El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

viernes, 28 de septiembre de 2012

... y dos huevos duros

Se han ido los estudiantes a sus casas. Por fin, tras un mes loco, un poco de tranquilidad. Como despedida, el desayuno del domingo, arroz con huevos duros. Ni lo uno ni lo otro son novedad. El arroz aquí es como el pan nuestro de cada día, nunca falta; y los huevos duros son ya costumbre en el desayuno el día que los estudiantes retornan a sus comunidades. Debe ser para que puedan llevarse algo en el bolsillo para comer por el camino (más de una vez les he visto meterse el huevo entero, pelado o sin pelar, en el bolsillo, supongo que para ir comiendo algo camino de casa... Después de todo, con el hambre que pasan muchos de ellos en sus comunidades...)

En fin, el asunto es que este domingo que pasó las cocineras del internado se pusieron a cocinar huevos cosa tonta. No se si es que nos regalaron un quintal de huevos, si la gallina del vecino de volvio loca y empezó a dar huevos a razón de uno cada 30 segundos, o que las cocineras no saben contar, y en lugar de cocinar 200 huevos, cocinaron "un montón" para no quedarse cortas.
Lo malo es que hay montones y montones, como diría Mo, la vaca de Bernardo Artxaga en aquella maravillosa novela, y nuestro montón era de los grandes. Un buen montón de huevos. Se fueron los estudiantes, quedaamos cuatro pelagatos en casa, y un montón de huevos. Abres la refri para sacar algo fresco que beber, y te encuentras con un montón de huevos. Miras que hay en el tupper en la encimera, pues más huevos. Todo blanco o color carne, y con forma ovalada...

Así que hemos pasado toda la semana comiendo con Groucho Marx y compañía:para desayunar, pan y dos huevos duros, para comer, sopa, pollo, y dos huevos duros, a la cena, espaguetis con tomate y dos huevos duros... "En vez de dos, pon tres", a ver si así se acaban más rápido porque estoy hasta los huevos de los huevos... por lo menos, me he reído un montón, para mis adentros, eso sí, porque se fue de vacaciones mi compañero de películas de risa y aquí nadie más conoce a los hermanos Marx.


Espero que el próximo domingo no amanezca nublado y las cocineras, escuchando estrañas bocinas se pongan otra vez a cocinar huevos...

Sólo tres veces al día

Una conversación real en un consultorio médico acá en la amazonia...

-Bueno, no se preocupe, no tiene nada grave. A penas una pequeña infección por algo que comió que le sentó mal. Le puede pasar a cualquiera en estos lugares. Tómese estas pastillas, una con cada comida: es decir, desayuno, almuerzo y cena ¿eh? Que no sería usted el primero que se toma una pastilla cada vez que come algo y después vienenn otros problemas...

domingo, 16 de septiembre de 2012

La infancia

Pasan los años, sí, pasan.

Al principio no nos damos cuenta, y luego, de pronto, un día comenzamos a decir "¿te acuerdas cuando...? Y es entonces que nos daamos cuenta de que ese cuando ya no se refiere al fin de semana pasado, al verano que ya acabó, ni siquiera al curso pasado. Hace ya muchos años de ese cuando. Hemos crecido, hemos cambiado nuestras vidas, y los chistes de jóvenes universitarios ya no son contemporáneos nuestros, sino que nos recuerdan a unos jóvenes a los que ya no pertenecemos.

¿Cuándo cambiamos de club, cuando se produjo ese paso de esa edad en la que el tiempo es eterno y uno crece sin darse cuenta, a esta otra en la que nos damos cuenta que cada día somos más adultos y más viejos?
Un cápitulo de la vida, de mi vida y de la de muchos otros como yo, se cerró a los 25 o 26, cuando acabamos la universidad más o menos. Y lo más curioso, es que tarda uno varios años en darse cuenta. Son unos años de transición en los que uno comienza a labrar su propio camino en la vida, ha buscar su sito lejos del cobijo de los padres o del colegio. Durante esos años, se reencuentra uno de nuevo con los amigos de siempre, los "amigotes", y se toma unas cervezas, y se ríe una vez más de cosas estúpidas. Pero, poco a poco, los amigos de siempre cada vez se hacen más lejanos, y, aunque uno no pierde contacto con ellos, ya no se entera de lo que le pasó a fulanio la otra noche, ya no recibe las noticias tomando cortos, o sentado en el césped del campus. Las noticias llegan via e-mail y son breves relatos que abarca meses o años de vida; relatos que uno lee y contesta relatando el resumen de su propia vida en los últimos seis meses. Es entonces que uno mira atrás pensativo y se da cuenta de que la misma anéctoda de siempre, aquella de segundo año de carrera, ya no tuvo lugar hace un par de años, sino que han pasado ya 10 años de aquello, que uno ya no es universitario, que está ya en otro "grupo de edad" y que lleva ya varios años camiando por otros senderos de la vida. Y para cerciorarsse, sólo hay que caminar un día al campus, o hablar con un veinteañero, y ver cuán distintas son ya las palabras de éste y las propias de un mismo.

