El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

lunes, 24 de junio de 2013

Comprometerse

La noción que tenemos de los hechos que vivimos cambia bastante según la óptica que tomemos al vivirlos, pero también a la profundidad con la que nos impliquemos en ellos.
Esa es más o menos la conclusión a la que llego estos días, dándome cuenta que todo es al final una delicada balanza de equilibrios, entre intereses personales e intereses comunes.

Pongo como ejemplo mi propia experiencia. Cuando llegué a este interesante proyecto acá en la selva, todo me parecía casi maravilloso, y aunque encontraba algunas cosas inadecuadas en mi día a día, en el conjunto del proyecto parecían simplemente como pequeños rayones en una mesa nueva. Uno con alegría los pulía y cuidada de que no se volviese a rayar la mesa. Entonces yo no era más que uno del montón, metido dentro del engranaje del proyecto, dedicado a mis obligaciones. No quiero decir que me aislase en mi trabajo y me olvidase del resto de piezas del puzzle, pues soy incapaz de hacerlo, pero me doy cuenta de que hay cosas que uno no ve desde ciertos puestos, incluso aunque sea una persona responsable y preocupada por todo cuanto sucede a su alrededor.
Un par de años más tarde, por azares del destino acá en la selva, me hacen responsable de tamaño colegio, y, de pronto, lo que parecía una casa que apenas necesitaba una ligera mano de pintura, se torna ante mis ojos en un caserón lleno de goteras en el que las cosas funcionan a medias, y en el que no hay suficientes manos para arreglar todos los desperfectos, muchos de los cuáles se antojan estructurales y muy difíciles de cambiar.

La casa no se había echado a perder en dos años, no, simplemente había cambiado mi punto de observación y mi responsabilidad respecto a la casa. Ahora estaba encima, al cargo de la casa. Era responsable de ella. Mucha gente, ante esa responsabilidad, mirará para otro lado, o comparará sus problemas con los de algún semejante que esté igual o peor que él y dirá: "no es para tanto", y seguirá viviendo y trabajando sin más, a pesar de las goteras del techo; otros, intentarán desesperadamente de tapar todos los huecos para aparentar que todo funciona perfectamente; y otros empezarán a dejar de dormir soñando y sudando despiertos, sacándose el aire día a día por intentar arreglar en desaguisado y sacar adelante "algo" que no sea una mentira llena de retales.

Para mi suerte o desgracia -no me atrevo a elegir- pertenezco a este tercer grupo. Si las cosas no funcionan, o no funcionan del todo bien, sigo y sigo y sigo hasta que encuentro una manera de hacerlas funcionar mejor, hasta el punto incluso de que esto me lleve a tirar piedras a mi propio tejado, es decir, reconocer públicamente lo que no funciona, los errores actuales. Creo que es parte de ese compromiso y responsabilidad que uno ha adquirido.

El problema viene cuando la casa se le viene a uno encima a pesar de todos los esfuerzos que hace por enderezar la estructura, y se agota y no ve posibles soluciones al alcance de su mano. ¿A qué se debe eso? ¿Qué hacer entonces? Muchos dicen que eso es resultado de haber perdido la fe, la ilusión que uno tenía cuando empezó. No lo creo así. Si una persona pierde la ilusión en algo, lo deja de hacer, o lo hace de una manera autómata. Si se pelea, y sigue desesperándose, aunque la casa se le venga encima, es que aún tiene algo de fe e ilusión en que las cosas puedan ser de otro modo.
Y sin embargo algún cambio ha de producirse. Uno no puede evitar en estas situaciones mirar atrás, a ese comienzo en que todo era casi perfecto. Haciéndolo me doy cuenta sin embargo de que la diferencia con el presente no está en la fe y la ilusión, sino en la posición y responsabilidad ocupadas entonces y la ocupada ahora.
Un pie comienza entonces a moverse hacia el otro platillo de la balanza: ¿volver a una posición más cómoda, donde todo parece que funciona, o seguir implicado en el proceso hasta la médula? Difícil elección, sobre todo cuando ya se han probado ambas. ¿Cuántas veces nos implicamos realmente en lo que hacemos? ¿Cuántas otras observamos y actuamos egoistamente, desde dentro o desde fuera? ¿Cuántas veces abandonamos y huimos? ¿Cuántas veces nos vamos, sin embargo, conscientes y seguros de que hemos cumplido?
Difícil es, sin duda, responder a estas preguntas.

miércoles, 12 de junio de 2013

Revolution OS

Ya está, ya lo hice, me pasé a Linux. Hace unos meses, me entró la curiosidad y decidí probarlo en carne -léase computadora- propia. Pues ya está, finalmente Ubuntu, con ciertas modificaciones a mi gusto...

