El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 30 de noviembre de 2008

Pensando en Dios

Creo que este poema que encontró mi amiga Daniela por casualidad, describe bien mis creencias, que, dicho sea de paso, no han hecho sino reafirmarse y fotalecerse en un clima de tolerancia, estos últimos meses.

HEREJE POR LOS CUATRO COSTADOS

Creo que el trigo se hace harina
y la harina se hace pan para alimento.
Creo que la uva se hace vino
en la parra y el viñedo.

Creo que el agua se hace nube y regadío,
pero… que se haga vino, no lo creo.
Ni creo que el vino se haga sangre
de ningún dios vivo ni muerto;
ni creo que el pan se haga carne
en las manos de ningún clero.
Si Dios baraja para unos, y para otros no,
cometería un pecado mortal;
¡no tendría perdón de Dios!
Si esto es ser hereje,
soy hereje y lo confieso,
para mayor gloria de Dios.

Yo creo que hay una misa sin liturgia,
donde se realiza el milagro:
cuando alguien ofrece su vino y su pan
sin esperanza de premio y con corazón honrado,
ése sí que tiene el cuerpo de Dios en sus manos,
y no es un dios privatizado,
sino el de todos los seres vivientes y humanos.
Si esto es ser hereje,
¡Soy hereje por los cuatro costados!

Pero que nadie se escandalice por mis desatinos,
porque sé, bien que sé, que si Dios existe,
también está conmigo.

José Enrique Parapar Mediavilla. El arco iris de la vida. Mi mundo de “Raquero”

Pirata digital amazónico

Aunque estoy en las puertas de la amazonía, sin internet, y en un lugar donde lo único que llega de la civilización occidental de masas es lo más comercial, estúpido y perjudicial para la salud y el intelecto (salvémonos aquí, al menos un poco los voluntarios y misioneros que a veces parecemos no de otro país sino de otra galaxia porque no encajamos con lo que normalmente llega de fuera), a pesar de estar viviendo aquí, guardo inevitablemente un pequeño vínculo con esa civilización occidental. Sigo leyendo (en estos momentos a Guareschi) sigo viendo películas a ser posible no comerciales, y sigo descansando un poco día sí y día no escuchando música.
Lo de recomendar un disco al mes, como venía haciendo hasta el pasado mes de agosto en que levante vuelo, pertenece ya al pasado de este blog. Podría seguir haciéndolo por rutina, pero algo en mí ya no me pide hacerlo. Me doy cuenta leyendo esta bitácora virtual que tiene ya 3 años de que es un fiel reflejo de mi vida, mis inquietudes, mis dedicaciones en un momento u otro y como estas cambian.
Pero, y a pesar de, como decía, sigo oyendo música. Me traje varios discos comprimidos en mp3 y en mi última visita a la civilización-adsl, mi viaje a Guayaquil hace ya un mes, pude descargar alguno. No es que me haya vuelo pirata informático total, simplemente es que, en este país, de renta per cápita baja, encontrar CDs o DVDs originales es casi imposible (la piratería esta por todas partes, aquí el Top Manta es un local con paredes y quizá hasta licencia) y además aquí en la selva concretamente, con una humedad ambiente del 87% hay un hongo que se come los CDs y DVDs, lo cual hace un poco inútil e incluso idiota gastarse 15 o 20 dólares en un disco original para acabar alimentando hongos (primero les salen unas manchitas blancas a los CDs y luego el hongo se come la parte de datos y te deja el disco de plástico transparente sin nada, aunque ejemplo de esta segunda fase no he visto aún) Asi que, mientras la industria se inventa un nuevo soporte, lo mejor aquí es el mp3 y las memorias usb, salvo que volvamos al época del vinilo, lo cual sería como poco curioso o romántico quizás.
A falta de tocadiscos, y con mi economía de 35 dólares al mes, aquí estoy, justificadamente y no como otros al otro lado del charco, descargando música de internet.

Un pedazo de paraíso

La selva virgen ya casi no existe. Desde donde estoy ahora mismo, hay que viajar unas siete horas o más selva adentro por camino o río para llegar a algún lugar donde no haya presencia humana. Por otro lado, lo de selva increíble, hermosa, sobrecogedora, sí, pero cada vez menos. La mano del hombre está por doquier y el llamado pulmón del mundo cada vez respira peor. La contaminación aquí, sobre todo en esta zona de explotación petrolífera, está por todas partes. Las ciudades como Lago Agrio están sucísimas, la gente tira basura por todas partes, o la queman, no sé qué es peor, y mil y una cosas ya impensables en el viejo mundo donde la deforestación y la contaminación in extremis nos ha hecho ponernos las pilas (aunque aún nos queda mucho por hacer).
El hecho es que esa imagen virginal de la selva que vemos en los documentales de televisión o esa foto retocada de folleto turístico es ya muy difícil de encontrar. Algún rincón queda todavía, como este, en el que tuve el gusto de estar hace poco de excursión. Lo vi y lo toque. La foto no está retocada. Es así. Tal cual. Que dure. Cuidemos un poco nuestro planeta para que pueda seguir regalándonos maravillas visuales como esta.

