El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

jueves, 28 de febrero de 2013

Quiero ser marciano

 Sí, quiero ser marciano. Ojalá hubiese más marcianos en este mundo...

"[...] Los hombres de Marte comprendieron que si querían sobrevivir tenían que dejar de preguntarse de una vez por todas: ¿para qué vivir? La respuesta era la vida misma. La vida era la propagación de más vida, y vivir la mejor vida posible. Los marcianos comprendieron que se preguntaban ¿Para qué vivir? en al culminación de algún período de guerra y desesperanza, cuando no había respuestas. Pero cuando la civilización se tranquiliza y calla, y la guerra termina, la pregutna se convierte en insensata de un modo nuevo. La vida es buena entonces, y las discusiones son inútiles.
[...] Renunciaron a empeñarse en destruirlo todo, humillarlo todo. Combinaron religión, arte y ciencia, pues en verdad la ciencia no es más que la investigación de un milagro inexplicable, y el arte, la interpretación de ese milagro. No permitieron que la ciencia aplastara la belleza. Se trata simplemente de una cuestión de grados. Un hombre de la Tierra piensa: "En ese cuadro no hay realmente color. Un físico puede probar que el color es sólo una forma de materia, un reflejo la luz, no la realidad misma". Un marciano, mucho más inteligente, diría: "Este cuadro es hermoso. Nació de la mano y la mente de un hombre inspirado. El tema y los colores vienen de la vida. Es una cosa buena".
- Ray Bradbury, Crónicas marcianas

lunes, 25 de febrero de 2013

Regresemos al Jardín

Vamos a correr por los campos,
vamos a atrapar un sueño,
vamos a volar libres
a donde nos lleve el viento.
Toma mi mano bien fuerte,
y alza tu rostro al cielo,
respira cada brizna de aire,
y deja que la lluvia moje tu pelo.

Volvamos de nuevo al Jardín,
sintamos el sol y la hierba
acariciar nuestro cuerpo,
sin ropas ni ataduras,
seamos otra vez verdaderos,
seamos uno con el mundo:
cuerpo, viento, agua, fuego;
pasión y pensamiento.

Locos por (la) televisión

Hay gente que no sabe qué hacer para matar el tiempo, y de tanto pensar, acaba haciendo las cosas más inverosímiles. No se si es bueno o malo, si es de alabar o no.

Recién ha llegado el telecable “vía satélite” a este rincón de la selva. Y hemos pasado de tener tres canales que van y vienen a merced del viento, ver tropecientos nítidos canales. A mi ni me va ni mie viene, cada vez gasto menos tiempo delante del televisor, y estoy contento de que en mi residencia no haya ni aparato de televisión, pero, esta semana pasada, mientras esperaba a que las cocineras de turno colocasen la olla sobre la mesa, me senté con el resto de la tropa a ver las maravillas de la ciencia y la tecnología en nuestra “nueva ventana abierta al mundo”.

¡Válgame Dios que mundo! Me dan ganas de cerrar la ventana, de tapiarla para no ver más. Claro que con tanto canal, al final los programadores ya no deben saber que emitir, y acaban sacando las cosas más inverosímiles: en menos de una hora puede usted aprender a doblar tubos de acero, descubrir el fascinante mundo del ensamblaje de cajas de herramientas, conocer a un tipo que es “maestro” en una escuela de francotiradores, o compartir las obsesiones de varias familias que se preparan para afrontar la próxima apocalipsis en refugios imposibles y granjas autosuficientes perdidas en medio en un bosque. Todo ello en un canal de verídicos documentales. No sabía si reir o llorar. Si cambiar de canal, con miedo a encontrarme con alguna locura mayor, si apagar la tele,...
¿Cómo puede haber semejantes esperpentos sueltos por este mundo? Al final, la realidad supera con creces a la ficción.

Pero, después del susto que supone el encontrarse con que de verdad existen ese tipo de personas que inspiran las más escalofriantes películas, lo que me deja pensativo es la necesidad de llenar nuestra vida con 300 canales de televisión, todos ellos emitiendo a la vez cosas parecidas. Porque, ¿Quién puede ser capaz de ver todo el día película tras película? ¿A quién le puede interesar el funcionamiento de una fábrica de galletas de higo, el proceso de doblaje de tubos de acero, o si Luis XVI y su santa esposa tenían problemas sexuales? De verdad que ya no saben qué inventar para sacar por televisión.
Y lo más triste, es que si lo sacan, es que hay alguien fagocitando programa tras programa, absorbiendo cada rayo de luz de los LED de la pantalla, mañana y tarde. ¿No podría alguien inventar o promocionar otra forma de pasatiempos para toda esa gente que pasa las horas en casa sin nada que hacer?
Si no queremos que los que están delante de la televisión acaben siendo mañana los locos que hoy salen por ella, habrá que empezar a hacer algo. ¿O ya es demasiado tarde?

miércoles, 20 de febrero de 2013

Misionero

Con admiración y cariño a mi tío Pablo, a Juanito, José, Juan, Jesús, Gonzalo y todos cuantos han caminado y caminan con Sus sandalias.

