El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

jueves, 31 de octubre de 2013

Llamada nocturna

Sobre el tejado
y en el cristal
de mi ventana
oigo su canto
de soledad
alguien que llama

dice despierta
no esperes más
sal de la cama
óyeme: lluvia
en la ciudad
cuentos de hadas

lavo la noche
la oscuridad
y los fantasmas,
y en raras flores
la eternidad
                                       -por un segundo-
queda atrapada.

domingo, 27 de octubre de 2013

Otoño

Echo de menos el otoño
el sol apagándose en la tarde
las hojas cambiando de tono
en los árboles del parque.

El suelo todo cubierto
por un manto crepitante
caminos llenos de misterio
olor a humo en el valle.

El sabor y el color del magosto
tizones, negras pinturas faciales
castañas calentando las manos
cuando el frio aprieta en la tarde.

Y el viento que sopla loco
lanzando hojas secas al aire
como pájaros que vuelan ciegos
en un misterioso aquelarre.
Dibujo de "El Bribón Bueno"

domingo, 20 de octubre de 2013

El chatarrero

Es domingo, un domingo soleado en Quito, son las 9 y media de la mañana, y estoy sentado frente a la computadora leyendo la prensa extranjera, atento al chat por si se conecta alguien del otro lado del charco. La ciudad está en silencio, me han despertado las campanas de la iglesia vecina, pero son las únicas que han amanecido temprano este domingo. El resto de la ciudad duerme todavía o se mueve con paso lento.
De pronto una voz metálica de altavoz rompe el silencio: "compramos chatarra, latas, trastos viejos, baterías, chatarra". Me quedo congelado unos pasos, y curioso, me asomo al ventana de mi cuarto. La voz viene de un lugar más allá de los patios traseros que se extienden bajo mi vista, surge de alguna de las innumerables calles o avenidas de la ciudad. Siento el impulso, la necesidad, de bajar corriendo a la calle y comprobarlo, sí. Pero también me da miedo.

¿Comprobar qué? ¿Qué te da miedo? ¿Un posible trapero que va por las calles de una ciudad recogiendo trastos inservibles y chatarra, y dando algunas monedas a cambio? ¡Ni que eso fuese algo del otro mundo, me diréis! Quizá sí, quizá no, Puede que tengáis razón y no sea más que una de mis neuras, un producto más de mi mente alimentada desde crió por historias de ciencia ficción. Ojalá. Pero aún resuena en mis oídos el soniquete metálico y eterno del chatarrero...

Fue ya hace varios meses, quizás un año ya, que lo escuché por primera vez. En Lago Agrio, a 6,5 del centro de la ciudad, transitando por un polvoriento camino sin asfaltar, pasó un chatarrero en carro, soltando una y otra vez la misma canción metálica por el altavoz. Estaba en mi cuarto, escribiendo, y recuerdo que me hizo gracia el ritmo tembloso de la voz del chatarrero. Era como si a una vieja tartamuda le hubiesen dado el micro. Luego, pensé en la cantidad de trastos viejos que hay en la bodega y pensé "que lástima, ya se ha ido carretera adelante. Otra vez será". Me quedé unos segundos pensado en la chistosa voz del chatarrero: ¿iría el tipo por el camino, tragando polvo, manejando con una mano el volante y la otra aplastando el micro del altavoz, repitiendo una y otra vez la misma canción? Tonterías, seguro que era una grabación en cassette.

Una semana después más o menos, volvió el chatarrero. Yo, como buen previsor, ya había alertado a todo el mundo, y teníamos varios cacharros viejos en un rincón dispuestos a vender a peso. Salimos a su encuentro a hacer negocio y mientras un compañero intentaba renegociar el precio del kilo de chatarra, yo observaba curioso el interior de la camioneta: era una camioneta de cabina sencilla, de un color rojo o marrón, no se sabía bien entre lo viejo desgastado que estaba y el polvo del camino, y con un balde trasero repleto de trastos. Al volante un hombre de mediana edad con sombrero de paja y a su lado una señora, algo mayor que él. Por desgracia, mientras negociaban el precio, no soltaron por el altavoz la típica cantaleta, y no pude descubrir el misterio de la metálica y temblorosa voz.
No hicimos muy buen negocio. Unos minutos después, la camioneta se alejaba envuelta en una nube de polvo, y en la lejanía volvía se volvía a escuchar "compramos chatarra...".
El chatarrero volvió pasar en varias ocasiones más las siguientes semanas y meses, y, aunque en alguna ocasión corrí hasta la polvorienta carretera para resolver el misterio que rodeaba el origen de aquella canción publicitaria de compara de chatarra, nunca llegue a tiempo de ver el interior de la cabina en acción.

