El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

miércoles, 25 de febrero de 2009

Carnaval

Estos días han sido una auténtica locura en el colegio en particular y en el país en general. Daba miedo asomarse a las calles de lago. Y todo por qué: Porque era Carnaval. Y aquí el carnaval es una auténtica locura.
En España uno se disfraza y desfila y sale de fiesta. Demasiado tranquilo y normal conparado con lo que se hace aquí. Aquí la cosa consiste en ensuciarse, mancharse, mojarse; o dicho de otro modo, en lanzar huevos, harina, agua, tinta, o lo que se pesque por el camino al primero que pasa por delante. Cuanto más consiguas pintar con tinta o achiote (una planta que hay por aquí cuyo fruto machacado es como pintura roja) mejor. Y además, aquí juega todo el mundo. El país se paraliza desde el sábado hasta el martes de carnaval y todo el mundo se dedica a enfrascarse en batallas campales. Si se te ocurre ir a la ciudad, te encuentras con que en los comercios, desde las ventanas de los pisos superiores, al coger el bus, todo el mundo se dedica a manchar a todo el mundo.
En el colegio, no pudo ser de otro modo, y, el día sábado y domingo organizamos juegos y les dejamos via libre para jugar al carnaval (y jugamos con ellos, claro está)
Es tan loco que ni siquiera me atreví a llevar la cámara a la guerra. Estas fotos son de después de la batalla. Sirvan como testigo :)

