El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 31 de julio de 2011

Tripulación abordo

Esta es una de esas fotos que me devuelve la sonrisa y la fe en que la naturaleza es sabia, y que, por más que hagamos por destruirla, al final se adueñará de nuestros oxidados huesos.

La naturaleza todo lo puede. Si no se lo traga todo la selva (como sucedió con las ciudades mayas), lo hará las arenas del desierto.

viernes, 29 de julio de 2011

Dos mundos paralelos

Alguna vez creo que pasé por algún suburbio de Madrid u otra ciudad grande España o Portugal, incluso en mi ciudad, León, también hay algún "barrio pobre". Pero no se asemeja lo más mínimo a la realidad de países como Ecuador.
Cuando en la televisión escuchaba y veía imágenes de países subdesarrollados o en vías de desarrollo, nunca llegué a hacerme una idea de qué querían decir esas palabras. Creo que nadie que no haya llegado a uno de esos países, y que no haya llegado a "vivir" un poco de tiempo en ellos -porque hacer turismo no es lo mismo- puede hacerse una idea de qué implican realmente estos dos términos que habrá leído alguna vez en su texto de geografía en el colegio.
Desde mi punto de vista, y por lo que he podido ver y caminar, subdesarrollo no es pobreza, pobreza extrema. Subdesarrollo es egoismo, reparto desigual de riqueza, corrupción, despiadados e inhumanos intereses internacionales.

En estos países tercermundistas existen dos mundos: uno de casas pobres, con gene pobre, que quizá nunca deje de ser pobre; y otro con lujas casas llenas de riquezas, con gente rica, que, vengan las crisis que vengan siempre sigue siendo rica.
No puedo con esos contrastes. No me acostumbro. Puedo caminar por calles polvorientas, entre niños de rostros sucios que juegan bajo los pilares de la casita de madera, entre barro, chanchos y gallinas, porque no tienen otro lugar donde jugar ni pueden irse a otro lugar, pero no puedo aguantar la rabia al cruzar el puente y encontrarme entrando en un barrio o ciudadela con calles asfaltadas, iluminación, y casas despampanates, donde no se ven niños jugando en la calle porque todos pasean ya por un centro comecial que es tan lujoso como las mansiones de sus papás. No puedo con ello. Incluso ciertas comodidades de las que habitualmente disfruto en España me parecen aquí excesivas, y eso que están a años luz del lujo de la clase alta (o media-alta) de acá.

Me dirán que exajero. Yo les digo que no. En el simple hecho de coger un bus o un avión, se ve la diferencia. En el mismo trayecto en uno y otro medio, es como si viajaran dos países distintos. En una ciudad como Guayaquil, o como Quito, uno puede, en cuestión de minutos, cruzar de una calle con alcantarillado y luz eléctrica a otra de casas de bloques (o de caña) donde no existe la más mínima salubridad. Y si se va a las afueras, se econtrará con auténticas ciudadelas-fortaleza, repletas de un lujo que le harán pensar que se ha convertido en ciudadano de segunda.
Lo más triste es que esos dos mundos nunca se dan la mano aquí. O muy rara vez lo hacen. Me gustaría que lo hiceran sí, me gustaría que los ricos salieran de sus casas-fortaleza, dieran un paso al frente, y empezaran a invertir dinero en equilibrar la balanza, en dar una oportunidad a los que viven al otro lado del río. Que se rebajasen y empezasen a dejar a un lado parte de su lujo para que los demás tengan también su parte. Pero lo veo dificil. Han sido educados de cierta manera, y llegados a cierta edad, es dificil cambia su concepción del mundo.
No por ello pierdo la esperanza. Sigo bien firme trabajando por ella. A través de ONGs, a traves de la iglesia verdadera, presionando a gobiernos, denunciando injusticias, y sobre todo, a través de la educación, educando, mostrando a esos aún pobres, que crecer no quiere decir llegar a ser ricos. Hay otras formas de riqueza.

Alguna semilla caerá en buena tierra.
Y mientras tanto, sigo haciéndome de tripas corazón cada vez que veo desde fuera esas casas tan ricas, y esa gente con celular pegado a la oreja subiendo o bajando de aviones, o a esos turistas sacándose fotos sonrientes tanto en un lujoso complejo hotelero en la costa como en una calle fangosa con chanchos y moscas, siempre sin preguntarse el porqué de ambos paisajes.
Tengo la sensación de seguir caminando hacia ese Mundo Felíz que tanto miedo me da. Si algún día llega, yo me quedaré a vivir fuera de la burbuja.

