El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

martes, 18 de febrero de 2014

En la noche

Qué será que tienen esas horas de la noche cuando le vence a uno cansancio del día, y los ojos ya no fijan la vista en las líneas escritas del libro ni siguen la acción de la película, y uno, resignado, se mete en la cama apaga la luz y contempla el cuarto a oscuras mientras imágenes, recuerdos, anhelos desfilan por su mente iluminándole con los pensamientos más lúcidos y clarividentes; esos mismos que se volatizarán en un millón de polvo de estrellas difíciles de atrapar a la mañana siguiente.

Y sin embargo, en esas preciosas horas habla la musa, habla el alma. Se recobra el sueño, la esperanza; y a la mañana siguiente, algo queda. No importa cuán duro sea este mundo, cuán largo y solitario sea el camino al amanecer. Soñamos, a veces sólos, pero de maneras que nunca creímos, lanzamos mensajes al aire que nos unen, fortaleciendo la esperanza, avanzando hacia el nuevo día.

Dangerous Night
(David Crosby & James Raymond)

Algunas pequeñas partes parecen dispersas aquí y allá.
Una cara sonriente en una multitud que está enojada y asustada
parece que no puede ver a dónde no empeora
es como una buena idea perdiéndose en un verso enfadado

Intento escribir Buda y me sale armas
Voto por la paz y aún corre la sangre
Quiero creer que puedo pasar tranquilamente el testigo a mi hijo
pero la verdad se pierde y el sistema se vuelve salvaje.

Enviadme a alguien que tenga dudas al respecto
alguien que haya vencido a sus propios miedos y vivido para contarlo
alguien que no se dé por vencido bajo la lluvia helada
que esté dispuesto a caminar conmigo a través de los huertos y los campos.

Me despierto de un sueño sobre bebé y una explosión
son escenas de la televisión en la luz azul que esparce.
Busca la paz en su propio corazón suena cierto, suena bien
soy un alma atormentada que busca paz en la noche.

Enviadme a alguien que tenga dudas al respecto
alguien que haya vencido a sus propios miedos y vivido para contarlo
alguien que no se dé por vencido bajo la lluvia helada
que esté dispuesto a caminar conmigo a través de los huertos y los campos.

Intento averiguar cómo encaja todo esto,
los seres humanos y el sol y los océanos y el clima
e incluso si sueño solo en una noche tan peligrosa
intento hacer que todas estas piezas encajen.

Enviadme a alguien que tenga dudas al respecto
alguien que haya vencido a sus propios miedos y vivido para contarlo
alguien que no se dé por vencido bajo la lluvia helada
que esté dispuesto a caminar conmigo a través de los huertos y los campos.

Incluso si sueño solo en una noche tan peligrosa
de alguna modo sé que voy a soñar de nuevo esta noche.

La letra original en inglés aquí. 

Recuerdos del Este


Seguramente por mi formación de historiador siento curiosidad por las imágenes, objetos, testimonios de sociedades pasadas que ya no existen más. Fragmentos de ideas, de luchas, de vidas pasadas que nos trae una arqueología que no tiene porqué ser tan fiel a su nombre y hablarnos exclusivamente de lo antiguo.  El tiempo y los tiempos parecen correr a veces tan deprisa, que lo que existió antes de ayer lo olvidamos porque todavía nos sentimos contemporáneos con él, sin darnos cuenta de que le negamos su invaluable valor histórico.

Cada uno tiene sus épocas históricas favoritas. Una de las mías es ese mundo del este, que vivía tras el telón de acero. Nací durante la guerra fría, pero era muy niño para acordarme de aquel periodo, muy niño cuando cayó el muro y luego el telón. Unas barreras quizá no tan infranqueables como nos las han descrito a veces.

Esta lámpara de proyector cinematográfico "made in U.S.S.R." apareció en un rincón de este archivo de Quito. El precio está en las pesetas. (no lo vendo ni lo regalo ni loco...)


domingo, 16 de febrero de 2014

Sociedad ágrafa

Así es, la gente no lee. No, no me refiero a los libros, aunque es verdad que la gente tampoco lee libros. Acá en Ecuador tienen su punto a favor pues los libros valen un ojo de la cara: hay muy pocas ediciones nacionales, la mayoría son importados, e importados de España, algo que no deja de llamarme la atención cuando tienen plazas editoriales importantísimas mucho más cercanas: Buenos Aires, Bogotá, México.

