El ir y venir luchando por las cosas más queridas, sin bien nos gasta las manos, nos deja abierta la vida.
- Víctor Jara

lunes, 28 de enero de 2008

M.E.G.

El agua en la fuetne de la plaza, cansada del movimiento perpétuo y el bullicio de críos de la tarde, dormía ahora bajo una gruesa capa de hielo, protegiéndose de borrachos y graciosos ruidosos que venían en la noche a interrumpir su sueño, golpeando con manos rojas el gélido cristal protector.

-¡Hace un frío del carajo!
-¡Va, exajerado!
-¿Sí? No sabía que fuese nuevo deporte olímpico la "marcha encogido con manos en los bolsillos".
-Tengo hambre, vamos.
A pesar del alcohol, el grupo de amigos empezaba ya a criar cierta escarcha sobre los hombros. En el otro extremo de la plazuela, brillante, como un refugio en medio de la estepa hela que era la plaza en enero, estaba la máquina expendora de golosinas. Faltaban aún varias horas para que el dueño de la cafetería abriese para servir desayunos claientes. Mientras tanto, ¿qué mejor solucción para cubir el turno de noche que una máquina automática? Se habían acabado las largas noches despierto aguantando a los borrachos. Los tiempos modernos llegaron un día en forma de máquina automática. Una caja-calculadora que albergaba en su interior apetitosos manjares precocinados y prefabricados para estómagos a pureba de bomba que, impacientes deambulaban en la madrugada de bar en bar deteniéndose de vez en cuando para llenar el estómago en medio de la plaza. Allí, tras los cristales algo empañados, bajo una luz fría de nevera, esperaban en fila varias docenas de rosquillas, sandwiches, pasteles, patatas fritas, caramelos, ... Todo un ejército de comida industrial dispuesto a lanzarse al vacío según lo indicasen unas precias coordenadas. ¡A 5! Un pastel de crema y chocolate caía en las manos de algún transeunte ambriento.
- Brrr, casi no puedo sacar las monedas del bolsillo, tengo los dedos helados.... 1,85, vemaos... ¿porqué no pondrá precios redondos el capuyo del bar? Uno con ochenta y... cindo. Ya. D 8. ¡Listo! Sandwich de pollo y sucedaneo de yo que sé marchando. Ala, el siguiente.
-No se como puedes comer esa basuram a saber de qué la hacen.
-Poz como la tzuya, de soylent green, seguro.
-A 5. ¡Eh! ¡Qué leches...!
-Ja ja ja, ya tienes caramelos de menta para un més.
-Y una mierda, yo apreté A 5, "pastel de chocolate". Todos los sábados los mismo, ya estoy hasta... ¿Alguien quiere? Se lo cambio...
-¡No! -contestaron todos a coro.

Carlos tenía las manos heladas, sacó otra moneda y esta vez se cercioró de apretar las coordenadas adecuadas. A 5. Lentamente, otro paquete de caramelos de menta cayo al vacío, aterrizando en la bandeja de la máquina.
-¡Lo veis, lo veis! ¡Esta trucada a posta! ¡Cuando abra el capuyo de bar me va oir! -Carlos arregó a la máquina un golpe lleno de rabia- ¡Cuando no se queda atascada, te da lo que no es! ¡Mierda de máquina!
Le dió otro golpe. Se oyo un leve susurro y la máquina soltó otro paquete de caramelos más. Sus amigos, apoyados contra la pared del a cafetería, sentados en un banco, habían vencio ya al frío a fuerza de carcajadas.
- ¡Toma, otro más para el camino!
- ¡Por buen cliente!

- Quita, anda, a ti todo lo que tenga botones se te atraganta, no se como eres capáz de ponerte los pantalones.- Toño avanzó hacia la máquina con una moneda en la mano.- ¿Ves? Se hace así. Un paquete de donuts comezó a desfilar hacia el abismo, quedando colgado en el filo, desafiando la ley de la gravedad.
-¡Vaya- Toño, sonreía con la cabeza agachada mirando a los dontus mientras se rasacaba el mentón disimuladamente.
-¡Arréale una hostia!
Bum.
Nada.
¡Bum!
Nada.
¡¡¡¡Bum!!!!
Ni por esas.

