hasta su administración territorial y su Res Publicae! En la tantas veces citada Grecia Clásica, como cuna de nuestra civilización actual, las relaciones sexuales entre hombres, y entre mujeres, estaban perfectamente aceptadas, baste con ese ejemplo. Y aquí, en este Ecuador en el que muchos de sus habitantes recriminan la horrible conquista y colonia a la vez que echan tierra sobre sus raíces indígenas (para mirarse entonces en qué, me pregunto yo) está el ejemplo presente y palpable de pueblos como los Secoyas, u otras nacionalidades indígenas, donde por el ejemplo, el uso de anticonceptivos naturales para regular su natalidad y su vida sexual, ha estado siempre presente, aceptado y reconocido.

Pero, y al margen, o junto a como cada uno viva sus relaciones sexuales, me preocupa sobre todo ese sometimiento de la mujer al hombre, tan presente en esta sociedad, desde las relaciones laborales, familiares y por supuesto sexuales. La mujer es la que se acaba agachando, sometiendo, entregando sumisamente sus placeres más íntimos a un hombre cuyas necesidades pierden todo lo que de "intimo" y "placer" podrían tener, pues el sexo, como todo en esta vida es un compartir, un hacer por los demás sin esperar recibir nada a cambio, un acuerdo mutuo en igualdad de condiciones. Despojado de todo eso, acaba siendo la más recriminable conducta animal, sea cual sea el fruto de esa relación sexual: un nuevo hijo para prolongar la familia, o unas lágrimas y un silencio que esconde una libertad encadenada.

Y al final, la mujer carga al wawa. El hombre mira firme a la cada vez más encorvada figura de su mujer-instrumento-de-procreación, o desaparece cuando todavía están las sábanas calientes. En ambos casos niega la tan necesaria figura de un padre esa criatura que poco a poco crece en el vientre de una mujer, que desechan primero en lágrimas ve sus sueños rotos, su posible futuro desvaneciéndose a la vez que abraza con amor esa figura de madre que le vende una sociedad en la que ella no cuenta. Con amor, criará a sus hijos, olvidando aquellos sueños de autorealización y crecimiento personal, incapaz levantar su vista al horizonte salvo en esos pocos momentos soledad, siempre socialmente consciente de mantener su cama caliente y la casa llena de criaturas.

Alguien debería decirle que sus sueños y su autorealización como mujer y ser humano son perfectamente compatibles con la maternidad; y que esa maternidad no le corresponde sólo a ella: es algo compartido.

Oh, mantas de bebe y zapatos de bebe
pañales, cucharas para bebé, montañas de azul bebé.
El niño con el que sueño es una pesadilla nacida en una cama prestada
[...]
Y ahora como por dos, camino por dos, respiro por dos

[...]
Cuando el chico era un chico y la chica era una chica
y se conocieron en un mundo cruel,
fuerte en algunos aspectos,
pero ella no pudo mantenerse firme ante la forma en que él le suplicaba,
y accedió.
El orgullo es para los hombres, las jovencitas deben huir y esconderse,
arriesgarse en el juego y aceptar desafíos diciendo "sí".

Como por dos, camino por dos, respiro por dos
como pro dos, camino por dos, respiro por dos
[...]

Eat for Two (Natalie Merchant) en el LP de 10,000 Maniacs Blind Man's Zoo (1989)

miércoles, 7 de mayo de 2014

El proceso de deshominización

Estos días medio mundo está peleando con esas cosas con pantalla y teclado llamadas computadoras a las que poco a poco hemos ido dejando dominar nuestras vidas: nos desesperamos cuando no funcionan correctamente, cuando se cae el internet o se vuelve lentísimo, y escupimos la peor de las maldiciones cuando se va la luz y no vuelve al instante.
El mejor remedio contra todo este estrés y gastritis producido por el mundo informático se llama libro, o papel y bolígrafo, pero no va por ahí la intención de este escrito.

La gente estos días pelea porque Windows Xp se ha quedado "sin soporte", y "hay que modernizarse". Se ha quedado, me suena a eufemismo, lo más correcto sería decir "los dueños de la empresa que fabrica Windows Xp han decidido dejar de fabricar parches y repuestos para Windows Xp". Es como un coche viejo para el que ya no se encuentran repuestos más que en el desguace, y en este caso no hay ni desguace al que acudir.

Así que la gente, busca la manera de actualizar su ordenador en unos casos, y en otros compra uno nuevo, con un Windows más moderno y con "soporte".