Con los pobres de la tierra
quiero yo mi suerte echar.
El arroyo de la sierra
me complace más que el mar.
-José Martí
(En la foto, una imagen de las fabelas de Guayaquil, en pleno centro de la ciudad)

miércoles, 27 de julio de 2011

Cuyabeno

Pocos sitios quedan ya de esta tierra que sean vírgenes, lugares donde el pie del hombre no haya llegado y modificado con su caminar la naturaleza. La selva amazónica no es excepción: ya casi no queda selva virgen. No quiero quitarle romanticismo al tema, pero aquella selva donde uno podía perderse y vivir sin ser econtrado jamás, es ya casi un mito. El hombre, por unas razones u otras, acaba imponiéndose en casi todos los rincones del mundo.
Por desgracia su paso no es inocente. Va allí donde hay algo que le interesa y se lo lleva al precio que sea. La selva amazónica desaparece poco a poco cada año. La tala de árboles, la explotación del petroleo y otras actividades mineras van acabando con la selva poco a poco, contaminándola, convirtiendo ese pulmón verde en un desierto.
Es muy dificil, dentro del modo de vida actual, convencer a nadie de que se deben dejar los bosques tranquilos, de que hay que conservarlos pues ahí está nuestro futuro. El petróleo y la madera pesan al final más que cualquier argumento ecologista. Pero hay también otras maneras, menos intrusivas, menos destructivas de obtener un poco de jugo de la naturaleza. El turimso, por ejemplo.

Cuyabeno es un río y unas lagunas de zona de bosque tropical inundable, en la provincia de Sucumbíos, Ecuador. Un pedacito de selva que ha sido declarado reserva y que parece salvarse de la contaminación de las petroleras y la tala indiscriminada de madereras. En ella subsisten los más diversos e inimaginables animales y plantas, y también algunos grupos humanos, nativos, tan especiales y únicos como el resto de flora y fauna de la reserva. Aunque parezca extraño, la peculiar orografía de Ecuador, los diversos procesos que tuvieron lugar en la historia geológica del territorio que ocupa este pequeño país, le han dotado con una gran cantidad de microclimas que contienen unas de las floras y faunas más variadas del planeta, inclídas, por supuesto, especies en peligro de extinción, espcies que no viven en ningún otro lugar, ni siquiera en otras zonas de la amazonía, lo cual no deja de sorprender si pensamos que Ecuador no es en sí un país amazónico, ya que su superficie de selva tropical es mínima si lo comparamos con Perú o Brasil. Ecuador fue, y sigue siendo, una puerta a la amazonía. Una puerta muy especial, eso sí, y Cuyabeno es un claro ejemplo.
Desde hace ya más o menos un par de décadas, esta zona, que estuvo a punto de sufrir daños irreversibles por la contaminación petrolera, ha encontrado una segunda vida con el turismo. Un turismo bastante cuidado -turismo ecológico le dicen- que obtiene un beneficio considerable de la riqueza de la zona sin destruirla. Al año, unos 7.000 turistas, la mayoría de ellos extranjeros, visitan estas lagunas de Cuyabeno para disfrutar de la diversidad de especies de la zona, para pasear por un pedazo de selva, observando detalles que el cemento borró hace ya años de sus ciudades, viviendo, ya de adultos pequeños sueños infantiles (dormir en la selva) para luego volver a sus países con un puñao de fotografías y anécdotas.
Es realmente una manera bonita de recargar los pulmones y la mente con aire limpio, y de dejar algo para que esa gran bombona de oxígeno que es la amazonía siga funcionando. Y también para tomar conciencia de que no sólo necesitamos los bosques en fotografías.

Y cuando se van los turistas, los que aún permanecen aquí, pueden seguir disfrutando más o menos de la vida que siempre vivieron en la selva, ahora alterada por la presencia de unos hombres blancos, que parece que aunque muy poco a poco, van aprendiendo a no destruir y apreciar otra manera y otras formas de vivir en este mundo.
El progreso no se puede parar, pero es mejor ser guía turístico o guardabosques, que petrolero o maderero.







Made in U.S.A.

En el poco tiempo que llevo en ecuador una de las cosas que más me llama la atención es el contraste entre la tirria que le tienen aquí a los Estados Unidos, y lo metida y aceptada que está aquí la cultura estadounidense. Ellos parecen no darse cuenta, pero yo, que vengo de Europa, me fijo una y otra vez en detalles que sólo había visto en películas made in USA, lo cual, dada la fama de los Estados Unidos acá, no deja de ser chocante.

