El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

martes, 26 de febrero de 2008

El tren de esta vida

Ganar.
El ritmo de vida está establecido en esta sociedad de una manera bastante clara. Nos educan (y luego nos controlan) dentro de unos márgenes de los que uno no debe salirse, y lo consiguen de tal manera que la mayoría de las personas no piensen siquiera en salirse de dichos márgenes o si quiera que puede darse la circustancia de que a alguien lo le gusten y que existen, otros márgenes, otros caminos, a parte del entendido como oficial y válido. Cuando uno se cuestiona este camino pavimentado y su posición en él, le diagnostican algún tipo de enfermedad e intentan por todos los modos que reconsidere y acabe aceptando su asiento en el tren, ofreciéndole la oportunidad de subir de categoría, de obtener algo supuestamente mejor. Se le educa en unos cuadros de competencia en los que debe hacer prácticamente cualquier cosa para ganar más, ser más que los demás o por lo menos no quedarse atrás respecto a ellos y tener acceso al mismo "premio" al que todos los sudorosos competidores de la sociedad tienen derecho: Un salario, ganancia económica, DINERO.
Gastar.
Luego, con este dinero consiguen rodearse de bienes materiales, cuyo objetivo es hacerles si no olvidar, por lo menos dar sentido y justificar ese "duro" trabajo, esas reglas de competencia en las que se han visto atrapados. Una serie de números en una cuenta bancaria que parecen la compensación, mucho más que suficiente, por las renuncias que han tenido que hacer obligados por la sociedad.
Gozar.
Y la sociedad, como debe de ser para que el sistema funciona, se encarga de poner a disposición del competente individuo, una gran variedad de bienes materiales por los que trocar el dinero. Sueños de plástcio, envueltos en papel de regalo, que, supuetamente satisfacen sus necesidades como individuos.

El problema se plantea cuando un individuo empieza a no ver viable para sí mismo este camino. Cuando los sacrificios que se ve obligado a hacer para entrar en este mundo de competencia no se ven del todo satisfechos con el premio obtenido al final, cuando este premio no satisface del todos sus necesidades y el obtener más y más sueños de plástico sigue sin conseguir calmar sus manos codiciosas, su espíritu.
Para los miembros de esta sociedad competitiva, este individuo está "enfermo", o por lo menos se ha salido -por alguna razón no explicable- del camino a seguir, y debe ser "re-educado" de alguna manera que vuelva a aceptar su asiento en el tren y vuelva a trabajar por obener un asiento más cómo que el suyo, donde poder relajarse, sin importar a dónde vaya el tren o dónde han quedado aquellos que no han conseguido o no han tendio la oportunidad de conseguir un asiento en el mismo, ni siguiera en tercera clase.
Si el individuo vuelve a montarse en el tren, perfecto. Pero, ¿Y si se niega, si decide caminar por su propio pié en una dirección diferente a la de las vías? Entonces se le condena casi al ostracismo. Se le aparta, se le mira como un bicho raro, se le trata de iluso, loco, vago. Se le desacredita en sus aspiraciones.
Por suerte, el individuo descarriado no está perdido. Ni loco. Hay otras opciones, otros caminos que tomar. El problema es encontrarlos. El problema es encontrase con alguno de los otros caminantes que siguen adelante por esos senderos sinuosos al margen de las autopístas de la competencia, con fe y esperanza, sintiéndose vivos, reconfortados con su caminar diario, sin renunciar a sus objetivos, a sus valores, al menos en sí mismos.