No has olvidado el cayado
ni las sandalias de esparto
y tus hombros cansados
llevan con amor Su cruz.

En un morral gastado
en el que pesan los años
llevas amor y abrazos
para encender Su luz.

Es tu piel viejo sallo
y en tus manos los callos
son la señal del arado
con el que siembras la Fe.

Es tu voz como el viento
que desciende del Cielo
para regar los desiertos
y calmar la sed

de personas perdidas
sin rumbo en la vida
que al compartir tu fatiga
encuentran a Dios.

Una razón más para estar a la izquierda

Todos los desalmados (por usar una palabra suave, que últimamente me dicen que estoy muy grosero), sí, todos los desalmados que votan al PP, deberían cambiar un ratito de país y venirse a vivir acá al otro lado del charco.
Resulta que en España, entre los recortes, está el de la sanidad pública (ninguna de las Ps del PP, quiere decir pública, y lo de popular lo tienen tan olvidado como el PSOE lo de socialista y obrero). Y entre esos recortes en sanidad pública, por las noticias que me llegan de mi país, está el de no atender a los inmigrantes sin papeles. Así. Eres inmigrante, no tienes papeles, no existes, si te mueres no importa, y dentro de poco no tendrás ni derecho a que te entierren en el cementerio, seguro son capaces hasta de repatriar el cadáver (aunque eso les cuestes más dinero)
Se me sube la bilis cuando oigo cosas como esta.

Ahora les cuento la otra parte. Ecuador. Un pequeño país de 16 millones de personas, donde (¡menos mal!) a vuelto a ganar un gobierno de izquierda, que, por tener ciertas trazas de populismo, y por haber puesto en sus sitio a cada cual (incluidos banqueros, ricos y superpotencias) es víctima de las más estúpidas calumnias de la “respetuosa” prensa de mi país, y de otros países “civilizados”.
Pues resulta que en este pequeño país llamado Ecuador, uno puede llegar a urgencias a cualquier hospital público y recibir atención sanitaria completamente gratis (y no me refiero a un mero chequeo, ahora, ahora sí, atención COMPLETA) Y lo único que le pregunta a uno la enfermera o le médico de turno, es el nombre, la edad, y los síntomas. No hacen falta cédulas de ciudadanía, documentos o ningún otro tipo de papeles. No importa si es uno extranjero, legal o ilegal, no importa si tiene billetera o no. Y no importa la hora del día o el día de la semana.

Y todo ello, porque desde hace unos 6 años, gobierna la izquierda. Llevo 4 en este país, y puedo ver y dar fe de los cambios. Carreteras, hospitales, el pueblo atendido. TODO el pueblo. Incluidos aquellos que, por no tener papeles, en otros países dejan de ser pueblo y personas.

Primero las personas, y luego el dinero, señores del PP. Tomen un poco de ejemplo por favor, que algún día les fallará la VISA (ambas Visas) y entonces verán...

Y gracias a ustedes, a todos los que impulsan a este pueblo que cada vez es más pueblo a pasos agigantados. Acá tienen otra mano más para halar del carro de la Revolución.

martes, 12 de febrero de 2013

Como la princesa

La princesa está triste, ¿que tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa...

Estos días me siento como la princesa de Rubén Darío. Siento que me falta algo, y no se bien el qué, o mejor dicho, no quiero reconocer el qué. Busco a mi alrededor, y no hecho en falta nada, y en mi interior, me repito una y otra vez que también está todo completo y en su sitio, pero, en el fondo sé que no es así.
Cuando pensé que ya lo tenía todo, cuando creí haber encontrado un lugar, un motivo, un camino que trazar, me encuentro con que me falta esta otra mitad que camine y abra los surcos empujando mi mismo arado.
Y, es ahora, claro, ahora que todo lo demás está aquí, menos mi otra mitad, que la hecho en falta. No se donde está, no la encuentro. O quizás me miento a mi mismo, sé donde está, pero no le entrego la última llave, esa que tanto necesita para llegar finalmente hasta mi. En el fondo, creo que tengo miedo al compromiso, a ese importante compromiso en el que voy a dejar que una parte de mi cambie, sin remedio, poniendo un nuevo rumbo desconocido para mí, y a su vez, miedo a cambiar una parte importante de otra persona, que igual que yo, no será la misma una vez que ambos comencemos a abrir una nueva senda.