Pero no, no va de libros esto. Que la gente no lea libros es un mal común en el mundo, y Ecuador no es excepción en la lista de "candidatos potenciales a bomberos de Fahrenheit 451". Sin embargo, acá la explicación de la falta de hábitos de lectura se me antoja de raíz cultural. Por acá, siendo sinceros, la gente no lee nada: no lee libros, no lee diarios, no lee los circulares impresos, no los letreros de los comercios, no le las señales y carteles en la calle. Y no será por falta de ellos.

Por ejemplo. ivo en una calle de seis direcciones, tres al norte, tres al sur. En la divisora hay enormes carteles que gritan "PEATÓN, UTILICE EL PASO DE CEBRA". Nadie hace caso. Hay un paso de cebra en cada esquina, hay incluso un paso a nivel a 200 metros. Nadie lo usa, nadie mira para el semáforo. Todos los días hay gente que cruza por todo el medio arriesgando el pellejo. Yo pensé que era desobediencia cívica, pero me equivoqué.
-¿Oiga, no ha leído usted el letrero?
-¿Qué letrero?... ¡Ah, ese!. No nunca lo he leído.

Y el tipo continua cruzando la calle por donde le viene en gana.

Los buses son otro buen ejemplo. En el parabrisas llevan escritos los nombres de la infinidad de lugares, calles por las que el bus pasa hasta llegar al final, pero están ahí simplemente de adorno. Si el cobrador no va sacando medio cuerpo por la puerta gritando los nombres de las calles o de las múltiples paradas, nadie se sube al bus, o como mucho, alguien se acerca hasta la puerta del bus y pregunta "¿este bus va a tal sitio?" A lo que el conductor contesta con resignación por enésima vez "sí, señor, sí"; aunque a veces también da un resignado no por respuesta a la vez que detiene el bus para el que el ciego pasajero se apee a la vez que el cobrador le devuelve los 25 centavos.

La verdad, en los buses urbanos hasta yo pregunto a veces: es tal la contaminación visual del parabrisas, que uno necesita cerciorarse de que ha subido al bus adecuado y de que le va a llevar hasta casa y no se va a desviar dos cuadras antes; pero con los buses interprovinciales no tienen perdón. Ahí solo hay una palabra en el parabrisas y en letras bien grandes:
Terminal de buses de Guayaquil. Domingo por la tarde. Un letrero cuelga del techo indicando el número de cada dársena. Estamos en la 45. Hay un bus aparcado en ella con el letrero luminoso que dice Lago Agrio. En la puerta del bus, el cobrador medio descamisado.
-¿Disculpe, esta es la dársena 45?
-Si...
-¿Este es el bus que va a Lago?
-Si...
 Sin exagerar, el 60% del pasaje hará las mismas preguntas al chofer o al cobrador antes de subir a bordo.

Yo mismo recuerdo mi sensación de inutilidad, el año pasado en el colegio firmando los comunicados para los padres de familia, revisando el texto, sacando multicopias, gastando resma tras resma de papel, y luego entregándolas amablemente en la reunión de padres.
A la salida, cada padre de familia con su comunicado impreso en la mano, se detenía, te saludaba, y te preguntaba exactamente lo que habías escrito en el papel.
-¿Entonces la próxima reunión es el día 5?
-Si
-¿Y tenemos que traer...?
-Si, sí, sí...

 Parece desesperante el asunto, y parece aún mentira que uno llegue a acostumbrarse a ello. Yo, después de unos años pasé de perseguir a la gente con el papel en la mano para que leyese, pasé a hacer campaña para eliminar las inservibles circulares y demás papeles escritos. La gente no leía ni siquiera el tablón de anuncios, cada vez que pegabas algo, todo el mundo miraba y esperaba ansioso a escuchar el mensaje a viva voz.

En un país en el que todo sale por escrito, en el que las cartas llevan elegantes y rimbombantes encabezados de tres líneas, firmas y sellos y ratificaciones por doquier en el papel, en el que la cantidad de letreros que hay en calles, comercios, centros públicos raya a veces el absurdo, me pregunto cuál es el misterio, de qué sirve tanto letrero y tanto papel. ¿Será rebeldía de los ecuatorianos contra la contaminación visual? ¿O una herencia de la etapa de domino Inca, cuyo idioma el kichwa no tenía expresión escrita hasta que lo recogieron los misioneros?