Pasaron los meses. Yo me encontraba ahora en San Sebastián del Coca, a una hora y media de Lago, preparando la merienda, cuando, de pronto, sonó la voz del chatarrero. La misma, voz, las mismas palabras, el mismo soniquete que en Lago!. No cabía en mi asombro. La vieja camioneta -a todas luces me pareció la misma- se detuvo justo en frente de casa. Alguien tenía chatarra para alimentar al chatarrero. Y sí, ahora por fin lo pude ver: La señora, que ahora llevaba un niño de unos 4 años sentado sobre sus piernas, tenía en sus manos el micrófono del altavoz. Mientras se hacía en negocio, el niño jugó un rato con el micrófono, y cuando acabó la compra de chatarra, la señora aplastó el botón del micro y mientras el carro comenzaba su marcha, ella empezó a recitar "compramos chatarra, chatarra, trastos viejos...".
 ¡Que increíble se me hacía que esa ajada señora fuese todo el camino, quedándose sin saliva, recitando con inusitada precisión siempre la misma canción!

Por eso cuando esta mañana volvía escuchar ese mismo poema publicitario, recitado con la misma precisión, por la misma, exacta voz, sentí un escalofrío. No, no podía ser. No puede ser. De Lago a Coca no hay mucha distancia, la gente se mueve mucho además. El chatarrero podía tener varias rutas, recorrerlas según la semana o el mes. Pero, ¿en Quito? ¿Como podía ser el mismo? No podía, evidentemente, Quito está a 260 km. de Lago o Coca, y no creo que un sólo chatarrero recorra semejantes distancias. No, no puede ser. Tiene que ser otro chatarrero, otro que recorra las calles de otras provincias recitando un eslogan similar, con una voz similar, en una camioneta similar. Pero no, no era un eslogan similar, una voz similar. El eslogan que atravesó las calles y patios de la cuidad y llegó a mis oídos era el mismo eslogan, la misma voz, con imposible exactitud.

Si hubiese sido una grabación, si hubiese visto a la señora o al conductor aplastar el play de un cassette, no estaría ahora escribiendo esto. ¡Pero yo le vi! ¡Vi a la señora coger el micrófono del altavoz y empezar a repetir el mismo poema! ¡¿Como podía ser que hoy sonase lo mismo por Quito?! ¿La vieja había dejado su empelo de acompañante de chatarrero y ahora se dedicaba a la grabación y difusión de cintas con eslóganes para chatarreros? ¿Se había mudado de provincia el chatarrero? ¿Existe algún monopolio de recogida de chatarra en manos de una sociedad unipersonal formada por el chatarrero y su acompañante de voz temblorosa, recorriendo todos los pueblos y ciudades del país? ¿Era la señora un robot autómata de una precisión infinita, uno de tantos, producidos en serie, y mantenidos por el gremio de chatarreros, o son todos ellos, chatarreros y acompañantes, robots o extraterrestres que se esconden bajo una misma apariencia -la de un sencillo chatarrero y su señora-, mientras acumulan chatarra y trastos viejos para algún oculto motivo?

Lo averiguaré, lo prometo. La próxima vez bajaré a la calle, perseguiré la camioneta del chatarrero, le daré el alto y saldré de dudas. Espero volver para contarlo y escribirlo en el blog.
Sois y seréis mis testigos.

domingo, 13 de octubre de 2013

Del tiempo y el fluir de la vida

Hay recuerdos del pasado que queremos se hagan presentes, y se perpetúen a lo largo de nuestros días, para acabar falleciendo y despareciendo al unísono a nuestro lado como aquella pareja de aquel mito griego.