Siempre me he reclamado, y parece que siempre me reclamaré, el no ser una persona más impulsiva, capaz de dar saltos al vacío, capaz de girar la esquina de la vida con los ojos cerrados y abrazar lo que venga. Busco siempre seguridades, tengo miedo a provocar en mi mismo y en los demás cambios que quizá no sea capaz de controlar, o que pongan fin a la seguridad que ya tengo.

Y al final, me quedo en la cama, con los ojos abiertos, soñando despierto, esperando a que alguien bote piedras a mi ventana, a que una princesa valiente venga y me libere con su beso de este encierro.

sábado, 9 de febrero de 2013

De imágenes y presencias

Escribía a mi tío Tasio este mes de enero, poco antes de regresarme a Ecuador, para disculparme por no poder llevarle un niño Jesús para el nacimiento, por problemas de bulto en la maleta y miedo de que se quebrase por el camino. Mi tío, con la sencillez y sabiduría que le caracterizan me contestó:
"No te preocupes, al niño no le necesitamos hasta diciembre (al de yeso, el Otro no necesita imágenes, anda por las calles)"

Palabras como esas, resuenan en mis oídos, como un eco que siempre está ahí, aunque a veces no le escuche, para recordarme la verdadera esencia de esta vida. Palabras como esas, me devuelven el ánimo y la fe, y me dan energía para seguir abriendo surcos, y seguir sembrando día a día.
Y sin embargo, de vez en cuando las olvido, y yo mismo me veo cambiándome de casa, de cuarto, acarreándo conmigo la imágen de la Virgen de Guadalupe, una pequña cruz decorada en Nicaragüa, y, colgándo ambas en el muro, para luego mirarlas fijamente y pedirle perdón. Perdón por volver a darle forma de imagen de yeso, de foto sobre el papel, de dos maderos cruzados. Sé que Él está aquí, ahora, presente en lo que hago, en lo que escribo, en el rostro de los muchachos y muchachas del colegio con ojos ávidos abiertos a aprender y comprender, en las manos de quienes aquí, a mi lado, y también lejos, trabajan por los demás, por ayudar a hacer de este mundo un lugar más humano, en los corazones y pensamiento de aquellos que nos guardan y nos envían su amor desde lejos, animándonos a continuar nuestro caminar cada día.

¿Es parte de nuestra esencia de humanos, de homo sapiens, -recuerdo indeleble de que somos todos los animales de este planeta parte de una misma evolución- esta necesidad de representar en yeso todas nuestras creencias? ¿Tan incapaces somos de sentir la presencia y dejarnos guiar por ella?
Siento que deberíamos cerrar los ojos y aprender a desarrollar más nuestros otros sentidos, en especial el del corazón.

Every Hour Here (a todas horas, aquí)
(Karen Peris)

Montamos en bici
alrededor del cementerio, en círculos, entrelazándonos.
Me inclino ante Ti en la cruz
¿Debo llegar ante Tí así de pronto, para siempre,
feliz, aliviada al ver que estás aquí
y puedo verte, puedo sentirte?

Eres como ese pedazo de boleto
que encuentro dentro del bolsillo de mi vieja gabardina
Ahí todo el tiempo, olvidado.
Tan amenudo parezco olvidarte en iglesias
y otras islas, y en las cuentas de mi rosario
donde puedo verte, puedo sentirte.

Saco el pedazo de boleto y lo pongo encima de la mesa, diciendo:
"Éste es dios, y el está aquí
en mis idas y venidas
pero vuelo siempre a mirar el boleto
vuelvo a mirar el boleto
vuelvo a mirar el boleto
igual que vuelvo siempre ante la cruz en nuestro muro"

Nuestra propia importancia crece tan cegadora que no te vemos
¿pero amable Jesús, no estás siempre,
no estás a todas horas aquí?

 

Del album de The Innocence Mission Umbrella (1991)

miércoles, 6 de febrero de 2013

Donde jueguen los niños

Donde jueguen los niños
ahí quiero estar,
donde se escuchen las voces
de caracolas de mar,
donde los días pasen rápido
como una estrella fugaz
pero el tiempo siga tranquilo
sin prisa por avanzar
hacia esa edad adulta
donde ya no se puede soñar.

Donde se escuche el viento
a través de cañaveral,
donde se escuche el canto
de hombres y mujeres al trabajar
dejando su vida, su impronta
en los campos con el sembrar;
donde la mesa sea pobre
mas la comida exquisito manjar
que cocinaron manos sabias
que poco tienen mas mucho dan.