Lo de las modificaciones es sólo la parte estética del pastel, aún estoy aprendiendo a cambiar algunas cosas por puro aprendizaje, lo que realmente me ha llenado del hecho de pasarme al mundo linux es gran parte de su filosofía y las oportunidades que ésta abre, así como los retos que plantea.

Recientemente, me he topado un una película documental, Revolution OS, cuya traducción sería "La revolución del Sistema Operativo", que muestra la génesis y desarrollo del mundo linux y los movimientos del Software Libre o de Código Abierto. Sin ser ninguna maravilla, explica de una manera comprensible la génesis y los motivos de este sector de la informática que para la mayoría de la gente sigue siendo algo para "frikis" o grandes expertos en informática o para locos hackers virtuales. Nada más alejado de la verdad.

De todo lo que he visto en el documental, me quedo sobre todo con las palabras de Richard Stallman, fundador del movimiento por el software libre, que ve en estas experiencias la manera de crear comunidades de individuos que se ayuden mutuamente de una manera desinteresada y solidaria. Frente al individualismo, una sociedad común. Un concepto muy necesario en la actualidad, en todos los campos de la vida de nuestras sociedades.

Pienso especialmente en los colegios y demás instituciones educativas, donde a menudo no hay dinero para implementar suficientes computadores, donde no hay un técnico que haga el mantenimiento, o no se le puede pagar... El hecho de contar con software libre, gratuito o no, que una persona cualquiera puede aprender a configurar simplemente con la ayuda de otras miles, millones de personas a través de la red, el hecho de que sea un software que se puede modificar y adaptar a las necesidades de cualquier ámbito, a nivel educativo, a nivel regional... Cuántas oportunidades de conseguir una herramienta que se adapte a las peculiaridades de un lugar, un proyecto concreto, y a la vez abrirlo al mundo global entrega este mundo del Software Libre.

No soy ningún entendido en informática más allá del nivel de usuario, y no ve veo caminado en los senderos de la programación, dejo esas "selvas" a los valientes exploradores de dicho ámbito, pero me veo orgulloso de poder difundir estos logros e invitar a otras personas a que los prueben, los utilice, y los lleven, con las manos abiertas hasta allá donde la codicia de individualismo sigue aún negando las mismas oportunidades a todas las personas. Sigamos sembrando semillas.

domingo, 9 de junio de 2013

Los que se acomodaron

Hablo con la familia estos días, y poco a poco, me van poniendo al día de lo que sucede por el viejo mundo, por la vieja España. Pocas noticias de allá llegan a través de la televisión de acá, y los periódicos españoles siempre me dan la sensación de estar demasiado politizados como para ser imparciales, tanto politizados con partidos, como con posturas políticas generales.
Supongo que encontrar un medio de comunicación totalmente imparcial es poco menos que imposible.

Así que la mejor manera de informarse y de ver cómo respira realmente el país, es conectarse al internet y hablar con familiares y amigos, o ver qué inquietudes ocupan su vida y se reflejan en redes sociales como el facebook. Por desgracia, la sensación que transmiten es un poco desalentadora: muchos de mis conocidos viven encerrados en el todavía seguro caparazón, hablando de cosas banales, al menos dentro de la coyuntura social actual. Lo mismo sucede cuando pregunto sobre la reacción de la gente a las medidas del gobierno español: sólo protestan y marchan por la calle los mismos cuatro de siempre.
No me sorprende, la verdad. Recuerdo cuando estaba en la universidad y protestábamos contra la LOU y el futuro Plan Bolonia: siempre salíamos los mismos a las protestas. El resto, se quedaba en su casa durmiendo. Recuerdo el día que en la asamblea sugerí que la manifestación fuera a las 8 de la tarde después de las clases: miradas asesinas por doquier. Finalmente fue a las 8 de la mañana (para no tener clase) y todo el mundo se quedó en su cama durmiendo, salvo los cuatro comprometidos que nos reunimos -un tanto enfadados con nuestros "cómodos compañeros estudiantes"- para comenzar la triste manifestación.