No se si ahí fuera, entre los posibles lectores de esta bitácora virtual habrá alguno que como yo, se siente como ese individuo descarriado, que ha dejado de sentirse satisfecho con los premios materiales que le brinda esta sociedad, y busca algo más para calmar su espíritu, viéndose día a día en una lucha constante entre las fuerzas centrípetas de esta sociedad, que le quieren de vuelta en los railes, y su propio espíritu y conciencia que le dice que no se deje arrastrar y luche por sus valores cueste lo que cueste.
Tengo la sensación de que, desde que tengo conciencia, como todo el mundo, he seguido los railes de este tren competitivo. He estudiado, he luchado siguiendo las directrices que me marcaron y obtenido ese premio en forma de objetos con los que reconfortarme de mi esfuerzo diario. Sin embargo, en algún punto dentro de mí, esa recompensa ha dejado de tener efecto. Ya no me sirve. He empezado cuestionar este modo de vida, no por rebeldía, sino porque, de repente, a dejado de funcionar para mi. Qué más quisiera yo que ver las cosas cosas de un modo tan sencillo como lo ven los demás y seguir trabajando y luchando, para, a fin de més tener dinero en el bolsillo y comprarme una casa, libros, un coche, etc. Ese libro, esa casa, esa bienestar futuro asegurado por una jugosa jubilación, ya no consigue llenar ese hueco dentro de mi. No es que no sea suficiente. Es simplemente, que no encaja, que no es lo que busco.
Creo sinceramente que uno tiene que sentirse realizado con su trabajo diario, sin importarle qué beneficio va a obtener del mismo. Creo que uno no puede dejar de lado así como así sus valores, su ideales, sus sueños, por muy utópicos que parezcan en aras de un prometido bienestar.
Me veo embuelto en una espiral de consumo sin que esos bienes que obtengo parezcan nunca suficientes para calmar mi espíritu. Compro un disco, un libro, y al instante necesito más y más y nunca parece haber fin, y empieco a pensar ¿realmente quiero, realmente necesito este libro? ¿me va ayudar a satisfacer mi necesidades, a calmar mi espíritu? Sí, en un principio lo hará, en el momento de su compra, de su lectura, de su audición, surtirá efecto, como una droga; pero, como tal, no funcionará a largo plazo. No para mí. Ya no.
La única manera que veo para sentirme "satisfecho" es defender mis valores, mis ideas, perseguir mis sueños, aunque no tengan cabida en esta socieda, aunque tenga que cambiar mi modo de vida, aunque no llegue a viejo.
El problema reside en encontrar ese otro camino que discurre léntamente en una dirección diferente a la de la corriente princiapal. Yo no se dónde se toma ese camino. Parece estar oculto para que nadie se descarrile por él. Pero lo tomaré. Prefiero caminar un sólo día por él a pasarme una vida luchando por un asiento de cuero en este tren.
Me he dado cuenta de que hay cosas que yo no puedo dar a cambio de unas piezas de plata.
¿Alguien más se ha dado cuenta?

lunes, 18 de febrero de 2008

Consumidores-acumuladores

Reflexionando un poco... Suelo ver una película todas las noches, y, últimamente me he puesto a volver a ver títulos que ya había visto antes, algunos incluso varias veces. Y he empezado a pensar en el tema de la piratería otra vez, de nuevo candente por el dichoso canon y las próximas elecciones, con nuestros políticos poniendo al rival a caer de un burro y ofreciendo el oro y el moro si ganan como si esto fuese una apuesta o como si los votantes fueramos un objeto en subasta; a ver quién da más.

