El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

jueves, 25 de marzo de 2010

Todo es necesario en este mundo

Son cerca de las 7 y media de la tarde, estoy tumbado en la cama, el cuarto empieza a quedarse en penumbras un día más, y mis pensamientos empiezan a formarse en el aire, apenas iluminados por los últimos rayos de sol entran a través de la ventana.
No se qué les ha animado hoy. Quizá sea esta espera diaria y esta búsqueda interior en la que me encuentro, quizá los animó la letra de alguna canción del disco que gira en estos momentos de descanso, y que ahora no recuerdo.
Pero ahí están, flotando en el aire, dibujándose contra el techo ténuemente iluminado: la canción de amor, la de protesta; las ganas de cambiar el mundo, la agradable sensación de dejarse llevar; la acuciante necesidad de mirar más allá de la frontera, el preocuparse por la vida, acá y ahora, entre estos cuatro muros.

A veces no entiendo, a veces me enfada esas personas preocupadas día a día sólo de su propia existencia, incapaces de reaccionar, de sacrificarse por causas y gentes que no conocen, personas que se dejan caer en un enterno lassiez faire, lassiez passer.
También a ellas yo les incomodo con mis palabras y mis actos, y ellas sacuden sus cabezas creyéndome loco o intentando comprender porqué me preocupo por gentes, causas y situaciones tan lejanas, tan grandes y ajenas que no puedo cambiarlas con mis solas manos.
A veces nos soportamos en la distancia, otras enfrentamos nuestros argumentos con palabras y actos. En el fondo, ambos somos necesarios, ambos formamos parte del engranaje que hace seguir avanzando a este mundo: los atrevidos, los temerosos; los soñadores, los cautos; el amor personal y la entrega de amor a los demás; los que buscan el cambio y los que se conforman con lo establecido.

"Para todo hay un momento, y un tiempo para todos los propósitos bajo el Cielo"
Y todo cambia, sí, todo cambia y cambia y cambia...

El joven frente al viejo

Es asunto es ya viejo. Y puede que dentro de 30 años vuelva a leer este texto y esboce una sonrisa recordando mis sueños y mi rebeldía de juventud, pero ahora no puedo sino pensar en mi vida futura, atrapada en el presente entre el conservadurismo del viejo y las ánsias de cambio de joven.
¿Son los sueños de juventud, las ánsias de cambio, de hacer galgo diferente a lo que hicieron nuestros padres, actos de rebeldía, simples sueños locos de juventud que se vendrán abajo como castillos de arena, o son proyectos realizables, nuevos edificios, nuevas estructuras a las que renunciamos forzados por la costumbre y las normas establecidas vigentes? ¿Son un sueño de fiebre veinteañera, o fuerzas de cambio que nos invitan a arriesgarnos y darles dirección y forma?
Si me encontrase escribiendo esto hace 5 o 6 años, bien podría aceptar la definición de sueños románticos de juventud, de esos locos 20 años, pero ahora, que me acerco ya a la treintena, empiezo a creer que pueden ser algo más que sueños. ¿Por qué? Porque ya no soy el veinteañero soñador que protestaba contra todo lo protestable en la universidad y que mezclaba rigor y análisis histórico con socialismo, canción protesta y cerveza. Porque el paso de los años me ha vuelto más serio y me ha afanzado en mis conviciones y encuentro argumentos sólidos y críticos a la vez para mis actos. Porque ahora, siento que los que me hace dudar de mis actos no son simplemente los viejos, por ser viejos y yo joven; ahora son los viejos por haberse vuelto cómodos, y los jóvenes pasivos y cómodos.
Si mis aspiraciones en la vida fueran las comunmente abrazadas por la mayoría, no estaría escribiendo esto, pero, por alguna razón mi cerebro funciona de una manera distinta y se niega a tocar al ritmo del tic-tac del metrónomo que sigue todo el mundo. Yo no aspiro a muchas necesidades que se entienden hoy día como básicas: una casa en propiedad, un coche, un sueldo que me de autonomía total y absoluta frente al resto de la sociedad. No comparto esos valores individualistas que mueven al ser humano de hoy en día. No comparto tampoco viejos valores y normas que creo anquilosadas, desfasadas, con una imperante necesidad de puesta al día que nunca llega.
Así, me levanto cada mañana y me pongo a caminar un tanto a tientas por esta nueva senda que intento trazar, pero a mi pesar me dejo llevar por el consejo del os viejos: cúbrete las espaldas, piensa en la vejez... A veces creo que renuncio a mi propio camino por hacer caso a los demás sólo porque ellos son mayores, es decir, han vivido más. Y entonces me siento frustrado y con rabia. Rabia por no haber sido más fuerte y decidido. Quizá deba dejar de escuchar a aquellos que nacieron en otras décadas y ahora ya solo buscan el tranquilo descanso de la vejez y buscarme compañías y consejeros más jóvenes. Buscando seguiré, pues creo que alguién más está ahí fuera en sintonía conmigo.