Donde la luna vele mis noches
y las estrellas me hagan soñar,
donde me acunen los insectos
con su incesante cantar,
donde soplen lluvia y vientos frescos
que hagan a mi casa vibrar
con su ventanas y puerta
abiertas de par en par
para recibir al extraño
y compartir su soledad.

Donde una brisa corra mi cortinas
y me regale al despertar
la fragancia de flores frescas,
de voces dulces un tierno hablar
que viaje libre en el viento
sin aparatos faltos de señal;
de almas libres me traiga una risa
de labios suaves un cálido besar,
que deje en mí un sabor breve y eterno
como la espuma del mar.

No me lleven a islas desiertas
a sólidos palacios de oro y cristal
donde la gente no hable
absorta, perdida, buscando señal
Déjenme aquí donde la gente
sonríe y saluda al pasar
donde los niños, sin miedo
salen al campo a jugar
donde las diferencias no existen
y en el aire se respira la libertad.

martes, 5 de febrero de 2013

He vuelto al barro

Esta noche he sentido
la lluvia sobre el tejado
en su suave arrullo he dormido
entre dulces sueños arropado.

Y en la mañana al despuntar el alba
escuché el cantar de los grillos
caminando alegres bajo el agua
de la lluvia que devuelve al campo su brillo.

Corrimos con ellos, mi sonrisa y yo
salpicando en los charcos del camino
bajo un rio de sombrillas y trajes multicolor
compartiendo las risas, sintiéndome vivo.

Cuánto me he perdido
viviendo en el palacio
ajeno al bullicio y el cantar
de las flores del campo
por eso te doy las gracias hoy Señor,
por recordarme dónde esta el barro
ese que moldea mis brazos,
ese que mancha mis manos
y las manos de aquel que llamo hermano,
aquel que comparte lo más valioso que tiene:
una sonrisa, un beso, un abrazo.

lunes, 4 de febrero de 2013

Despistado

Hace ya varios años, mi padrino me dijo “oye, ¿tú estás enfadado conmigo?”

"No, ¿Por qué dices eso?- repliqué yo.
“Pues porque te saludo por la calle y tu no me haces ni caso”.

Seguramente mi padrino se había cruzado varias veces conmigo por las calles de nuestro pueblo, me había hecho señas con la mano, y yo, en mi despiste, ni me había enterado. Es algo habitual en mí, me lleva pasando toda la vida, y me seguirá pasando. Sin ir más lejos, este sábado, me topé (o mejor dicho me topó) mi amigo Jorge, quien tuvo que halarme dela camisa y decir “ven pacá que yo te conozco”, para que yo saliese de mi despiste y dijes “¡Jorge!”
Jorge es un amigo de confianza, y no hay ningún problema con que me hale de la camisa o del cuello si hace falta, pero esas no suelen ser las maneras de saludar a la gente por la calle. Son los recursos que se usan en último caso cuando tu despistado amigo está tan absorto que parece que va a salir flotando a la luna y tú tienes que hacer algo para anclarlo al suelo. Hablando después con los otros dos amigos que me acompañaban de paseo el sábado, me dijeron que el pobre Jorge me saludó y saludo y me hizo señas una y otra vez y yo nada.

No se que sucede cuando voy por la calle, ya sea sólo o acompañado, que me olvido del mundo a mi alrededor. No se siquiera como es que no me ha atropellado ningún coche o como no he tropezado o golpeado contra una farola (esto segundo si me ha pasado, pero fue por ir haciendo el bobo con mi primo)
Sea como sea, camino absorto en mi, o en mi y quienes me acompañan, con la mente fija en lo que voy a hacer, y todo lo demás, desaparece. Si alguien quiere saludarme, tiene que pararse delante de mí y decirme “Hola Álvaro” y yo, reacciono entonces, y vuelvo a ser parte del tejido social, y, tras mi sorpresa, le contesto gratamente al saludante.
Nunca veo a nadie ni nada. Me puedo pasar las horas en una esquina viendo a la gente pasar – mientras espero al bus, por ejemplo- y, ya puede pasar toda la colección de amigos y conocidos que, como no me griten algo, yo ni me entero. Es como cuando me dicen los chicos, “mire profe, un mono en aquel árbol de allá”, y yo, por más que miro no veo mono alguno.
Siempre, siempre he sido así. Siempre he sido el tipo al que le tienen que decir “a esa chica le gustas”, pues si no, yo ni una. Recuerdo un día en la universidad en que una compañera de clase me dijo “te está saludando una chica allá en el hall”. Yo, en la barandilla del primer piso del claustro, por más que miraba no veía a nadie que saludase, conocido o desconocido. No me extraña que la pobre Vanessa se enfadase y no viniese más a verme.