La gente se ha vuelto muy cómoda y conformista. Mientras no les llegue el agua al cuello no se mueven. Dirán y protestarán y hablarán en la tertulia tomado café o tomando cerveza, pero a la hora de la verdad, preferirán la seguridad -actual y quizá efímera- de su trabajo y de su casa, a los reclamos de un futuro mejor. Se ha llegado hasta el punto de olvidar la más mínima solidaridad con el vecino, que quizá no lo esté pasando tan bien como ellos, y si esta solidaridad se da siempre es en forma de limosnas-migajas, y no en forma de apoyo activo a los problemas y reivindicaciones de nuestros iguales.

Y si la gente está acomodada, también lo están los políticos. El pueblo nunca se va a mover por si sólo, necesita de alguien que le guíe, y claro, con los políticos actuales, carentes de ideología (y por lo tanto de corazón y razón de ser), políticos que se mueven como puras marionetas al ritmo de los intereses económicos de quienes realmente manejan el sistema, políticos que se mueven por las puras (y malsanas) ansias de poder, con esos políticos acomodados, lo que hay es una sociedad acomodada.

Estos días me pregunto dónde se quedaron todos aquellos líderes de los años 60 y 70 del siglo pasado: políticos, líderes sindicales, pensadores, ideólogos, que movieron a la sociedad e hicieron temblar siquiera un poco -pero por lo menos suficiente- al sistema acomodado de entonces. No hace falta buscar mucho: aquellos líderes del mayo del 68, de la transición española, son las personas que en gran parte siguen hoy en el poder y que justifican los atentados contra la dignidad pública a la que los actuales gobiernos someten a los ciudadanos ¿Cómo ha podido suceder esto? ¿Dónde quedaron el compromiso, la dignidad? Una persona que cambia totalmente de postura y que lo hace por intereses puramente egoístas o corporativos es una persona que pierde toda confianza que otros pudieran tener en ella.
Eso es lo que pasa con los políticos actualmente. Se han vendido a los bancos, se han acomodado, han olvidado, borrado, eliminado aquel espíritu soñador que les movía entonces y lo han cambiado por la seguridad de sus cuentas corrientes. Y otros, que vieron a tiempo como llegaban los banqueros con la droga lista para inyectarles, se apartaron del juego político, regresando a las universidades, a los libros, olvidando las calles; siguieron y siguen con sus discursos y escritos alentadores, pero ahora son discursos estáticos, enclaustrados: ya no viven y respiran y crecen en el asfalto.

Me da una pena terrible toda esta situación actual. Pena por los políticos y pensadores que se acomodaron, pena por mis compañeros ciudadanos que no son capaces de ver más allá de su pantalla plana, pena por mis compañeros ciudadanos que se ven abandonados por una sociedad conformista. Pena al verme solo en la calle, pena porque no haya ninguna voz ni espíritu crítico que mueva a las nuevas generaciones y les arrastre a las calles para reclamar una herencia mejor a sus "acomodados" mayores.

Habrá pues, que seguir desfilando por el asfalto, cantando hasta que llueva.

Ellos seguirán dormidos
en sus cuentas corrientes
de seguridad.
Planearán vender la vida
y la muerte y la paz
¿Le pongo diez metros
en cómodos plazos de felicidad?

Pero tú y yo sabemos
que hay señales que anuncian
que la siesta se acaba,
y que una lluvia fuerte
sin bioenzimas, claro
limpiará nuestra casa.
Hay que doler de la vida
hasta creer
que tiene que llover
a cántaros.
- A cántaros (Pablo Guerrero)

miércoles, 5 de junio de 2013

Políticos

Políticos, putas y famosas
son todos la misma cosa
a la que pagan los bancos
perpetuando el desfalco
al que someten con descaro
a todos los ciudadanos.

¿Cómo es que llegó a ser
el mundo semejante burdel,
y cómo es que el ciudadano
se queja mas paga con agrado
mientras mira tras los visillos
actos no aptos para chiquillos?

Mirando el circo engalanado,
viéndose rey, bufón malpagado,
el ciudadano sigue absorto
no siente rabia ni asombro
que no se sienten las penas
cuando se tiene la barriga llena.