Brosterizado

Uno de los aspectos que más me llaman la atención de este país es la publicidad, o, más concretamente los letreros y carteles de los comercios: enormes, vistosos, graciosos sin querer serlo, caseros pero con un “casi doy el pego por anuncio profesional”. Aquí en Lago hay un comercio de ordenadores y demás cachivaches electrónicos (no necesariamente vinculados con la informática) que lleva el nombre de NASA e incluso reproduce con total fidelidad el logotipo de la Agencia Espacial Norteamericana. Y qué se puede decir de ese compra venta de joyas y demás que lleva el nombre del “El Faraón” y muestra la máscara de Tutankamon en una enorme marquesina-cartel. “Profe, yo he visto esa foto en Lago” me decían los alumnos cuando estudiábamos el antiguo Egipto hace un mes. Yo me preguntaba “¿Será posible?” Hasta que un día pasé por delante del local y mis dudas se disiparon. Tampoco faltan los “abierto 25 horas” o “El arrasador: acabamos con los problemas de maleza”; las faltas de ortografía debido a la pronunciación sudamericana (Azador) y las “Vulcanizadoras”, talleres donde se dedican exclusivamente a reparar neumáticos pinchados y que están por doquier.


De todas las palabras, una que me hizo reír como nunca hace unas semanas fue “Brosterizado”. “Pollos Brosterizados”. Iba yo en la parte de atrás de la camioneta, con el viendo enmarañándome el pelo cuando leí semejante cosa en un edificio. Yo había oído pollo a la yo que sé, pero ¿Brosterizado? ¿Qué es eso? ¿Una mala traducción de algo inglés? ¿Un invento culinario de un tal Broster? ¿O un simple vocablo que alguien se inventó porque sonaba elegante? No sería nada raro en el país de la Implementación retroactiva de la coyuntura epistemológica en la concientización. Les encanta poner palabras rimbombantes en todas partes, así que brosterizado pega bastante bien con el país.
Tanto les va lo de usar florituras a la hora de hablar y redactar textos que a veces pecan de más y meten la pata hasta el fondo. La constitución que acaban de aprobar hace unos meses, ejemplo máximo de la floritura escrita, dice “los recursos naturales son inalienables” Sin comentarios.
Pero volvamos al pollo brosterizado. Es indescriptible la gracia que a mi amigo Alfredo (chilote) y a mí nos produjo semejante palabreja. Acabamos aplicando el término a todo hasta que los naturales del país, decidieron acabar con nuestro chiste eterno preparando bolas de carne brosterizadas. No sé muy bien cómo es el arte de la brosterización. No estuve presente en el acto de brosterizar bolas de carne y no me acuerdo bien de la explicación. Tampoco tengo aquí y ahora internet para indagar, pero sí puedo decir que estaban buenísimas esas bolas brosterizadas. Gracias cocinera Ponce y cocinera Zhagüi.


Cada vez que veo esta foto se me hace la boca agua.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Guayaquil