En algunos casos, puede ser complicado hacer amistades o mantenerlas teniendo semejante problema. En otros, cuando hay amigos de verdad, de esos que le conocen a uno bien por dentro, no hay problema, pero, aún así, siento que va a ser difícil que el destino se cruce un día conmigo en mitad de la calle me salude, y haga algo nuevo en mi vida. Pero no seamos pesimistas ¿Quien sabe? La vida da muchas vueltas, y mientras despierto y no de mi despiste, este chico que una vez se levanto de la mesa del desayuno, y, en lugar de llevar los platos y la taza al fregadero, se fue derecho a su pieza y los metió en el armario junto al pijama, aprovecha estas líneas para pedir disculpas a todos aquellos que en algún momento se hayan sentido ofendidos porque no les devolví el saludo, y para agradecer a amigos que, como Jorge, no tiene reparo ninguno en echarme el lazo al cuello y sacarme el río del despiste.

domingo, 3 de febrero de 2013

Por culpa de una preposición

Llevo varios días riéndome para mis adentros cada vez que salgo de la ducha y me veo desnudo ante el espejo mientras me seco con la toalla. No le pasa nada a mi cuerpo, a mi sexo, ni me avergüenza mi desnudez; todo se debe a que, al verme desnudo ante el espejo, no puedo evitar recordar últimamente cierto chiste verbal, así que lo voy a escribir acá para no olvidarlo -aunque a mí este tipo chistes me suelen durar per secula seculorum-, con perdón de mi amiga Jovana.

Todo se remonta a hace más o menos 10 días, cuando durante el almuerzo, la Jova dijo que nos iba a invitar a un sitio donde servían arroz en bolas. No había acabado la Jova la frase y yo, ya estaba soltando tremenda carcajada y preguntando si la persona que servía arroz en bolas era hombre o mujer, para ver si me animaba o no a ir a tan “ligero” almuerzo.
Jovana se empeña en que ella dijo “arroz con bolas”, y no “en bolas”, y como los dos somos un tanto cabezones, no nos podremos de acuerdo, pero, lo que si haremos, seguro, es reírnos una y otra vez del “arroz en bolas”. Y como acá sirve arroz tres veces al día, y además todo apelotonado (es decir, hecho pelotas o bolas), pues el cachondeo diario está asegurado.

No se si hay algún restaurante en Ecuador en el que sirvan arroz en bolas. Acá son bastante pudorosos, así que lo dudo. Y menos aún que los restaurantes que ponen arroz, lo hagan servir en bolas. Imagínense el cuadro. No creo que haya un solo restaurante en Ecuador en el que no sirvan arroz, y si lo hiciesen en bolas... al final todos irían en bolas, porque prácticamente todos cocinan y comen arroz. ¡16 millones de personas en bolas! Ecuador sería así como un paraíso para las colonias de nudistas, claro que de nudistas de dieta arrocera.
No me parece tan descabellada la idea. En la sierra, la verdad, los pobres camareros rascarían algo de frío, pero acá en la amazonía y en la costa, el clima acompaña. Cuántas veces tiene uno tanto calor que le gustaría sacarse toda la ropa y quedarse como dios le trajo al mundo. Pues ya tiene usted la solución: monte un restaurante o hágase camarero o camarera y comience a servir arroz en bolas. Nudismo justificado y autorizado por el ministerio de comercio y sanidad. Lo malo va a ser lo de los pelos, porque si ahora los cocineros y cocineras tienen que ponerse cofias, velos, mascarillas y similares para envolver su cabello, a saber lo que tendrán que ponerse para evitar que los “otros pelos” también caigan a la sopa. (Antes del arroz, acá siempre sirven un plato de sopa, y no creo que lo sirviesen vestidos, porque imagínense el show del camarero despelotándose en medio del bar mientras sirve los segundos platos...)

La verdad es que tiene bolas el asunto. Pero, en fin, dejemos de decir boludeces y tonterías. A fin de cuentas, acá no sirven el arroz en bolas o -eliminemos la maldita preposición- hecho bolas. Siempre le sirven arroz sueltito o en forma de montañita cual Chimborazo chiquito. De momento, en ningún lugar lo he visto servir con forma de bola. Lo único que sirven en bola es el plato verde, que por cierto abunda casi tanto como el arroz en el menú de cada día, así que a lo mejor los que sirven bolones de verde lo hacen en...