Recuerdo que cuando tuve en casa una grabadora de CD empecé a copiar todos los CDs que me dejaban mis amigos, luego, empecé a bajar música de internet... nunca llegué a bajar gran cosa. Con el tiempo me di cuenta de una cosa: la mayoría de lo que grababa, de lo que descargaba, a penas lo escuchaba una vez, y aquellos discos que realmente me gustaban, los acababa comprando originales. De hecho, hace la tiempo que tiré a la basura todos mis CDs copiados o descargados y no he vuelto a copiar otro desde hace mucho. Cuando me dejan un disco o descubro un artista por internet, lo escucho y, si me gusta mucho, acabo comprándome el disco tarde o temprano.
Lo mismo ocurre con las películas. ¡Por fin, gracias a esto del internet puede uno ver esas joyas que nunca pensó ver porque no las dan por la tele y tampoco las encuentra en vídeo! Hasta ahí bien, luego uno se da cuenta de que almacena cientos de divx en DVDs, películas que rara vez vuelve a ver.
Nos hemos combertido en acumuladores de bits, nuestras casas están aisladas con cientos de DVDs. Pero ¿Qué saca uno con almacenar 100, 200 películas? Hay gente ahí fuera que descarga como locos y almacena y almacena, parecen incluso vanagloriarse de tener una colección de cientos de discos, de películas, de tener los títulos "más importantes", "más famosos". Yo pregunto ¿Realmente, qué merito hay en eso? ¿Realmente, disfrutamos, realmente queremos todos esos discos, películas? ¿Nos gustan lo suficiente como para que ocupen sitio en nuestro disco duro o en nuestra estantería?
Creo que nos hemos vuelto ya no consumidores, más aún, acumuladores ciegos, compulsivos. Ya no antendemos a gustos, o no antendemos tanto a nuestros propios gustos, sino a los que nos venden.
Tengo una colección de CDs (originales) muy amplia. Unos 500 discos más o menos. La música es mi principal pasión, y reconozco que soy algo coleccionista de discos. Pero dentro de mis gustos. Muchos me dirán que es una colección incompleta coja, porque me faltan discos "esenciales", pero ¿Qué necesidad tengo yo de tener Led Zeppelin IV, si realmente el heavy me cansa o Nevermind de Nirvana si realmente no me hace gracia el Grunge? ¿Debo tenerlos en mi colección sólo porque son muy buenos, son "clásicos"? No pongo en duda la calidad, ni la importancia de ciertas obras, pero al final, lo que importa es lo que a uno le guste. El problema es que este sistema económico y social parece tacharnos de bobos si no tenemos en nuestro poder ciertos productos. Se nos educa para querer tener todo de todo. Todos los discos más famosos sin tener en cuenta el género, todas las películas más premiadas, todas los filmes de culto, independientemente de que nos gusten de verdad. Todos los libros, la última ropa de moda, el último grito en ordenador, en coche...

Seamos consumidores responsables, dejemos de acumular trastos en casa.
La mejor medicina para darse cuenta de en qué se ha convertido uno es sentarse un día y empezar a revisar su colección de películas y discos descargados, o comprados según el caso, y empezar a pensar cuántos a visto, escuchado, más de una vez el último año. O por lo menos una vez.
Seamos francos, la mitad de lo que descargamos no lo volvemos a ver en años. Pasa tanto tiempo que uno acaba diciendo ¿Para qué narices grabaría yo esto?
Si empezamos a comportarnos como consumidores responsables, nos daremos cuenta de que incluso podemos destinar parte de nuestro dinero a comprar discos y películas, y que incluso lo hacemos con gusto, porque lo que comprarmos realmente nos gusta, lo vamos a disfrutar una y otra vez. Y el resto lo descargaremos y luego borraremos o lo aquilaremos.
No tiene porqué gustarle a todo el mundo la última película ganadora en los oscars de este año, ni siquiera tiene porqué gustarle el cine a todo el mundo, entonces ¿porqué descargarlo, porqué acumularlo en nuestro disco duro o en un DVD? ¿Sólo porque es famoso, porque dicen que es "bueno"? ¿Son acaso estas razones suficientes, razones de peso? ¿No nos estarán manipulando sin que nos demos cuenta?

Un apunte más. De momento nos hemos vuelto acumuladores porque tenemos aceso gratuíto a las películas, a la música. ¿Pagaríamos por descargarnos cientos de discos, de películas? Yo creo que no. Ya no valoramos los discos, las películas en DVD, como para pagar por una descarga, que es algo aún menos tangible.
La verdad es que la culpa de que actuemos así la tienen los mismos que ahora nos echan la culpa a nosotros y nos cargan su muerto en forma canon. La forma en la que han promocionado, vendido su trabajo, su arte en los últimos 20 o 30 años les a llevado a estos extremos.