Viaje a Loja y Cuenca

A principios de este mes de Enero que ya acaba, Freddy, un voluntario de Loja que estuvo echando una mano por aquí el curso pasado y que se ha propuesto seguir manteniendo contacto con el colegio (nos ayuda con el mantenimiento informático), nos invitó a mi colega Alfredo y a mí a visitar su ciudad, allá en el sur de este pequeño país.
Desde la frontera con Colombia (norte, donde me encuentro) hasta la frontera con Perú (Sur), más o menos en línea recta. En el mapa no parecía mucho. Cuando preguntamos cuánto se tardaba en bus la respuesta fue ¡24 horas! 24 horas aplastando el culo contra los asientos de estos buses "ejecutivos". Evidentemente decidimos hacer alguna escala intermedia para airear nuestras sufridas posaderas. Ecuador no es muy grande, pero por su complicada orografía, clima extremo, y la necesaria infraestructura, sus carreteras son enrevesadas y a menudo no en muy buenas condiciones por las lluvias, volcanes, etc. Todo eso retrasa notablemente un viaje que de otro modo sería mucho más breve, sin olvidar que las constantes paradas de estos buses que acostumbran a coger pasajeros "al vuelo", hacen el viaje aún más lento. También hay que reconocer, que, por lo general, los buses para estos viajes de más de 5 horas, son más anchos, con asientos más cómodos, que los de España. Y además tienes baño y azafato que te regala galletitas y cola.
Pero volvamos a nuestra ruta hacia el sur. La primera parada fue en Quito, donde tuve la suerte de visitar un proyecto para niños de la calle en el barrio de la Bota, uno de los sectores más pobres de Quito. Allí las Hnas. Ursulinas sacan adelante un pequeño centro para apoyar y ayudar a niños y niñas que viven con un pié en la esperanza y otro en el umbral de la miseria y el avandono. Niños de familias marcadas en muchos casos por la prostitución, la violencia, las drogas, etc. Niños faltos de cariño, de alguien que les preste 10 minutos de su tiempo, que comparta con ellos un sencillo almuerzo, un juego, unas risas. Es increíble la energía de las criaturas que encontré ahí y sus ganas de aprender, de crecer y, en definitiva, de tener las mismas oportunidades que todo el mundo. ¿Qué culpa tienen ellos de haber nacido en un barrio marginal en lugar de un cómodo barrio de residencial de clase media-alta acomodada? ¿Qué culpa tienen ellos de que haya por ahí personas ciegas y avariciosas amasando fortunas con las drogas, el tráfico de personas, etc.? Ninguna. El destino, me diréis. Sí, pero el destino, o más bien el camino que nos lleva hacia adelante, lo vamos abriendo nosotros, y al final, alguien se cansa de ver a gente avandonada, tirada a los lados del camino, y les tiende una mano y se parte la cabeza (a veces literalmente) intentando ayudarles lo mejor que puede.
Otra vez de vuelta al bus. 5:30 de la tarde. 18 horas después, una vez recorrida la costa de este país, con lluvia, carretera en obras, mi compañero Alfredo desesperado como un perro enjaulado porque le ha tocado una ventanta atascada y no puede asomar la cabeza, llegamos a una ciudad llamada Loja, un tanto confusos y desorientados, aún sin creer que hemos puesto por fin nuestros pies en tierra firme. El orientarnos y el repornernos, por suerte sólo nos llevó unas horas. La amabilidad de la gente que nos acogió, los pequeños rincones de Loja ciudad y provincia, pronto nos hicieron olvidarnos del cansancio y nos vimos envueltos en un mar de aromas y colores nuevos. Loja es una ciudad pequeña, aunque tiene dos sendas universidades y un enorme colegio marista de fama nacional. Está estirada a lo largo de un valle en la cordillera sur, rodeada de altas montañas verdes. No deja de llamarme la atención como cambia el suelo biológico aquí. En apenas 2 horas, cambia casi radicalmente la vegetación. El paisaje de la sierra, el clima, sobre todo en el sur del país, me recuerda enormemente al del norte de España, en el Cantábrico, en las montañas de Asturas, por ejemplo. La verdad es que a ese respecto me sentía como en casa. Quizá solo faltó un poco más de frío.
Paseamos por Loja, por sus calles y plazas jalonadas de iglesias y jardines con palmeras, probamos panes y quesos típicos e hicimos varias escapadas por los alrededores para conocer Vilcabamba -un preciosos pueblecito de la sierra donde la gente supera con creces la centena de años, y que hoy día está plagado de extranjeros buscando la eterna juventud o algo similar- Malacatos y sus "bizcochuelos", Catamayo, donde probamos cezina (sabrosa carne a la parrilla con cebolla, nada que ver con lo que en España llamamos cencina) y helado tradicional y casero de coco; y Catacocha, un pueblo mágico, sentado en una roca al final de una carretera que parece no tener fin, donde disfrutamos de una increíble puesta de sol dede el Chrirpulapo, una enorme peña de poderes mágicos para los nativos -según leo en una página web, no se si será verdad- y desde donde acostumbraban a lanzarse los amantes despechados.
A penas 2 días y medio en Loja y ya tocó levar anclas. A penas teníamos una semana para viajar y día y pico se nos iba en venir y otro tanto en volver. 5 horas bus -en este caso estrecho y hasta arriba de gente, lo cual quiere decir gente botada por el piso del bus, durmiendo- y llegamos a Cuenca, donde, casi sin esperarnos ni conocernos, nos volvlieron a recibir con los brazos abiertos y nos llevaron rápidamente a conocer la ciudad. Poco o nada me acordaba yo de esta ciudad colonial, y de nuevo que encantado con sus calles limpias y cuidadas, sus iglesias, con parques tropicales, sus mercados de flores y artesanía. Bebimos vino hervido con manjares del lugar y al día siguiente nos perdimos por la sierra de esta provincia de Azuay para acabar comiendo cerdo hornado con las manos en medio del mercado y llenando nuestros ojos con joyas y artesanías preciosas en los locales de un pueblito llamado Chordeleg. Antes de irme, cuando esté ya libre de esta humedad amazónica del 87%, me compraré un poncho, un jersey, un gorro andino o algo así. Decidido.
Y de nuevo al bus. Ya de regreso a casa, al colegio, al calor tropical que ya empezamos a echar en falta, y al trabajo. El viaje aún nos guardaba alguna que otra sorpresa, como el trailer atravesado en medio de una curva en la carretera de la sierra que tuvo a los choferes de los buses 3 horas parados mientras decían como pasaban, o si daban la vuelta (otro camino por el que pasasen buses no había) o que diantres hacía, porque, evidentemente, la policía no aparecío por ningún lado. Pero la diosa fortuna nos guío, pasamos, llegamos a Quito al quite para saltar al bus que se iba a Lago Agrio y allí, corriendo por calles de cascotes, atrapamos el bus que llega al colegio, al que por primera vez agradecimos que apareciese con retraso.
No me resta más que dar las gracias a Alfredo, mi compañero de viaje, sin quien no hubiese tenido la oportunidad de perderme camino del sur (aún nos queda perdernos aún más al sur) a Freddy y los amigos y hermanos que nos acogieron en Loja, y a Julio y Mónica y su familia que tan amablemente nos dieron techo y nos acompañaron por Cuenca.
Gracias.

Fotos: De arriba a abajo: Catedral de Loja, Español loco comiendo Cuy, Hornado en el mercado de Variloche, El Chiripulapo, Catedral de Cuenca, Puesta de sol en el Chiripulapo

Excusas...