Sin embargo, el pasado ya no es, y el presente es caminar. Ni lejos ni cerca, simplemente caminar. Caminar en ese reloj del tiempo cuyas manecillas no podemos atrasar ni adelantar. Pero, como humanos que somos, y como por ello nos debemos y cambiamos y crecemos por un pasado, no podemos sino evocarlo y pensar en aquellos años pasados y desear revivirlos, perpetuarlos.

Cuando las distancias se acentúan, cuando uno se va a vivir lejos del pueblo (algunos muy, muy lejos) o cuando un amigo se va lejos, esa sensación de pérdida, de querer revivir el pasado se acentúa. Y uno se pregunta porqué se tuvo que ir, o porqué siento esa pulsión en mi interior que me hacer ir más allá, y buscar, vivir, y respirar otros aires. Llega entonces la nostalgia, un vuelven una y otra vez a la mente esas imágenes de momentos compartidos en años pasados, con los amigos del alma: las locuras de adolescencia y juventud, aquellos tiempos en los que todo se reducía a las calles de un pequeño pueblo o una ciudad, en que la vida giraba en torno a un mundo muy pequeño, era una tragicomedia con muy pocos actores, en la que nuestros pequeños actos, por locos y revolucionarios que pareciesen, nunca alteraban el final feliz de cada día.

Como todos, recuerdo con cariño aquellos momentos de niñez y adolescencia, cuando el mundo era más seguro y cuando los amigos estaban siempre ahí para unirse al última aventura: los paseos en bici por los caminos del pueblo, las horas sentado en el parque comiendo pipas o sentado en la cima de un depósito de agua filosofando sobre un futuro que estaba aún por llegar, las noches de alcohol hamburguesas caseras y películas que nunca acaban en otra cosa que dos personas luchando por mantener los ojos abiertos pegados al televisor, siempre lejos de llegar a ser la falsa realidad de la película... Y sí, ha veces en que quisiera sentir a mi lado a ese amigo compañero de fiestas nocturnas, de días de bricolaje, de charlas filosóficas y musicales frente a una cerveza. Todavía hoy -y creo que siempre lo haré- me siento a ver la última astracanada estúpida y sin sentido en la pantalla del televisor, y siento la necesidad de compartirla con mi alma gemela. Los zombies no son lo mismo si te acechan cuando estás solo. Pero, a pesar de todos los pesares, de todas las distancias que la vida ha ido sembrando, vivo mi presente, no añoro repetir no perpetuar mi pasado, sino que miro a él con cariño y ternura: son páginas de ese álbum de fotos que llevo cosido en el corazón, que dio forma a mis días actuales, que me hizo ser como soy.

Las distancias no marcan los cambios en nuestra vida. Es el tiempo el único culpable. Si algo siento con seguridad es la certeza de que esa sensación de lejanía o pérdida de los amigos y vientos de un pasado, me asaltaría igual si estuviese en mi pueblo natal, incluso aunque mis amigos siguiesen viviendo en ese pueblo en el mismo portal. El teatro de nuestra vida cambia, aparecen nuevos actores, nuevas obras que interpretar, no importa si hemos cambiado el lugar de la escena, pues lo que ha hecho que la escena cambie es el paso del tiempo.

Y a veces maldigo al tiempo, sí, pero no a la distancia. El tiempo es el único culpable, las distancias no existen. Los amigos laten con fuerza en el corazón, doquiera que estén ahora, y, aunque se que será raro que vuelva a pasar tardes de bricolaje con ellos, que mi casa, por llevarla hoy día acuestas, no será vecina de la suya, sé que algún día pasaré por su patio, su jardín, conoceré su casa, y, sentados juntos, con una cerveza o un café delante, diremos: ¿te acuerdas cuando...?

