El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

domingo, 28 de septiembre de 2008

Maria Elena Walsh

Maria Elena Walsh es una poetísa y compositora de canciones argentina cuyo trabajo admiro. La descubrí en mi infancia a través de canciones para niños que ella escribió y que grabó Rosa León (aquella canción de la vacuna me sigue gustando aún hoy día) Luego oí sus letras para adultos y me quedé enganchado, la Balada de Comodus Vivach, que cantaban Claudina y Alberto Gambino, también la famosa Como la cigarra, y otras.
Una verdadera sorpresa ha sido, sin duda, encontrarme aquí, en la biblioteca del colegio un volumen recopilando varias de sus poesías y canciones. Maria Elena Walsh escribe para el pueblo, para el que sufre, para el que aún no ha perdido la eperanza, también para el enamorado, para el hipócrita gobernante... os recomiendo buscar algún libro suyo.

Aquí copio un poema que les leí a los alumnos el otro día antes del almuerzo. Creo que describe perfectamente la filosofía de todas las personas que compartimos este proyecto de convivencia y educación aquí en el Colegio Abya Yala. Ojalá lo compartan también más personas en otros lugares.

El buen modo

Tengo tanto que agradecer
al que dio de beber
cuando de sed me moría.
Agua en jarro, gusto a pozo,
pero río caudaloso
me parecía.

Estos ojos no olvidarán
al que una vez me dio pan
cuando el hambre me afligía.
Miga dura, pan casero
que trigal del mundo entero
me parecía

Hoy me acuerdo de aquel que ayer
se supo compadecer
cuando lágrimas vertía.
Era parco su consuelo
pero Dios con un pañuelo
me parecía

Nunca pude olvidarme yo
del que una vez me albergó
cuando techo no tenía.
Rancho pobre, catre chico,
pero caserón de rico me parecía

Seas siempre bendito
por tu buen modo.
Porque al darme poquito
me diste todo.

Antes que la muerte
me robe la ocasión
para corresponderte
aquí te mando mi corazón.

Muchacha de tez morena

¡Ay, muchacha de tez morena y ojos oscuros! Corres y ríes bajo la lluvia de la selva y me saludas con una pícara mirada.
Y yo aquí sentado, acompañado por este arrullo de lluvia y canto, no puedo sino pensar qué hago en estas tierras lejanas, qué es lo que espero hallar.
El destino, caprichoso, me hizo cruzar el mar a ciegas para dejarme varado en este perpetuo estío, muerto el día que llegué y resucitado un domingo en que los pájaros comenzaron a cantar sin descanso.
No sé qué voy a aprender, no sé qué te podré enseñar. Al final, esta dura vida en la que luchamos y sufrimos y reímos es la única verdadera maestra. Se feliz, río, sigue corriendo, llueva o haga sol, de la escuela a la casa, de la casa vuelta a la escuela.

"Se" de Sapo

Estoy sentado en la biblioteca preparando unas clases. Los alumnos de 8º o 9º grado de básica están haciendo sus deberes. Una niña se me acerca y me dice:

-Profe, ¿Dónde puedo buscar a Miguel de “Servantes”?
-Allá en la enciclopedia.
Al poco la misma niña vuelve con el tomo de la letra S en la mano.
-Cervantes es con “C” –le digo- no con “S”.
-No. “Servantes” es con “Se” de sapo, profe.

Y me lo muestra tal cual en su cuaderno: “Miguel de Servantes”. El problema con la “C”, que aquí pronuncian como “S”, es sólo la primera de las barreras con las que choco a diario en lo referente al idioma. Aquí no hay “ce”. Hay “se de sapo” y “se de casa”. Pararse es ponerse en pie. “¡Párate quieto!” le gritas a uno, y se te pone firme como si estuviese en un desfile militar. El color marrón no existe, aquí es café. Cuando uno da inglés empieza a liarse. ¿Qué es Brown? ¡Café! Contestan todos. Otro sonido que les cuesta horrores hacer es la doble erre. “rrrr”. Y más y más. Hasta ayer no me había dado cuenta de que el verbo To Can en inglés es Tucán, en castellano, perdón, en español. O por ejemplo Mescla. ¡Ah! ¡Se escribe con Z!...

Y no digamos ya con las palabritas: Yo digo bolígrafo, mi compañero Pacho que es colombiano dice lápiz, aquí le dicen esfero, en la costa de Ecuador pluma,… Y así montones y montones de palabras, diferencias de pronunciación, etcétera.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Abya Yala

¿Hace cuánto no escribo? ¿2, 3 semanas? Más o menos. La verdad es que el tiempo pasa sin que me dé cuenta.

La razón de la ausencia de nuevas historias y comentarios en este blog es sencilla. No tengo mucho tiempo libre, no tengo ordenador siempre, no tengo internet. Y lo que es más importante, tengo muchas otras cosas que ocupan mi mente y mi tiempo a diario.
Escribo desde un computador en el hall de la residencia de voluntarios en el Colegio Abya Yala, en plena selva amazónica del Ecuador. Aquí son casi las 7 de la mañana y hace ya cosa de hora y media que ha amanecido. Aprovecho este rato libre para escribir por fin algo.