Fíjense. Suelen hablar de la unidad latinoamericana, de no dejarse caer bajo el dominio yankee, y sin embargo, acá gran cantidad de cosas son made in USA:
Aunque ya empieza a verse el made in china (made in PRC pone ahora quizá para despistar) aquí gran cantidad de electrodomésticos están fabricados en Estados Unidos. El tipo de señales de tráfico (las pocas que hay) son de modelo norteamericano; del mismo modo una doble raya amiralla separa los carriles de la carretera. Hay Kentucky Fried Chickens sembrados en cada esquina, los enchufes son de patillas planas, la luz a 110 V., es fácil encontrar mantequilla de maní... La gente con plata ansía irse de compras a Miami, los malls, como pequeñas ciudadelas donde la gente hace la vida proliferan por doquier, coches enormes paseándose por la ciudad, tragando litros de gasolina (hoy mismo vi un Ford que debía ser el Ford Bestia)
Incluso en el tipo de construcciones y planificación urbana veo un recuerdo de las películas de Estados Unidos: casas bajas, extensiones de calles bajas, por la ciudad, en ciudadelas a todo lujo y con calles muertas en las afueras de la ciudad. Apenas hay edificios de pisos.
Y más y más detalles que no me vienen ahora a la cabeza.

Quizá exajere, quizá algún ciudadano de Estados Unidos me diga que la vida en su país no es así, que sólo me fijo en clichés. Quizá algún ecuatoriano se sienta ofendido. Nunca he estado en Estados Unidos, mis referencias son el cine y la televisión, y mi visión aquí es todavía muy extranjera, pero, en un país que trata de definirse buscando sus valores en las culturas propias, cuando uno sale de las comunas en la selva o de los pueblitos de la sierra, esto se asemeja, o se me asemeja a mí a un Estados Unidos de segunda clase, con calles de barro y gente pobre, pero comiendo pollo frito.

Quizá sea que echo algo de menos la vida citadina europea... sobre todo cuando salgo de esa realidad en construcción (o reconstrucción) de la selva y piso en la realidad que vive y siente la mayoría de personas en este país, para las que los indígenas son algo ya muy lejano sacado de alguna película o documental.

Privatizando lo que es de todos; apropiándose de lo que es de uno

Oímos hablar de que hay bienes que son de tdos y no deben convertirse en privados: el agua, el aire, por ejemplo. Es una preocupación constante, creo, el ver que estos bienes no se privaticen en el futuro o estén siendo privatizados ya, aunque a veces lo vemos como algo lejano.
¿Y Dios? ¿Acaso no es de todos? ¿Por qué se empeñan en ponerle nombre y casi rostro también, haciéndolo sólo de unos? Y en el mismo sentido ¿Quién se creen que son algunos para apropiarse de las creencias e ideas de otros e intentar comprarlas, cambiarlas, manipularlas a la fuerza?

Con todo el lío que está teniendo lugar acá en este pezado recóndito de selva, olvidado para unos, muy en mente para otros (propios y ajenos), no paro de preguntarme para qué tanta evangelización. ¿Quiénes se creen los que vienen que son para decirles a estas gentes que les traen la fe verdadera y la salvación? Me da la sensación de que han estado todos ciegos durante siglos: La Iglesia Católica, el ILV, y demás confesiones que proliferan entre la selva estos días, una selva que se va apagando su verdor al mismo tiempo que se apagan los colores de su gente para convertirse en tristes blancos y negros.

Estas gentes de selva ya tienen su espiritualidad. No necesitan que les traiga otros dioses más verdaderos, no necesitan sacramentos y rituales ajenos. Ellos tienen los suyos propios, los ciegos que vienen predicando al son de trompetas, mejor harían en callar esas trompetas y quitarse la venda de orgullo que llevan en los ojos para dejarse llevar y ver.
Lo que verían es que esas verdades que ellos dicen traer ya están aquí. Pintadas con otros colores, dibujadas con otras formas, pero siempre trazas por la mano del hombre, de un hombre tranquilo que aún sabía mirar a la naturaleza y encontrar el espíritu que vive en esta tierra y nos da vida a todos. Un espíritu universal, que muchos, por no querer aprender a ver, se empeñan en privatizar, y luego en imponer, claro.
Porque, si uno sólo quiere ver las cosas a su modo, si no reflexiona y reconoce que lo que el hermano le dice es lo mismo pero con otras palabras, porque cada uno tenemos nuestra propia forma de expresarnos, si nos encerramos en nuestra visión, entonces nos quedamos sólos. Y necesitamos convencer a otros de nuestra visión para poder volver a ser comunidad, pues el ser humano es gregario por naturaleza.
Pero esa comunidad que hemos creado ya no es una comunidad verdadera, es falsa, artifical, pues la hemos creado no a través del compartir, de una simbiosis entre todos los miembros de la comunidad, sino a través de la imposición personal y egoista.