domingo, 6 de octubre de 2013

Raices ecuatorianas

Acá en Ecuador se empeñan en forjar la identidad nacional destacando una y otra vez las hazañas de los próceres de la independencia (s. XIX). Casi todas las fiestas nacionales hacen referencia a fechas de batallas, alzamientos o gritos de independencia, estas mismas fechas dan nombre a las principales calles de las ciudades (10 de Agosto, 6 de Diciembre, 9 de Octubre, ...) y en los libros de historia de los escolares, la historia de Ecuador comienza siempre en el siglo XIX: con suerte preceden algunas páginas que describen algo de la conquista Inca y la época colonial, y aún más difícil es encontrar un texto que hable de "lo que había en Ecuador antes de los Incas". No es de extrañar, incluso, que la historia que mucha de la historia que se viene escribiendo en el país, y sobre todo de la historia que se publica para el público general, para los escolares, sea una rancia historia de corte decimonónico -historicismo puro y duro-, repleta de fechas, batallas, hechos históricos puntuales, y nombres de mil y un próceres, ministros, presidentes. Todo un tostón aburridísimo y desfasado.
Existe, no obstante, una renovación en los estudios históricos en el país, pero esta
parece que todavía no acaba de saltar del mundo de los eruditos y la universidad, al mundo del público en general. Poco a poco se va produciendo el cambio estos días, en parte seguramente por un momento en que el gobierno ha reconocido que Ecuador es algo más que las élites (conservadoras) que hasta ahora controlaban la sociedad -y por ende la cultura y la educación- hasta hace bien poco; pero, la influencia de esa historia hija de ese "Ecuador nacido en el s. XIX", sigue patente en la sociedad: bandas de guerra y desfiles en los colegios, fiestas con motivo de la cantonalización, provincialización, o creación de tal o cual parroquia... Siempre como si antes no hubiese nada, como si Ecuador fuese una tierra baldía hasta que en el s. XIX decidieron ponerle nombre y fijar las fronteras como un estado moderno.

Todo un esfuerzo que dura ya unos 200 años, por crear y afianzar una identidad nacional. Sin embargo, mientras se empeñen en buscar en los hechos independentistas del siglo XIX, es identidad nacional seguirá incompleta. La historia de Ecuador, hunde sus raíces en la prehistoria de América, en el cuarto milenio antes de Cristo, cuando empezaron a florecer en la costa ecuatoriana las primeras culturas agrarias y alfareras de América, y se empezó a crear un interesantísimo mapa -crisol de culturas-, que ínter-relacionándose entre sí, crearon una identidad propia, una identidad ecuatoriana, construida en la relación de numerosos regionalismos que creo explican gran parte de los regionalismos actuales del país. El actual territorio de Ecuador tenía una evolución propia que fue truncada por la conquista Inca primero y española después, pero la cultura de los distintos señoríos y pueblos del ecuador preincaico, siguió en gran medida presente en las manifestaciones cotidianas de los ecuatorianos.

En este sentido, la historia de Ecuador se me antoja no muy distinta a la de España: hoy día creo ya nadie se empeña en buscar las raíces de España en la unión de las dos coronas bajo los Reyes Católicos, ni nadie se mata por defender una "España grande y única" o en intentar ver a España como un estado unitario, sino como un conjunto de pueblos, reinos, etc, unidos pero con diferencias muy palpables entre sí. Y nadie excluye de la historia de España la prehistoria, las invasiones de los Campos de urnas (indoeuropeas), la colonización fenicia, griega y cartaginesa, la breve ocupación cartaginesa, la conquista romana, las invasiones bárbaras, la invasión musulmana y la rica e interesante historia de Al-Andalus, la reconquista y formación de los distintos reinos cristianos... Todo un proceso largo en el que no se puede hablar de España, pero que es en sí inseparable de España y explicación de la España actual. Los libros de historia comienzan hoy con atapuerca, y son bastantes las páginas de esa historia media, antigua y prehistoria de España.

¿No sería, entonces, enriquecedor que Ecuador, que los ecuatorianos, empezasen a buscar, a formar su identidad nacional a partir de los primeros pobladores de estas tierras, desde los asentamientos de el Inga, Las Vegas, avanzando poco a poco por el interesante desarrollo de las distintas culturas preincaicas del territorio ecuatoriano?  Un país que lleve en su identidad, en su nombre y bandera nombres como Valdivia, Chorrera, Jama-Coque, Huancavilca, Puruhá; o los nombres de pueblos como Karanki, Omagua, Otavalo, Cañari, sería un país mucho más rico, con una reconocida tradición milenaria y ancestral, un país con una verdadera bandera que ondear al viento como símbolo propio, origen, fundamento, y explicación última de lo que significa hoy día Ecuador como estado pluricultural y plurinacional que es y siempre ha sido.