Miren. Yo no quiero un coche. No quiero aprender a conducir. Prefiero el tren o el bus, o el camino de tierra y un buen cayado. No me importa si tardo más en llegar a mi destino o si tengo que esperar sentado en un banco el próximo bus, pues me interesa lo mismo mi destino que el como el camino que recorro hasta él con sus gentes, sus aromas, sus sonidos y conversaciones, las penas y las alegrías del viejar.
No quiero una casa vacía para mí sólo. No cuatro paredes que compartir únicamente con mi futura mujer e hijos futuros, aislados, encerrados en casilleros toda su vida. Quiero a la comundiad, a la sociedad abierta; el ser humano es egoista, sí, pero sabe que necesita del contacto y el compartir con sus hermanos y vecinos para sentirse y ser humano. Necesito encerrarme en mi mismo y cerrar la puerta a veces, pero sobre todo dejar la puerta entreabierta para que pase el viento y sus gentes pues ellas son mi vida y el motivo de mi vida.
No aspiro a ganar dinero para construirme un castillo y comprarme sueños de oro y plata. Aspiro a ganar lo justo y necesiario por y para mi trabajo, a construir una sociedad en la que se entienda que salud, alimento, educación, son valores humanos que procura y mantiene una comunidad, que no pernecen al ámbito personal y privado.
Aspiro a una vida en comunidad como una renuncia llena de gozo y una entrega de parte de nuestras libertades para poder seguir manteniendo juntos esta gran comunidad humana y así encontrar también verdaderos momentos en que necesitemos algo de intimidad.
Busco una vida plena, realizada día a día. Ni larga ni corta; no asprio a vivir 90 años, sino a seguir caminando, dedicado a la gente, y por tanto a mi mismo, hasta que ya no me quede aliento, aunque eso haga que mis huesos y mi corazón se agonten a los 60.

Por todo ello no entiendo a los viejos que me venden sus años asegurados con pensiones como su más preciado oro, por eso me empeño en trabajos voluntarios, con las espaldas medio cuviertas, por eso no creo en pensiones y planes de futuro y sólo pido un plato de sopa caliente en la mesa y el poder dar las buenas noches y las gracias por otro día pasado.
¿Son sueños? No lo creo. Pesadillas quizá, pues me quitan el sueño. En mi desvelo, seguiré buscando mi camino, en equilibrio siempre, entre lo viejo y lo nuevo.

martes, 23 de marzo de 2010

Carl Sandburg

Estas últimas semanas he estado leyendo algo de Carl Sandburg, uno de los más significativos poetas norteamericanos de la primera mitad del siglo XX.
Su poesía es una poesía directa, concisa, que canta las glorias y las penas de la tierra y la gente de su país, pero no por ello una poesía sencilla entendida como simple. Su obra poética es ríca en vocabulario y a la vez de fácil lectura, llega directa al corazón del lector, pues habla de la vida del hombre, esa vida que el lector siente como propia.

