El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

jueves, 28 de enero de 2010

Felix Catus

Para Kiko y Whisky, que me inspiraron esta historia.

-Macho, no sé qué le das de comer a este bicho, está enorme.
-Hombre, no escageres. ¿Cuánto hace que lo viste por última vez? Por lo menos seis meses. Los gatos crece deprisa, su vida es mucho más breve que la de un ser humano; y además éste es de tipo grande, ¿verdad Metro? -Félix se agachó y acarició cariñosamente a su gato.
-Todavía no puedo creerme que le pusieras Metro por nombre. He visto cinéfilos pasados derosca, pero lo tuyo no tiene igual.
Felix sonrió divertido a su amigo, invitándole a entrar en el piso. Se acababa de mudar a la ciudad y lo único adsequible que encontró fue un viejo piso al final de una empinada escalera de un alto y viejo edificio. No había ascensor, no había calefacción central, había desconchones en las paredes, la cisterna de váter perdía agua, los azulejos de la bañera estaban negros de moho y humedad, daba miedo tocar el interrupto de la luz de la cocina y aún más miedo enchufar algo que consumiese másque un televisor, y si alguna vez perdía las llaves, no haría falta cerrajero: una buena patada sería suficiente para abrir la puerta de entrada al piso.
Eso sí, la comunidad de vecinos no puso ninguna pega a tener animales.
- Como ves, hay bastante trabajo -Félix caminaba de habitación en habitación, enseñándole el piso a su amigo.- Habrá que cambiar la instalación eléctrica, por lo menos las llaves y los enchufes, sino también el cableado, y revisar varias juntas en la instalación del baño, sellar azulejos,... y luego quiero comprar un par de muebles baratos, salvo el sofá de la sala de estar y esta cama, no hay mucho más. Me hace falta una nevera más grande, y alguna estantería para libros, una cómoda... En fin, los muebles, sobre la marcha, primero las chapuzas... ¿Qué dices?
- ¿De verdad no pudiste encontrar nada mejor?
- Que no pongan pegas para tener animales, no. No se que manía le ha entrado ahora a la gente de no permitir animales domésticos en un edificio. ¿Qué les importa a ellos lo que cada uno tenga en su casa? Y claro, no iba a dejar al pequeñín en la calle ¿verdad?-. Metro ronroneaba alrededor de Félix, refregandose contra las piernas de éste.
- Bueno, ya sabes, dan olor, maullan y no dejan dormir... En fin, ¿cuándo empezamos la reforma?
-¿Qué tal el sábado que viene?
-Por mi, bien.

El timbre del portero automático sóno justo a las 4 de la tarde del sábado. Eduardo, puntual como un reloj apareció en el umbral del piso de su amigo Félix, sin aliento después de subir 5 pisos a pie por unas gastadas y empinadas escaleras, mochila al ombro con un vaquero descolorido y una camisa vieja a modo de ropa para la faena.
-Aquí estamos. ¿Todo listo, compraste todo? Voy a cambiarme de ropa y empezamos a darle.
Metro apareció ahora corriendo por el pasillo, jugando con una tuerca, pasando a raudo entre las piertas de Eduardo.
-¡Juraría que este bicho está mucho más grande que la semana pasada!
-¡Ilusiones tuyas!
Al final de la tarde, con yeso en el pelo, los dedos doloridos y el baño encharcado de agua, acordaron seguir la faena la semana siguiente. Félix tendría que llamar a un fontanero, un gasto extra, pero es que hay conocimientos que escapan al común de los manitas y demás mortales.

-Mira, esta és. Y luego este armario.
-Sí, creo que quedarán bien. ¿Te las mandan a casa con el frigorífico, no?
-Eh... sí, supongo que sí, pero no las montan. Yo había pensado que ellos lleven el frigorífico entre semana y tú y yo nos llevamos hoy los muebles y así aprovechamos la tarde para montarlos. Venga, no me mires así, no pueden pesar tanto.
-Cinco pisos. Sin ascensor.
-Cinco pisos, cinco pisos. Bah. Enclenque.
-Está bien, esta bien, tú mandas. ¿Algo más?
-No... pero ya de estar aquí voy a aprovechar para comprar comida para Metro. Se me está acabando y aquí es más barata.
A Eduardo le mareaban y le hacían gracia las grandes superficies. Mil metros cuadrados llenos de los más dispares artículos, ordenados por secciones: empezando por los productos de limpieza, luego los alimentos, la ropa, e incluso muebles. Pura estrategia comercial de última generación: ibas a comparar una estantería y acababas llevando además comida para el gato, el nuevo cepillo atrapa-polvo que iba a revolucionar tu limpieza de los domingos de la mañana, y alguna película barata en DVD.
-Buff, no se qué pesará más, la estantería o ese paquetón de comida comida para gatos. Que burrada ¿Se come todo eso?
-En una semana. Está creciendo. Esta comida es especial para gatos en edad de crecimiento.
-Y es como una papilla blanca que sale de la tierra y la patentó H.G. Wells...
-Ja, ja, ja.