A mi, personalmente, de todo este asunto lo que me tiene preocupado es esta dependencia cada vez mayor de la tecnología. Durante toda mi infancia y parte de la adolescencia en casa sólo habían un televisor, uno sin mando a distancia, sin que nos desesperáramos como el cantante de Aerolineas Federales (lo suyo era de video) y un televisor que, además, cuando fallaba, iba de paseo al técnico, este le habría las tripas, y lo ponía de nuevo en marcha. La mayor parte de las veces el técnico era incluso mi padre, sólo en "casos graves" lo llevábamos al médico. Y lo mismo que el televisor, sucedía con el equipo de música, el aparato de video, la lavadora, el exprimidor de zumo y tantos otros electrodoméstico más.
Hoy día las cosas van cambiando, y bastante. Los últimos televisores pantalla plana y demás familia de aparatos por no tener no tienen ni tornillos para desarmarlos, los actuales fabricantes deben ser parientes de aquella empresa de relojes suizos de usar y tirar (Swatch) y, cuando tienen arreglo, el arreglo lo cobran casi tan caro como comprar uno nuevo (siempre falta el "casi", de modo que un siempre acaba gastándose "algo más de dinero") Pero lo peor es cuando, aunque aún funciona el aparato, nos hacen comprar uno nuevo, más moderno, mejor, compatible con la nueva señal de televisión, con las nuevas conexiones con cable para poder conectar los nuevos aparatos y otros aspectos similares. A veces no nos queda otra que guardar en la bodega el-aparato-que-aun-funciona-perfectamente, y otras nos convence la moda de turno.

Con los ordenadores sucede todo esto a la velocidad del rayo. Nuestros ordenadores se quedan viejos cada vez más pronto. Y si en si el aparato no se queda viejo, los fabricantes de software se inventan el último grito en programas informáticos para hacernos cambiar de aparato y poder seguir a la última. Y si nos resistimos, dejan de "dar soporte" a nuestro software para obligarnos de una vez por todas a cambiar.

¿Y que hacemos? Pues, resignados y sin alternativa, pasamos por el aro. No queda otra.
 Pero, ¿tan dominados nos tienen los fabricantes de electrodomésticos, software, y demás?

Duele reconocerlo pero es así. Nos escondieron la caja de herramientas, son sentaron en cómodos sofás con camarera y nos dijeron: disfruten de la vida, nosotros nos encargamos de todo; y a la vez susurraban subliminalmente "olviden... olviden... oliven..."
Ya no recordamos por que extremo del mango se agarra el destornillador. Si el ordenador no está "listo para usar" nada más levantar la tapa del portátil, lo mandamos a la mierda. ¿Será que se han vuelto complicadas las cosas? No, simplemente nos han vuelto inútiles. En la década de los 80 cualquier "usuario promedio" brincaba de un pc con ms-dos, a un IBM, a un Commodore sin volverse loco, cambia del WordStar al WordPerfect, al Works, y vuelta a empezar y aprendía nuevos trucos, técnicas, se volvía más hábil, probando y aprendiendo de sus éxitos y errores en frente del aparato. Todo el mundo cargaba innumerables disquettes de 5,25 pulgadas para instalar "a mano" el sistema operativo o el programa de turno, y lo hacía sin sudores.
Hoy día si nos sientan delante del nuevo Windows, o nos ponen delante de alguna distribución linux (peor si nos dicen que la instalemos) o si no está instalado alguno de nuestros programas favoritos, saltamos llenos de rabia a la yugular del que nos vendió el ordenador. Y no porque sea culpa de él, sino porque en el fondo sabemos que nos hemos convertido en cenutrios inútiles y no lo queremos reconocer.

Hemos olvidado como se aprende a caminar, hemos olvidado ha utilizar las manos y sólo avanzamos a estirar el dedo como el niño pequeño que señala y balbucea pedidos sencillos. Personalmente, no entiendo como alguien puede conformarse con quedarse así. Es parte intrínseca del ser humano el aprender, el manipular, el crecer haciendo y aprendiendo. Así fue como comenzamos hace millones sobre la estepa africana. El árbol daba frutos que podíamos arrancar y comer sin esfuerzo, pero no nos conformamos con eso, queríamos "aprender ese árbol".

Algo debe quedar de aquellos australpitecus en nosotros. Busquen en su interior. Si el ordenador no funciona, destrípenlo. Si el "hombre más rico del mundo" decide que necesita sacarles más dinero a aquellos que apenas llegan a fin de mes, desafiénle, apáñenselas sin él: aprender a instalar un nuevo sistema operativo, a configurarlo, a utlizarlo, puede ser desesperante a veces, nos equivocaremos muchas veces, nos desesperaremos, pero ¿y que me dicen de la sensación de triunfo, esa adrenalina, ese grito en nuestro interior cuando por fin conseguimos que todo funcione y nos damos cuenta además de que hemos adquirido nuevas destrezas, nuevos conocimientos?

Mi primera bici tenía patines. Mi abuelo se los quitó y me caí, me lastimé las rodillas, maldije, lloré, no quise subirme más. Mi abuelo me puso encima, me empujo y de pronto, el equilibrio se hizo. Poco después yo mismo tensaba el cable de los frenos, colocaba la cadena cuando se salía, revisaba el aire y los pinchazos de las ruedas.

No quiero una computadora con patines.