Junto con Quito y Cuenca, Guayaquil es una de las tres grandes ciudades de Ecuador (en importancia económica y por número de habitantes) Es uno de los núcleos comerciales del país, y la ciudad con mayor población, acercándose a los 2 millones de habitantes, superando a la Capital de la nación.
Esta gran urbe es también, ciudad de grandes diferencias y desigualdades sociales. Guayaquileños son todos, sin embargo, mientras uno camina, o mejor dicho viaja en auto por la ciudad, tiene la sensación de abandonarla y entrar en otra distinta, incluso de saltar, en apenas unos metros, del más como y elegante primer mundo, al desesperado y paupérrimo mundo subdesarrollado.
En Guayaquil viven los ricos, los “pelucones” del país como les dicen aquí, los grupos que ostentan el poder económico del país, por lo general el sector conservador de la política de la nación que por suerte no se encuentra en estos momentos en el poder. También reside un amplio grupo de clase media acomodada –muy escaso en este país-, con costumbres y formas de vida que, desde mi punto de vista europeo tratan más de emular a los ricos de los que se quejan que a la clase media europea con la que a menudo se les compara. En el siguiente escalón de la pirámide (siempre cuesta abajo) está la gente común, gente humilde, y luego los pobres, los desesperados, que en Guayaquil representan amplios barrios de la ciudad. Este variado conjunto de grupos sociales se distribuye y se mezcla por toda la ciudad.
Dejando a un lado aspectos sociales y políticos, Guayaquil es una ciudad que crece rápido, que se moderniza y se empieza a preocupar por conservar esos rincones mágicos de su pasado, por mostrar al futuro retazos de su breve pero rica historia. Aquí en América es difícil viajar más atrás del siglo XVI mientras se pasea por una ciudad, o siquiera más atrás de 1900, como sucede en Guayaquil. Poco queda del pasado prehispánico, y además la historiografía ha creado una línea infranqueable entre ese antes y después de manera que muchas personas aquí desconocen sus verdaderos orígenes, o parte de su origen mestizo, desconocen la realidad de los pueblos que habitaban esta tierra antes de que el hombre pusiera el pie en ella y de momento, no parece haber mucho afán por mostrar a la gente estas raíces. Siempre he dicho que la investigación histórica es importantísima, pero si todo se queda atrapado en libros para disfrute de estudiosos, eruditos y curiosos, si no se transmite al pueblo, de nada sirve ese saber acumulado.
Caminando por Guayaquil uno aún alcanza a ver alguna de las primeras casas de madera decimonónicas (un incendio a principios del siglo XX arrasó casi la totalidad de la ciudad), puede perderse por callejas con encanto, con galerías de madera de vistosos colores y flores en sus balcones, puede caminar entre los edificios elegantes neo-algo, símbolo de la riqueza comercial de principios de s. XX, puede subirse a los cerros (caminar por barrios pobres es peligroso, como en todas partes, para el foráneo) y ver como la ciudad, la ciudad pobre ha ido creciendo descontroladamente en los últimos 30 o 40 años, ocupando esteros (ríos de agua salada) y manglares y cerros ocupados por casitas de hormigón pintadas de vivos colores que, tras su pintoresca estampa esconden una realidad mucho más cruda.
Y puede también dar el salto al futuro y pasear por nuevas áreas recreativas, paseos fluviales, que intentan rescatar poco a poco parte de esta ciudad para sus habitantes y para todos aquellos que quieran dejarse caer por ella y descubrirla.
Yo invito a ello. No se dejen llevar por la mala prensa que habla de robos y peligros. Sí, esos están ahí, pero si uno tiene un poco de sentido común, baja de su pedestal de extranjero importante, se cura un poco en humildad y vigila bien por donde anda, el riesgo se atenúa y uno puede disfrutar de la visita. El riego está ahí, como lo está en las ciudades europeas, como lo está en nuestro día a día. Así es la vida. Alegrías y desgarrones, como una rosa: Hermosa pero con espinas. No nos queda otra que cogerla y exponerse a clavarse alguna espina.

domingo, 2 de noviembre de 2008

El mosquitero

Este mes que ya toca a su fin empezaron a picarme los mosquitos más de lo normal, o de lo que venían picándome aquí en la amazonía. Sobre todo eran especialmente molestos esos moscos chiquitos que venían a incordiar a mi oído algo antes de amanecer (las 5:30 está bien digo yo, no me apetece madrugar más)
Para poner fin a los picotazos nocturnos decidí colocar por fín un mosquitero. Como en el colegio no hay problemas con el paludismo o el dengue, en un principio pasé del tradicional toldillo que por otra parte casi nadie usa, pero al fin he decidido invertir 7,50 de mis 35 dólares del mes de octubre en aislarme del mundo al menos en horario nocturno.
Así, encerrado una noche en mi mosquitero leyendo, mi mente empezó a pensar en esto y aquello y de pronto, me di cuenta de que hasta que aterricé en este país, o hasta que llegué al oriente, vivía encerrado en un mosquitero. Nuestras casas, nuestro bienestar personal allá en el primer mundo, constituyen el mayor mosquitero de todos.

Me explico. Todos somos conscientes o no del mundo más allá de nuestras "civilizadas" fronteras. Todos somos conscientes del hambre, de la pobreza, de la miseria, de las guerras interminables, de las compañías explotadoras de niños y adultos, de la imparable contaminación y deforestación de santuarios naturales, de la corrupción política, que tiene lugar en el llamado tercer mundo, ese que parece tan lejano pero esta a apenas unos kilómetros al otro lado de estrecho o a unas cuantas horas de avión al otro lado del charco. Incluso somos conscientes de los continuos atropellos y usos de fuerza indebidos que nuestros gobiernos "civilizados" cometen en países "subdesarrollados", más débiles. Y sin embargo, no hacemos nada, o hacemos un poco, pero siempre desde la comodidad y seguridad que nos ofrecen nuestras casas, nuestras calles con policía, siguiendo por televisión esas horribles imágenes que nos hacen decir no con la cabeza.
En resumidas cuentas, maldecimos a los esplotadores, criticamos gobiernos corruptos, nos compadecemos de los que sufren, pero siempre a través de nuestro mosquitero. Primero nos cubrimos bien las espaldas, luego intentamos ayudar, de la manera más segura para nosotros mismos, a veces dándo la sensación de querer simplemente quitarnos un cargo de nuestra conciencia. Son muy pocos los que se atreven a romper el mosquitero y arriesgarse.