Sin aliento, apoyados en la pared descansando después de acarrear un armario, una estantería, y 6 kilos de comida para gatos durante 10 largos tramos de escaleras, por fin habían llegado a casa. Atrás quedaba un nuevo desconchón en la pared del descansillo del cuarto piso, la estantería de Félix estaba ahora un poco estallada en un extremo, pero serviría igual. Delante, les esperaba aún lo peor: varias horas peleando con tornillos y tablas y unos planos de montaje diseñados por algún industrial de mente enrevesada.
Metro les dió la bienvenida en cuanto entraron por la puerta.
-¡Dios mío, está aún más grande! Mira, ¡si ya me llega a la altura de la rodilla!
-Qué exagerado es el tío Eduardo, ¿verdad pequeñín? Mira, mira, comida. Jejeje.- Felix corria agachado jugando con Metro, mostrandole el enorme paquete de comida para gatos.
La tarde transcurrió sin problemas fuera de lo normal. Sobraron algunos tornillos, otros no aparecieron -Metro seguro tenía algo que ver en esto último- y en la papelera había ahora unos arrugados planos de montaje... Pero el armario y la estantería estaban en pie. El piso de Félix ya parecía más un piso y no un edificio abandonado desde los años 50. Los dos amigos observaban satisfechos su obra, lata de cerveza en la mano, mientras metro se lamia tranquilamente tumbado en el sofá.

No veía a Felix desde la fiesta de inauguración del piso, de eso hacía ya algo más de un mes. Había hablado con Félix por teléfono, invitándole a cenar, a dar alguna vuelta o a quedar a ver alguna maratón de cine clásico. La respuesta había sido siempre la misma: tengo trabajo pendiente, estoy agotado, o la última vez, ando algo mal de dinero. Un funcionario de la administración pública no es que ganase una pasta gansa, pero tampoco era un mileurista. A Eduardo en verdad le habían extrañado las negativas de su amigo, pero en fin, a algunas personas les cuesta adaptarse a nuevos sitios y nuevos trabajos, y estar todo el día en esa oficina, le tenía que volver a uno loco. al menos así creía él. De cualquier manera, era viernes, después de mucho insistir, había conseguido quedar con Félix para cenar y charlar un rato. Había elegido un lugar decente y adsequible, así, si Félix se empeñaba en pagar a medias, no sería mucho el gasto. Quizá si era cierto lo de los problemas económicos: alquiler, muebles, luz, la comida para el gato... ¡El gato! Por favor. En fiesta de inauguración todo el mundo había hecho comentarios a cerca del tamaño del pequeñín, y no sin razón. Seguía creciendo, ya era casi tan grande como muchos perros, Felix decía que era normal, y quizá lo fuese...
Eligieron cenar de tapas. Estaba de moda. Era más barato y uno provaba distintos tipos de raciones a la vez. El local era agradable, decorado con muebles de madera y aspecto rústico, la iluminación no molestaba, y Van Morrison sonaba de fondo, audible pero no tan alto como para impedir una conversación a un tono de voz normal. Eduardo miraba con curiosidad a su amigo mientras saboreaba una nuepa tapa de patatas con espaguetis y queso y no-se-qué. En verdad Felix parecía cansado, desmejorado, con ojeras, la ropa, aunque limpia y planchada para la ocasión, olía a gato.
-Sí que tienes mal aspecto, sí. ¿Tan mal te tratan en esa oficina?
-Es un trabajo cansado, sí... llega uno a casa, y está todo revuelto, y tiene que ponerse manos a la obra otra vez... ya sabes.-Félix daba vueltas con el tenedor a sus espárragos con salsa y patatas mirando el plato mientras hablaba con su amigo.-No me tratan mal pero es duro.
-Yo creo que deberías tomarte unos días libres. Descansar un poco, quizá hacer un pequeño viaje,...
-¡No, no, eso no! Estoy bien, es solo el estress. Irme... no, no.
-Solo te pido que te tomes unos días libres para tí mismo. ¿Qué te preocupa, el dinero? Yo te presto algo para el viaje. ¿O el gato? Si es por el gato, tranquilo, yo le cuido unos días.
-No. Es... muy cariñoso, muy... creo que me echaría de menos.
-Sólo es un gato, Félix. Venga, yo te presto el dinero, sal, descansa unos días, olvidate del trabajo, del gato, de ese piso, dedícate un poco a tí mismo.
-Es que no puedo. No lo entiendes, bueno, tampoco espero que lo entiendas. Tener un gato es una responsabilidad enorme. El pobre ahí solo todo el día, sin nadie que le mire de 8 de la mañana a 4 de la tarde. Y el gasto. Ni te imaginas el gasto que supone criar a un gato... terrible. ¿Que tengo mal aspecto, que voy mal vestido, no me afeito, que no salgo de viaje? ¿Cómo queréis que lo haga si tengo que cuidar de un gato? ¡Ah, pero vosotros que sabréis si no tenéis ni animales, ni hijos, ni nada!
-Vale, vale, no te enfades. Te invité a cenar porque eres mi amigo, te conozco desde hace años y me extrañaba tu cambio de actitud, eso de pasarse semanas sin salir, en casa. Pense que te vendría bien despejar un poco la cabeza, lo último que quiero es ponerte más nervioso. Si lo que crees que necesitas es quedarte unos días en casa cuidando de Metro y descansando, hazlo. Si necesitas algo, llámame. Eso es todo.
-Lo se, lo se...