Es quizá esa riqueza y sencilla honestida, con gotas de protesta o disconformidad espolvoreada, lo que me atrae de la poesía de este hombre y lo que creo que la hace universal, porque, aunque, con razón, habla de su tierra, las preocupaciones y las alegrías de la gente de su tierra son el fondo las mismas que las de las personas de otras tierras distantes, igual que el sol que calienta y da vida a esas tierras es el mismo que calienta la mía. Cuando Carl Sandburg canta a los obreros, a las prostitutas, de Chicago, habla de los obreros o las prostitutas de cualquier ciudad. La guerra, las atrocidades, son del mismo modo las mismas, independientemente de cuál sea el campo de batalla.
A mi pesar, mi conocimiento de la obra de este autor es muy superficial. Alcanza únicamente a esbozar estas líneas, para dar un pco más de "publicidad" a este hombre, casi desconocido o ausente en este país. Ausente, sí, porque a penas se han traducido al español obras de Sandburg: una breve pero representativa antología, allá en 1973, dos de sus por otro lado deliciosas colecciones de cuentos para niños, Historias del País de Rutabaga y Palomas del país de Rutabaga, y uno de sus libros de poemas fundamentales: Poemas de Chicago.
El problema es, supongo, que la "poesía no vende", que ningún autor o editoria se va a hacer de oro escribiendo poesía, y por lo tanto se convierte ésta en un genero contraproducente en el mercado editorial acutal. Y si además hablamos de poesía libre como la de Sandburg, y traducida al español, pero todavía.
Aún así no pierdo la esperanza. Acá dejo dos poemas de Carl Sandburg, con la esperanza de que algún despierten del ensueño del dinero a algún editor y se nos regale a los hispanoablantes alguna obra más de este poeta universal.

UNA VERJA

TERMINADA la casa de piedra ante el lago,
los obreros empiezan a construir la verja.
Los barrotes son de hierro y acaban
en puntas de acero que pueden matar
al hombre que caiga encima de ellas.
Como verja, es una obra maestra:
alejará a la chusma, a los vagabundos,
a los hambrientos y a los niños errantes
que buscan un sitio donde jugar.
A través de los barrotes y por encima
de las puntas de acero, no pasará nada,
excepto la Muerte, la Lluvia y el Mañana.

THE PEOPLE, YES (Fragmento)

"Podéis quemar mi carne y mis huesos
y lanzar las cenizas a los cuatro vientos",
sonrió uno de ellos.
"Sin embargo, mi voz seguirá sonando
y en los años por venir
los jóvenes preguntarán cuál fue la idea
por la que me disteis muerte
y qué era lo que yo decía
que debí morir por lo que dije".

En esta página web, más poemas de Carl Sandburg traducidos al castellano
Poemas de Chicago (1916) está editado en España por La Poesía, Señor Hidalgo. Barcelona, 2003