Desde aquí, animo a la gente a que compre DVDs, y CDs, a que se pasee por el videoclub, que vaya al cine, que salga de esas casas forradas de bits, que levante la cabeza del ordenador, y que haga todo esto de una manera responsable. Que no vaya al cine a ver la última novedad, sino la película que realmente le interesa, que alquile, que compre el DVD que realmente le ha llegado al corazón y que desea ver una y otra vez.
No defiendo el canon, ni otras prácticas similares, me parecen abusivas. Tampoco estoy muy asustado por la desaparición del cine o de disco, como algunas personas dicen por otras páginas de internet. Puede que desaparezca la música como bien de consumo de masas, pero se seguirán publicando CDs, vilinos, etc., aunque en menor número, pues sigue (y seguirá) habiendo amantes de la música y el cine dispuestos a pagar por tener un CD o DVD original. Lo único que me asusta es la deshumanización del arte, del consumo del mismo, intentando ser más exacto. Que la gente no conozca, y, lo que es más importante, no sienta interés por conocer otras músicas, otro cine, otro arte, diferente al que promocinan los medios de comunicación de masas. Que desparezca, por ejemplo, el cine como acto social y la gente se quede encerrada, sola, aislada en casa con su home cinema. Eso sí que asusta.
Por eso llamo aquí la atención sobre esta práctica actual que realiza mucha gente de "acumulación de musica y cine sin ton ni son". Llamo aquí a la necesidad de un consumo razonable de nuestros bienes de ocio, y también de otros bienes de consumo en general. No nos dejemos arrastrar por las modas o corrientes del momento, por la publicidad engañosa de los medios de comunicación y poderes fácticos de esta sociedad. Pensemos. Decidamos. Seamos responsables y consecuentes con nuestros actos.

lunes, 11 de febrero de 2008

No voy a callar la boca

Hace cosa de un año más o menos, en mi enfado interior o depresión, como queráis llamarlo, plasmé sobre el papel mi descontento con el mundo, con la sociedad, en un intento de expersar mis sentimientos, de librarme de ese miedo y angustia internos. Si seguís este blog, no hace falta deciros que dicho escrito, que en un principio pensé en colgar aquí, no llegó finalmente a dar el salto del papel al mundo digital.
Tampoco ha a lugar colgarlo ahora, porque en estos momentos empiezo a ver las cosas de otro color, ya no quiero esconderme más del mundo dentro de esta caja, sino que empiezo a moverme hacia afuera, empiezo a sentir la necesidad y las ganas de salir y plantar cara este modo de vida que tan disimuladamente nos venden y decir ¡¡¡BASTA!!! Puede que me cueste horrores. Puede que tenga que cruzar el charco y renunciar a ciertas "comodidades" para encontrarme a mi mismo y encontrar a la vez una manera de no ser arrastrado por la riada, pero lo voy a hacer, tarde o temprano, y no voy a callar la boca más, le duela a quien le duela donde le duela.
Uno tiene que ser fiel a sus ideales, a sus valores, y mantenerse firme, trabajando y avanzando en pro de ellos, por muy utópicos que parezcan, por muy diferentes que sean comparados con los que se supone que debemos aceptar para vivir; y además, sin miedo a que dicha defensa nos obligue a cambiar nuestro modo de vida, este que nos ha sido impuesto sin nosotros preguntar desde el día que nacimos. Sin olvidar por supuesto, una cosa esencial: el respeto a los demás, siendo conscientesde que no todo el mundo tiene porqué ver las cosas como las ve uno mismo. La liberdad de una persona acaba donde empieza la de otra persona. Esa debe ser la máxima.
Lo cual no implica que trabajemos no sólo por nosotros mismos, sino, y sobre todo, por y para los demás, presentes y futuros; que nos movamos y que intentemos mostrarle al resto de la gente que hay otras maneras de vivir, que todas son igual de buenas siempre y cuando vivamos en el respeto mútuo; que iintentemos mostrarle a la gente alternativas que la sociedad les oculta, por lo menos para que las conozcan y las respeten si es que no se atreven dar el paso y cambiar ellos mismos; que intentemos poner las cosas en su sitio para que así,valores, ideas, hechos históricos, arte, no sean manipulados, desprestigiados y utilizados con fines egoistas por ciertas personas o colectivos.
"Ya han manipulado la canción" escribía yo hace cosa de un año, "y no voy a dejar que me cambien a mi también". Sigo en mis trece, ahora aún más convencido. La cita hacía referencia a cierto banco de color naranja que bombardeaba entonces (y sigue bombardeando ahora) nuestras cabezas con una anuncio televisivo en el que usaban como música el tema gospel tradicional "He's got the whole world in his hands". Ellos cantaban (y cantan) "We've got the whole world in our hands". La ironía me comía por dentro y lo sigue haciendo en la actualidad. Puede parecer una bobada, pero, la historia nos enseña que a veces se empieza cambiado cosas insignificantes, como canciones, y luego se acaba cambiado a las personas, sin que nadie se de cuenta o proteste. Y ello es posible debido a la ignoracia de la gente, a la no promoción -lo cual equivale casi a la ocultación- de ciertas ideas, valores, arte, alternativas; a la des-información subliminal de la gente, de la sociedad. De pronto, se levantan y ya no rezan su plegarias a Dios, las rezan a un banco. Yo al menos no quiero vivir en un mundo que esté en manos de un banco-sistema económico-dios. Dios como concepto en el que aplacar nuestros miedos y buscar fuerza y esperanza está bien, pero ¿materializaro así? No. De ninguna manera.