Eduardo entró en la oficina en que trabaja Félix oteando por encima de los mostradores intentando localizar a su amigo. Pasaban las semanas y no sabía nada de él. No contestaba al teléfono, ni a los e-mails, ni al portero automático. Su casa tenía las persianas bajadas, daba el aspecto de que se había marchado de viaje sin avisar a donde ni por cuanto tiempo. Eduardo se había comprometido a dejarle un tiempo de descanso y reflexión, pero los días pasaban y la falta de noticias no hacía sino acrecentar su preocupación.
Una secretaria rubia y sonriente pasaba las hojas de la agenda de citas con aire despreocupado. Recordaba haberla visto en la fiesta de inauguración del piso de Felix.
-Hola, buenos días. Buscaba a Félix García. Trabaja aquí, creo. Soy Eduardo, un amigo...
-¡Chisss! Baje la voz. Si el jefe le oye...
-No comprendo...
-Hola. Miriam, encantada. No vemos a Felix desde hace más de tres semanas. Pidió cuatro días libres y desde entonces no ha vuelto. No contesta al teléfono, su casa está cerrada, nadie sabe nada. El jefe está que trina, dice que en cuanto aparezca, o tiene una buena excusa o le pone de patitas en la calle. ¿Tú tampoco le has visto?
-No, no, por eso decidí pasar por aqui. Hace ya tiempo que no se nada de él. Me preocupa, no es el típico tipo que se marcha de viaje sin decir nada a nadie, o que deja el trabajo así sin más. Debe ocurrirle algo grave, supongo.
-Eso me parece a mi también.

Desde la calle, todas las persinas del piso de Félix estaban bajadas. Había llamado a los padres de Félix, encontró el número en una vieja agenda y por suerte no habían cambaido de teléfono en todos eso años. Tampoco sabían nada de su hijo desde hacía un mes, y ahora además se habían quedado con un aire de preocupación. Les prometió que pasaría por la casa de Félix y entraría fuese como fuese. Aunque tuviese que llamar a la policía.
Llamó insistentemente al portero automático sin obtener respuesta. Estaba ya a punto irse, cuando salió un vecino.
-Hola, disculpe. No se si conoce a Félix García, el vecino del quinto. Soy Eduardo, un amigo. Nos tiene algo preocupado, no sabemos nada de él, y el piso se ve cerrado desde la calle, usted no le habrá visto...
-¿El vencino del quinto? No, no ya hace tiempo que no le veo, es verdad, no me había dado cuenta. Pero irse, no, de ningún modo, ahí hay alguien, se oye rudio.
-Quizá sea el gato. Tiene un gato y quizá lo dejo y va alguien a darle de comer...
-No, no. Se oyer ruidos comunes: los platos, la cisterna del baño, y golpes, sí golpes de puertas o parecidos. Créame, su amigo está ahí, no son ruidos de gato.
-¿Me permite subir? No contesta al telefonillo, quizá esté estropeado.
-Claro, suba.