Hoy día, por suerte, los escolares ecuatorianos empiezan a leer esta historia ecuatoriana, hasta ahora exclaustrada de los libros de texto. Para aquellos que crecieron cuando en las escuelas Ecuador nacía en el S. XIX, les invito a que salgan de sus casas decimonónicas y visiten museos como el Museo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (antes Museo del Banco Central) en Quito, el Museo Casa del Alabado, también en Quito, o el Museo Antropológico en el malecón de Guayaquil, por citar sólo tres ejemplos; y que se animen también a leer a historia del Ecuador coordinada por Enrique Ayala Mora, o los distintos libros sobre el ecuador prehispánico de Santiago Ontaneda.

Toda país debe conocer sus verdaderas raíces, historia de los pueblos que en épocas anteriores poblaron su territorio, y que hoy día son parte de su identidad como país, nación y estado soberano.

(las imágenes están tomadas de la página web del museo Casa del Alabado)

sábado, 5 de octubre de 2013

El espíritu del 45

Hace unos días me envían por e-mail un recorte de prensa de El País sobre las características y bondades de Ecuador, un país al que están emigrando numerosos españoles "por culpa de la crisis". Siempre la crisis.

Tengo la sensación de que todo el mundo culpa a la crisis como algo abstracto. Algo que está ahí, indefinido, en medio del aire, algo que nos ha tocado vivir y que tenemos que aguantar. No nos dejemos engañar, no tengamos miedo a enfrentar la verdad. La llamada situación de crisis actual quiere decir, simple y llanamente, que el sistema neoliberal que se impone (que nos imponen, que nos imponemos) ha sufrido un accidente: nos dejamos llevar en bus con los ojos cerrados, confiados en un conductor que conducía pensando solamente en sí mismo, y que saltó y se puso a salvo cuando vio que iba demasiado deprisa para tomar la curva y se iba a estrellar. Los damnificados, es de decir nosotros, no importamos. Él está a salvo. La crisis la sufrimos nosotros.

Lo mismo -o muy parecido- que sucede estos días en España y que obliga a muchos compatriotas a emigrar a Ecuador u otros países, es lo mismo que sucedió en Ecuador a finales de la década de los 90 y principios del 2000. Hoy día, diez años después, Ecuador es una economía próspera y emergente, un país al que no le acucian deudas internacionales, el FMI u otras supraorganizaciones internacionales no le dictan reglas, es un país donde la clase media a crecido notablemente, donde ha aumentado el poder adquisitivo de los ciudadanos, donde se van reduciendo los índices de pobreza, donde se genera suficiente empleo incluso como para absorber mano de obra inmigrante (ahora los inmigrantes somos los europeos)
¿Como es todo ésto posible? ¿Fue gracias a las medidas de austeridad, al sacrificio de millones de ecuatorianos que aceptaron ignominiosos recortes, que tuvieron que emigrar a otros países donde sufrieron el racismo y el abuso de otros pueblos?

No, para nada. Ecuador no salió de la crisis y llegó donde está ahora gracias a los recortes. Salió de la crisis y llegó donde está ahora porque en el 2006 ganó las elecciones un gobierno socialista, de izquierdas. Punto. Esa es la pura verdad. Ganó un gobierno que dijo: Ecuador debe ser para todos los ecuatorianos. El individuo en si mismo no importa, sólo tiene valor como parte del grupo, del pueblo.
Se renegociaron los convenios petroleros: de un país explotado (las compañías extranjeras se llevaban el 80% de las ganancias del petroleo) se pasó a un país soberano (ahora el estado se lleva el 80%), se reestructuró un sistema de recaudación fiscal antes inexistente o inoperante, se fortaleció la sanidad pública, la educación pública, se invirtió en infraestructura pública: carreteras, puertos, centrales hidroeléctricas. La compañía de teléfonos es estatal (sin impedir que haya también empresas privadas), la empresa eléctrica es estatal,...