Creo que pniendo los puntos sobre las íes, mostrando la versión original, la verdadera, pormocionando otros libros, etc., por lo menos despertaremos el espíritu crítico, instaremos a la gente a pensar y buscar y no aceptar las cosas como vienen si pararse a leer la letra pequeña.
Y todo esto porque ayer vi de nuevo Metrópolis, la maravillosa película de Fritz Lang, ahora por fin en su versión original, lejos del montaje comercial creado por Hollywood que hemos venido viendo durante más de 70 años y que destrozó el verdadero argumento, el espíritu de la película. Y viéndola me encontré con el obrero 11811 y una lucecita se encendió en mi cabeza ¿Dónde h visto yo este número?
Qué ironia que sea el de una compañía de información por teléfono. Si a la gente se le ofertaran otras opciones de forma desinteresada, si se porgramase Metrópolis, si se exibiese sin pensar que los índices de audiencia iban a caer, hoy día una empresa ho habría elejido semejante número, porque todo el mundo les señalaría con el dedo diciendo "vaya grupo de palurdos, usar el nombre de un personaje Metrópolis para esto, yo no les llamo".
No voy a decir aquí quién era 11811. No tiene nada que ver un tipo con pelucón que baila en la tele. Es un personaje humano, muy humanno. Con un número en el gorro. Ese número que todos llevamos sin saberlo escrto en la frente en esta sociedad que pretende hacernos ir de aquí para allá, todos igualitos, a merced de modas y tendencias preconcebidas por aquellos que viven en altos rascacielos o idílicas mansiones mientras que los demás -la inmensa mayoría- nos conformamos con un poco de pan, diversión insulsa, sueños de plástico con los que descrispar nuestras manos codiciosas, como dice otra canción, y un número que dice dónde vamos, quiénes somos y qué nos está permitido hacer. Y lo que es más triste aún, todos contentos, felices, sin ni siquiera pensar o soñar que puede haber otras posibilidades, otras maneras de vivir.

Yo no voy a dejar de soñar. No. Y voy a hacer que la gente sueñe, que piense. Me siente como Sam Lowry, el héroe de otra película que alimenta mis sueños, junto a Freder y María, y Montag, y Clarisse y la gente libro. Seguiré soñando. Y seguiré trabajando por que la gente sueñe. Aunque me quieran hacer despertar y unirme a las aborregadas masas. Soñaré.
Quizá algún día nos encontremos con que ya no es más un sueño. Ojalá.

Indigo Girls - Rites of Passage (1992)