El colegio Abya Yala está a 6 km. de Lago Agrio, la capital de la provincia de Sucumbíos, al norte de Ecuador, casi en la frontera con Colombia. Lago es una ciudad fea, desordenada, un pueblo grande construido al rito de pozos de extracción de crudo. Poco a poco parece que va tomando forma, pero, comparada con otras ciudades de la zona, parece como si fuese un campamento provisional, como si todos sus habitantes estuviesen de paso y no se preocupasen mucho por el aspecto de su ciudad. Es de remarcar aquí que esta y otras ciudades de la provincia que visitado son ya urbes o pueblos del siglo XXI con cibers, locutorios, cabinas, centros médicos, bancos, y los ya típicos –y elegantes- edificios de la burocracia. Lo escribo porque entre los que viven al otro lado del charco sigue vigente la imagen de Sudamérica como lugar atrasado, de aspecto decimonónico, salido de una novela de García Marquez o aún más romántico como una aventura de Edgar Rice Burroughs en medio de la selva.
Comparado con Lago Agrio, el Colegio Abya Yala es como un paraíso. Una finca enorme, con una serie de construcciones –residencias, aulas, comedor, centro cultural- diseminadas a lo largo y ancho, con muchos espacios verdes, con un río; todo ello rodeado por selva, manteniendo así un equilibrio entre naturaleza y progreso. Me dicen que cuando me vaya de aquí echaré de menos el arrullo constante de los insectos y pájaros, que transmiten una sensación de tranquilidad y de creación de vida constante.

En el colegio somos una 20 de profesores/trabajadores, la mayoría voluntarios laicos o religiosos, de Ecuador, Colombia, Chile, España,…. Voluntario quiere decir que no nos pagan, que trabajamos gratis, compartiendo nuestra vida con los demás, dando lo que tenemos sin esperar recibir nada a cambio. Un concepto el compartir, que por desgracia a desaparecido de ese mundo occidental que abandoné hace 3 semanas. Una de las cosas más bonitas de esta experiencia es encontrarse con un grupo de personas completamente diferentes en sus orígenes, formación, creencias,…, pero trabajando codo con codo por un mismo fin, ayudándose los unos a los otros, compartiendo trabajo y preocupaciones.

Los alumnos, unos 140 este curso, son todos indígenas (a ellos no les gusta esta palabra, así que procuraré no usarla de ahora en adelante) pertenecientes a cada una de las cinco nacionalidades que existen en la amazonía ecuatoriana: Kichwa, Shuar, Secoya, Cofán y Siona. El Colegio Abya Yala de Lago Agrio, Sucumbíos, Ecuador, es en este sentido una experiencia único, un colegio multiétnico y multilingüe, pues los alumnos al margen de estudiar las asignaturas al uso, aprenden también su propia lengua y sus costumbres y tradiciones. Uno de los peores efectos que ha tenido la civilización occidental sobre estos pueblos ha sido que las generaciones jóvenes se avergüencen de sus orígenes. A los alumnos del colegio les da pudor usar sus trajes típicos, hablar su lengua en público, etc. Entre ellos la cosa cambia un poco y a veces uno tiene la sensación de estar en un país extraño al no entender que cuchichean sus alumnos (nada bueno, porque hace esto cuando no quieren que el profe se entere de que traman J ) También siguen teniendo muy presentes creencias animistas, en demonios, curaciones a través del chamán,… Hace unas noches (aquí anochece a las 6:30 de la tarde y amanece a las 5:30 de la mañana) dos alumnas se me cogieron del brazo cruzando el puente de pequeño río que cruza el colegio porque había un demonio en un árbol. Yo me lo tomé a chiste, pero resultó no ser así: van a traer a un chamán para que expulse al espíritu maligno. Todo un choque de culturas.
En el plano académico hay que trabajar duro con los alumnos, hay que armarse de paciencia. El colegio es pionero en las últimas técnicas pedagógicas, hasta a evaluamos por competencias cualitativamente en vez de cuantitativamente. Es un esfuerzo diario luchando por adaptar el saber de manera que los muchachos le entiendan a uno. Son jóvenes que no han tenido una escolarización constante o que han sufrido la mala calidad de la educación pública del país, que si bien general, es aún mayor en áreas rurales y no digamos ya en plena selva. El año académico es una adaptación curricular constante a las necesidades de los alumnos, buscando las mil y una maneras de dar clase de una manera sencilla y fácil de entender por parte de los alumnos; y a ello hay que añadir las limitaciones de recursos. Aquí no se puede acceder a internet o a una librería o biblioteca, no hay presupuesto para sacar fotocopias a diario, ni siquiera libros de texto para muchas asignaturas.
A este respecto hay que decir que el Colegio Abya Yala engloba también un Centro Cultural y un Internado. El Centro Cultural es una básicamente una biblioteca muy bien dotada pero con las limitaciones propias del lugar y del origen del Colegio. Faltan aún textos básicos para algunas asignaturas, y aquí uno no puede adquirirlos ni pedirlos al día siguiente en una librería. Son todo donaciones desinteresadas de instituciones y particulares. También se tiene en proyecto la creación de un museo etnográfico de las cinco nacionalidades, aunque eso va a tardar aún uno o dos años. Al que aquí escribe seguro que le toca trabajar en ese proyecto.

El internado es el único órgano que no es gratuito, aunque lo que se cobra a los alumnos (20 dólares al mes) es un precio simbólico para que las familias tomen conciencia del valor de la educación. Uno de los principales problemas aquí es que los estudiantes se casan a los 15 o 16 años (o incluso antes) y dejan de estudiar; no valoran la educación. El internado, como no, también lo llevamos los voluntarios que estamos dando clases en el colegio. Aquí el reparto de cargos es ecuánime para reducir así al máximo en número de trabajadores externos a los que hay que pagar.
Creo que con estas líneas y con las fotos que las acompañan os podéis hacer una idea de cómo es el lugar y la gente. Como colegio-internado, el calendario es aquí un tanto raro e intensivo, así que no sé bien cuando podré volver a Lago Agrio a conectarme a internet (en el colegio no hay) así que no os extrañe si pasan otras 3 semanas. Mejor incluso. Así habrá más que contar.