La patria ya es de todos. Reza uno de los principales eslóganes del gobierno ecuatoriano. Y es verdad. Puedo dar testimonio de ello. Llevo en este país más o menos 5 años. No me vine por culpa de la crisis, sino por un compromiso como misionero, pero en estos 5 años he visto el cambio: donde antes sólo llegaba turismo extranjero, ahora disfrutan también turistas nacionales, en los restaurantes y locales "elegantes" donde antes sólo se veía clase alta adinerada (nacional y extranjera) ahora se ve clase media, en los vuelos internos viajan también personas de clase media. Nuevos hospitales públicos, con atención gratuita incluso para los extranjeros, servicio 24 horas, cada vez más especialistas; nuevas escuelas públicas, libros de texto gratuitos, programas para el fortalecimiento y mejoramiento de la educación pública, la formación de docentes cualificados. Más y mejores carreteras... La lista es muy larga, y todo ello, por y para el pueblo ecuatoriano.
No voy a negar que en el país no haya corrupción, y que hay políticas de estado con las que no estoy de acuerdo, pero la realidad es palpable, está ahí en las calles de las ciudades y pueblos del país: hay un gobierno socialista que piensa en la gente y trabaja para la gente para el pueblo.

Este tipo de gobierno socialista, es el que hace falta en España, en Europa para salir de una vez de esa crisis que nos ahoga. Hace 60 años, fue posible y ahora también. Recientemente he visto el documental el Espíritu del 45 de Ken Loach. Ese espíritu se respira hoy en día en Ecuador, por eso me tomo prestado el titulo de la película para esta entrada del blog. Ese espíritu del 45 es lo que se necesita en Europa para salir de la crisis. La solución está en manos de una ciudadanía quizá demasiado acomodada, que piensa que ya está todo hecho, que nadie le puede quitar lo que ya tiene, que no importan a quién se vote, pues todos los políticos son iguales. Una ciudadanía entumecida, adormecida en su propio sueño iluso que no se da cuenta de que la lucha, el trabajo diario por el bien del pueblo, que es su propio bien, nunca ha de detenerse, pues el egoísmo, la avaricia de unos pocos que no piensan nunca en su hermano, está siempre detrás, oculta en la sombra, como una mano de falso terciopelo que al mismo tiempo que acaricia se lleva lo que es de todos y no lo de vuelve.

¿Seguiremos dormidos, acariciados por manos de seda, o colocaremos unas esposas a esas manos y empuñaremos de nuevo el arado de la justicia? La decisión es nuestra.

El mañana es una carretera ancha y equitativa
y nosotros somos los muchos que viajaremos por ella.
El mañana es una carretera ancha y equitativa
y nosotros somos los trabajadores que la construiremos,
sí, nosotros la construiremos.

Ven, ayúdanos a construir un camino para toda la humanidad
un camino para dejar este malvado año atrás.
para viajar hacia un año mejor
donde haya amor y no exista el miedo,
donde esté el amor y no el miedo.

Ahora vivimos un año sombrío de hombres malvados
de hombres con malicia que amenazan de nuevo con guerra
¿Deben ser de nuevo libres los tiranos para pisotear
a nuestros más valientes y honorables muertos?
a nuestros valientes y honorables muertos.

Oh, camaradas, venid y viajad conmigo,
iremos hacia nuestro nuevo año de libertad.
Vamos, caminad firmes, a lo largo del camino del Pueblo,
desde la oscuridad hasta el Día del Pueblo,
desde la oscuridad hasta la luz del día.

El mañana es una carretera ancha e igualitaria,
y el odio y la avaricia nunca deberán viajar por ella,
solamente ellos, los que han aprendido el camino pacífico
de la hermandad para saludar al nuevo día que viene.
Saludamos al nuevo día que viene.

Tomorrow is a highway, de Lee Hays y Pete Seeger (1949) La letra original en inglés aquí.
http://www.youtube.com/watch?v=GklhmKtdTkc