lunes, 8 de marzo de 2010

Frikis

No se si la última edición del diccionario de la RAE contiene ya entre sus páginas el término freak o "friki" si lo castellanizamos, pero desde hace ya unos años no para de oirse hablar de los frikis y de gente que se siente orgullosa de ser un friki. Incluso existe un día del orgullo "friki". ¿Pero qué es un freak? Cualquier persona de más de 40 años no tiene ni idea de qué le hablan cuando hablan de frikis, y, aquel que sabe lo que son, no sabe explicarlo.
Si buscamos el signifcado del término inglés original, freak es una rareza, cosa rara, o bicho raro, resultado de una mutación muchas veces. Freaks era el término que se aplicaba, por ejemplo a los "monsturos de feria", aquellas personas que por alguna deformidad física, malformación, o enfermedad acababan entreteniendo y asustando a los espectadores que acudía a ferias y circos itinerantes a lo largo del siglo XIX y principios del XX. De ahí el título, por ejemplo, de la máginfica película de Tod Browning Freaks, de 1932 (La parada de los monstruos en su título castellano)
Con el tiempo, el término freak fue adquiriendo conotaciones más amplias y se utiliza para aplicarlo a todo aquel individuo o al colectivo de personas que rompen con la uniformidad de la sociedad por su forma de vestir, sus gustos musicales, su forma de vivir, etc. El termino seguía siendo despectivo, incluso insultante para la persona que era catalogada como freak.
Hoy día, el significado de freak se aplica a todas aquellas personas en la sociedad que se destacan por ser fánaticos in extremis de series de televisión, comics de superhéroes, películas de ciencia ficción, juegos de rol,... la lista es enorme. Se podría decir que, si quiere ser usted "friki", por ejemplo, leáse las obras completas de J.R.R. Tolkien, véase las películas del Señor de los Anillos 20 veces, aprenda élfico, y voilá, ya tiene su carnet de "friki" oficial. (si no le gusta Tolkien, pruebe con cualquiera de sus pasiones literarias, cinematográficas o musicales) Lo más curioso es que estos freaks de hoy en día ya no ven el término como un insulto, sino que ¡están orgullosos de serlo!

¿Qué ha pasado, porqué este cambio? No es más, creo, que el aplicar un término viejo a un nuevo producto. Los nuevos freaks de hoy en día no guardan ningún parentesco con aquellos mosntruos deformes de circo que, con razón, veían en el término un insulto y pedían respeto, ayuda y derechos. Tampoco guarda mucha relacción con aquellos grupos urbanos que décadas anteriores desafiaban a la sociedad y eran catalogados por las partes conservadoras de ésta como freaks de una manera despectiva.
No. Los nuevos freaks son de una nueva especie, una sintética que no ha nacido de mutaciones o enfermedades, ni de desafíos culturales y sociales al establishment dominante. Los nuevos freaks son un producto de la sociedad de consumo acutal, esa misma contra la que a veces ellos mismos parecen querer alinearse.
Esta sociead, en la que todo se puede fabricar-plastificar-empaquetar-y vender, a eliminado poco a poco la identidad personal del individuo o del grupo, a llevado a límites muy reducidos la imginación o la habilidad del ser humano para crear algo propio que le satisfaga y que por lo tanto le haga reconocerse como individio autómono en la sociedad. No hay necesidad de escribir o inventar historias orales, pues todo está escrito impreso y a la venta. No hay necesidad de aprender a tocar un instrumento por simple placer, pues toda la música está editada en CD y mp3 y al la venta. No hay necesidad de imaginarse y soñar mundos imposilbes, pues ya los inventa una industra cinematográfica cada vez más hueca. Y lo que es más importante, no es necesario buscar justificaciones, trabajar por el cambio social, dar vueltas y vueltas a la bola de plastilina buscando un significado a la vida, otras maneras de vivir: ya están inventadas esas otras maneras de vivir: imaginémonos que somos superman por lo menos unas horas al a semana, y así olvidaremos nuestro estress diario.
El ser humano se ve atrapado en rutinas de 5 a 9 cuyo único beneficio -si es que es realmente un beneficio- es una suma de dinero a final de mes. Todos iguales, todos clónicos. Da igual la profesión: abogado, profesor, teleoperador, cajero, policia... todos iguales, todos siguiendo una rutína mecánica con premio al final, un premio del mismo color, sin sabor y sin olor. Nadie puede vivir en esa rutina sin una válvula de escape, el ser humano necesita justificaciones para sentirse vivo e independiene en la sociedad, y como esta es una sociedad de consumo, él no crea, no inventa, él consume. Y entonces se compra la serie completa de Star Trek, por ejemplo, y se aprende de memoria el nombre de todos los personajes y el hilo de todos los episodios, consigue algo con lo que diferenciarse del resto, algo con lo que presumir ante sus amigos. Se ha realizado, a encontrado su lugar y razón en la sociedad. No importa que haya dejado ser Juan Fernández para convertirse en una imitación de Mr. Spock.