No me quiero echar flores, ni a mi, ni a ninguna de las personas que caminan conmigo, una vez que sales, te das cuenta de que el riesgo no es tal, o lo asumes, no piensas en el porque la recompensa día a día es inmensa. Y te das cuenta además de que es necesario dejar que te piquen los mosquitos, no sacrificarse, sino aprender a vivir en perores situaciones, porque encerrarse en el mosquitero y aislarse de las picaduras no es solucción: siempre hay un mosquito que de algún modo u otro consigue entrar. Así que caminas por los charcos, por las calles con edificios que se caen y niños que juegan entre los escombros, y poco a poco vas levantando de nuevo el edificio para conseguir erradicar todos los mosquitos, de manera que llegue un día en que nadie necesite un mosquitero.

La solucción no está en construir muros y alambradas que nos separen. No está en colocar más y más policias, en endurecer las leyes de inmigración, en expulsar a aquellos que se cuelan por las rendijas de nuestro mosquitero, no para picarnos, si no para impedir morir de picaduras ellos mismos. Esta línea de división férrea del mundo por la que han apostado los gobiernos de nuestro primer mundo "civilizado" si que es un acto de barbarie y un sueño utópico. Me escribía uno de estos días pasados un compañero de armas que quedó en España y me contaba que ya empezaba el frío allá y que cada vez había más indigentes pasando la noche en cajeros automáticos, algo raro de ver hace apenas dos años en mi ciudad. Ésa es una de las pruebas de que las cosas no funcionan.
La solucción está en ese sueño utópico de un mundo sin fronteras y sin desiguadades, el único posible, el que se construye renunciando a parte de nuestras comodidades y dejando que nos piquen un poco los mosquitos. Apagad vuestro pc, mandad a la porra vuestro trabajo cómodo y venid unos meses ha hacer voto de pobreza. Y si no es posible, exigid, pero exigid de verdad a vuestro alcalde, a vuestro gobierno, a vuestros venenosos medios de comunicación que cambien de dirección y caminen en pro del cambio. "Eso exije un gran sacrificio, no puede ser" os contestarán. Vostros debéis contestar con fuerza: "Lo sabemos, estamos dispuestos a sacrificarnos, tú te sacrificarás con nosotros".

Pete Seeger, cantando Over the Rainbow, le contestaba a la pequeña Dorothy cuando ella preguntaba por qué no podía llegar más allá del arco iris: Todos tenemos que poder llegar más allá del arco iris, porque si no podemos todos, entonces nadie podrá llegar allí.
Comencemos el camino. Ya.

Debajo del puente, en el río
hay un mundo de gente,
abajo, en el río, en el puente.

Y arriba del puente
las cosas pendientes,
la gente que pasa,
que mira y no siente.
Tomates, lechugas
y pan del mercado,
te quiero, te odio,
me tienes cansado.
Y arriba del puente
las cosas de siempre,
no quiero mirarte,
no quiero quererte,
café con azúcar,
quiniela y olvido,
quién sabe del mundo
debajo del río.

Debajo del puente, en el río
hay un mundo de gente,
abajo, en el río, en el puente.

Y arriba del puente
la calle, el colegio,
los niños, los gritos,
te vas sin un beso,
tu amor y el atasco,
me agobia la prisa,
los días que pasan,
la mierda que pisas.
Y arriba del puente
las ocho con frío,
lo tuyo es lo tuyo,
lo mío es lo mío,
carteles y bolsos,
tirones y olvido,
cualquiera te vende
un billete hasta el río.

Debajo del puente, en el río
hay un mundo de gente,
abajo, en el río, en el puente.

Y arriba del puente
están los de arriba,
están los de abajo,
que es menos que arriba,
y luego está el puente,
que es menos que abajo.
Yo pienso en mi casa,
mi amor, mi trabajo.

Debajo del puente, en el río
hay un mundo de gente,
abajo, en el río, en el puente

Debado del puente (Pedro Guerra) en el CD Tan Cerca de Mí (1997)