-¡Félix, Félix! -Eduardo aporreaba la puerta con insistencia- ¡Félix! ¡Se que estás ahí! ¡No me pienso largar hasta que abras! ¡Félix! ¡Vamos, abre, echaré la puerta abajo si no lo haces!
Eduardo comenzó a golpear la puerta con más fuerza, estaba decidido a tumbarla si su amigo no contestaba.
-¡Está bien! ¡Un momento!
Eduardo dejó de dar golpes. La voz de Felíx se oía al otro lado de la puerta. Felix parecía arrastar una caja pesada, luego un portazo, un ruido de llaves, una cadena de seguridad que se soltaba. La puerta del piso se abrió a medias con Felix asomando. Tenía un aspecto desastroso. Llevaba un chandal viejo y lleno de manchas, no se había afeitado en quince días, tenía el pelo graso, ojeras marcadas y los ojos rojos de alguien que lleva viendo la tele a oscuras muchas horas, y del piso salía un hedor terrible a gato.
-¿Qué quieres?
-¿Que qué quiero? ¡Esta si que es buena! Desapareces durante un mes. No contestas al teléfono, ni a la puerta de casa, no vas a trabajar. Tu jefe te va a largar a la calle en cuanto te vea ¿sabes? Que qué quiero. Vamos Félix, reconócelo, algo te pasa, neceistas ver a un médico o hablar con alguien. Por Dios, mírate a un espejo... y ese olor, por favor, parece que huele a gato muerto ahí dentro. Vamos, ahora mismo te aseas y te vienes conmigo. -Eduardo hizo ademán de entrar en el piso.
-¡¡No!!- Felix se resistía en la puerta, pareciá fuera de sí.- ¡¡No, vete, por favo, no entres, no. Estoy bien, vete!!
Eduardo derribó a su amigo y entró en el piso. Estaba completamente a osucras. Logro encotnrar el interruptor y encendió la luz del pasillo y la sala de estar. El piso estaba un poco desordenado pero no era para tanto. Había alguna mancha de comida en el sofá y en la alfombra, algun dvd fuera de su caja encima del reproductor, una camisa y una manta arrugadas en la mesa, nada raro en un piso de soltero salvo ese olor penetrante impregnado por todas partes. Era... meín de gato, sí, Metro se había dedicado a marcar el territorio por toda la casa. Era insoportable. De pronto, se empezaron a oir golpes. Parecían venir del baño. Sí, alguien golpeaba con fuerza la puerta del baño, había alguien encerrado en el baño. Un escalofrío recorrió toda la médula espinal de Eduardo.
-¡Vete, por favor, te lo pido!- Felix volvía en sí y caminaba aturdido por el pasillo.
-¡¿Que hay ahí dentro?!
-¡No abras, vete, por favor, vete!
Eduardo se acercaba a la puerta del baño sigiloso, antes de lograr alcanzar la manilla, la puerta cedió y una enorme bestia se avalanzó sobre él. Metro tenía ahora aproximadamente 1,70 de alto, a cuatro patas. Rugiendo lleno de furia, de un zarpazo derribo a Eduardo y se avalanzó sobre él. Los maullidos eran salvajes. Felix comenzó a caminar hacia atrás, hacia la entrada, y cerró lentamente la puerta del piso. Cuando regresó, Metro mordisqueaba el cuerpo de Eduardo que yacía en el piso, sin vida, sobre un charco de sangre. Félix se acercó y empezó a acariciar al enorme gato suavemente.
-Ya pasó pequeñín, ya pasó. ¿Ves? Te dije te fueras, pero no me hiciste caso -Felix miraba el rostro desfigurado de su amigo- ahora tendré que pasarme la tarde limpiado este desastre. Bueno, mirado otro lado, ahora tendremos comida para unos cuantos días, ¿verdad, Metro? En trozos creo que entrará en la nevera. Pobrecito, que susto, ¿verdad? Esta gente, enfadada, que no sabe controlarse y grita y nos asusta... malos, malos... pobrecín Metro. Ya pasó, ya pasó.

miércoles, 27 de enero de 2010

Criaturas nocturnas

Escribí esta entrada un día 12 de septiembre del año pasado, durante las fiestas del pueblo. De alguna manera se perdió entre los bites del blog y hoy me he topado con ella por pura casualidad... La rescato pues, de entre los agujeros cibernéticos por los que se perdió entonces.

- Acabo de ver a un negro llevando a un blanco en un carro de supermercado.
-¿Qué?
- Que acaba de pasar un negro llevando a un tipo blanco en un carro de supermercado.
- ¡No jodas! -Con cara de incrédulo mirando hacia la ventana del bar.