Me da lástima. Lástima por ellos, que han perdido su identidad personal, su definición como ser humano independiente, que es la capacidad para crear, para pensar, para partir de cero y hacer "algo nuevo". Me da lástima porque esta situación ha llevado a que aquellas fantasías que nos acompañaban de niños y durante la edad adulta ha perdido todo su valor artístico y humano y se han convertido en trozos de plástico para coleccionar. Me gusta Star Trek, sí. Y me parece de las mejores obras de ficción de este siglo, incluso llena de un transfondo social crítico muy imprortante (al menos cuando comenzó a producirse en la década de 1960). Pero ello no implica que vaya por la calle saludando a la gente como un vulcaniano o que me sepa de memoria el nombre de todos los personajes y que viva en una enterprise en mis sueños. Me da incluso rabia ver como el consumo de unos y la ceguera de otros va rompiendo los verdaderos sueños y sustituyéndolos por otros huecos y vacios. Sólo hay que comparar una serie como el Star Trek de 1966 y las últimas producciones de ciencia ficción, por poner un ejemplo.
Antes víviamos y soñábamos alentados por mitos griegos, que eran mitos escritos por gente que sufría y luchaba y reía y que reflejaba en sus mitos sus esperanzas y sus demonios, sus problemas diarios. Hoy viven y sueñan alentados por personajes neotmíticos creados a golpe de dolar, con sueños falsos, demasiado fantásticos, irreales y lejanos a la vida misma. Son sueños huecos, con un casacarón muy vistoso, pero sin alma.
¿Despertará el ser humano otra vez y mirará más allá de las estrellas para ponerlas nombres, o dentro de si mismo para darse a los demás y compartir y sembrar sueños; o seguirá viviendo en cajas con pantallas de 3D en alta definición que le entregan los nombres de las estrellas en forma de increibles imágenes con colores imposibles y un sonido ensordecedor?

domingo, 7 de marzo de 2010

Goteo sistemático.

Una tarde cualquiera voy de una carrera al super más cernano a comprar "leche de soja". En la puerta un apersona me da las buenas tardes y me abre amablemente. No me fijo en él, o mi inconsciente hace que mi vista avance al siguietne punto. Más tarde, según hago cola en la caja, le veo a través de la puerta de cristal, abriendo y dándo la bienvenida a otros clientes. No es un empleado del supermercado. Es un hombre de unos 50 años, sin asear, con ropas sucias, que guarda en un puño un montón de monedas.
Siento verguenza por él, me pregunto por él. ¿Cómo puede un ser humano verse advocado a esa situación? ¿Qué le pudo suceder? El hombre no es inmigrante. No es un joven delgado y demacrado que puediese estar enganchado a la droga. Algo falla. Algo no funciona bien.

Los mendigos han dejado de ser los pobres de solemnidad que piden a las puertas de las iglesias. Ahora, a las puertas de los supremercardos, en las concurridas calles del centro de la ciudad, hay cada día más personas pidiendo. Mudos testigos del pasar de zapatos lustrosos de gente altiva que lee el cartón "ayúdame no tengo casa" y apura el paso.
Se han convertido estos mendigos en parte de la estampa de nuestras ciudades. Agonos son extranjeros, otros pertenecen a grupos o etnias tradicionalmente exluídas, pero cada vez con más frecuencia son gente con mi misma piel.
¿Qué ha pasado? ¿La crisis? ¿Un reajuste del mercado? ¿Es este el producto último de nuestro brillante sistema económico: más pobres, exlcuídos, avandonados?