Quien sabe. La mejor respuesta, radiografía del alma ecuatoriana, me viene ahora a la mente mientras termino estas líneas. La dio -perdón si me equivoco- Velasco Ibarra, ilustre presidente ecuatoriano, quien digo que "Ecuador es un país eminentemente fonético". Gustan las palabras que suenen, gusta sentir, saborear el vocablo en el paladar, escuchar como resuena en los oídos, lo que digan, o como lo digan es secundario; primero el sonido y el sabor.

Por eso en lugar de titular a esta entrada "La gente no lee", la titulé "sociedad ágrafa".
¡Ágrafa! Menudo vocablo. ¡Cómo suena!

domingo, 9 de febrero de 2014

Cuando llegan los nuevos tiempos

Y casi 50 años después estas palabras siguen teniendo relevancia...

"Vamos a ver cuánto tiempo dura este sueño, antes de que la ambición nos cargue de obligaciones legales, el deseo de aumentar los prosélitos nos prohíba vivir en libertad moral, y el hambre depredadora de tierras, productos y dinero nos englobe en la marcha despersonalizada de la sociedad moderna. Evolucionar, moverse hacia delante son las provocaciones del futuro; pero caer en las garras de aquellos que quieren organizarnos la vida dentro de sus esquemas políticos, sociales, religiosos y morales, es una tragedia".

-Juan Santos Ortiz de Villalba, 11 de Junio de 1966. En Saber Estar. Mi primer año en la selva amazónica (CICAME, 2010)

Y al final, superman.

Historias individualistas, cada vez más, construyendo el mundo en torno al individuo, como único artífice autosuficiente responsable único de su propia existencia y supervivencia.

Ésa puede ser la definición genérica para la gran mayoría de películas que llegan hoy día de la meca del cine. Pastiches multicolor recargados de efectos especiales que venden en su interior la píldora mágica del éxito, contenido en la palabra yo, o mejor dicho, en las palabras "usted puedes, TÚ puedes, olvídate del resto".
Son cientos de historias similares, en muy variados escenarios, pero siempre repitiendo el mismo patrón: el o la protagonista es él o ella solo/a quien al final debe apañárselas para salir adelante, para sobrevivir, para lleva a su familia/ país/ planeta al éxito. Y los demás, dependen de él, saben que sin él no son nada, que si él no lo hace nadie lo hará y estarían todos por lo tanto condenados al fracaso y la extinción. Un individuo es el que importa, el resto pierden toda esencia de individuos o personas y se convierten en meras marionetas que sólo sirven para formar el decorado que acompaña al protagonista omnipotente. Él solo se basta.

¿Alguna vez han leído los estadounidenses algo más que su propia historia? ¿Alguien les ha enseñado alguna vez a leer su propia historia? No les culpo, pues todos somos herederos de nuestro pasado, y el pasado de Estados Unidos es ese: el individuo frente al Estado. Un puñado de familias anglosajonas que se metieron en un barco y ocuparon unas tierras que no eran de nadie (nadie que ellos considerasen persona, estamos en pleno s. XVIII), se organizaron, y poco a poco se fueron constituyendo en Estado, primero dependientes de la Madre Reina, luego independientes. Pero siempre, y si entrar en detalles -la historia completa está ahí, léanla-, anteponiendo al hombre frente al Estado: la imagen del colono, con un rifle o un revolver en su mando, matando indios, conquistando el oeste, sobreviviendo con su propio ingenio, dominando la naturaleza, creando una sociedad "próspera", manteniendo siempre a salvo a la familia. El Estado llegó después como un estorbo, una molestia que no queda otra que soportar, por desgracia, para mantener cuando aparecen discrepancias de opinión, individuos en un grupo que se ha hecho ya muy amplio como para que todos obedezcan  a ciegas la ley del líder. Hace falta entonces un marco legal más amplio.
De pronto, se cae en pedazos esa sociedad construida sobre el Yo. Al final, el individuo se ve obligado a reconocer que hay muchos otros "yo", que piensan distinto que él, y sucede además que el hecho de que esos otros "yo" quieran imponer su voluntad no es todo el problema, a este se añada el hecho de que Yo necesito a esos otros "yo" para sobrevivir.

Así de simple. El ser humano, por el mismo hecho de ser humano, es un ser gregario, por más que se empeñen algunos en realzar su individualismo, en anteponer a la persona frente al grupo. La persona lo es porque forma parte del grupo. Los eremitas acaban buscando comunidad, los Robinson Crusoes añoran el día que puedan dejar su isla desierta y regresar a la sociedad, el aventurero solitario en inhóspitas selvas acaba añorando una voz humana, el calor de unos brazos ajenos, el sabor de otros labios. Sabe que no puede subsistir sin sus iguales. Es más, el tiempo le ha enseñado que si doblega a las otras personas del grupo bajo su mando y poder, esa supervivencia se torna efímera, quebradiza. No queda más que reconocerse ante el grupo y como  parte del grupo y, como grupo sobrevivir.