Afuera, en la noche, en una calle estrecha de pueblo, llena de vida un viernes por la noche, pasan personas no mucho más raras que tú, no mucho más bebidas que tú. Al menos en apariencia.
Salir un viernes o un sábado por la noche a tormar unas cervezas con los amigos, es lo más natual de mundo. Estás rodeado de gente que ha salido con esas mismas o similares intenciones. Gente normal. Hasta que poco a poco vas entrando en la psique de los moradores nocturnos, y poco a poco la tranquila noche de copas empieza a deribar por el celuloide de una película de David Lynch y empiezas a ver todo en color verde Heineken, a viajar por calles llenas de freaks y otros personajes raros sintiéndote como el protagonista de ¡Jo, que noche! de Scorsese.
Mi vida nocturna a veces parece una variación del argumento de esa película, o una especie de versión light de las andanzas de Hunter S. Thompson por Las Vegas, es decir, sin drogas, sin alcohol a embudo, con música normalmente bastante más mala, y sin sexo desenfrenado... pero en el aspecto mental de confundir las cosas, de acabar por las conversaciones más peregrinas y subrealistas, sí, sí, sí. A veces se embriaga simplemente con el aire nocturno.

Pongámoslo sobre el papel. Mi pueblo es un punaño de casas modernas, crecias a golpe de expansión minera que albergan a no más de nueve o diezmil habitantes. El tipico pueblo lo sufucientemente pequeño como para caminarlo entero en una sola tarde y lo suficientemente grande como para tener algo de vida y movimiento contínuo. El típico pueblo donde todo el mundo sabe quien eres, el vivo reflejo de aquella canción, My Little Town, de Paul Simon.
Lo último que espero es que, después de salir una noche con los amigos, acabe pensando en escribir una novela de Philip K. Dick. Pero así resulta la mayoría de las veces. Y es que en mi pueblo hay los elementos suficientes como para rodar la segunda parte de Terciopelo Azul:
-Un bar cuyo nombre nadie recuerda y al que todo el mundo dice Heineken porque toda su decoración y estética es un gran anuncio publicitario de esta marca de cerveza, hasta el punto de no saber si estás dentro o fuera del botellín que bebes.
-Trastiendas o almacenes reconvertidos en zonas vip donde la gente fuma porros o se bebe barriles de cerveza enteros.
-Conciertos de rock cutre donde lo mejor es la cinta de Rosendo que suena antes de que empiece la actuación de los mataos de turno...

Picaporte, no es que yo me meta ni me importe, pero si pierdes el norte, no va a haber ni dios que te soporte...
-Este tipo es la hostia. Hace rimas consonantes con una facilidad
-Sí, es increíble. Yo por más que lo intento no lo consigo hacer tan bien
(Pasan las horas nocturnas)
-¡Me cago en la rima consontante, no me sale ninguna!
-A mi lo que me intriga son las letras. ¿Qué es eso de Picaporte? ¿Cómo le puede llamar a alguien así? No tiene sentido.
-Bueno, acá hay o había un tipo al que le llamaban Picaporte. Tenía un ginmasio y lo cerro para hacerse asaltador de bancos
-¡No jodas! -Otra vez con cara de incrédulo.

Los bichos de la fauna nocturna son también extraños. Hay desde el que "Solo caga duro en martes" pasando por los que se lanzan contra una máquina espendedora de golosinas a hostia limpia a las 5 de la mañana porque no devuelve el dinero ni da comida. ¡Y siguen metiendo dinero aunque dice "no funciona!
Cuando funciona, otros se atiborran a Phoskitos a las mismas horas o un poco antes.
También se logran prediciones del futuro próximo con una exactitud pasmosa "Creo que el maño va a potar". Dicho y echo. O brindis estertóricos o irreverentes: !Por la Troma! Frases inocentes que de pronto desatan carcajadas, cuando, una simple conversación sobre accidentes de tráfico es interpretada por algún bicho nocturno a la escucha, no necesariamente con alcohol en su cuerpo: "El que da por atrás siempre paga".
En mi pueblo y en todas partes. Por lo menos de acuerdo con el Codigo de Tráfico en España, ¿no? No sigo con el tema pues no conduzco y por tanto carezco de experiencia en estos menesteres.