Más manchas de aceite, un goteo incesante entre las juntas de esta sociedad. Desechos. Cifras que algún político-economista-banquero archiva y cuenta igual que cuenta sus acciones.
Unos pagan el pato por otros. ¿Qué sistema es este que hace pagar a los empelados el error de cálculo de la empresa, de las grándes finacieras? ¿Qué sistema es éste que castiga a los trabajadores cuando las bolas de los juegos malabares de las finanzas internancionales pierden su equilibrio y dejan de girar en el aire?
¿Por qué no pagan ellos los destrozos que ocasionan?

Ah, supongo que soy un radical. Supongo que hacer pagar las grandes financieras su error les llevaría a la quiebra y esto arrastraría al paro y a la calle a aún más gente, que tendría que volver a empezar de cero.
Bueno, ¿y por qué no? Hablamos de empezar de volver a emepzar, pero no necesariamente de volver a construir la misma casa con las mismas fallas en su estructura. ¿Por qué no comenzar otra casa, con manos y materiales distintos, con diferente distribución? Muy amenudo hay que enterrar el pasado y hacer las paces con nuestros dioses para volver a caminar, descalzos, hacia el mañana.

Cambiado de colores

Hace unos diez años, cuando llegué a esta ciudad para estudiar en la universidad, me llamó la antención no encontrarme con gente de color por las calles. Al principio no me di cuenta, pero sentía algo monótono en la calle. Cuando regresé a mi pueblo un fin de semana, y caminé por sus calles más o menos interculturales, me di cuenta del problema: en León no había negros, gente de otras razas, otros lugares. Supongo que a la gente de la ciudad no le parecía algo raro, pero para mí, que me crié en un pueblo minero con bastante inmigración, que desde niño compartí la escuela con compañeros caboverdianos y pakistaníes, la balncuar de las calles de León causaba una sensación extraña.
En los últimos cinco años la cosa ha ido cambiando, hasta el punto que hoy en día es raro que al caminar por las calles de esta ciudad uno se cruce con subsaharianos, sudamericanos, chinos, rumanos,... El paisaje de esta ciudad se ha vuelto cosmopolita, pero a la vez, pobre.

Sí, pobre. Esto es algo nuevo visto desde aquellos ojos míos de niño que pisaba un suelo que escondía carbón. Allá en mi pueblo no se veía pobreza entre los inmigrantes; el ser portugués, caboverdiano o pakistaní no implicaba peores condiciones de vida, pues no implicaba peores condiciones laborales. Oh, había quien tenia más y quien tenía menos, pero eso siempre será así, igual que había quien administraba mejor su dinero y llegaba a fin de mes, y quien era maniroto o derrochador y a pesar de tener lo mismo, acababa comprando "de fiado" en la tienda del barrio.
No me malinterpreten. No digo que mi pueblo fuese el paraíso o el modelo a imitar. La gente no caminaba de la mano, los matrimonios interraciales no eran algo común; pero había respeto y compresión. Todos trabajaban en la mina codo con codo ganando lo mismo, indiferentemente del color de la piel, el idioma, o las creencias religiosas. Todos tenía por tanto problemas futuros similares -el cierre de la mina-. Incluso aquel que no era minero sabía que su negocio, su vida, dependía de la mina.

Lugares comunes, el trabajo y la escuela. Espacios separados: la iglesia y la mezquita. Bares para unos, para otros, para todos. La convivencia y el respeto labradas a fuerza de pico.
Si hay respeto, nadie es pobre. Si hay igualdad en el trabajo, nadie es pobre, nadie se siente extranjero.