Quizá por eso no puedo adscribirme a ningún culto. Me parecen todos egoístas. No quiero aceptar a ciegas las cosas. Quiero compartir lo que ya siento y recibir lo que otros quieran compartir conmigo. Eso es lo que debería hacer las iglesias de este mundo si de verdad les interesa llegar a la gente y crecer, crecer por la gente, crecer por dentro. Si siguen pensando en crecer sólo para ser más grandes y tener una lista de socios cada vez más gruesa, y llegar más alto, lo único que conseguirán es morir, porque en las alturas, subiendo en línea recta como ellas hacen, lo único que van a hallar es que no hay aire. Y sin aire no hay vida.

Sólo espero para este futuro nuestro que nos dejen respirar. Que nos dejen vivir nuestra vida. Que nadie venga con cruces para imponernos credos, que nadie nos recoja en aviones para llevarnos a vivir de otra manera o en otros lugares. El que venga, que venga desnudo. Para asimilar con cada poro de su piel la buena nueva que tenmos aquí, y para mostrarnos el brillo de su alma sin difraces ni corazas.

Dios es ubicuo. Está en todas partes, como el amor. Y como el amor, no tiene rostro, no tiene nombre, no puede ser comprado, cambiado, privatizado. No está en los sacramentos, en libros sagradas, en templos e iglesias. Él simplemente está. Y los únicos santos dignos de él, son los que le saben ver en los ojos del extraño, por muy diferentes que seamos los unos de los otros.

martes, 26 de julio de 2011

Miedo

En estos días que vivimos se viene diciendo que vivimos un "giro a la derecha" o "un giro conservador". Uno ya no distingue entre partido de izquierdas o de derechas pues todos hacen la misma política conservadora: simplemente cambia la agresividad con la que ejecutan su políticas. Instituciones como la banca (que se hace llamar neoliberal) o la Iglesia Católica (que trata de atraer a los jóvenes) se vuelven también conservadoras, cortando de raiz o cerrando el paso a otras ideas distintas a las llamadas "tradicionales".
Si alguien no acaba de ver bien a lo que me refiero, que piense en el giro conservador en España en las últimas elecciones, en la política económica internacional para hacer frente a la "crisis", o, en un aspecto más cercano para mí, en la actitud de la Iglesia en la provincia de Sucumbíos aquí en Ecuador.

Giro conservador. Vuelta atrás.Para mí no es más que miedo. Miedo al cambio. Miedo al futuro. Miedo a reconocer que ciertos sistemas, ciertas estructuras ya no sirven y hay que crear unas nuevas. El mundo ha cambiado y "ellos", pétreos, siguen amarrados a sus viejas ideas, tumbando las nuevas, muertos de miedo. De un miedo egoista.


Está todo ya bien claro. El sistema está obsoleto. Como una computadora que ya se quedó desfasada y por más piezas que se le cambien ya no se actualiza. Necesitamos una nueva, y en este caso no sirve un modelo creado a partir del anterior. Hay que empezar de cero, papel en blanco y a imaginar.
Ya estoy harto de las mil y un recetas para acabar con la crisis. Todo el mundo mezcla y remezcla los mismos ingredientes, como si probar algo nuevo nos fuera a envenenar y matar. ¡Pamplinas! ¡Puro miedo! Miedo al cambio, al verdadero sacrificio a tener que aprender un nuevo modo de vida, temen perder las riendas del caballo, eso es todo lo que les pasa. Pero ¿de qué nos sirven las riendas si el caballo es viejo jamelgo y ya no cabalga?

Personalmente ya estoy cansado de economistas, políticos y cardenales que quieren morir sentados en su silla de oro bebiendo vino rancio en copas de plata. Cansado de un mundo en el que nos moldean de manera que el rico quiere ser más rico y el pobre mira al rico queriendo ser como el; el primero construye muros y rejas para proteger sus posesiones y el segundo lucha por no morir en el arroyo y conseguir romper las rejas del rico.
¡Basta!

Yo no me considero ni rico ni pobre. Porque aún nada tengo, ni nada anhelo tener. Vivo con lo puesto y así quiero vivir. Nunca con poco, nunca con mucho. ¡Cambiemos ya! ¡Cambiemos la receta, la partitura! ¿Por qué no se puede? ¡Que el mundo se vaya al carajo!  ¡Cuántas veces habremos cambiado ya, cuanta gente se habrá aventurado a cambios en siglos pasados!
Demos el paso de una vez y dejemos de remendar una máquina que ya no sirve.