Pero como en todo en esta vida, siempre hay y habrá alguien que se creerá más importante que los demás, que defenderá su libertad como individuo hasta caer en el absurdo, y que para ello nos venderá la imagen de un dios humano a lo McGuiver, que acabará creando, cuando las cualidades del hombre individualizado se le tornen insuficientes, superhombres, superhéroes, cada vez con una cara más humana, pero siempre irreal, para poder justificar una idea que necesita mentiras imposibles para subsistir por falta de unos buenos cimientos.

Ese alguien es hoy día mi enemigo. La razón de mis miedos, la razón por la que me inquietan esperanzadoras historias de superhéroes o simples mortales salvadores únicos de la humanidad. No porque sepa que es mentira, sino porque soy capaz de leer la propaganda subliminal que subyace tras esas historias y me da miedo a dónde pueda llegar el poder de esta: a una sociedad de individuos inconexos, incapaces ya de leerle el mensaje subliminal y reaccionar humana y críticamente ante él, una sociedad de individuos que olviden que se necesitan los unos a los otros en igualdad para poder sobrevivir y poder asegurar un futuro común para todos, una sociedad que llegue al punto de reconocer como semejantes a sus iguales de especie, expulsándoles de la humanidad y creando una falsa humanidad sí misma.

No necesitamos hombres orquesta. Necesitamos sentirnos parte de esa gran orquesta que es la humanidad, me da igual si somos el director, el violín solista, el casi desapercibido bajo, o uno de los tantos instrumentos de cuerda en la multitud. Nos necesitamos los unos a los otros, si uno de nosotros desafina, por muy pequeño e insignificante que sea, la sinfonía fracasa. Todos somos igual de importantes.

"Los políticos deben aprender de los músicos, no todo el mundo tiene que cantar la voz solista", decía Pete Seeger.
Brindo por ello.

sábado, 8 de febrero de 2014

Somos humanos

Nos levantamos un día, nos pusimos sobre dos patas, alzamos una mano al sol cegador mientras oteábamos más allá de horizonte, por encima del pasto, por encima de la barrera que nos había cerrado el camino, arduo y duro, hacia la humanidad. Y echamos a andar. Vimos el camino en sueños, trazado en el aire, difuminado, sin mostrarnos los peligros que íbamos a encontrar en ese camino interior, sin hablarnos de la fragilidad del camino exterior que iban a pisar nuestros aún temblorosos pies; impelidos por una extraña puslión interior que nos habla con fuerza desde el fondo de nuestro ser, avanzamos, caminamos, crecimos.

Ese gran comienzo, que tuvo lugar hace millones de años en una estepa africana, quizá en Olduwai, nos separó definitivamente de la cadencia evolutiva del resto de especies. El ADN empezó a saltar en nuestro interior, y a la par de los cambios en nuestra fisionomía, empezamos a cambiar también por dentro. Necesitábamos del otro, como en la vieja manada, pero también nos sentíamos omnipotentes, capaces de hacerlo todo solos. Queríamos avanzar más deprisa, pero no éramos capaces de abandonar al herido o al anciano, luchábamos por lograr que caminara con nosotros aquel menos capaz.

Durante siglos, milenios, modificamos la tierra, hicimos de ella y del resto de animales nuestra voluntad, unas veces con éxito, otras fracasando, a veces arrepintiéndonos de grandes errores y barbaridades cometidas en el pasado por nuestros iguales, otras, ciegos aún repitiendo los mismos errores, pero aprendiendo siempre. Y en ese aprender, nos enfrentamos entre nosotros mismos, discutimos por el camino a seguir, discutimos y peleamos hasta la muerte, hasta que las lágrimas una vez más nos recordaron que por mucho que peleásemos no lograríamos nada solos: necesitamos el grupo, es parte de nuestra humanidad.

Como también lo es el desacuerdo, el enfrentamiento, el odio y las divisiones sembradas por nosotros mismos. Cuando nos pusimos sobre dos patas aquél amanecer africano hace ya millones de años, se nos entregó el más frágil, valioso, y peligroso de los regalos: la humanidad, la esencia del ser humano. Algo capaz de llevarnos al infinito, y de hacernos desaparecer de la faz de esta tierra en unos segundos. Algo que todavía hoy estamos aprendiendo a manejar, como niños pequeños, ansiosos, inconscientes de que un paso mal dado puede ser nuestro fin.