***
Esto era un pueblo minero a finales de la década de 1980. Volvamos a una ciudad de servicios en el 2010. Hoy en día ha aumenteado la inmigración considerablemente, comparado con décadas pasadas. No voy a entrar en el análisis de las causas de este aumento, pues éstas son muchas y variadas: políticas de inmigración más estrictas en otros países europeos que sufrieron el boom migratorio hacia sus fronteras en décadas pasadas, conflictos armandos, desaparición de sistemas económicos que pagan el coste del paso al sistema vigente en forma de hambre y desempleo, corrupción, falta de inversión en países subdesarrollados, explotación en estos países por parte de compañías y grupos financieros extranjeros.
Las posibilidades y las historias personales son muchas. Y todas desembocan aquí y ahora, en las calles de esta ciudad y otras ciudades de este país. Unas calles que no son iguales para todos los transeuntes, sino que cambian según el idioma o el color de la piel, -o el pasaporte- del que camina.
Estos inmigrantes ya no llegan al trabajo "seguro" codo a codo en la mina: llegan a un país donde se les discrimina y sel es entrega el trabajo que nadie quiere, donde se les ofrecen peores condiciones laborales y peores salarios en aras de la productividad, donde se les impide muy a menudo el ascenso laboral y por ende social. Baste un ejemplo que me llama la atención estos días: el número de estudiantes extranjeros en la escuela pública es muy superior al de la privada concertada.
Creo que es un ejemplo claro de el rumbo que ha decidio tomar esta sociedad para etiquetar y clasificar y así lograr comprender y manejar algo que no comprende o no quiere aceptar como suyo. Pues los inmigrantes son su poroblema, son uno de los "efectos colaterales" de este sistema económico.
Que nadie me venga a decir aquí que me equivo y que el sistema funciona, que lo único que hace es "reajustarse" cada cierto tiempo. Un sistema que excluye automáticamene a parte de la población, que la clasifica en compartimentos estancos estancos de diferente categoría, que acepta a los exluídos como un mal menor o un desecho producto de la producción y el consumo, este sistema, es un sistema que no funciona.
Es un sistema que pierde aceite. Un goteo a lo largo del camino, en forma vidas humanas. La solución del sistema es facil: pasa la fregona, echa tierra encima; construye muros y alambradas más algos, en otras palabras.

¿Hasta cuándo? ¿Hasta que resbalemos en un enorme charco de aceite? ¿Hasta que una piedra alcance nuestra ventana y haga añicos el cristal forzándonos a mirar afuera? Ya es hora de que emepcemos a cambiar las cosas. No hablo de revoluciones. Las revoluciones sólo traen hambre y muertes, y las cosas poco cambian después de que ha pasado el momento álgido. Yo hablo de cambios pequeños y progresivos, de cambios en nuestaras costumbres, en nuestra manera de mirar a y para el prójimo, de entender un futuro común sin excluídos como el único futuro posible. Un futuro que no llegaremos a ver pero que debemos construir poco a poco, día a día para que futuras generaciones lo lleguen a ver.
Son los cambios lentos, aquellos que cuestan tiempo y esfuerzo, los únicos que producen un resultado duradero. Tenemos que atrevernos a cambiar de camino. Es sencillo, tan fácil como bajarnos de las escaleras mecánicas y empezar a caminar.

Según el sol
se alzó sobre el borde del cielo en el este
y este
mundo que amamos estaba intentado morir,
dijimos ¡aguanta!
y canta otra vez ¡hurra!
Tu hijo puede ser el que exclame
"El emperador está desnudo hoy"

Cuatro vientos que soplan,
cuatromil lenguas con la palabra: sobrevivir.
Cuatro billones de almas
luchando hoy para seguir vivos
y cantar otra vez ¡hurra!
¿Por qué no ser nosotros los que exclamenos:
"El emperador está desnudo hoy"

Hombres - han fracasado.
El poder ha fracasado, con papel de oro.
Shalom - Salaam,
¿Seguirá exisiento una palabra donde se vendan exclavos?
Decimos ¡aguanta!
y canta otra vez ¡hurra!
Puede que aún encontremos la manera de exclamar
"El sistema está desnudo hoy".

-As the sun rose (cuando salió el sol), de Pete Seeger. En el LP Circles and Seasons (1979)