El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

viernes, 27 de agosto de 2010

¿Educadores?

Educar a muchachos es algo muy complejo. Y uso la palabra educar, con todo su significado, todas sus atribuciones, lo dejo bien claro, pues muchas personas parecen olvidarse de aquellas atribuciones del término educar que no están reflejadas explícitamente en su contrato laboral, o en su compromiso como cónyugue o padre.

Trabajar en un colegio-internado, tanto de profesor, como de educador/ responsable en uno de las residencias de estudiantes, me han enseñado en verdadero significado de educar: no es sólo transimitir unos conocimientos, lograr que los estudiantes adquieran unas determinadas destrezas y conocimientos académicos. Educar es además formar a esos estudiantes como personas adultas, contribuir a ese proceso de crecimiento personal de aca uno de ellos, mostrándoles normas de conducta y valores que les permitan desenvolverse en la sociedad, siendo aceptados por los demás grupos humanos, en una relación de armonía y respeto mútuo, de manera que ellos mismos contribuyan a consturir, y sean ayudados a construir, el espacio vital en que se muevan en cada momento de sus vidas, sea este espacio su hogar, su familia, su centro de trabajo, o simplemente la cola en la caja del supermercado.

Día tras día, noche tras noche, en este colegio-internado, uno se lo pasa repitiendo las mismas cosas: lava bien la vajilla, apaga los focos, cierra las llaves que malgastas mucha agua, reparte la comida con tus compañeros, no armes bulla de noche,... Cualquiera que se las haya tenido que ver ante un grupo de niños y adolescentes, o que tenga hijos en casa, sabe de lo que hablo. Cualquier maestro, profesor, educador, sabe que sin estas normas de convivencia mínimas aceptadas por todo el mundo -educador y educandos- no es posible dar el otro paso: educar a nivel de conocimientos académicos.

Así, y a pesar del cansancio, día tras día, noche tras noche, nos esforzamos todos los que formamos parte de esta familia, por mantener la armonía y las buenas maneras en este colegio que es nuestro hogar. Alguna vez, las menos según se avanza en esperiencia la madurez, perdemos la paciencias, pero siempre seguimos adelante, con nuestra fe puesta en el futuro, ese futuro de nuestros estudiantes y por lo tanto nuestro también, trabajando por que crezcan y se formen como personas dignas de ejemplo. No desesperamos, pues sabemos que en el fondo son niños, adolescentes, y que el viaje es largo y lento, hace falta paciencia y tesón, si se quiere llegar al final. Además, sabemos que no estamos sólos y que son muchos los que dentro y fuera de este colegio, caminan a nuestro lado.

O eso nos parece hasta que abrimos la puerta y dejamos entrar al vecino. Este mes tenemos asamblea de profesores. Personas adultas, formadas, gente "con vocación" que ha decidido entregar su vdia a la formación de otros, gente que se supone son personas pacientes, coherentes, conocedores y difusores de los principios de conviencia más básicos.
Así debería ser. Pero, como en muchas otras cosas en esta vida, la realidad supera a lo que se presuponía de antemano. Ygual o incluso peor que con los estudiantes, durante los tres días que dura ya este curso, hemos visto como la armonía de este colegio se veía alterada por una serie de personas que cual orda bárbara ha venido a saquear nuestra despensa y dejar desordenadas las residencias. Quizá me exceda en la comparación, pero durante 3 días hemos tenido que repetirles una y otra vez las más mínimas normas de convivencia del centro, obteniendo los más tristes resultados:
Incapaces de sentarse de 6 en seis en cada mesa, impacientes, sin esperar a la bendición de la mesa y el reparto por igual de alimentos, algunos, más rápidos y listos, se comían o bebían la porción que tocaba a otro compañero. En las noches, armaban ruido y bulla hasta la medianoche, sin tener en cuenta el necesario descanso de los demás... y no les hablen de puntualidad, proque no existe: las 7:15 pueden ser las 7:30 o las 8, y menos aún hablarles de paciencia, lo quieren ya, y el ya es cuando a ellos les apetece.

Creo que se me nota cierto cabreo. Y no es para menos. Prefiero cien veces la residencia llena de adolescentes y niños, que llena de adultos cabezones, que, quizá por tener un título, se las dan de importantes y no hacen caso de las mas mínimas normas de convivencia.