Jugamos, sí, continuamos jugando con ese don de humanidad, impreciso, inexacto, manejable y manipulable según la voluntad de cada uno de nosotros, cautivos siempre de nuestra propia razón de ser.

Humanos, de Pablo Guerrero. Incluido en su LP (Alas, Alas, 1994)

sábado, 1 de febrero de 2014

Avanzar...

Hay días que no se si avanzamos, si logramos algo, si cambiamos algo; o simplemente permanecemos estáticos, en ese equilibrio inestable entre el bien y el mal; o si aún peor, al final "los malos siempre ganan".

Leo estos días el diario de un entonces joven misionero en la amazonía ecuatoriana, allá por 1965-66 y me doy cuenta de que sus luchas, sus anhelos, son en gran medida los mismos por los que vivo y suspiro y, y me siento reconfortado por sus palabras escritas, hasta que caigo en la cuenta ¿cómo puede ser que casi 50 años después sigamos luchando por lo mismo?
Desempolvo viejos papeles, viejos vídeos en el archivo, y mientras pasan imágenes de la selva amazónica en 1993 hoy al locutor hablar del Yasuní y de la gran apuesta que supone el comprometerse a cuidar ese rincón único de la biodiversidad que oculta en sus entrañas petróleo. ¡Hace 20 años, como mínimo, que se inició el debate! Finalmente, sacarán el petróleo, y el Yasuní lo queramos o no, no volverá a ser el Yasuní que conocemos.

Después de tantos años tengo la sensación de que la selva cada vez merma más, y de que tanta protesta y presión sólo sirve para frenar un inevitable final. Y como éste me vienen a la mente otros ejemplos. Caminamos tan deprisa, cada vez más rápido que no estamos seguros si este correr es realmente avanzar o simplemente nos estamos dejando llevar por la avalancha de lodo y piedras que siembra destrucción y deja únicamente miseria.

Y sin embargo, algo en mi interior, una pulsión que no logro comprender, me hace seguir luchando, trabajando, protestando, sí, alzando la voz ante aquello que creo incorrecto, haciendo lo poco que está en mi mano por frenar, por detener esa avalancha, a pesar de sentirme como un luchador anciano en una guerra milenaria y heredada cuya batalla final no veré y quizá no gane -ni yo, ni nadie-. Las guerras sólo dejan perdedores.

Sé que construir el futuro es algo que debemos hacer todos juntos, los de un bando y otro, y que este futuro se construye a diario a base de renuncias de un lado y de otro. Pero es tan duro renunciar a una parte del todo para lograr al menos algo de ese todo. Trato de encontrar ejemplos y palabras de esperanza estos días, gestos, imágenes, ideas, hechos que me indiquen que siempre se avanza, con paso lento y firme. Recuerdo aquellas palabras de Pete Seeger: "¿Acaso pensaste ver al Mandela como presidente de Sudáfrica?, ¿Pensaste que caería el muro de Berlín? Si no pudiste predecir esas cosas, ¿cómo puedes decir que no hay esperanza?"

Esta semana nos dejaba este hombre, que entre muchas cosas en su vida, un día miró al río Hudson que corría completamente contaminado ante su casa. Con sus amigos y vecinos construyó un barco y empezaron a navegar por el río, cantando canciones y paseando a propios y extraños, esperando que la gente mirase al agua y dijese "¡mira, el río está hecho una mierda, tenemos que limpiarlo!". 30 años después los vecinos del Hudson pueden bañarse sin temores en un río cada vez más limpio. Hace unas semanas, Clearwater, la organización que nació de aquel velero con la intención de concienciar a la gente sobre la necesidad de limpiar el río Hudson, recibía un cheque de la Chevron y en un gesto de genial inspiración, regalaban los fondos de ese cheque una organización que trabaja para que se limpie la selva amazónica ecuatoriana, contaminada terriblemente por la Chevron-Texaco hace más de dos décadas.

Ésta es, a fin de cuentas la gran tarea, la gran lucha que debemos seguir: convencernos y convencer nuestros egoístas congéneres de que debemos caminar todos juntos si queremos ver el mañana, y que ese mañana no será ni el que tú soñaste, ni el que yo soñé, sino el que, a empujones, soñamos juntos.

Dibujo de "El Bribón Bueno"