La infancia (y adolescencia) empieza a ser algo bonito, algo añorado, una época dorada en la que todo era perfecto, en la que no nos podía pasar nada, y en la que alimentábamos nuestros sueños, con los mil y un colores del día a día, preparándonos para dar el gran salto a la vida un día en que ya no fuesemos conscientes de que sabemos saltar. Nuestra vida pasada, esos primeros 20 años de nuestra existencia, se convierten en el más preciado de nuestros libros, y poco a poco, comenzamos a leer cada una de las páginas, cada una de las fantásticas historias, a los pequeños y jóvenes que vienen tras nosotros.
Recordamos viejas historias: "cuando yo tenia tu edad y estaba en el colegio como tú, tenía un profesor..." rescatamos viejas películas y viejas canciones, y las ofrecemos a los jóvenes de hoy en día, más emocionados nosotros que ellos, y llevándonos una enorme satisfacción cuando vemos que a ellos también les gustan. Y entonces, otro engranaje hace clic en nuestro cerebro y nos damos cuenta de que actuamos como actuában nuestros padres cuando éramos pequeños, y nos llevaban al cine, nos compraban tebeos, abrían el baul y nos enseñaban historias y juegos de cuando ellos eran niños, y a veces disfrutábamos, y otras nos preguntábamos que tenía de especial aquella película o aquel juego que emocionaba tanto a papá o a mamá.

Estos días que siento que me hago viejo, pienso una vez más en no dejar de ser niño, en no olivdar lo que fuí hace ya algunos años, y, temeroso, me doy cuenta que seguir siendo niño no es seguir jugando como niño, sino jungando con los niños: compartir con ellos, participar de sus miedos y fantasías, reir con ellos, llevarles al cine, cantarles canciones, a veces con acierto, o tras con peor fortuna. Estar ahí, como estaban mamá y papá, sentados en un banco del parque, medio ocultos pero atentos a cómo nos perdiámos entre los columpios, o allá parados en la orilla de la playa, oteando el horizonte, y los renacuajos que querían adentrase solos en el..

Y no, no me sorprendo tampoco, de que de vez en cuando, además de reir y soñar con los niños, empiece a decirles aquello de:
"niño, deja ya de joder con la pelota
niño, que eso no se dice,
que eso no se hace
que eso no se toca."

sábado, 15 de septiembre de 2012

Mientras dormías

- No puede ser. ¡No y mil veces no! ¿Pero cómo...?

Mientras desayunaba, bebiendo a sorbos rápidos y nerviosos su taza de café humeante, pasaba una y otra vez las páginas del periódico, volviendo una y otra vez a la portada, mirándola con cara de incrédula sorpresa. Nada, no había nada dentro de el diario del lunes que explicase semejante portada.
- Es como una broma pesada, como si fuese 28 de diciembre... No tiene sentido. ¡Cóño, no tiene ni pizca de gracia!.
Su mujer lo miraba indiferente mientras untaba mantequilla sobre la tostada
- ¡¡Te digo que no puede ser!!
El grito de su marido y la cara de enfazado le sobresalto haciendole soltar el cuchillo, que rebotó en el borde de la mesa y calló al suelo. Mientras, tranquilamente se agachaba a recogerlo y lo limpiaba con cuidado en una servilleta, su marido continuaba con su asombro.
- ¡Dime, a ver, cómo puede ser que un energúmeno como este, gangoso, vacio, monigote estúpido, segúndón de turno... Dime, ¿como puede alguien con semejante cara de pánfilo llegar a presidente del pais?! ¡Ahora sí que estamos jodidos! ¿Querían crisis? Tengan dos tazas. Traguen.
Fuera de sí, miraba la portada del diario con rabia, golpeaba en la cara del nuevo presidente electo, no sabía si reir o llorar, impotente, queriendo cambiarlo todo simplemente arrojando el periódico del lunes a la basura.
- ¿Quieres decirme, cómo, por qué, cuándo, cuándo sucedió esto?
- Mientras dormías, cariño, mientras dormías.