Rituales de tansición o de iniciación, podría traducirse el título de este disco de Indigo Girls de 1992. Y eso es lo que es: un trabajo en el que el dúo folk-rock norteamericano decidió abrir su campo musica a otros sonidos y texturas, manteniéndose siempre en esa música acústica, "wooden music" como la bautizó David Crosby una vez. Folk que no se limita a la tradición más clásica, que se mezcla con otros géneros y que tampoco se limita geográficamente a un territorio, si no que bebe y se enriquece de sonidos pertenecientes a la tradición de otros lugares y gentes. Música de madera, acústica pero sin dejarse atrapar por las redes comerciales del mercado pop/rock.
Esé es el sonido que se respira y se siente cuando se escucha este disco que, en mi opinión es el mejor de las Indigo Girls. Sin perder para nada ese peculiar estilo propio, el dúo echa mano de colaboradores de la talla de David Crosby, Jackson Browne, Michael Kamen, The Roches y otros para crea un maravilloso tapiz musical, lleno de vida y de optimismo que sigue aún hoy dia alzándose como uno de los mejores discos que nos dejase la década de los 90.
Guitarras acústicas, variadas percusiones, violines, gaitas irlandesas, armonía etéreas y deliciosos juegos de voces, y un espíritu festivo y a la vez impecable a través de trece temas que están entre lo mejor que han escrito alguna vez Amy Ray y Emily Saliers. Hay sitio para todo: canciones críticas, de protesta, de esperanza, de amor, conversaciones con Wirginia Woolf, Galileo... hasta una desgarradora versión desnuda de Romeo & Juliet de Mark Knopfler.

Rites of Passage es un disco que me devuelve la energía y las ganas de vivir cada día, pensando en no tirar al toalla y seguir luchando y trabajando digan lo que diga los "rectos y hocecados". Quizá a vosotros también os sirva de ayuda. Escuchad, escuchad con atención, como siempre.

Algunas canciones del CD
Galileo · Joking

jueves, 7 de febrero de 2008

Fantasmas para siempre

Acabo de leer un libro maravilloso de Ray Bradbury. Fantasmas Para Siempre. Se trata de una colección de poemas, un ensayo y un cuento, reunidos en un mismo volumen ilustrado por Aldo Sessa, un artista argentino hasta ahora desconocido para mi.
Más que un libro común, es una obra de arte en la que, como dice el propio Bradbury en el prólogo, escritor y artista corren a la par, llevando al lector por universos lejanos y a la vez muy humanos y próximos, uno con la palabra escrita, el otro con la imagen. Bradbury nos habla de la humanidad, de esa curiosidad innata que tiene el ser humano por observar, por descubrir, por conocer las estrellas, mundos lejanos y humanos al a vez, nos habla de Dios, como esperanza, como razón universal, necesidad del hombre para no sentirse solo en la noche del tiempo, para ayudarle a soportar y comprender ese desconocido universo en el que apenas acaba de poner los pies, enseñándole a ver, a aceptar, a comprender, a respetar lo desconocido a través de valores humanos y universales a todas las culturas, a estas que rezan a Dios-Alá-Buda-etcétera y a otras desconocidas aún que, en otros mundos rezan del mismo modo.
Un viaje delicioso que no hace sino despertar esa curiosidad y necesidad a veces infantil, innata al hombre por viajar, por conocer y aprender otras culturas, y por conocerse a si mismo.

El libro se lee en una tarde, luego uno vuelve las páginas atrás, le de nuevo algunos fragmentos, deleita su vista tranquilamente de nuevo en las imágenes creadas por Aldo Sessa. Una obra de lujo que surgió en 1980 cuando estos dos creadores cruzaron sus caminos. En España lo editó Caralt -editorial que creo ya desparecida- en un maravilloso formato de álbum que lo convierte al instante en una edición de lujo por dentro y por fuera. Hoy día, como no, está agotado, pero creedme, merece la pena rebuscar por librerías de viejo una joya como esta. Es raro de ver, pero a veces sucede lo impensable.

Os dejo con unas breves lineas del ensayo de Bradbury incluido en este libro:
[...] si una criatura conoce la diferencia entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad, si puede elegir el amor en vez de la matanza, si puede oponerse a la violencia, si puede favorecer la paz, si puede juzgar y valorar, esa criatura es humana sin tomar en cuenta su apariencia externa, sea de carne o de fuego.
La humanidad, después de todo, es un concepto que sólo indirectamente tiene que ver con la forma, el tamaño, el color, los tejidos, o con el número de dedos, miembros, cabezas, presencia o ausencia de escamas, colas o, bien mirado, sexo. [...]
de "Dios en la ficción científica" (Bradbury, 1980, op. cit.)