Señores y señoras, son ustedes maestros de escuela, profesores. Tiene a su cargo la EDUCACION de unos jóvenes. Esa gran responsabilidad les OBLIGA POR CONTRATO PERSONAL CON UNO MISMO a EDUCAR DANDO EJEMPLO, no solo enseñando matemáticas o español o ingles o ciencias sociales o cualesquiera que sean sus especialidades respectivas.
Vergüenza es lo que siento, y eso que yo no soy alumno de estas personas.

¿Qué educación esperamos que reciban de nosotros los demás, si cuando salimos de casa olvidamos nuestras más mínimas normas de comportamiento en sociedad, amparándonos en pensar que "no es nuestro, otro lo limpiara? ¿Que compromisos esperamos de nuestros alumnos si limitamos nuestra vida en el centro educativo al mero teimpo docente y nos escaqueamos de otras responsabilidades y actividades?

Hay que predicar con el ejemplo, y el que no lo haga, pierde su derecho a ser respetado y su derecho a queja.

viernes, 6 de agosto de 2010

Los moscos (II)

Hace más de un año, durante mi anterior estancia acá en la amazonía ecuatoriana, tuve una experiencia poco agradable durante una visita a una comunidad indígéna. Nos habían invitado a la fiesta de la Chonta, una de las tantas fiestas tradicionales, que, por desgracia, en aquella ocasión se vió tristemente alterada por la lluvia, y por "los moscos": políticos y turistas con aires de supremacía que caminaban por la comuna riéndose por lo bajo, haciendo comentarios sarcásticos respecto a las costumbres e incongruencias de una gente que no había cometido ningún crimen: simplemente era de otra cultura, y por culpa del crimen cometido por otros, quizá no había recibido la necesaria formación a lo largo de su vida.

Esa falta de respeto, de visión, de comprensión por parte de los de fuera me sacó de quicio (y me sigue sancando) y me llevó a escribir dos pequeños relatos con el título "Los moscos". El que hacía referencia a los políticos está publicado en este blog. El que hacía referencia a los turistas hipócritas, quedó olvidado en mi memoria usb. Lo rescato ahora.

LOS MOSCOS (II)

Pasan la mayor parte del año encerradas en sus avisperos. Viven cómodamente, degustando manjares aprobados sanitariamente, observando el mundo a través de pantallas de cristal, diciendo que no con la cabeza ante la supuesta estupidez de otros o poniendo muecas de asco cuando lo que ven les resulta demasiado ajeno y demasiado real para sus cada vez más estrechas mentes.


Son personas esclavas de sus vidas, que trabajan para conservar su colmena fuerte y limpia y aislada de los extraños, los otros, a los que miran con desdén y aires de supremacía cuando, por azares de la vida, estos otros desdichados, acaban viviendo dentro de la colmena.

Varias veces al año, cuando ya nada les ata a su máquina o escritorio, hacen las maletas, y arrastrando pesados morrales a sus espaldas, vestidos como la moda les dice que hay que vestir para salir a pisar terrenos pantanosos, comienzan a zumbar y volando aterrizan en tierras lejanas, para pisar y masticar y escupir por doquier, mirando con supremacía a gentes extrañas, de otros colores y con otras costumbres que les parecen bárbaras y equivocadas. Ellos tienen la razón. Esos otros pobres infelices que ahora ven aún son como niños de teta, como animales sin educar a los que hay que poner en el buen camino.

Y se ríen sardónicamente, y lanzan unos pocos billetes al aire, y luego levantan vuelo y vuelven a su colmena y allí comparten sus experiencias, las fotos, las anécdotas sobre esa gente bárbara más allá de los mares. El resultado de un viaje por ese parque de atracciones suyo que llaman planeta tierra.

¡Ojalá se derrumben sus colmenas! ¡Ojalá entre el viento de la razón por las rendijas de sus casas y les haga caminar hacia afuera del mundo y hacia adentro de ellos mismos, para que así se atrevan a sentarse en medio de un campo de tierra, manchen sus manos de barro y coman los frutos sin tratar con las manos bien sucias! Y entonces, miren a los ojos a ese otro antes extraño y entiendan por qué vive así, sin prejuicios, aceptando las diferencias y respetando extrañas maneras. Y se queden a vivir y aprender con él, el tiempo suficiente para llegar a crecer con él, con ese otro al que antes llenaban con billetes los mofletes. Ojalá.