Con rabia, saco otra moneda, brindó a sus amigos como un matador de toros, y tecleó las coordenadas mágicas. Ahora había DOS paquetes de donuts desafiando la ley de la gravedad.
- La madre que...- Toño estaba apundo de inciar un combate de boxeo con la máquina cuando Ignacio le apartó de la máquina.
-Parad, parad, que os la vais a cargar del todo. Hay que tratarla con amabilidad, así. Mirad, mis patatas fritas primero. -Nacho metió unas monedas, tecleó las coordenadas como en el juego de los barcos y...
Las patatas no se movieron ni medio milímetro.
Con risas sarcásticas a su espaldas, nacho examinó el frente de la máquina como un científico ante un desconocido pero a la vez familiar aparato extraterrestre.
-¡Ajá!- No me ha cogido una moneda. Esperad, hay va otra. - Un sonido metálico indicó que esa moneda tampoco era aecptada. Cogió otra más. ¡Clan! Esta tampoco. Alguién le pasó una moneda de 20 ctms. no, esa, tampoco. Cansado del baile de mondedas, Nacho empezó a meter una tras otra, con violencia. Las monedas fueron expulsadas a la misma velociadad del rayo golpeando a Nacho en los pantalones.
-¡Nada tío, se ve que ya tiene muchas de esas!- rió alguien.
Incansable, Nacho introdujo un Euro. Tecleó. Se oyó el típico susurro eléctrico, y una bolsa de patatas se unió al club de dulces indecisos a punto del sucidio.
-¡Me cago en..!
Nacho arreó un fuerte manotazo a la máquina mientras sus amigos se desternillaban de risa. Las patatas no caían. Marco de nuevo B 7. NO HAY CRÉDITO decía la máquina.
- ¡Pero si le he metido dos malditos euros!
Nacho tecleaba con rabía una otra vez, apretando también el botón de cambio. La máquina, impasible iluminaba su rostro con una brillante sonrisa burlona. Enfadado y desesperado le arreó la reina de todas las patadas. Con el pié dolorido, se dió media vulta mirando con ojos de rabia a sus amigos, que disfrutaban sonrientes del singular teatro de sábado noche. La máquina máquina emitió un leve murmullo seguido de el sonido de algo posándose en el fondo sobre la bandeja. La pandilla pegó sus narices al cristal de la máquina. No parecía faltar nada. Todos los aperitivos seguían guardando turno en sus carriles, y los donuts y las patatas fritas continuaban quietos, indecisos al borde del abismo. Nacho se agacho y tanteó la bandeja de la máquina expendedora. La sacó sosteniedo entre sus dedos una pequeña targeta color rosa en que se leía:
POR FAVOR, NO DEN GOLPES A LA MÁQUINA, GRACIAS.
El recochineo fue total entre el grupo.
-¡Lo que faltaba! ¡Eh, tú, el cabrón del bar! O bajas ahora mismo o no respondo de lo que le pase a la maquinita de marras!
-Caya, que vas a despertar a toda la plaza
-Me da igual.- Nacho empezó a arrear golpes a la máquina, forcejeando la regilla protectora.
La maquina volvió a susurrar pero nada se movió de su sitio. Toño se agachó y recogió otra targeta rosa del fondo de la máquina.
REPITO, POR FAVOR, NO DE GOLPES A LA MÁQUINA O HABRÁ QUE TOMAR MEDIDAS.
-¡ Y ahora con amezas!
Toño, Ángel y Carlos miraban perplejos la targeta, mientras Nacho golpeaba con fuerza la máquina, apretando todos los botones como un loco.

¡¡¡¡¡¡PAM!!!!
El trío de espectares levantó asustados las cabezas. Nacho se acababa de lanzar como un forzudo de circo contra la maquina, desplazndo esta esta unos milímetros y haciendo parpadear la luz del aparato como en un cortocircuito. Al cabo de unos instantes el parpadeo finalizó y al compás de un susurro, las patatas, los donuts y media docena de dulces más empezaron a precipitarse hacia el fondo de la máquina. Con una enorme sonrisa de victoria en su cara, Nacho se agachó y lentamente, triunfánte metió la mano por la trampilla para recoger sus trofeos.
-¡Ah!¡Mierda!
-¿Y ahora qué?
-Me he enganchado en algo, vaya, no me suelto...
-Venga, deja de hacer parodia, saca todo eso y larguémonos de aquí antes de que venga el dueño y vea el bollo que le has hecho a la máquina, salvaje.
-¡Es que no puedo!- Nacho estaba en cuclillas con medio brazo dentro de la máquina.
Toño se agacho y levantó la trampilla siguiéndole el juego.
-A ver...- Tiró con ganas del brazo de Nacho.
-¡¡¡Ay!!! ¡Bestia!
- Ostras, pues si que está atascado de verdad.
Los tres muchachos se agacharo a la altura de Nacho itentando ver en donde se había enganchado la mano. No se distinguía nada muy bien. De repente, Nacho se undió hacia dentro, ahora tenía el brazo entero dentro de la máquina, con la cabeza ladeada pegada con fuerza sobe el frío metal de la máquina.
Sus amigos retrocedieron asustados.
-¡Ayudadme! Oooaaaaaaaaa

El cuerpo de Nacho se fue aplastando como si fuera de gelatina hasta desparecer subcionado a través de la trampilla de la máquina. Los tres amigos quedaron inmóviles con sus asombrados rostros iluminados por el frío resplandor de la máquina en la fría noche de enero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Debe de ser una muerte horrible a la par que ridícula. ¡Qué vergüenza! Morir engullido por una máquina de golosinas.
Mario.