El tiempo pasa y la noche se acaba. Y cada uno llega a casa como puede. Aunque algunos teman perder a algun amigo que hace eses por el puente del rio, el dios de las almas de medianoche le acompaña siempre hasta la cama, siempre que no se pase realmente de la raya. Rara vez sucede eso. Rompamos mitos. Al final, no somos más que un puñao de personas atrapadas entre responsabillidades y horarios ajustados que tienen que buscar una válvula de escape en este cuadriculado mundo y, por modestia o timidez, lo hacen arropados por la falta de luz de la noche. Pues, ¿Que más se puede hacer, un viernes o un sábado por la noche, en un pueblo como este, o una ciudad como esta, en este mundo, que permita al individuo volver por unas horas a su libertad primigenia?
Pero basta de intentar ponerle un fin filosófico o moral a este escrito. Cada uno encontrará sus propias justificaciones y explicaciones. Según escribo estas líneas, una mañana después de haberme reído con una cerveza en la mano mientras un negro llevaba a un blanco en un carrito de supermercado por las calles nocturas de este pueblo, siento que no tengo la cabeza pesada. Y que lo más emocionante de la noche de ayer fue el episodio del carrito, como otros similares, otras noches pasadas. Debe ser que nos hacemos viejos poco a poco. Risas y anecdotas que se tiñen ahora de cierta nostalgia, nostaliga de años más jóvenes e inexpertos, más inocentes y libres, que van quedando atrás poco a poco a poco.
Es el fin de algo, pero el comienzo de otro algo tambén. Pues, qué es la vida sino un chiste, una gran carcajada con lágrimas entrecortadas por medio, una mera anécdota en un todo enorme cuyos confines no alcanzamos ni alcancermos a ver.

PD: El carrito de supermercado estaba volcado esta mañana en medio de una calle peatonal...

lunes, 25 de enero de 2010

Por el corazón de Burgos

Este es un país de historia e historias. Son tantos los pueblos que han ido dejando su huella por estas tierras a lo largo del devenir histórico. Son tantas las historias personales, las enseñanzas dejadas al poso de la tradición y la herencia genética... Las olvidamos con mucha frecuencia, pero el paisaje, nos las recuerda contínuamente, nos las pone frente a los ojos para recordarnos lo que fuimpo y lo que en cierto modo seremos, aunque nos neguemlos a ello.
En estos días en que la inmigración está en lo titulares y en la mesa de algún politicucho que no ve más allá de la punta de sus narices grandes como las de pinocho, quizá la mejor medicina para entender el proceso que vivimos, es dejar nuestra casa vacia con nuestros televisores mudos y tomar un tren o coger el coche dejarnos llevar por las carreteras secundarias de este país -y también por vias no tan secundarias- ocupados ahora en observar el paisaje y en detenernos aquí y allá para ver pequeños pueblos, iglesias y ruinas, y escuchar lo que nos tienen que decir. Una manera distinta de viajar, sin la preocupación de llegar lo más rápido posible a nuestro supuesto destino, sino viajando sin rumbo, despacio, empapándonos de la vida inerte y secreta de la región.

No hace falta ir muy lejos de casa. En las esquinas de la ciudad, incluso en una gran urbe como Madrid o Barcelona, en algún camino olvidado cerca del pueblo, están esos testigos eternos, aguantando inviernos, soportando inexorables el paso del tiempo.
Uno de esos lugares es el centro - sur de la provincia de Burgos. En un radio de unos 30 Km, tomando como centro el hermoso pueblo de Covarrubias, uno puede viajar hacia atrás hasta nuestro pasado más remoto: monumentos megalíticos de nuestros más remotos antepasados, monasterios y torreones, vestigos de una reconquista que nos habla de una mezcla de sangres a la que aparentemente hoy queremos renunciar, vestigos de los diferentes pueblos y gentes que han pasado por este país y nos han dejado su impronta, su herencia, su sabiduría.
Incluso podemos viajar a eras geológicas anteriores e intentar imaginarnos cómo era esta tierra incluso antes de que el primer homínido pusiese sus pies sobre ella.

Y no sólo el viaje en el tiempo. También el viaje a la tranquiliad. A la calma y la lentitud del día en pequeños pueblos silenciosos, donde la "facendera" sigue siendo una ocupación el sábado o el domingo, donde un evento tan sencillo como la matanza del cerdo sigue siendo momento de celebración lleno de significado, donde uno camina tranquilo, ausente del frio y la lluvia de un mes de Enero, y encuentra la hermosura y la armonía entre el paisaje y sus gentes, presentes y pasadas.