Llevo creo que casi un mes sin escribir nada aquí. Mis más asiduos lectores deben estarse preguntanto qué sucede. Tranquilos, no es nada del otro mundo. ¿O sí? Cuando uno cruza el charo y aterriza en un país en vías de desarrollo, en lo que quizá podamos seguir llamando tercer mundo, cosas tan habituales como conectarse a internet dejan de ser tan habituales.
De todos modos no me quejo ni tengo derecho a queja al respecto. A pesar de que estoy en la amazonía, los cibers y locutorios telefónicos están por doquier. La emigración y las ansias deboradoras de las compañías telefónicas se han encargado de colocar un punto de internet o alcance de señar de telefonía movil casi hasta en el lugar más recóndito de la selva. O casi. Aquí en el Colegio seguimos sin internet y con una cobertura movil malísima, y de momento no queda otra que el viaje de 20 minutos en Puma (así se llama la compañía de buses) a Lago para conectarse.
Debería hacerlo, lo de conectarme, más amenudo, pero mi agenda de trabajo me lo impide o me deja tan cansado que lo último que me apetece es montarme en un bus que no entiende de "en punto" o "y media" y pasa "cuando le cuadra al chofer" e irme a Lago. Quizá sea pereza. La verdad es que irse a Lago y perderse por sus calles llenas de escombros y grupos de 10 obreros en los que 9 miran como trabaja 1 es relajante. Uno se desespera cuando la ranchera de las 11 no aparece, o cuando, de repente, la calle principal amanece cortada por unas obras de remodelación urbana sempiternas, pero, al fina, aprende de la filosofía loca y sigue caminando, sin pausa pero sin prisa, sin preocupaciones. "Ya se arreglará de alguna manera".
En el Colegio todo sigue su ritmo normal, con las salvedades y excepciones de un proyecto como este, en el que muchas cosas están a medio camino, por definirse, o incluso todavía en el aire; y en el que la escasez de recursos materiales y humanos nos hace trabajar más cada día y pensar en mil maneras de salir al paso. No dejo de pensar últimamente en cómo saldrán aquí las cosas el año que viene, cuando, siguiendo la progresión de estos años, aumente el número de alumnos y por tanto se necesite aún más personal. Dios proveerá, dicen los hermanos. Yo no estoy tan seguro. Creo que va a tocar ponerse las pilas y replantearse un montón de cosas y dejar de esperar tanto de la providencia.
Pero vasta de previsiones futuras. No se donde andaré yo de aquí a un año, y si algo me ha enseñado la vida estos meses, es a vivir más centrado en el día a día y atrapar al vuelo las oportunidades que vayan surgiendo sin pensarlo demasiado.
Así que aquí estoy, vivo, tecleando en ratos libres y otros no tan libres en la primera computadora sana que encuentro por el colegio, haciendo malavarismos entre exámenes sin corregir, clases por preparar, y los gritos e impaciencas de mis alumnos que dentro y fuera del aula de la residencia son estos días un auténtico tornado. ¿Será la luna llena? ¿La cercanía de los carnavales? ¿O simplemente que el que aquí escribe ya se está haciendo viejo y está perdiendo la energía y despreocupación de la infancia? Espero que no sea esto útlimo, o al menos que no se me pierda toda.
Es bonito -y saludable- ser niño de vez en cuando.

domingo, 1 de febrero de 2009

Poesía

Mientras encuentro tiempo libre para escribir más anécdotas sobre mis andanzas por esta tierra y también alguna historia o algún burdo poema que tengo en borrador por ahí, os mando aquí dos poemas que me encontré leyendo en la biblioteca en mis ratos libres.

Disfrutad de la vida.

LOS PASOS

Tus pasos, por el silencio creados
avanzan santa, lentamente,
hacia el lecho de mi impaciente
vigilar. Fríos, callados.

Queridos, adorados pasos mudos
que sin oir, mis ansias adivinan.
¡Qué regalos celestes se encaminan
hacia mi lecho, en unos pies desnudos!

Si pra mi sueño obseso
tu boca haces avanzar,
yo te preparo el paladar
al alimento de un beso.

No lo apresures, ten calma,
dulzura de ser no siendo
que de esperar voy viviendo
y son tus pasos mi alma.

Paul Valéry

ESTA HORA NUEVA
Jorge Debravo, Nosotros los hombres

Hoy no es día de sentarse de espaldas ala vida,
con las manos en cruz y un jesucristo amargo en ls rodillas.

Hoy no es día de enclaustrarse en conventos mohosos
ni de cantar canciones de novia abandonada.

Hoy no es día de ponerse a sumar amoríos
y a inventarirar los sueños y las tristezas viejas.

Hoy es día de correr, con los brazos en alto,
a trabajar la tierra más feraz y más ancha
y sembrar las semillas de la vida

Hoy es día de hacer campo para cada muchacho,
para cada muchacha,
para cada hombre joven, sudoroso.

Hoy es día de aserrar millones de cadenas
y día de buscar panes para nutrir hambrientos.

Que los templos se caigan a solas aplastados
por su propia vejez y su fiel condición
de plantas anticuadas,

Que el sacerdote hable, predique en media tierra,
luche al lado del joven, del anciano y del niño.

Hoy es día de arar con el arado de fuego
las eras del amor y el entusiasmo.

Hoy es día de arrancar las plantas amrgadas,
de arrojarlas al fuego y de aventarlas.

Hoy es día de correr como animales dulces
a lo largo del alrgo camino de la vida.

De correr por la tierra y más allá de ella
y más adentro de ella.

Los santos de este día no han de tener cilicios
ni ojeras enfermizas, ni músculos de hielo.

Los santos de este día han de ser los mecánicos,
los científicos hondos que apresan el Planeta entre sus manos.

Deben ser los maestros que se hunden paso a paso
en las más escondidas axilas de la tierra.

Que los templo se caigan sobre los sacerdotes
y los cristos manidos que no queran salir a respirar la vida.

Y que nos venga el Cristo poderoso y enorme
con mano de mecánico y un mapa universal como bandera.