Huella de Dinosaurio












Dolmen en Cubelo, Burgos








Iglesia visigoda en Quinanilla














Claustro de Santo Domingo de Silos


Ruinas del Monasterio de San Pedro de Arlanza
















Desfiladero de la Yecla





Liquen. Prueba de la pureza del aire en estas tierras.


Fiesta de la Matanza en Covarrubias.

Gracias Kiko por invitarme a pasar este fin de semana perdido por el "Burgos Profundo"

viernes, 8 de enero de 2010

Basura, basura, basura, basura, basura, basura, basura

Ayer era un fría mañana más de este mes de Enero aquí en esta ciudad de León. Un día despejado a pesar de los contínuos avisos de nieve con los que los medios bombardean a la población con más interes en crear miedo colectivo y curarse en salud teniendo a la gente encerrada en casa, que en otra cosa, pues el cielo al final no soltó ni siquiera una zurraspa.
Un día frio pero agradable para dar un paseo y despejar la cabeza. Con el fin de las vacaciones de navidad la ciudad ha ido volviendo a su rutina habitual: tráfico a primera hora, gente corriendo a su trabajo, y al mismo tiempo, otros aún ociosos paseando con los niños -aún no han regresado al colegio- por los parques o lanzándose de cabeza como locos a algunos grandes almacenes en rebajas.
La rutina de primeros de Enero de cualquier año. Y rodeando esta rutina: basura. Basura por todas partes. Contenedores de basura a rebosar, vomitando basura, con montones de cajas de cartón, bolsas llenas de desperdicios, viejos electrodmésticos que estas navidades hemos reemplazado por otros nuevos más modernos o más acordes con la moda, viejos juguetes que ya no entretienen, zapatos rotos, basura y más basura. Y la gente paseándose en medio de esta decoración como si fuese un viejo amigo más, un elemento más del diseño urbano de nuestras ciudades.
Y es que hay quien arroja la bolsa de basura fuera del contenedor incluso cuando este está vacío. O quien por no darse un paseo hasta el punto limpio, deja su viejo televisor a los pies del contenedor de basuras para que los gatos disfruten de algún programa televisivo en la fría madrugada. A pesar de la existencia en nuestras ciudades de estos "cerdos maleducados" que arrojan basura sin preocuparles en donde caiga, como si aún vivisesen en el siglo XIX (sólo les falta vaciar el orinal por la ventana), hay que reconocer que en este caso, los culpables de la nueva decoración no son ellos.
Hay huelga de recogida de basuras. O algo similar. Me lo explicaron pero ya se me olvidó como era el cuento. Algo de que los trabajadores de una subcontrata del centro de procesamiento de residuos estaban en huelga y no hay por tanto donde arrojar las toneladas de desperdicicios que generamos día a día. Lo de la subcontrata de la subcontrata de la subcontrata es uno de los grandes males de este neliberalismo que vivimos, apesta tanto como la basura, pero lo voy a dejar al margen porque en este caso no es más que un añadido extra a un problema de otra clase. Es como el dique que revienta o el río que crece y se lleva por delante las casas construidas en terreno de aluvión. Producimos toneladas de desperdicios y no nos preocupamos porque tenemos donde enterrarlos o apartarlos de la vista. Pero ¿y cuando se llena el hoyo?
Buscamos uno nuevo. Listo. Arreglado. Uno lejos, donde no nos apeste a nosotros, quizá apeste a otros, pero ya no es nuestro problema. Todos contentos, empezando por los políticos y acabando por el ciudadano medio.
Lo malo es que cada vez hay menos agujeros donde enterrar nuestros desperdicios. Y cada vez hay más habitantes en este planeta y cada vez más de ellos se montan en este tren de consumo construido a golpe de bienes baratos de usar y tirar. Todo es de usar y tirar, todo. Todo tiene una fecha de caducidad, un tiempo de uso limitado, luego al hoyo. A este ritmo llegará un momento en el que sembraremos nuestras patatas entre basura, edificaremos sobre basura y nos enterrarán entre basura.
Vivimos en la generación basura. Producimos para vivir cómodos un centenar de años y generamos a nuestro paso un centenar de toneladas de basura que legamos a nuestros hijos futuros.
Ya está bien de buscar huecos donde esconder nuestros desperdicios. Los políticos y adultos (empeizo a creer que muchos empresarios y políticos no son mucho más adultos que un crío de 5 años) actúan como el adolescente que ensucia y barre todo debajo de la alfombra. Si queremos acabar con este problema tenemos que empezar por no generar desperdicios, o generar los mínimos posilbes, y que estos sean además reciclables.
Hay que empezar por la producción de bienes: cosas que duren: electrodomésticos que nos acompañen 10 años o más, ropa que no se deshilache al primer tirón o zapatos cuya suela no se desgaste a los 6 meses.
Después, lanzar campañas de concienciación donde se invite al consumidor a cuidar su bienes de manera que estos duren más y puedan ser reutilizados por otra persona cuando el dueño original se canse de ellos: fomentemos las tiendas de artículos usados, de segunda mano.
Y además, utilicemos materiales que sean reciclabes facilmente, biodegradables, de manera que todo vuelva a su ciclo natural de una manera rápida y sencilla.
Si no queremos acabar siendo parte de la basura, empecemos a educar en otras direcciones, para que la sociedad de mañana, de la que de algún modo dependeremos y de la que seremos responsables, no nos trate como a ese "viejo" televisor que compramos el año pasado y que ya no sirve.
Apoyemos inciativas como las de las tres erres, o como la aún más arriesgada y novedosa "Zero waste comission" que se lanzó en la ciudad de Berkeley, en California EE.UU., y que pretende reducir los desperdicios solidos a cero en un plazo de 15 años. "Si no puede ser reducido, reutilizado, reparado, reconstruido, restaurado, vuelto a vender, reciclado o convertido en abono, entonces debe ser restringido, rediseñado, o elimidado de la producción", decía el lema de la campaña de Berkeley.
Voto y trabajo por inciativas como esta. Y ustedes también deberían, si no quieren verse convertidos en basura en un futuro no muy lejano.

Garbage (Basura)
(Billy Steele, 1969, con versos adicionales de Pete Seeeger Mike Agranoff, 1977)

El señor Thompson llama al camarero,
pide un filete y patatas cocidas
deja el hueso y el tuétano
y nunca se come la piel;
llega el ayudante y se lleva las sobras,
las contamina con su tos,
las pone en un cubo
con posos de café y latas de sardinas
y el camión pasa el viernes
y se lo lleva todo lejos;
mil camiones iguales,
se juntan en la bahía.

Basura, basura, basura, basura
estamos llenando los mares de basura.
Basura, basura, basura, basura
Qué haremos
cuando ya no haya lugar donde poner la basura?

El señor Thompson arranca su Cadillac,
conduce a toda velocidad por la autopista
dejando a sus amigos y vecinos
entre una niebla de hidrocarbono.
Se le unen montones de pequeños coches
todos enviando gases a las estrellas
Para formar allí una nuve hiriviente
que se quedá en el aire durante 30 días
y el sol la lame
con su lengua ultravioleta
y la convierte en contaminación
y ésta se instala en nuestros pulmones.

Basura, basura, basura, basura
Estamos llenando el cielo de basura.
Basura, basura, basura, basura,
Qué haremos
Cuando ya no quede nada más que respirar que basura?

Llega a casa, se quita los zapatos,
se pone cómodo ha escuchar las noticias de la tarde
mientras los niños hacen los deberes
con la televisión en una oreja.
Mientras Superman por milésima vez
vende muñecas que hablan y vence el crimen,
ellos aprenden obedientemente
la fecha de nacimiento de Paul Revere.
En lo periódicos bien un comentario
sobre el segundo nombre del alcalde,
lo lee a tiempo,
para ver la partida de bingo de los famosos.

Basura, basura, basura, basura,
Estamos llenando nuestras mentes de basura,
Basura, basura, basura, basura,
Qué haremos
cuando no quede nada que leer
ni nada que necesitar,
ni nada que ver en la TV,
ni nada que tocar,
ni ningun lugar por el que pasear
ni nada de que hablar
ni nada que ver
ni nada que ser excepto basura?

En la fábrica del señor Thompson
hacen árboles de navidad de plásitco
completados con papel de plata
y soporte geodésico.
El plástico se mezcla en gigantescas cubas
a partir de un conglomerado
que se extrae de las profunidades de la tierra.
Y si reprochas algo,
te contestan "¿Acaso no ves
que es absolutamente necesario para la economía?

Basura, basura, basura, basura
Sus acciones y sus bonos son basura
Qué harán
cuando su sistema se desplome,
su dinero no tenga valor,
no se pueda ganar dinero,
pero tengan que reparar el mundo?
Sus hijos leerán en libros de historia
acerca de financieros y otros estafadores
y el feudalismo y la esclavitud
y la energía nuclear y todos sus engaños
quedarán relegados a la papelara de la historia
entre sus muchos otros tipos de basura

Basura, basura, basura, basura,

La letra en inglés aquí.